Nehemías 5:14-19.
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Hoy abrimos las Escrituras en el libro de Nehemías, capítulo cinco, versos del catorce al diecinueve. En estos versículos encontramos un retrato hermoso y desafiante del corazón de un siervo fiel. No es solo un pasaje histórico; es un espejo, un llamado, una invitación divina a vivir con un carácter profundamente compasivo en medio de un mundo endurecido por la indiferencia y la codicia.
Hemos estado viendo que, mientras Jerusalén intentaba levantarse de entre sus ruinas, surgió un problema que no venía del exterior, sino del interior. Ya no eran los enemigos los que detenían la obra; ahora eran los mismos judíos, explotando a sus hermanos, aprovechándose de la necesidad, convirtiendo el dolor ajeno en ganancia propia. Y justo aquí, en medio de esta crisis moral, Dios levanta la figura de Nehemías, un hombre que no solo dirigió la reconstrucción de los muros… sino a la reconstrucción del corazón del pueblo.
Hoy meditaremos en tres aspectos esenciales que se desprenden de este pasaje:
- El testimonio de un carácter compasivo, es el de un siervo consciente de su comisión,
- El testimonio de un carácter compasivo, es el de un siervo que se distingue,
- El testimonio de un carácter compasivo, es respaldado por acciones concretas.
Que el Señor use este tiempo para edificar nuestras vidas, fortalecer nuestra fe y renovar nuestro compromiso con el servicio a Cristo.
ES EL DE UN SIERVO CONSCIENTE DE SU COMISIÓN (v. 14)
El versículo catorce dice, hablando de su comisión, dice: “Desde el día en que fui puesto por gobernador en la tierra de Judá… yo y mis hermanos no comimos del pan del gobernador.”
Nehemías recuerda su llamado. No fue ambición, no fue autopromoción, no fue deseo de poder. Fue Dios quien abrió puertas, fue Dios quien inclinó el corazón del rey Artajerjes, y fue Dios quien puso la carga sobre su espíritu. Nehemías entendía que su comisión no era humana, sino divina. Y esta es una primera enseñanza esencial para nosotros:
El verdadero siervo de Dios no trabaja por reconocimiento, trabaja por obediencia.
En un tiempo donde la fama se ha convertido en un ídolo, donde la posición se usa como plataforma de vanidad, Nehemías brilla como un testimonio de pureza. Él no llegó a Jerusalén para ganar influencia, sino para cumplir la voluntad del Señor.
Además, dice: “No comimos del pan del gobernador”. Esto significa que renunció voluntariamente a privilegios que le correspondían por ley. Se abstuvo por amor al pueblo, por respeto a Dios, y para no poner una carga innecesaria sobre los débiles.
Y aquí surge una verdad poderosísima: La autoridad espiritual se demuestra no por lo que uno exige, sino por lo que uno sacrifica.
Nehemías nos enseña que el liderazgo verdadero no está en recibir, sino en renunciar; no en elevarse, sino en descender para servir.
ES EL DE UN SIERVO QUE SE DISTINGUE (v. 15)
El versículo quince continúa diciendo: “Los gobernadores que me precedieron cargaban al pueblo… tomaban pan, vino y cuarenta siclos de plata. Aun sus criados se enseñoreaban del pueblo; pero yo no hice así, por temor de Dios.”
Aquí aparece el contraste. Antes de Nehemías hubo líderes abusivos, líderes avaros, líderes que veían al pueblo como un recurso para su enriquecimiento. Nehemías pudo haber seguido esa misma ruta y nadie lo habría criticado; la sociedad lo consideraba normal. Pero Nehemías fue diferente. Y surge una frase que debería grabarse en el corazón de todos los creyentes: “Pero yo no hice así.”
Esas palabras revelan el alma de un hombre moldeado por el temor de Dios. Mientras los demás actuaban por interés, él actuó por integridad. Mientras sus predecesores acumulaban riqueza, él acumulaba credibilidad. Mientras otros gobernaban con dureza, él conducía con compasión.
Este contraste nos confronta y nos invita a preguntarnos: ¿Vivimos como los demás… o vivimos para Dios?
Porque el mundo necesita ver creyentes que digan con su vida: “Yo no haré así, porque temo al Señor.”
El temor reverente a Dios no es miedo; es amor, respeto y sumisión al carácter santo de Aquel que nos llamó. Nehemías sabía que un líder sin temor de Dios es un peligro para cualquier comunidad. Por eso vivió no para agradar al rey, no para agradar al pueblo, sino para agradar al Señor.
ES RESPALDADO POR ACCIONES CONCRETAS (v. 19)
En los versículos 16-19, Nehemías abre su corazón. Habla no como un político, sino como un testigo. Y lo que encontramos aquí no es teoría, es vida. Veamos cuatro rasgos que nos muestran, que el testimonio de un carácter compasivo, es respaldado por acciones concretas. No debe haber ambigüedad cuando hablamos de tener un carácter compasivo. Este carácter está respaldado y se hace visible por las siguientes acciones.
- Su compromiso. “También en la obra de este muro restauré mi parte, y no compramos tierras…” (v. 16)
Nehemías no se mantuvo en un escritorio dando órdenes. Él mismo se arremangó la camisa, cargó piedras, sufrió el cansancio del día y la vigilancia de la noche. No exigió privilegios, sino que compartió la carga.
Y esto nos enseña que, El siervo fiel no es espectador, es participante. Trabaja. Lucha. Persevera. Inspira con su ejemplo.
En un tiempo donde muchos quieren dirigir sin servir, Nehemías nos recuerda que la autoridad espiritual nace en la humildad de una vida comprometida y entregada a la obra de Dios.
- Su credibilidad. “Ni compramos tierras.” (v. 16b)
Él pudo haber aprovechado la crisis económica para adquirir propiedades baratas. Pero no lo hizo. Su renuncia voluntaria fue una predicación viviente. Su conducta era un sermón en movimiento.
Mis hermanos, las palabras impactan, pero la conducta transforma. El mundo no escucha bien lo que decimos, pero ve con claridad lo que hacemos. Y esa debe ser nuestra conducta, para dar testimonio de nuestro carácter compasivo.
- Su compasión. “Había en mi mesa ciento cincuenta hombres… y cada día se preparaba un buey, seis ovejas escogidas y aves.” (v. 17-18a)
Nehemías tenía recursos, sí. Pero no los usó como un lujo personal; los usó como un ministerio. Su mesa se convirtió en refugio para los cansados, en alimento para los necesitados, en espacio de comunión para los que buscaban esperanza. Su compasión no era teoría, era generosidad en práctica, era visible, era constante.
Y el cristiano verdaderamente maduro es aquel cuya mano se abre, cuyo corazón se inclina y cuya vida se convierte en un canal de bendición.
- Su contentamiento. “Pero por todo esto no reclamé el pan del gobernador… Acuérdate de mí para bien, Dios mío.” (v. 18b-19)
En vez de exigir sueldos, buscó el favor de Dios. En vez de enriquecerse con el pueblo, buscó enriquecer al pueblo. En vez de vivir para acumular, vivió para sembrar.
Su oración final es una joya espiritual, “Señor, recuerda lo que he hecho.” No para jactancia, no para mérito humano, sino como un acto de entrega.
Nehemías encontró su recompensa no en lo que recibió, sino en lo que dio. Ese es el secreto del carácter compasivo.
CONCLUSIÓN.
Mis hermanos, al concluir este mensaje, quiero invitarles a reflexionar en lo siguiente:
- ¿Qué tipo de carácter estamos cultivando?
- ¿Qué ven los demás en nosotros?
- ¿Somos diferentes a nuestra generación… o parecemos una copia más del mundo?
Nehemías no fue grande por su cargo, sino por su corazón. No fue recordado por sus privilegios, sino por su compasión. No marcó la historia por su poder, sino por su integridad. Hoy Dios nos llama a ser así:
- Hombres y mujeres que sirvan sin esperar nada a cambio.
- Creyentes que renuncien a lo permitido para abrazar lo correcto.
- Hijos de Dios que reflejen el carácter de Cristo en un mundo cansado de palabras vacías.
- Que nuestro hogar sea una mesa abierta.
- Que nuestras manos sean instrumentos de servicio.
- Que nuestra vida sea un testimonio vivo de amor y fidelidad.
Que nosotros podamos decir, al igual que Nehemías: “Señor, acuérdate de mí para bien.” Que Dios nos bendiga y nos fortalezca mientras buscamos vivir con este carácter compasivo.
