El cordero preparado.

Iglesia de Cristo en Constituyentes.

El cordero preparado.

(Lucas 1:26-38).  En los albores de los tiempos, el hombre violó la voluntad de Dios y cayó en el pecado. A partir de ese momento, el pecado y la muerte tomaron ventaja sobre la creación de Dios. Sin embargo, Dios también prometió al hombre que vendría uno que equilibraría la balanza, derrotaría al mal y liberaría a la humanidad de su esclavitud espiritual. Durante miles de años, los hombres esperaron el cumplimiento de esa promesa. Y mientras los hombres esperaban, Dios estuvo trabajando en su cumplimiento.

Pasado el tiempo, Dios obró eligiendo a un hombre llamado Abram, originario de Ur de los Caldeos. A través de este hombre, Dios levantó una nación conocida como Israel. Dios trabajó por medio de esta nación para establecer su ley escrita y organizar la adoración de si mismo sobre la tierra. Sin embargo, esta gente que había sido llamada por Dios para hacer su voluntad, constantemente se alejaban del Señor. Y aunque una y otra vez se apartaban de sus caminos, Dios les tuvo mucha paciencia, y continuó trabajando en su plan. Trabajó con ellos a pesar de su rebeldía y de su mal habito de seguir a falsos dioses. Trabajo con ellos a pesar de que hicieron oídos sordos a su palabra y a los profetas que se les enviaron para guiarlos por el buen camino. Trabajó con ellos a pesar del hecho de que realmente a ellos no les preocupaba, ni les interesaba la voluntad de Dios en absoluto.

Cualquiera de nosotros hubiese renunciado a ese pueblo tan pronto como se hiciera patente su rebeldía y contumacia. Sin embargo, Dios siguió trabajando porque estaba completando un plan que comenzó desde antes de la fundación del mundo. Él estaba decidido a enviar a un redentor a este mundo para salvar al hombre perdido. Trabajó porque su amor y misericordia le motivaron a ver a su pueblo salvo de las consecuencias del pecado. Él trabajó a pesar de todo lo malo que hicieron, y al trabajar, su amor por ellos superó todos los obstáculos que pusieron en su camino.

Dios siguió adelante, porque había prometido enviar un cordero al mundo para morir y pagar el costo de la redención del hombre. Hoy, quiero hablar sobre esa parte de la obra de Dios, en la que se ocupó de traer a su Hijo a este mundo. De todas las cosas difíciles que Dios tuvo que superar para completar su plan, creo que el más desafiante fue el de hacer llegar a su cordero a este mundo. Dios prometió un cordero del cual se derramaría la sangre suficiente y eficiente para nuestra redención, y hoy veremos la preparación que se llevó a cabo para el cumplimiento de esa promesa.

EL “LUGAR RESERVADO” PARA ESTA PREPARACIÓN (v. 26-28).

Fue un lugar puro. Cuando leemos con detenimiento nuestro texto bíblico, vemos que el ángel vino a “una virgen”. La palabra de Dios nos dice que, para la llegada del cordero de Dios, Dios usó a una mujer que era sexualmente pura. Es interesante que la virginidad de María se afirma dos veces en el versículo 27. Contrario a lo que puedan decir los teólogos liberales y otros, la referencia bíblica no habla simple y sencillamente de una “mujer joven”, sino de una que nunca había tenido relaciones sexuales. El vaso que Dios usó para traer a su Hijo al mundo, fue un vaso perfectamente puro.

Pero, ¿por qué es esto importante? Es importante porque Dios había prometido que el Salvador de la humanidad sería “la simiente de la mujer” (Génesis 3:15). Esto significa que Dios enviaría al salvador del mundo a través de la semilla y del cuerpo de una mujer, sin la ayuda o la intervención de algún varón, como ocurre en toda concepción ordinaria. La fuente de la vida, nuestro Señor Jesucristo, no vendría por la intervención de aquel por quien entró el pecado y la muerte a este mundo (cfr. Romanos 5:12), sino por la gracia y el poder del Altísimo (cfr. Lucas 1:35). No sería, por tanto, por la simiente del varón que Jesús nacería, sino por el nacimiento virginal. Pablo dijo, Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer (Gálatas 4:4). Por la simiente de la mujer, el Señor Jesucristo participó de nuestra naturaleza humana para destruir al que tiene el imperio de la muerte y librarnos del temor de la muerte (cfr. Hebreos 2:14-16).

Fu un lugar profetizado. Como ya he mencionado, Dios prometió enviar a su Hijo al mundo a través de una mujer (Génesis 3:15), pero esa misma promesa, también fue anunciada por los profetas. Isaías dijo, Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel (Isaías 7:14). Y en otra parte escribió, Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz (Isaías 9:6). Ambos versículos nos dicen que Dios actuaría de una manera milagrosa para traer al mundo a su cordero prometido.

Por tanto, el nacimiento virginal de Jesús no debería sorprender a nadie. Cuando Dios hace una promesa, entonces debemos estar seguros de que la hará realidad. Cuando Dios hace una promesa, tiene la plena intención de cumplirla. Por eso, cuando Abram recibió la promesa de que tendría un hijo, estuvo plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido (Romanos 4:12). De la misma manera, cuando él nos ha prometido la justificación, el perdón de pecados a quienes obedezcamos su evangelio, debemos estar plenamente convencidos de que así lo será. ¡No hay razón para dudar!

Fue un lugar preparado. Ver a María mientras se desarrolla el cumplimiento del plan de Dios, es ver a una mujer preparada para ese momento. De hecho, no es extraño que toda joven judía, en su corazón, estaban esperando al mesías, y no extraño que toda joven judía fiel tendría la esperanza de ser el vaso elegido a través del cual Dios enviaría a su Hijo al mundo.

Cuando el ángel aparece a María, ella se asombra y se asusta, y a pesar de eso, es una joven dispuesta a responder a la voluntad del Señor con fe y obediencia. Ella dijo, He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra (Lucas 1:38). Es evidente que Dios, en su gracia, había comenzado a obra en su joven corazón mucho antes de este momento, de modo que cuando llegó el tiempo, María estaba lista y dispuesta a hacer todo lo que el Señor deseaba de ella.

Imagínese la fe necesaria para que María responda al Señor como lo hizo. Que una joven virgen y soltera quedara embarazada en ese contexto era motivo de vergüenza, deshonra y una posible sentencia de muerte. Pero, María estaba dispuesta a soportar la vergüenza y la carga de ser el vaso a través del cual Dios enviaría a su Hijo al mundo.

Debemos agradecer a Dios por personas como María, que están dispuestas a hacer todo lo que el Señor les pide, sin importar lo que pueda requerir de ellos. Pero, eso también es un desafío para nosotros, pues, ¿encontrará el Señor en nuestro corazón un corazón semejante? Recuerde, nada revela nuestro amor por Jesús como nuestra obediencia incondicional a todo lo que él nos pide (cfr. Juan 14:15, 21).

LA “PROMESA REVELADA” EN ESTA PREPARACIÓN (v. 29-33).

La promesa de un hijo especial (v. 31, 32). Se le dice a María que se convertirá en la madre de un hijo, pero no de un hijo común. Sí, él será su hijo, por lo que será un ser humano; pero también será el “Hijo del Altísimo”. Será un hombre, pero también será Dios. Eso mismo fue lo que dijo Isaías (7:14). Este fue el mensaje del ángel a José, cuando le citó las Escrituras que dicen: He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, Y llamarás su nombre Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros. Aunque todos veían a un bebé, la verdad es que era el verbo de Dios hecho carne (Juan 1:14). Mis hermanos, cuando Jesucristo fue concebido en el vientre de una virgen, el plan de las edades pasó de la eternidad al tiempo. Dios mismo se vistió de carne humana y vino a este mundo para morir en una cruz para salvar a su pueblo de sus pecados.

La promesa de un salvador (v. 31). Se le dice a María que el nombre del niño será “Jesús”. Este nombre era un nombre común en esos días. Muchos padres judíos llamaron a sus hijos varones “Josué”, o como lo tradujeron los griegos, “Jesús”. Por supuesto, si bien el nombre podría ser ordinario, el niño a quien se le dio no lo fue.

El nombre “Jesús” significa “Jehová es salvación”. Y aunque tal vez María no entendió todo lo que le decían, ¡escucha por primera vez ese Nombre que está por encima de todo nombre! Ella no lo entiende ahora, pero el niño que llamará Jesús crecerá y un día morirá en una cruz para salvar a los pecadores perdidos de sus pecados. Él será la única esperanza que tienen los pecadores perdidos (Juan 14:6). Su Nombre será el único Nombre que abrirá las puertas del Cielo; es el único que redime el alma humana de la esclavitud del pecado, libra a los hombres perdidos de la amenaza del infierno y trae paz y esperanza a los que no conocen a Dios. Este niño sería el cumplimiento de un plan puesto en marcha desde antes de que se formara el mundo. El apóstol Juan dijo que Jesús es aquel Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo (Apocalipsis 13:8). Y el apóstol Pedro, dijo que Jesús fue “destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros” (1 Pedro 1:20).

La promesa de un soberano (v. 32-33). También se le dice a María que este niño especial, este niño salvador, también sería un soberano. Se le dice que gobernaría en el trono de David, cumpliendo así la profecía dada al mismo David hace cientos de años (2 Samuel 7:11-13; Salmo 132:11). Él gobernaría sobre la casa de Jacob, cumpliendo así la profecía dicha por el patriarca antes de morir (Génesis 49:10). Él reinaría sobre un reino que jamás tendría fin (Isaías 9:6-7).

En todos estos versículos que nos hablan de este niño, de este cordero prometido, aprendemos la maravillosa verdad de que Dios se hará hombre, que morirá por los pecadores y que resucitará para reinar para siempre. Toda la maravillosa verdad acerca de la vida, ministerio, muerte y resurrección de Jesús que se aclarará más adelante, se revela aquí en forma de una pequeña semilla. La pregunta para usted y para mí es la siguiente: ¿Lo conocemos, o solo conocemos acerca de él? Sé que todos hemos oído hablar de él, pero, ¿alguna vez ha confiado en él para la salvación de su alma? La hermosa promesa que escuchó María acerca de Jesús, es en realidad una promesa para todo el mundo.

EL “PODER LIBERADO” EN ESTA PREPARACIÓN (v. 34-38).

El poder para vencer nuestras dudas (v. 34-38). María escucha las palabras del ángel, pero confiesa que no comprende cómo puede suceder eso. Ella, como todos los demás judíos, esperaban que el Mesías entrara al mundo a la antigua. Por eso, ella se pregunta cómo podrá tener un hijo, ya que nunca ha estado físicamente con un varón. En la opinión de María, ese es un dilema difícilmente de superar. Sin embargo, el ángel del Señor tiene la respuesta. Él dice que ella está a punto de ser parte del mayor milagro que el mundo haya conocido jamás. ¡Dios está a punto de convertir a María en un milagro! Él ángel pronuncia las palabras que vencen las dudas de María.

El poder de llevar a cabo sus deseos divinos (v. 35-38). El ángel aborda el problema de María, dándole una promesa (v. 35), y al mismo tiempo, ofreciéndole una prueba (v. 36). Al declarar el poder de Dios (v. 37), a María se le dice que Dios puede hacer todas las cosas que ha dicho que hará. Gabriel declara el asombroso poder de Dios y ofrece esperanza y consuelo al corazón de María.

El punto aquí es este: escuchamos el mensaje del nacimiento de Jesús, y hay una tendencia humana a dudar. Oímos que Dios se hizo carne y nació en Belén, y hay una parte del hombre que tiene problemas con eso. Escuchamos que vino y que murió porque nos ama, para salvar nuestras almas del fuego del infierno, y parte del hombre dice, “¿Será eso posible? ¿Estaba también hablando de mí?”

Bueno, María escuchó un mensaje que era casi demasiado fantástico para ser creíble. Cuando ella confesó el hecho de que no veía cómo podía ser real, el ángel le ofreció la promesa de que Dios, en su poder, era más que capaz de hacer que eso sucediera. Si ha escuchado este mensaje hoy y tiene su corazón plagado de temores y dudas con respecto al mensaje de Jesús, esto es lo que necesita saber: Todo lo que Dios dice es verdad. Jesús es su Hijo. Jesús vino a este mundo para morir por usted, y luego de morir, resucitó de entre los muertos para después ascender al cielo. Y finalmente, regresará por segunda vez, para juzgar al mundo entero. Todos lo que le recibieron, serán salvados de la ira de Dios y morarán con él por la eternidad en gloria.

Bueno, tal vez usted diga, “¿Cómo puede ser eso posible?” En el caso de María, el ángel le habló de lo que Dios había hecho en su prima Isabel. Así que María se fue inmediatamente para ir a ver a Elisabet, y cuando llegó, encontró que Elisabet estaba en cinta, tal como el ángel había dicho (v. 39-56). María ahora tenía pruebas positivas de que Dios había obrado en la vida de Elisabet, y eso le dio confianza para creer que él también obraría en su propia vida.

Para nosotros, ¡la prueba de que Jesús tiene el poder de tomar a un pecador perdido, salvarlo por Su gracia y cambiar su vida, se puede encontrar mirando alrededor de este mismo lugar! Por todas partes están esas vidas transformadas por la mano de la gracia. Mire lo que Jesús ha hecho en la vida de los que le rodean y sepa que lo que ha hecho por los demás, ciertamente lo hará por usted (Juan 6:37).

Conclusión: Cuando escuchamos sobre el nacimiento virginal y pensamos en que Dios envió a su Hijo a este mundo para morir por los pecadores, podríamos preguntarnos por qué. ¿Por qué Dios se tomaría tantas molestias? ¿Por qué enviaría a su Hijo a este mundo? ¿Por qué permitiría que ese Hijo muriera por los perdidos? Solo hay una respuesta y solo una razón: ¡Él le ama! La Biblia declara Su amor (Juan 3:16), y la muerte de Cristo en la cruz del Calvario lo muestra su amor para que todos lo vean (Romanos 5:8). El bendito Cordero de Dios fue enviado a este mundo a través del vientre de la virgen María para que pudiera nacer sin relación con el pecado y la muerte, vivir una vida sin pecado y morir por el pecado en la cruz. Entonces, la pregunta no es realmente, ¿por qué Dios hizo esto? La pregunta es ¿qué ha hecho usted al respecto? ¿Ha confiado en Jesús y su evangelio?   ¿Es realmente salvo por su gracia?   ¿Conoce al Señor?   ¿O es necesario que venga al Señor hoy y recibas a Su Hijo Jesús por fe?   Dios preparó al Cordero para que usted pueda ser salvo, y puede serlo si viene a Él hoy mismo.

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