El pecado en el espejo.

Iglesia de Cristo en Constituyentes.

El pecado en el espejo.

Romanos 3:9-20.

La mayoría de nosotros tenemos una imagen de nosotros mismos que es algo diferente de la realidad. Podemos sentir que estamos más gordos o más delgados de lo que realmente somos. Otros pueden creer que son más inteligentes, o incluso más tontos de lo que realmente son. Esta misma autoimagen engañosa se cuela también en nuestra visión de nuestro ser espiritual. La mayoría, si no todos, creemos que básicamente somos buenas personas. Queremos pensar que estamos en buena forma espiritual. Esta no es solo una situación que es cierta entre los miembros de la iglesia, sino que casi todas las personas que existen a nuestro alrededor tienen la idea de que todo está bien en su corazón. Tristemente, ¡esto simplemente no es la verdad!

Estos versículos nos cuentan todo sobre el hombre en nuestro espejo. Todos los días, miramos a una persona en el espejo que no se parece en nada a lo que creemos que es. Este pasaje revela la verdad de que no somos más que pecadores a los ojos del Señor. Pablo acaba de decirles a sus lectores que tanto los paganos inmorales como los morales están condenados ante el Señor. Luego, les dice que el judío moral y el inmoral también están condenados. ¡Ahora les está diciendo que todo hombre, sin importar quién sea, es un pecador a los ojos de Dios!

¡Hermanos, esa es una píldora difícil de tragar para muchas personas! Sin embargo, debemos comprender que la verdad, es el primer paso para venir a Dios en busca de salvación. Esta mañana, me gustaría mirar estos versículos y contarles sobre el hombre en nuestro espejo. Mientras predico este mensaje, tenga en cuenta de que el hombre en su espejo no es diferente del que miro todos los días. Con suerte, si hay alguien aquí esta mañana que nunca se ha dado cuenta de que es un pecador, esta hora será el momento en que encienda la luz y se vea a sí mismo como realmente es. De la misma manera, nosotros, los que somos salvos, necesitamos que se nos recuerde de vez en cuando que no tenemos motivo para gloriarnos ante el Señor. ¡Somos lo que somos por la gracia de Dios! Miremos esta mañana, entonces, al pecado en el espejo.

ME RECUERDA QUE EL PECADO ES UNIVERSAL (v. 9-10).

Afecta a todas las razas (v. 9). Pablo nos dice que el pecado es un problema que afecta tanto al judío como al gentil. Independientemente del color de su piel, sigue siendo un pecador. ¡Nadie está exento de la mancha del pecado! ¡El hombre blanco, el hombre negro, el hombre rojo, el hombre moreno y el hombre amarillo son todos pecadores a los ojos del Señor! ¡El pecado es un problema universal! “todos están bajo pecado”.

Toca a todas las religiones (v. 9). Pablo nos dice que tanto el judío como el pagano son pecadores. No importa cuán dedicados puedan estar a su religión, todavía son pecadores a los ojos de Dios. Note las palabras, “¿Qué, pues? ¿Somos nosotros mejores que ellos? En ninguna manera”. Y aunque Pablo está hablando propiamente de los judíos, yo bien puedo decir que incluso el pueblo cristiano no es mejor que los judíos, o que los gentiles, en el sentido de que somos salvos del mismo mal y de la misma manera. No debemos llenarnos de orgullo y soberbia por ser cristianos, pues cuando nos llenamos de soberbia, entonces nos exponemos al tropiezo. Así lo dice Proverbios 16:18, Antes del quebrantamiento es la soberbia, y antes de la caída la altivez de espíritu.

Muchos tienen la idea equivocada de que su religión tiene el poder de quitar los pecados. Algunos piensan que la sinceridad es la clave para quitar el pecado. Sin embargo, la verdad del asunto es que nadie se ha salvado a sí mismo jamás. Por religión o por sinceridad, nadie será salvo. ¡Puede creer sinceramente cualquier cosa que quiera, y, aun así, estar sinceramente equivocado, engañado y con dirección al Infierno! Por eso, siempre debemos confiar en la sangre del Señor para nuestra salvación, y no en nuestra moralidad o religión.

Mancha toda justicia (v. 10). ¡Aquí está la acusación de Dios al pecador! ¡Él los mira y dice que ningún hombre tiene la habilidad de producir justicia! De hecho, la Biblia nos dice que lo mejor que podemos producir en la carne son trapos de inmundicia a los ojos de Dios (Isaías 64:6). ¡Lo mejor que podamos hacer nunca será lo suficientemente bueno! El problema con esa idea es que Jesús dijo que teníamos que poseer la justicia perfecta para entrar al cielo (cf. Mateo 5:20, 48). Como vemos, ¡En y por nosotros mismos eso es absolutamente imposible! ¡Nunca podré ser lo suficientemente bueno para agradar a Dios, porque soy un pecador y todo lo que toco está arruinado por mi pecado! Cuando los pecadores tocamos algo, no se convierte en oro, ¡se convierte en chatarra a los ojos de Dios!

¡El problema del hombre es que siempre se mide a sí mismo con la vara de medir equivocada! Miramos a otros y decimos: “¡Bueno, ciertamente no soy tan malo como él!”. La gente hace eso y luego siente que de alguna manera son superiores y agradables a Dios porque no son tan malos como su prójimo. Sin embargo, lo que el hombre olvida es que un muerto no está menos muerto que otro, y un perdido no está más perdido que otro.

Muchos están tratando de saltar al Cielo sobre la base de que están en mejor “forma espiritual” que otra persona. Las personas pueden intentar cualquier cosa que les plazca, pero el hecho es que solo hay una forma de curar el problema del pecado y llegar al Cielo, ¡y es a través de la fe en la muerte y resurrección del Señor Jesucristo! ¡Si confiamos en nosotros mismos para llegar al Cielo, confiaremos en nosotros mismos hasta el Infierno! ¡El pecado es un problema horrible! ¡Solo tiene una cura y esa cura es la fe en Jesucristo!

ME DICE QUE EL PECADO ES UN FEO PROBLEMA (v. 11-18).

El pecado que hay en el corazón del hombre siempre se manifestará en su vida. Estos versículos hablan de los problemas que tiene el hombre por ser pecador. Estas declaraciones prueban que el pecado es un problema universal, pero también un horrible problema. Note lo que el pecado le ha hecho al pecador.

El pecado ha empañado nuestro espíritu (v. 10). Esto ya se ha mencionado, pero el hecho de que somos pecadores es la razón por la que se nos impide entrar al cielo. En pocas palabras, ¡somos malvados hasta el centro de nuestro ser y no hay nada bueno en nosotros! Eso puede molestar a la gente, ¡pero es cierto de todos modos! Podrían buscar en el mundo de pueblo en pueblo, entrevistando a cada una de las personas en el mundo y no encontrar a un solo hombre justo. Puede encontrar a algunos que parecen ser mejores que otros, pero cuando son juzgados por el estándar de la justicia perfecta de Dios mismo, ¡entonces la verdad es fácil de ver! ¡Son culpables ante el Señor! Los hombres pueden verse bien por fuera, pero por dentro son podridos y malvados (cf. Mateo 23:27-28).

El pecado ha empañado nuestros sentidos (v. 11). Este versículo enseña la terrible verdad que el pecado ha embotado nuestra mente a la verdad de Dios. No podemos entenderla y no hay una sola persona en este mundo que busque a Dios si se deja a sí mismo. ¡Nadie simplemente decide ir tras Dios! Cuando una persona comienza a tener hambre del Señor, ¡es la obra de su palabra en su espíritu! El hombre es rebelde y está muerto (cf. Efesios 2:1), y hasta que el Señor avive su corazón y produzca en el hombre hambre de Dios (cf. Juan 6:44), hasta que no suceda eso, el pecado seguirá provocando un terrible daño cerebral.

El pecado ha manchado nuestras almas (v. 12). Este versículo hace la acusación de que todos los pecadores son descarriados y sin valor para el Señor. Es la misma idea que se menciona en Isaías 53:6, o que se representa en la parábola de la oveja perdida (cf. Lucas 15:3-7). La imagen es de alguien que es inservible para el Señor. ¡El pecado no solo ha embotado nuestra mente y dañado nuestro espíritu, sino que también ha ensuciado nuestras vasijas! ¡Dios no usará una vasija sucia! Es inútil hasta que haya sido limpiada y hecha digna del Señor. ¡Por eso dice que no hay quien haga el bien! Podríamos sentirnos tentados a no estar de acuerdo con esa afirmación. Después de todo, seguramente hay una diferencia entre la Madre Teresa que pasó muchos años trabajando entre los Intocables de la India y un Hitler que es responsable de miserias y sufrimientos indecibles. O, debe haber una diferencia entre el médico que usa su educación y talento para curar y el que usa su talento para realizar abortos. Desde un punto de vista humano, hay una diferencia entre sus obras y desde nuestro punto de vista vemos que algunas personas hacen el bien mientras que otras hacen el mal. Sin embargo, desde un punto de vista celestial, Dios ve todas nuestras obras como aparecen al lado de su justicia y eso nos deja culpables ante Sus ojos.

Imagínese ver una gran ciudad desde un barco en el puerto. Sería fácil ver la diferencia en los edificios. Algunos serían muy bajos, otros serían más altos y otros saltarían hacia el cielo. Ahora, imagine ver esa misma ciudad desde la ventana de un avión que volaba alto. Desde ese punto de vista, sería imposible decir qué edificios eran altos y cuáles bajos. Todo es cuestión de perspectiva. ¡Desafortunadamente, la perspectiva del hombre no cuenta para nada, cuando es tiempo de enfrentar el juicio por los pecados!

El pecado ha empañado nuestra palabra (v. 13-14). Pablo pasa ahora a decirnos que el pecado ha arruinado nuestra palabra. Simplemente, está haciendo eco de las palabras del Señor Jesucristo (cf. Mateo 12:34-35; 15:18; Proverbios 15:2, 28). Es un hecho, ¡nuestras palabras revelarán la condición de nuestro corazón! Note lo que dice el escritor acerca de las palabras del pecador.

  1. Es como el olor de un cadáver podrido. ¡Solo escuchar el lenguaje de la sociedad, eso nos dirá que los hombres están podridos por dentro!
  2. Está lleno de mentiras y engaños. Exagera su propia grandeza. Halaga. Miente sin remordimientos. ¡Mentir se ha convertido en el pasatiempo nacional! Está en todas partes, desde la presidencia hasta la iglesia, ¡y es otra indicación de que el hombre es un malvado pecador!
  3. Es como un veneno mortal. Piense en las almas condenadas al Infierno por el veneno de la falsa doctrina que gotea de los labios de algún predicador infiel. Piensa en el veneno mortal que ha arruinado la vida y la reputación de personas piadosas a través de chismes y rumores. La lengua es una cosa malvada. Con razón el Señor lo selló detrás de un muro de carne y un muro de marfil. Con razón Él nos dice que domar la lengua es poder controlar todo el cuerpo y vivir perfectamente (cf. Santiago 3:2).
  4. Es un arma del poder más devastador. La lengua del pecador es una cosa terrible. Puede arruinar vidas y dañar testimonios y reputaciones. Puede hacer más daño del que puede deshacer toda una vida recta.

No sé cómo usamos nuestra lengua, pero sé que la forma en que hablamos revela la condición de nuestro corazón. Recuerde las palabras de nuestro Salvador: “De la abundancia del corazón habla la boca” (cf. Mateo 12:34.)

El pecado ha empañado nuestros pasos (v. 15-17). Ahora, Pablo nos dice que la influencia del pecado en nuestras vidas nos ha hecho ser extraordinariamente crueles y malvados en nuestra forma de caminar. Note lo que dice acerca del corazón pecaminoso.

  1. Somos rápidos para derramar sangre (v. 15)– ¡Esto habla de asesinato! No es necesario mirar más allá de las estadísticas sobre el aborto para saber que esto es cierto. Desde 1973 más de 30 millones de niños han sido asesinados legalmente en un solo país. Eso es más de 10 veces el número total de muertos en muchas guerras. Hoy en día hay más probabilidades que un niño concebido muera, a un soldado en cualquier guerra. En las noticias vemos toda clase de asesinatos, hombres, mujeres y niños. La gente se está acostumbrando a asesinar.
  2. La gente se vuelve más y más brutal (v. 16). Pablo dice que destrucción y miseria están en sus caminos. Es decir, a medida que las personas van por la vida, son culpables de pisarse unos a otros para salirse con la suya. ¡A menudo, las vidas se pierden o son dañadas permanentemente por personas que son simplemente brutales en la forma en que viven!
  3. La gente realmente no quiere vivir en paz (v. 17). Básicamente, la gente solo quiere salirse con la suya. ¡No les importan los derechos de los demás y no se detendrán ante nada para lograr sus propias metas, sueños y deseos!

El pecado ha empañado nuestra vista (v. 18). Esta última acusación contra el pecador nos dice que la humanidad no posee temor de Dios. Es por eso que él es capaz de todas estas otras cosas. Es por eso que es capaz de vivir el tipo de vida que hace. En pocas palabras, ¡los hombres simplemente no temen al Señor! Dios ya le ha dicho a la humanidad lo que sucederá como resultado de sus pecados. El hombre ha escogido no creer la Palabra de Dios. De hecho, ¡la mayoría de la gente vive como si Dios no existiera! Esto se llama “ateísmo práctico”. Este tipo de persona sabe que hay un Dios. Sabe que hay un Infierno. Sabe que necesita vivir para el Señor. Sin embargo, elige vivir su vida a su manera y vivir como si no hubiera Dios. Esto les libera de cualquier restricción en su comportamiento y les permite hacer lo que les plazca. Dios tiene un nombre para personas así: Necios (cf. Salmo 14:1).

¡Es el temor de Dios lo que motiva a los hombres a venir a Jesucristo para la salvación! Es el temor de Dios lo que motiva al cristiano a vivir para Dios. El temor es una fuerza saludable para la justicia, si ese temor nace de un deseo de agradar al Señor.

ME INDICA QUE EL PECADO ES UN PROBLEMA INNEGABLE (v. 19-20).

El pecado del hombre es declarado por la ley (v. 19). Debido a que la Ley de Dios condena todas las cosas de las que el hombre es culpable, el hombre queda condenado por la Ley. ¡La Ley tiene la capacidad de mostrarnos cuán malvados somos en realidad! La ley es la regla que nos muestra lo torcidos que somos. ¡Nadie puede leer la Palabra de Dios y perderse la verdad de lo que Pablo está diciendo! Solo recuerde las palabras de Cristo en el Sermón del Monte (cf. Mateo 5:17-48). ¡Es la Palabra de Dios la que nos muestra cuán miserables somos en realidad!

El pecado del hombre es condenado por la ley (v. 20). Dios le dio la ley al hombre como una herramienta. Fue dada para mostrar al hombre que era pecador y para conducir al hombre a Jesús (cf. Gálatas 3:24). La ley tuvo el propósito de mostrarnos que somos culpables ante Dios.

La Ley es como un espejo (cf. Santiago 1:23-25). Puede mostrarnos cuán sucia está nuestra cara, ¡pero no puede usarse para limpiarnos! Nadie toma el espejo y lo frota en su cara para limpiarse, ¿verdad? El espejo está ahí para señalarnos lo que está mal. Así es con la Ley. La Ley no puede limpiarnos, pero puede crear hambre en nosotros por Aquel que puede: ¡el Señor Jesucristo!

Mirar la Ley no puede salvarnos. Vivir la Ley no puede salvarnos. ¡Lo único que puede salvar al pecador es venir a Jesucristo por fe! Tenemos demasiados que están tratando de correr bien su camino hacia Dios. ¡Simplemente no funcionará! La Biblia es clara en este punto: “¡Os es necesario nacer de nuevo!” (cf. Juan 3:7; Efesios 2:8-9.)

CONCLUSIÓN.

Hermanos y amigos, la conclusión de esto es muy clara. Todos somos pecadores ante el Señor. Hay una solución para nuestros pecados y no se encontrará en hacer cosas buenas o en ser una buena persona. ¡Se encontrará solo en una relación personal con el Señor Jesucristo! Le pregunto esta mañana: ¿Es salvo por gracia a través de la fe? Si muriera este día, ¿moriría como un hijo de Dios, confiando completamente en Jesús y nada más para llevarte al Cielo? ¿Cómo se para ante el Señor hoy?

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