Las funciones de la ley.

Iglesia de Cristo en Constituyentes.

Las funciones de la ley.

Romanos 7:7-13.

Dado que han pasado varias semanas desde que comencé a predicar sobre la carta de Pablo a los hermanos en Roma, hemos aprendido la verdad de que todos los hombres son pecadores, y necesitan de un Salvador (cap. 1-3). Hemos aprendido que la verdadera justicia y la salvación es posible mediante la fe en el Señor Jesucristo (cap. 4-5). Hemos aprendido que en Jesucristo estamos muertos al pecado y a la ley (cap. 6-7). En nuestro mensaje anterior, aprendimos que hemos sido librados de la ley, al haber muerto juntamente con Cristo. Sin Cristo estábamos casados con un marido cruel y exigente, al cual, era imposible satisfacer. Sin embargo, por el evangelio, ahora estamos casados con Cristo, quien nos ha tratado con amor, misericordia y perdón. Estas son verdades benditas que siempre debemos tener presente.

En los versículos que tenemos ante nosotros esta mañana, Pablo ilustrará su enseñanza sobre la ley, al permitirnos echar una mirada sumamente íntima sobre la vida de un hombre que vive sin Cristo y bajo la ley. Pablo se involucra a sí mismo en esta ilustración, como si nos estuviese dando su autobiografía, sobre todo cuando vivía sin Cristo y bajo la ley.

Con todo su argumento, Pablo va a revelar un lado del hombre que la mayoría trata de mantener profundamente enterrado, oculto. Los versículos 7 al 13, nos hablan de los días en que Pablo no conocía a Cristo, nos lleva de regreso a una época de su vida, donde la ley regía todo lo que él era y hacía. Él compartirá con nosotros lo que ha aprendido acerca de la ley y su condición delante de Dios en esa condición. No será algo bonito; pero es una enseñanza que cada persona necesita escuchar y comprender. Caminemos junto con Pablo en este viaje a su pasado, cuando era un fariseo moralista y de cómo logró librarse de esa vida de perdición. Consideremos las lecciones que Pablo compartirá con nosotros, mientras consideramos el tema, “Las funciones de la ley.

LA LEY REVELA EL PECADO (v. 7).

Pablo abre esta sección con dos preguntas, ¿Qué diremos, pues? ¿La ley es pecado?. Y desde luego, también nos comparte la respuesta obvia, diciendo, “En ninguna manera”. La ley vino de Dios y, por lo tanto, no puede ser pecaminosa. Sin embargo, y aunque es verdad que la ley es santa, también es necesaria para tener una comprensión adecuada sobre la naturaleza del pecado.

Pablo nos revela la verdad de que, fue esa santa ley la que le enseñó lo que llegó a saber sobre el pecado. Pablo menciona el pecado de la codicia, y nos dice que, si la ley no hubiese dicho, “No codiciarás”, él jamás habría sabido que era un hombre codicioso.

Pablo no está culpando a la ley de su pecado, simplemente está señalando la verdad de que la ley dejó bien en claro lo que realmente era el pecado, y así, que él era un pecador. La ley revela el pecado.

Pablo había vivido su vida tratando de guardar la ley con tanta precisión que terminó perdido. Pensó que todo tenía que ver con cosas externas y físicas; pero, finalmente, la ley se encargó de mostrarle que su problema era algo que comenzaba en su corazón.

Esto es lo que Jesús enseñó en Mateo 5:21-48. Sin embargo, el hombre perdido nunca podrá ver esta verdad hasta que sea confrontado con la ley. Cuando Pablo entendió esto, se dio cuenta de que su religión era bastante pequeña, y que no tenía ningún poder para salvarlo, o mantenerlo en una relación estable con Dios. Finalmente, tuvo que reconocer, tuvo que aceptar que su corazón estaba sumamente manchado por causa de sus pecados. De ahí que no lo vemos presentar ninguna objeción, cuando el predicador le dijo, “lava tus pecados, invocando su nombre” (Hechos 22:16).

La conclusión de todo esto, es que la Ley revela la pecaminosidad de la carne humana a través de nuestras acciones, ¡pero también revela la miseria del corazón humano!

LA LEY REAVIVA EL PECADO (v. 8).

Pablo nos dice que el pecado toma la ley como una oportunidad para tentarnos al mal. La palabra ocasión” significa literalmente oportunidadLiteralmente, la palabra hace referencia a un “punto de partida”. Pablo representa al pecado, como un enemigo que ve la ley como una “oportunidad” o un “punto de partida” para crear en nosotros un deseo de pecar. ¡Pablo nos dice que el pecado le hizo codiciar porque la Ley había prohibido la codicia!

Vemos esta misma verdad a nuestro alrededor y en nosotros todo el tiempo. Por ejemplo, cuando ves un letrero que dice “Manténgase alejado del césped”, hay una parte de usted que quiere pisarlo. Cuando Si vemos un letrero que dice “Límite de velocidad: 55”, queremos hacer al menos 60, solo para mostrar que podemos violar la Ley y salirnos con la nuestra. La Ley siempre revela una actitud dentro del pecador que quiere intentar salirse con la suya. Este es exactamente el proceso que trajo el pecado al mundo para empezar. Dios hizo al hombre a su imagen y lo colocó en un ambiente perfecto. Dios le dio al hombre acceso a todas las cosas en la creación, con la excepción de un árbol (cf. Génesis 2:17) Sin embargo, cuando se dio esa ley, surgió una oportunidad para que el pecado cobrara vida. Esta ley resultó ser el trampolín que utilizó Satanás para inducir al hombre al pecado (cf. Génesis 3:1-7).

La última parte de este versículo no intenta enseñar que antes de la Ley no había pecado. ¡Al leer la Biblia se ve claramente que el pecado era tan rampante entonces como lo es ahora! Lo que esto significa es que donde no existe ley, tampoco existe el pleno conocimiento de lo que está mal. Cuando la ley traza la línea, el espíritu rebelde dentro del hombre quiere inmediatamente traspasarla. En ese momento el pecado se torna sumamente vivo para llevarnos más allá de la ley.

LA LEY ARRUINA A LOS PECADORES (v. 9-11).

En el versículo 9, el Apóstol Pablo nos dice que hubo un tiempo en su vida que se sintió vivo. Cuando seguía la ley y la guardaba con exactitud, lo hacía porque pensaba que era el medio para su salvación. Guardó la ley en un esfuerzo por obtener la vida eterna. Y le estaba yendo bastante bien (cf. Filipenses 3:4-6; 2 Corintios 11:18-29). Sin embargo, cuando el Señor le abrió los ojos, al mostrarle que la ley podía ser quebrantada tan fácilmente en el corazón como en la carne, Pablo murió. Llegó a darse cuenta de que todo ese esfuerzo, toda su rectitud y todas sus esperanzas y sueños no eran más que polvo en el viento. Pablo conoció la dura realidad de que él era como suciedad, y que todas sus justicias eran como trapo de inmundicia (Isaías 64:6).

Funciona de la misma manera en usted y en mí. Cuando nos vemos a nosotros mismos como realmente somos, a través de los ojos de Dios y a través de los ojos de la ley de Dios, eso destruye por completo nuestra propia imagen. De hecho, el conocimiento de la realidad del pecado es desbastador. Sin embargo, ese es el primer paso para la salvación en Jesús. Antes de que seamos salvos, primero debemos estar conscientes de nuestra perdición.

En el versículo 10, Pablo nos está diciendo que había confiado en la ley para obtener vida eterna; pero, al final, todo lo que la ley pudo entregar fue condenación, muerte y una eternidad en el infierno. La ley no pudo salvarlo. Cuando el hombre mantiene listas de los que debe y no debe hacer, simple y sencillamente quebrantará esa lista. Esto nos enseña que, aunque la ley es buena, también la ley misma nunca puede darnos vida.

Esta es una lección que muchos en nuestros días necesitan aprender; porque muchos son los que confían en su propia justicia, porque cumplen con ciertas obras o actividades religiosas. Sin embargo, la triste verdad es que, a pesar de que cumplen con toda precisión y celo todas y cada una de esas actividades u obras religiosas, finalmente se perderán por haber confiado en su propia justicia, ¡porque no son justos! El Salvador es Jesús, no nosotros. La salvación descansa en su gracia y misericordia, y no en nuestra justicia (cf. Hechos 4:12).

En el versículo 11, vemos que el pecado había aprovechado la oportunidad que la ley había dado en la vida de Pablo. Pablo estaba adormecido, creyendo alcanzaría la vida eterna por esforzarse en guardar la ley; pero, la triste realidad que Pablo entendió, es que por las exigencias de la ley, lo único que alcanzaría sería la condenación eterna.

Cuando Pablo vio la verdad de su situación, hizo lo que muchos necesitan hacer, se deshizo de su dependencia de la ley y abrazó a Jesús como el único medio de salvación de su alma (cf. Filipenses 3:7-11).

Si usted es alguien que está tratando de abrirse camino hacia Dios, ¡debe saber ahora que nunca funcionará! ¡La Ley debe ser abandonada y buscar al Príncipe de la Vida! De otro modo, lo único que encontrará con la ley, será la ruina total y eterna de su alma.

LA LEY REFLEJA EL PECADO (v. 12-13).

La conclusión de Pablo, es que la ley es santa, justa y buena (v. 12). Por tanto, si existe un problema, ese problema está con el infractor, no con la ley.

Hay quienes en nuestros días no les gusta que se predique la Biblia en su totalidad. Se oponen a que los predicadores nombren el pecado y exhorten a que las personas cumplan con los estándares de Dios. Bueno, déjeme decirles que no hay nada malo con nuestras Biblias, y de hecho, necesitamos predicarlas más y en su totalidad. El problema es que muchos están oyendo la Biblia, teniendo sus corazones entenebrecidos. Lo malo no es lo que la Biblia dice, sino el corazón del que la oye.

Pablo nos dice que la ley fue dada para revelar la verdad sobre el pecado (v. 13). El pecado es tan engañoso que puede tomar la ley, que fue dada como instrumento para vida, y convertirla en un instrumento de muerte. Pero, por la sabiduría de Dios, aunque la ley no es un medio para alcanzar la justicia y la salvación, sí es un instrumento para que el hombre vea su necesidad espiritual y vaya a Jesús para su salvación.

La Ley nunca puede salvar el alma, pero puede señalarnos a Aquel que puede hacerlo. No puede hacer el trabajo, pero puede hacernos tan miserables en nuestra condición actual que queramos encontrar algo mejor. Eso mejor es una Persona y Su nombre es Jesús. Murió en la cruz por nuestros pecados. Cumplió la ley y las justas demandas de la ley. Ahora, al poner nuestra fe en Él, ¡podemos ser eternamente salvos por gracia a través de él!

Esta es la razón por la cual la Biblia debe continuar siendo predicada en su totalidad y por la cual el pecado debe ser nombrado desde el púlpito. Los hombres necesitan ver la verdad acerca de su pecado y su condición. Hasta que no lo hagan, nunca podrán ser salvos.

Conclusión.

Espero que podamos ver que la ley puede hacer muchas cosas con el pecado. Puede revelar el pecado; reavivar el pecado; arruina a los pecadores y reflejar el pecado. Pero hay una cosa que la ley nunca puede hacer con el pecado. Nunca podrá eliminar el pecado. ¡Para eso necesitamos la sangre de Jesús!

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