La iglesia de Cristo en Constituyentes le saluda, y afectuosamente le invita a conocer un poco acerca de ella, de su naturaleza, de su organización y su obra.

Sí, es cierto que a nuestro alrededor existen muchas iglesias. En nuestras calles, en distintas partes de la ciudad, hay una gran variedad de iglesias. ¿Ha notado que todas son diferentes? Representan diferentes caminos, así como diferentes enseñanzas, entre las cuales podemos encontrar algunas que son muy peligrosas para la fe. Por eso, es importante identificar, a la luz del Nuevo Testamento, las características de una iglesia que sea del Señor y que viva haciendo el esfuerzo por hacer y predicar la voluntad de Dios.

LA IGLESIA DE CRISTO EN CONSTITUYENTES no somos parte de una denominación. No tenemos que ver con movimientos religiosos evangélicos o protestantes, ni con algún movimiento pentecostés o carismático. No somos parte de una red de iglesias con sus líderes y doctrinales oficiales. Somos una iglesia local autónoma e independiente (cfr. Hechos 14:23). Reconocemos a Cristo como nuestra cabeza y a su palabra como única e infalible guía (cfr. 2 Pedro 1:19).

LA IGLESIA DE CRISTO EN CONSTITUYENTES, se compone de individuos que pertenecemos a Cristo. La frase “iglesia de Cristo” no es su nombre, ni representa el nombre de cierta denominación existente; sino que describe la relación que tenemos con nuestro salvador. Somos una iglesia de Cristo porque pertenecemos a Cristo y no a los hombres. No somos de los hombres porque fuimos rescatados, “no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, ya destinado desde antes de la fundación del mundo” (1 Pedro 1:18-20). Somos una iglesia de Cristo porque él nos “ganó por su propia sangre” (Hechos 20:28). Así que, ¿Cómo podríamos pertenecer a los hombres, cuando fuimos amados, comprados, rescatados y ganados por Cristo?

LA IGLESIA DE CRISTO EN CONSTITUYENTES, no tenemos cabeza humana aquí en la tierra. Pablo escribió que “Cristo es cabeza de la iglesia” (Efesios 5:23). Por tanto, toda autoridad en asuntos de moral, fe y espiritualidad, pertenecen, no a profetas, no a supuestos ungidos, no a líderes religiosos, ni a credos humanos, sino a Cristo quien tiene “Toda potestad… en el cielo y en la tierra” (Mateo 28:18).

LA IGLESIA DE CRISTO EN CONSTITUYENTES, es compuesta de individuos que hacemos todo lo posible por honrar a Cristo. Por eso evitamos llevar nombres tales como Católicos, Pentecostales, Bautistas, Carismáticos, Metodistas, Evangélicos, Mormones, Testigos de Jehová y muchos otros más. Somos solamente “cristianos”. Este es el “nombre nuevo” (Apocalipsis 2:17) que “la boca de Jehová” nombró sobre los suyos por medio de Bernabé y Saulo (cfr. Isaías 62:2; Hechos 11:26). La Biblia dice que “se congregaron allí todo un año con la iglesia, y enseñaron a mucha gente; y a los discípulos se les llamó cristianos por primera vez” en esa ciudad. Insisto, Dios no les dio otro nombre, sino el de “cristianos”. Cuando Pablo predicó el evangelio de Cristo al rey Agripa, éste dijo, “Por poco me persuades a ser cristiano” (Hechos 26:28). Pablo estaba convenciendo al gobernador, a no ser otra cosa sino cristiano. Y cuando Pedro animó a los creyentes en la persecución, les dijo, “pero si alguno padece como cristiano, no se avergüence, sino glorifique a Dios por ello” (1 Pedro 4:16). ¿Leyó con atención? En los días de los apóstoles, nadie era persuadido a ser bautista, metodista o presbiteriano; ni mucho menos a ser católico o evangélico. En los días de los apóstoles, nadie padecía como bautista, mormón o adventista; sino como cristiano. Y no sucedía así, porque, repito, aquel era el nombre que la boca de Jehová había nombrado sobre sus hijos.

LA IGLESIA DE CRISTO EN CONSTITUYENTES, perseveramos en la doctrina de los apóstoles (cfr. Hechos 2:42). Y en cuanto a la adoración que ofrecemos al Señor no es la excepción. Por eso, si usted nos visita, notará que la adoración es muy diferente a lo que se ve en las diversas sectas religiosas. Al estar entre nosotros, usted no escuchará “gritos” o “alaridos”, ni “mujeres predicando”, ni “corriendo”, ni encontrará “grupos musicales”, “danzas”, “bailes”, etc. ¿Por qué? Porque la adoración es conforme al Nuevo Testamento, es decir, “en espíritu y en verdad” y, “decentemente y con orden” (Juan 4:24; 1 Corintios 14:40).

LA IGLESIA DE CRISTO EN CONSTITUYENTES, alabamos a nuestro Señor “cantando” (Colosenses 3:16). Lo hacemos así, porque en el Nuevo Testamento no leemos de cristianos usando instrumentos musicales para cantar a Dios. Como cristianos, usamos “salmos”, es decir, “alabanzas”, e “himnos” y “cánticos espirituales” para cantar al Señor, así como para la enseñanza y la exhortación mutua (Efesios 5:19). En nuestras casas como en nuestras reuniones como iglesia, si estamos afligidos, hacemos oración y si estamos alegres, cantamos alabanzas (cfr. Santiago 5:13).

LA IGLESIA DE CRISTO EN CONSTITUYENTES, llevamos a cabo tres obras principales para servir a Dios, las cuales bien pueden ser clasificadas como, evangelismo, edificación y benevolencia limitada a los santos necesitados. Cuando usted asista a una de nuestras asambleas dominicales, observará que en ellas hacemos colectas económicas, la cuales generosamente proponemos dar cada domingo. Lo hacemos así, porque esto es lo que enseña el Nuevo Testamento. En 1 Corintios 16:2, dice, “Cada primer día de la semana cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado”; y en 2 Corintios 9:6-8, “El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará. Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre. Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra”. Estas colectas dominicales las usamos para sostener a quien predica el evangelio, pues “ordenó el Señor a los que anuncian el evangelio, que vivan del evangelio” (1 Corintios 9:14). También se utilizan para ayudar a los santos necesitados, pues el apóstol Pablo también escribió, “En cuanto a la ofrenda para los santos, haced vosotros también de la manera que ordené en las iglesias de Galacia. Cada primer día de la semana cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado, guardándolo, para que cuando yo llegue no se recojan entonces ofrendas” (1 Corintios 16:1-2). Todo aquel que es parte del cuerpo de Cristo, siempre tendrá cuidado en llevar a cabo cada uno de los mandamientos expresados por el Señor en su palabra. Y como en el caso de las ofrendas, en nuestras reuniones dominicales también participamos de la cena del Señor, “El primer día de la semana” (Hechos 20:7). Como puede darse cuenta, estimado amigo, lo hacemos de esta manera porque así está registrado en el Nuevo Testamento. Cuando cada domingo participamos de la cena del Señor, hacemos memoria del sacrificio de Cristo por el perdón de nuestros pecados; pues “el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan; y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí. Así mismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí” Y añadió, “Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga” (1 Corintios 11:23-26).

LA IGLESIA DE CRISTO EN CONSTITUYENTES, tenemos una misión en este mundo, la cual consiste en comunicar el evangelio de nuestro Señor Jesucristo a toda criatura (Marcos 16:15). Así que no es extraño si nos ve “por todas partes anunciando el evangelio” (Hechos 8:4). Este evangelio es “poder de Dios para salvación a todo aquel que cree” (Romanos 1:16). Desde luego, la palabra “creer” implica más que aceptar algo, pues la obediencia a los mandamientos del Señor está expresada en ella. Note que, por incredulidad, “no todos obedecieron al evangelio” (Romanos 10:16). Así que, creer en el evangelio incluye obedecerlo. Y es precisamente lo que leemos en Marcos 16:15 y 16, que dice, “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado será salvo” ¿Leyó con atención? “El que creyere y fuere bautizado será salvo”. He allí la obediencia al creer en el evangelio. Así que, para obtener la salvación que el sacrificio de Cristo hizo posible, es necesario obedecer la palabra de verdad. Y esta es nuestra misión como iglesia, llevar al mundo el evangelio del Señor, el cual tiene el poder de salvarles de la condenación eterna.

Ahora, quizás usted ya sea miembro de una iglesia; sin embargo, ¿ha notado alguna diferencia con las características que hemos considerado en la Palabra de Dios? Si ha notado diferencias entre la iglesia a la que usted asiste y lo que dice el Nuevo Testamento, entonces, estimado amigo, usted necesita obedecer a Cristo y así ser parte de su cuerpo, para unirse a otros cristianos que obran distributivamente en congregaciones locales, en una iglesia de Cristo. Recuerde que Cristo solamente salvará a su cuerpo, y ese cuerpo no será aquel que haya sido fundado por los hombres, o que tenga doctrinas y mandamientos de hombres, sino aquel que persevere en su palabra. Recuerde que Cristo dijo, “Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:31, 32). Si usted quiere ser parte de la iglesia que Cristo está edificando y obtener la vida eterna que él ofrece, usted necesita obedecer lo siguiente:

Usted necesita Creer que Cristo es el Hijo de Dios. Para esto, usted necesita oír acerca de las obras de Cristo mientras estuvo en este mundo. Una vez que usted aprenda lo que Jesús hizo mientras estuvo en la tierra, entonces tendrá razones suficientes para creer en él como el Hijo de Dios. El apóstol Juan lo dijo así, “Hizo además Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro. Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre” (Juan 20:30-31). ¿Es necesario creer de todo corazón que Cristo es el Hijo de Dios? Cuando Felipe predicó el evangelio al etíope, y este quería ser bautizado, Felipe le dijo, “Si crees de todo corazón, bien puedes. Y respondiendo el etíope, dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios. Y mandó parar el carro; y descendieron ambos al agua, Felipe y el eunuco, y le bautizó” (Hechos 8:37). Como vemos, usted no puede ser bautizado si no cree primero que Jesucristo es el Hijo de Dios. Hoy en día existen muchas personas que supuestamente fueron bautizadas sin creer en el “gran Dios y Salvador Jesucristo” (Tito 2:13); por tanto, no son salvos, ni son parte de la iglesia que Cristo está edificando. ¿Está usted dispuesto a oír acerca de Jesús y su obra?

Usted necesita arrepentirse de sus pecados.  El apóstol Pablo dijo que “Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan; por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos” (Hechos 17:30, 31); por tanto, “arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio” (Hechos 3:19). Cuando usted se arrepienta de sus pecados, entonces estará siempre dispuesto para no hacer su propia voluntad, sino la voluntad de Dios (cfr. Mateo 21:28-29). El arrepentimiento, entonces, no es una opción, sino un mandamiento del Señor. Es su voluntad “que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén” (Lucas 24:47). No basta con solo creer en Cristo, es necesario arrepentirse de sus pecados.

Usted también necesita confesar que Cristo es el Señor, el Hijo de Dios. Pablo dijo, “Esta es la palabra de fe que predicamos: que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación” (Romanos 10:9, 10). Como vemos, además de Creer en Cristo y arrepentirse de sus pecados, usted también necesita reconocer públicamente que cree de todo corazón que Cristo es el Hijo de Dios, el Señor.

Usted necesita ser sumergido en agua para perdón de pecados y recibir el don del Espíritu Santo. El apóstol Pedro dijo, “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hechos 2:38). Si usted cree que Cristo es el Hijo de Dios, se arrepiente de sus pecados y confiesa con su boca que Jesús es el Señor, el Hijo de Dios, entonces está listo para ser bautizado, siendo perdonado por el Señor y gozar de todas las bendiciones espirituales que el evangelio contiene. Por tanto, cuando usted reciba esas palabras, es decir, cuando obedezca estos mandamientos, usted será añadido por Cristo mismo, a la iglesia que él está edificando (Mateo 16:18; Hechos 2:41, 47). Usted, estimado amigo, no será añadido a una denominación o a un nuevo movimiento sectario, sino a la familia de Dios (Mateo 28:19-20).

Estimado amigo, ¿desea hacer la voluntad de Dios? Le invitamos a que se ponga en contacto con nosotros para ayudarle en este paso tan importante en su vida, que es la salvación de su alma. Si usted desea saber más sobre este tema, o sobre algún otro, no dude en comunicarse lo más pronto posible con nosotros. Estaremos esperando noticias suyas, y así poder enseñarle más sobre la iglesia que Cristo está edificando. Dios le guarde, y de antemano muchas gracias por su tiempo, y por darse a la tarea de tener en cuenta este breve mensaje.

Que el Señor le guarde.

Lorenzo Luévano Salas.

Evangelista.

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“Tratado sobre la iglesia de Cristo en Constituyentes”