Cuando llegamos al final de la cuerda.

Iglesia de Cristo en Constituyentes.

Cuando llegamos al final de la cuerda.

(2 Reyes 4:1-7). Había un niño pequeño que, durante la noche, acercó una silla a la ventana delantera de su casa y la colocó cuidadosamente dentro de las cortinas. Estaba parado allí mirando al mundo cuando su madre vino a buscarlos. Ella vio sus pequeñas piernas que sobresalían por debajo de las cortinas y silenciosamente se deslizó detrás de él para ver qué estaba haciendo. Ella llegó allí solo para escucharlo decirse a sí mismo en términos muy sombríos: “¡TENGO que salir de aquí!”

¿Cuántos de ustedes se sienten atrapados? ¿Alguna vez se han sentido como si estuvieran colgados de una cuerda en un precipicio? ¿Qué creen que deben hacer cuando llegan a ese punto? Algunos dirán, “pues haz un nudo y agárrate fuerte”. Algunos otros dirán, “si no lo dejas pasar, las cosas se pondrán peor”. Algunos más optimistas dirán, “Pues haz un nudo tras otro y trata de subir”. Todos estos consejos tienen sus méritos, pero no se ven muy alentadores. ¿Qué podemos hacer, entonces?

Quizás algunos de los que me escuchan ahora mismo están en ese lugar hoy. Están al final de la cuerda y debajo solo hay un profundo precipicio. He estado meditando en esto, y puedo entender que algunas circunstancias nos pueden hacer preguntarnos:

  1. ¿Qué hacer cuando se enfrenta a problemas con los hijos que no pueden ser resueltos?}
  2. ¿Qué hacer cuando el matrimonio está en ruinas y las olas de desesperanza son implacables?
  3. ¿Qué hacer cuando hay problemas en el trabajo y parece que no hay salida?
  4. ¿Qué hacer cuando el mes es mucho más extenso que la cantidad de dinero?
  5. ¿Qué hacer cuando has seguido el cuerpo de un ser querido al cementerio y no puedes escapar de la soledad y el dolor?
  6. ¿Qué hacer cuando su corazón está roto, sus sueños se hacen pulverizan y sus esperanzas se han hecho polvo en las crueles rocas de la realidad?
  7. ¿Qué hacer cuando caminamos por un páramo espiritual y parece que no hay salida?

No creo que nadie más que el Señor tenga las respuestas a todas esas preguntas. Sin embargo, creo que podemos encontrar ayuda en los versículos que hemos leído hoy.

Este pasaje nos habla de una viuda pobre que estaba colgando en el precipicio al final de la cuerda. No sabía qué hacer ni adónde acudir. En su dolor y su pobreza hizo lo único que sabía que podía hacer: se volvió al Señor. Cuando hizo eso, ¡Dios la ayudó en gran manera!

Este pasaje nos enseña la gloriosa verdad de que Dios tiene un plan para nuestro problema. Estos versículos nos muestran que, así como Dios se ocupó de esta viuda, también se ocupará de nosotros. Este pasaje nos permite saber que cuando llegamos al final de nuestra cuerda, existe ayuda y existe esperanza. Quiero tomar estos versículos y compartir algunas lecciones que deberían ser reconfortantes cuando llegamos al final de la cuerda.

DIOS CONOCE NUESTROS PROBLEMAS.

Dice 2 Reyes 4:1, “Una mujer, de las mujeres de los hijos de los profetas, clamó a Eliseo, diciendo: Tu siervo mi marido ha muerto; y tú sabes que tu siervo era temeroso de Jehová; y ha venido el acreedor para tomarse dos hijos míos por siervos”.

  1. Había una situación desesperación en su familia. La palabra “clamó” significa “gemir; llorar incontrolablemente; gritar de dolor.” Esta palabra identifica el sonido de un corazón roto. Esta mujer viene al hombre de Dios en el momento más terrible de su vida. ¡Está en una situación desesperada! (¿Alguna vez ha estado allí? ¿Está en una situación desesperada?)
  2. Hubo una muerte en su familia.Estaba casada con uno de los “hijos de los profetas”. Estos eran los hombres que se estaban entrenando con Eliseo para ser profetas y predicadores en Israel. Pero ahora, su esposo, su amante, su amigo, su proveedor, su protector, ahora estaba muerto. Ella está rota porque le ha sido quitado a un ser querido. (¿Alguna vez ha estado allí?)
  3. Había una deuda en su familia. Cuando ocurre una muerte de esta naturaleza, aunque el ser amado muere, hay muchas cosas que se quedan. Ella dice al final del verso 1 que, ha venido el acreedor para tomarse dos hijos míos por siervos. Ahora quieren llevarse a sus hijos como esclavos para que puedan pagar la deuda. Esto estaba permitido bajo la Ley Judía (Lev. 25:39). Ha sido privada de su esposo, y ahora también está a punto de perder a sus hijos. Como suele decirse, el agua le ha llegado al cuello y no ve cómo puede arreglarlo. ¿Alguna vez se ha sentido así?
  4. Había devoción en su familia. A pesar de todos sus problemas, ella todavía se mantiene firme en las garras de la fe. Necesita ayuda, pero no recurre a su familia ni a sus amigos. No intenta encontrar a nadie que le preste más dinero. En su desesperación, se dirige al hombre de Dios en busca de ayuda. Eliseo era el representante de Dios en la tierra y él era su mejor esperanza. Ella le recuerda a Eliseo que su esposo “temía al Señor.

Su vida ha sido una vida de devoción al Señor y en sus problemas, ¡todavía confía en Él y se vuelve a Él por las cosas que necesita! A pesar de su dolor, sus problemas y su falta de posibilidades, ¡todavía miraba a Dios por la ayuda que necesitaba! Aunque no podía ver una salida, sabía que no podía ver todo, pero allí había un rayito de esperanza. Aunque no entendía todo lo que estaba enfrentando, todavía creía que a Dios le importaba y que podía hacer algo al respecto de su situación, ¡así que clamó a Él con fe!

Hay algunas lecciones en este versículo que no queremos perdernos hoy.

En algún momento, todos llegaremos a ese punto bajo en la vida. Llegará el día en que llegará al final de su cuerda. Algunos ya lo han pasado y pueden testificar al respecto. Otros están allí ahora mismo y están buscando ayuda. Otros llegarán allí algún día. Todos tendremos nuestros días de angustia y prueba (cfr. Job 14:1; Juan 16:33).

Cuando lleguemos a ese punto, el mundo, la carne nos dirán que Dios no ve nada y que no le importa nada de lo que nos pasa. Pero, la verdad es que él sí ve todo lo que pasa, pues, “los ojos de Jehová están en todo lugar, mirando a los malos y a los buenos”. (Proverbios 15:3). En 2 Crónicas 16:9, también dice, “Porque los ojos de Jehová contemplan toda la tierra, para mostrar su poder a favor de los que tienen corazón perfecto para con él”. Él ve todo lo que estamos enfrentando. No hay nada oculto a su vista. ¿Y sabe qué? Él no es indiferente a nada de lo que contempla. Fue por eso que el apóstol Pedro dijo a los santos que debían estar “echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros” (1 Pedro 5:7). Él se preocupa más de lo que creemos por lo que estamos enfrentando.

Estos versículos están diseñados para enseñarnos que nuestros problemas, si bien pueden parecer insuperables a nuestros ojos, en realidad son oportunidades para que demos lugar a Dios obrar en nuestras vidas. Por eso, aprendamos a volvernos al Señor antes de buscar ayuda en Egipto, antes de buscar ayuda en cualquier otra cosa en este mundo. Si él tiene cuidado de nosotros, entonces esto nos dice que él quiere ayudarnos. Que le importamos. Que él es capaz. Que él quiere ser de bendición. Pero hay que volvernos a él y confiar en su guía.

DIOS LIBERA NUESTRO POTENCIAL

Dice 2 Reyes 2:2-4, “Y Eliseo le dijo: ¿Qué te haré yo? Declárame qué tienes en casa. Y ella dijo: Tu sierva ninguna cosa tiene en casa, sino una vasija de aceite. 3El le dijo: Ve y pide para ti vasijas prestadas de todos tus vecinos, vasijas vacías, no pocas. 4Entra luego, y enciérrate tú y tus hijos; y echa en todas las vasijas, y cuando una esté llena, ponla aparte”.

Habría sido fácil para Eliseo haber dicho: Está bien, hermana, has sufrido lo suficiente. El Señor va a suplir tu necesidad. Solo ve a casa y espera a que Él trabaje. En lugar de eso, el Señor eligió involucrar a esta viuda en su propio milagro. Primero Dios la confrontó con su realidad al obligarla a admitir lo que no tenía. Luego, la desafió a tener fe al enseñarle confianza, humildad y obediencia. Bueno, él hace las mismas cosas en su vida y en la mía.

Dios permite que seamos confrontados con la realidad. El Señor confrontó a esta mujer con la realidad por medio de dos preguntas: ¿Qué necesitas? Y ¿Qué es lo que posees? Con esas dos preguntas, esta mujer pudo ver el tamaño de su necesidad y la pequeñez de sus propios recursos. Necesitaba todo y tenía muy poco. Necesitaba mucho y no podía satisfacer sus propias necesidades.

A menudo, Dios usará las dificultades, las angustias y las cargas de la vida para llevarnos al lugar donde podamos ver honestamente nuestra necesidad y nuestra propia incapacidad para satisfacerla. Al permitir esto, Dios está destruyendo el “humanismo” que hay dentro de nosotros. El humanismo nos hace creer que podemos manejar las cosas sin Dios. ¿Para qué volvernos a él, si podemos manejar todo bien? ¿Por qué deberíamos acudir a él con nuestras preguntas y conflictos, si podemos con todo? El humanismo nos hace creer que somos autosuficientes, y que no tenemos necesidad de Dios.

Pero, cuando nos detengamos y respondamos honestamente a esas dos preguntas, nos daremos cuenta de que necesitamos más de lo que nunca podremos suministrar por nosotros mismos. Dios hace esto para eliminar la fe en nosotros mismos. En el mundo es común que la gente nos diga, “Ten fe en ti mismo”, “Cree en ti”, “Tú tienes el potencial”, etc. Por tanto, Dios permite estas cosas para que tengamos fe en él y no en nosotros mismos. ¿Y por qué no hemos de tener fe en nosotros mismos? Porque sin Dios jamás podremos ir por el camino adecuado.

  • Proverbios 14:12, “Hay camino que al hombre le parece derecho; pero su fin es camino de muerte”.
  • Romanos 3:12, “Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno”.
  • Romanos 1:22, “Profesando ser sabios, se hicieron necios”.

Esto se ve claramente en la batalla por la pequeña Hai (Josué 7). Israel acababa de obtener una gran victoria en Jericó y se sentían confiados en sus propias habilidades. No buscaron en el Señor la ayuda que necesitaban. Y entonces, una pequeña aldea que debería haber sido una victoria fácil, se convirtió en una derrota humillante. Cuando Israel puso sus prioridades en orden y puso a Dios primero, se les permitió disfrutar de la victoria (Josué 8). Una vez que Dios destruye el humanismo, nos indica el camino de la fe en él.

¿Cómo lo hace? (v. 2-5). Una vez que Dios trató con la viuda, destruyendo su fe en sí misma y sus propias habilidades, comenzó el proceso de expandir su fe en el poder del Señor para satisfacer su necesidad. Nuevamente, él hace lo mismo en su vida y en la mía.

Primero, le hizo ver lo que Dios ya ha provisto (v. 2). Cuando el profeta le dijo, “Declárame qué tienes en casa”. Le hizo ver que, aunque no tenía mucho, tenía lo que necesitaba. Ella no podía verlo, pero Dios ya le había provisto exactamente lo que usaría para satisfacer su necesidad.

Ella dijo a Eliseo que todo lo que tenía era “una vasija de aceite”. Ella tenía una pequeña cantidad de aceite, el cual era usado por los profetas para ungir a los hombres de Dios. Este pequeño frasco de aceite había estado en la casa sin usar desde que murió su esposo. Ese pequeño e insignificante frasco de aceite sería la respuesta a su clamor.

Mis hermanos, cuando estamos pasando por circunstancias difíciles, es común que no nos demos cuenta que Dios ya nos ha dado todo lo que necesitamos para satisfacer nuestra necesidad. Esa viuda dijo que lo único de valor que tenía era una vasija de aceite. Sin embargo, ¡nosotros tenemos mucho más que una simple vasija de aceite!

Piénselo. Si somos salvos, es porque somos hijos de Dios. Y si somos hijos de Dios, eso significa que siempre estará atento a nuestras súplicas (Jeremías 33:3). Dice Filipenses 4:19, “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús”. ¿Creen eso?

  • Hace algunos años puse en las manos de Dios mi necesidad de tener un automóvil, ¿y de cuánta bendición fue esa camioneta vieja en San Luis Potosí y aquí en Ciudad Juárez? Su servicio fue tal, que los mecánicos se sorprendían que haya caminado todavía en las condiciones en que se encontraba. Bueno, llegó el momento en que era necesario detenerla. Puse en las manos de Dios por otro auto, ¿creen ustedes que Dios me ha respondido?
  • He sufrido enfermedades graves, donde se ha requerido bastante dinero para cubrir gastos médicos con todo y cirugías. Bueno, he puesto en las manos de Dios por eso, y he pasado por cirugías e internamientos, y Dios ha provisto para eso.
  • Hace algunos años puse en las manos de Dios la necesidad de casa propia. ¿Y no tengo ahora casa propia? No tuve que tener una hipoteca, no tuve que solicitar un crédito. El Señor mismo ha pagado por ella.

“Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús” (Filipenses 4:19).

A veces miramos nuestros problemas y parecen tan grandes. Miramos nuestras posesiones y parecen tan pequeñas. Sin embargo, ¡siempre fallamos en incluir a Dios en la ecuación! Por lo tanto, él nos coloca en situaciones en las que nuestra fe en él debe expandirse. Debe ejercerse.

Él expande nuestra fe públicamente (v. 3). Se le dice a la viuda que vaya con sus vecinos y tome prestadas “vasijas vacías, no pocas”. ¡Esta es una orden extraña! ¿Qué creen ustedes que les dijo a sus vecinos? Será que les dijo, “No me preguntes nada, pero este loco predicador me dijo que hiciera esto”. O tal vez les dijo, “No entiendo bien esto, pero quiero pedirte prestadas todas las vasijas vacías que tengas”. O tal vez dijo, “Estoy completamente arruinada, pero Dios está a punto de satisfacer mi necesidad, así que, no sé por qué o para qué, pero Él me ha dicho que te pida prestadas todas las vasijas vacías que tengas”. Mis hermanos, cualquier cosa que haya dicho, dio lugar a un diálogo acerca de lo que Dios haría con ella, y de la fe que ella tenía en el Señor. Dios sencillamente la está usando para hablar de esto con sus vecinos. Tal vez algunos pudieron pensar que ella había perdido la cabeza por ir de puerta en puerta pidiendo prestadas vasijas vacías. Pero, ¡qué testimonio sería cuando el Señor supliera su necesidad! Dios la usó como sermón viviente.

¡Él hace lo mismo en su vida y en la mía! Yo no podría hablar del cuidado y el poder de Dios en mi vida, a menos que él me haya permitido padecer necesidad. Ninguno de nosotros podrá jamás testificar acerca del perdón, a menos que sufra un agravio y haga lo que el Señor le indique, ¿verdad? Yo no podría jamás testificar de mi obediencia a Dios con respecto a tener misericordia, a menos que alguien necesita que yo sea misericordioso con él. Yo no podría hablar de sufrir un agravio, a menos que sea agraviado. Yo no podría testificar de la provisión de Dios sin antes haber padecido necesidad. Por eso, cuando Dios en su sabiduría permite una variedad de situaciones en nuestras vidas, sean dichosas o desagradables y amargas, lo hará para que demos testimonio de su obra en nosotros.

Él expande nuestra fe en privado (v. 4-5). La fe se movió en el corazón de esa viuda. Ella obedeció al Señor; tomó prestados los vasos y ella y sus hijos se encerraron en la casa y confiaron en que Dios haría lo que había prometido hacer.

¿Se imaginan la escena en esa casita ese día? Ahí está esa madre con sus hijos y todas esas vasijas vacías, sentados por toda la casa. Ella toma ese frasco de aceite y uno de esos chicos dice: “Mamá, ¿qué estás haciendo con ese aceite? ¿Por qué pediste prestadas todas esas vasijas a los vecinos? Y ella dice: “Muchachos, no tengo todas las respuestas, pero creo que el Señor está a punto de hacer algo grandioso en nuestro hogar. Tu papá no nos dejó mucho, pero sí nos dejó este frasquito de aceite. El hombre de Dios dijo que íbamos a conseguirnos todas las vasijas que pudiéramos conseguir. Muchachos, Dios va a llenar cada uno de estos recipientes con este pequeño frasco.” Con eso, le entregan el primer recipiente y ella lo llena. Ella llena uno tras otro y el aceite sigue saliendo de esa pequeña botella hasta que se llenan todos los recipientes.

Cuando terminó ese día, había una madre y algunos niños que habían aprendido una valiosa lección. Allí, en la privacidad de ese hogar, aprendieron que Dios era todopoderoso y capaz de satisfacer todas las necesidades. Los vecinos escucharían lo que Dios había hecho y lo sabrían a nivel intelectual. Sin embargo, esta familia sabría lo que Dios había hecho. Fue un milagro público que se hizo en la privacidad de sus corazones.

Una vez más, cuando el Señor nos encierra en un lugar de total dependencia, su pueblo lo verá venir por ellos una y otra vez. Esta fue la experiencia de Elías, 1 Reyes 17. Esta fue la experiencia de Daniel (Daniel 6). Esta fue la experiencia de Sadrac, Mesac y Abednego (Daniel 3). Esta fue la experiencia de la viuda de Sarepta (1 Reyes 18). Esta fue la experiencia de aquellas como 5000 mil personas que fueron alimentadas con pocos panes y pocos peces (Juan 6). Esta fue la experiencia de los discípulos en el mar tempestuoso de Galilea (Marcos 6)

Esta es la experiencia de todo hijo de Dios que se coloca en una posición de total confianza y dependencia de Dios. Cuando el Señor venga por Su pueblo, la obra que Él hace puede ser ampliamente conocida, pero la obra más grande está en el corazón de Su hijo. Cuando el Señor se mueve con poder, el hijo de Dios recibe una lección de fe que nunca se le puede quitar. Su fe se expande y nunca volverán a ser los mismos.

DIOS ES NUESTRA PROVISIÓN (v. 5-7).

La mujer y sus hijos llenaron una vasija tras otra hasta que todas las vasijas que habían pedido prestadas estaban llenas. Ella comenzó ese día sin nada, ¡lo terminó con todo! Eso es lo que nuestro Dios puede hacer.

La lección de la provisión de Dios (v. 5). Una de las lecciones que podemos aprender de este episodio es que Dios hará exactamente lo que prometió hacer. Eliseo prometió que el Señor llenaría los vasos (verso 4), ¡y lo hizo!

¡Él también cumplirá todas sus promesas! ¡Ni una sola palabra de una sola promesa caerá al suelo sin cumplirse! Dios hará todo lo que prometió hacer. (cfr. Hebreos 6:18; Mateo 5:18; 24:35; Salmo 138:2; Juan 10:35) ¡Él quiso decir todo lo que dijo! Hará todo lo que ha prometido.

El límite de la provisión de Dios (v. 6.). El aceite fluyó hasta que se agotaron los vasos. Cuando terminó el día, todos los vasos se llenaron por completo. No había límite en la cantidad de aceite. El único límite estaba en la cantidad de vasijas. La provisión de Dios no conocía límites en el caso de la viuda y no conoce límites en nuestro caso. Dios puede satisfacer cada necesidad, mover cada montaña y resolver cada problema. Su provisión está limitada por nada más que nuestra fe. Dios está listo para dar todo aquello para lo que dejas espacio en tu vida, ¡ni más ni menos!

Si podemos confiar en que Él nos cuidará y si podemos poner nuestras vasijas bajo el flujo de Su aceite, no hay nada que Él no pueda hacer.

Dos hombres bajaron a un lago una mañana para pescar truchas, y se quedaron allí todo el día. Pero un hombre tenía un hábito extraño. Cada vez que pescaba una trucha, sacaba una regla pequeña y la medía. Si la trucha era más grande que la regla, la regresaba al agua, así que, curiosamente, se quedó con todas las truchas pequeñas que pescó, pero arrojó todas las grandes.

Bueno, su compañero lo observó todo el día, y mientras se preparaban para irse, lo miró y dijo: “No puedo soportar más esto. Nunca he visto en mi vida a un hombre pescar como lo haces tú. Te quedaste con todas las truchas pequeñas y rechazaste todas las grandes, ¿por qué hiciste eso?”. El hombre respondió: “Porque solo tengo una sartén de veinte centímetros.

Ahora piensa en eso. En lugar de conseguir una sartén más grande, se estaba conformando con peces más pequeños. Creo que muchas veces Dios quiere darnos bendiciones de treinta centímetros, pero todo lo que tenemos es una fe de veinte centímetros.

La grandeza de la provisión de Dios (v. 7). Cuando terminó el día, ¡había suficiente aceite en esas vasijas prestadas para saldar sus deudas, satisfacer sus deseos y suplir a sus dependientes! ¡El suministro de Dios fue mucho más que suficiente! Ese es el tipo de habilidad que posee nuestro Padre. Él es capaz de hacer más de lo que imaginamos, si le damos la oportunidad. Lleve sus vasijas a Él y observe cómo Él las llena todas.

Conclusión: Un equipo de construcción estaba construyendo una nueva carretera a través de una zona rural, derribando árboles a medida que avanzaba. Un superintendente notó que un árbol tenía un nido de pájaros que aún no podían volar y marcó el árbol para que no fuera cortado.

Varias semanas después, el superintendente regresó al árbol. Se subió a un camión y lo levantaron para poder mirar dentro del nido. Para su sorpresa, descubrió que los pajarillos se habían ido. Evidentemente, habían aprendido a volar. El superintendente luego ordenó que se cortara el árbol.

Cuando el árbol se estrelló contra el suelo, el nido se despejó y parte del material que los pájaros habían reunido para hacer el nido se esparció. Lo interesante es que, dentro de esos materiales estaba el trozo de un folleto de una iglesia loca. Lo más interesante, es que en el trozo de papel que estaba en el nido, se podían leer estas palabras: “¡El cuidará de ti!”

Mis hermanos, ¿alguno está al final de su cuerda? Solo quiero que sepan que Él se preocupa por nosotros. Traiga sus vasijas; deje que él le asombre con lo que puede hacer con su situación.

Deja una respueta