Los cambios en la vida espiritual.

Iglesia de Cristo en Constituyentes.

Los cambios en la vida espiritual.

Romanos 8:5-13.

Introducción: El capítulo 8 de Romanos marca un cambio importante en el pensamiento del apóstol Pablo. En este capítulo, presenta varios aspectos de cómo la vida es transformada por el Espíritu de Dios. Este capítulo trata sobre la nueva vida que resulta de la obra del Espíritu Santo en nosotros.

En los primeros cuatro versículos, Pablo habló acerca de la liberación de la vida espiritual; ahora, en los versículos que hemos leído esta mañana, escribe acerca de las diferencias de la vida espiritual.

Considero que este es uno de los pasajes más grandes e importantes de las Escrituras. ¿Por qué? Porque aborda la cuestión de la mente. La Biblia es clara en su enseñanza de que, la manera en que piensa una persona, eso determinará qué clase de persona será. Dice Proverbios 23:7, Porque cual es su pensamiento en su corazón, tal es él. En otras palabras, cuando usted siembra un pensamiento, entonces cosecha un acto.

¡La mente es algo muy importante! ¡Cualquier cosa en la que un hombre enfoque su mente es lo que ese hombre reproduce en su vida! Si usted tiene malos pensamientos, entonces no espere producir otra cosa, sino malas acciones. Pero, si usted tiene buenos pensamientos, sobre todo, si usted tiene pensamientos piadosos, entonces eso producirá acciones piadosas. Las acciones siempre tienen la misma naturaleza de nuestros pensamientos. Por eso, la palabra de Dios es tan clara cuando nos exhorta renovar nuestra mente. En Romanos 12:2, dice, No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta. En Filipenses 4:8, el apóstol Pablo nuevamente nos exhorta a mantener siempre pensamientos correctos. Esto es así, porque pensamientos correctos, dan como resultado una vida correcta. De ahí la importancia de llenar nuestras mentes con la palabra de Dios. Si llenamos nuestra mente con los pensamientos de Dios encontrados en su palabra, esto producirá un cambio en nuestras vidas.

Los cambios que el Espíritu Santo produce en nuestra mente, y los cambios resultantes en cada área de nuestra vida, son el asunto en este pasaje. Estos cambios son progresivos. Cada cristiano debe ir manifestando estos cambios progresivamente. Si estos cambios están sucediendo en su vida, eso significa que usted es una persona espiritual, es una persona que está dejando que el Espíritu Santo lo moldeé a través de las Escrituras. Usted es una persona que siempre tiene en cuenta lo que Dios dice en su palabra, siguiendo ese curso de vida que él muestra en ella, y así, estos cambios se van manifestando cada día. Sin embargo, si estos cambios no se manifiestan, o si en lugar de avanzar hacia adelante, usted va en retroceso, entonces eso mostrará que usted no es una persona espiritual, sino carnal. Usted se ha estado dejando guiar por el mundo, por sus pasiones o por el diablo. Consideremos, entonces, lo que Pablo nos dice, mientras meditamos en el tema, “Los cambios de la vida espiritual”.

SON CAMBIOS EN LA MENTE (v. 5-7).

Los deseos de la mente cambian (v. 5). Lo primero que aborda Pablo, es el contraste que existe entre la mente natural del hombre y la mente que está siendo transformada por la obra del Espíritu Santo. La idea aquí es que, la inclinación del pensamiento del hombre natural siempre está dirigido hacia las cosas que pertenecen a la carne.

En otras palabras, la mente carnal está siempre centrada en lo físico, lo material y en diversos asuntos egoístas. Puede que piense en religión; pero será una religión basada en lo que el hombre puede hacer por sí mismo, o en obtener nada más que beneficios de parte de Dios. En lugar de ser un cristianismo bíblico, la religión del que tiene una mente carnal no es nada diferente a las supersticiones egoístas de cualquier otra religión de este mundo. Buscan a Dios, sí; pero lo hacen solamente para obtener cosas que quieren o necesitan; pero sin comprometerse a sus demandas, o a estar sujetos a su voluntad.

Sin embargo, será común que la mente carnal esté llena de pensamientos que se centran en formas de gratificar a la carne. Por supuesto, esto es lo que la Biblia nos enseña acerca del hombre perdido y su forma de pensar. El apóstol Pedro, escribió, y mayormente a aquellos que, siguiendo la carne, andan en concupiscencia e inmundicia, y desprecian el señorío. Atrevidos y contumaces, no temen decir mal de las potestades superiores (2 Pedro 2:10). También Pablo dijo, el fin de los cuales será perdición, cuyo dios es el vientre, y cuya gloria es su vergüenza; que sólo piensan en lo terrenal (Filipenses 3:19).

Pero; ¡qué cambio se manifiesta en la vida de aquellos que han sido redimidos! Si bien, es cierto que los cristianos titubean de vez en cuando, lo común es que sus mentes están llenas de pensamientos sobre las cosas celestiales. Estas son persona que aman a Dios y todo lo que le pertenece. Aman su palabra, aman a su pueblo, aman las reuniones de la iglesia, aman alabarle, aman los diversos actos para adorarle, aman la obra de Dios. El Espíritu de Dios renueva y redirige los pensamientos del hombre cuando el hombre permite la Palabra de Dios, anide en su corazón.

Una buena pregunta que debemos hacernos en este momento es: ¿de qué carácter son los pensamientos que llenan nuestra mente? Dependiendo de cómo respondamos esa pregunta, ¡podemos aprender mucho sobre nosotros mismos!

Las direcciones de la mente cambian (v. 6). En este versículo, Pablo está declarando un hecho. Si usted tiene una mente carnal, es decir, una mente enfocada en las cosas de la carne, entonces usted está muerto. No está hablando de un potencial, simplemente está planteando una ecuación. Tener una mente carnal significa estar perdido (cf. Efesios 2:1-3).

Sin embargo, tener una mente enfocada en Dios y en las cosas de Dios, es demostrar que realmente somos salvos por su gracia. Es el resultado de andar o caminar conforme a la dirección del Espíritu de Dios. Es un indicador genuino del estado de nuestras almas (cf. Colosenses 3:1-4).

Si bien, el enfoque principal de este versículo es el presente, ¡el futuro también está a la vista! Porque, poseer una mente carnal, significa que está perdido en el pecado y eventualmente se encontrará en el infierno, separado para siempre de Dios. Por otro lado, ser guiado por el Espíritu de Dios, es evidencia de una eternidad que algún día estará llena de vida y paz en la presencia del Señor en el Cielo.

Las devociones de la mente cambian (v. 7). Pablo nos dice que la mente carnal es enemiga de Dios. Pero, ¿por qué existe esta enemistad tan grande entre la mente carnal y Dios? Bueno, porque la mente carnal desea ser dios. La mente carnal quiere derrocar a Dios, y está decidida a entronizarse como dios en la vida de la persona. Como resultado, la mente carnal se niega a caminar dentro de la voluntad de Dios. De hecho, la mente carnal está tan llena de maldad, que no puede vivir dentro de la voluntad de Dios. La mente carnal se opone totalmente a todo lo que tenga que ver con Dios, sobre todo cuando es contrario a sus anhelos y deseos. Lo que puede parecer bueno en la vida de una persona perdida, todavía está contaminado por el pecado que hay en su corazón. Sus motivos y su pecado empañan todo lo que hace. Incluso, en su mejor día, sigue siendo un rival de Dios y enemigo de su voluntad.

Lo que Pablo no dice, pero que bien puede ser inferido de este texto bíblico, es el hecho de que la mente espiritual, se encuentra alejada de las cosas que agradan a la carne, y es atraída a las cosas que agradan a Dios. A diferencia de la mente carnal, la mente espiritual tiene la ayuda del Espíritu de Dios, para producir lo que sola no puede producir. Es así como todo santo de Dios puede vivir una vida agradable al Señor, pudiendo producir el bien que agrada y glorifica a Dios. Esta es una gran diferencia.

Ahora, esta redención no significa que el cristiano esté absolutamente libre de problemas. La carne, el mundo y el diablo seguirán con su faena de arrastrarnos al infierno (cf. Gálatas 5:16-17). Sin embargo, lo que debemos hacer es ¡luchar! Si bien, la pelea puede ser sumamente cruenta y dura, y nuestros enemigos pueden ser altamente peligrosos y temibles; aun así, hemos sido capacitados y armados para ganar esa batalla. Pablo dijo, Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo (Efesios 6:10-11). Las palabras del apóstol Juan son alentadoras, cuando nos recuerda que nuestros aliados en la fe son más fuertes que nuestros enemigos. Juan escribió, Hijitos, vosotros sois de Dios, y los habéis vencido; porque mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo. (1 Juan 4:4). Por lo tanto, debemos probar la realidad de nuestras afirmaciones de salvación, viviendo una vida dedicada al Señor y su perfecta voluntad.

Considerando lo que Pablo ya ha dicho acerca de los cambios que suceden en la mente de quien vive una vida espiritual, ¿cómo se ve eso en su vida? ¿Puede usted ver la evidencia de una vida nueva y cambiada en usted?

SON CAMBIOS EN LOS MOTIVOS (v. 8-9).

Porque en la carne no es posible agradar a Dios (v. 8). Ya hemos considerado las afirmaciones de este versículo. Aquellos que están controlados por la carne, que viven para la carne, que caminan en la carne y que tienen sus mentes centradas en la carne, simplemente no pueden agradar al Señor. Están tan alejados de todo lo que Dios es, que no es posible agradarle.

Por eso, debemos preguntarnos, ¿vivimos según la carne o según el Espíritu? Si vivimos según la carne, no es posible tener motivos correctos cuando nos acerquemos a Dios. Esto es así, porque lo que el Espíritu de Dios produce, no puede ser duplicado por la carne. Entonces, dado que la carne no puede producir lo que el Espíritu sí puede, es lógico que la carne no pueda agradar al Señor.

¿Cuáles son sus motivos para orar? ¿Cuáles son sus motivos al estar aquí ahora? ¿Cuáles son sus motivos? Tal vez usted quiera algo de Dios, tal vez usted quiera la protección de Dios, tal vez usted quiera la gloria de Dios y ser salvo del infierno; pero ¿ya se ha preguntado qué quiere Dios de usted? Los motivos de una mente carnal siempre serán egoístas. Siempre estará invocando a Dios para solicitar algo de él, pero no lo tendrá en cuenta en cada aspecto de su vida.

Porque en la carne hay un cambio aparente (v. 9). Ahora Pablo contrasta la vida carnal con la vida espiritual. No está diciendo que, al vivir en el Espíritu, cambiamos los ámbitos de la existencia. Más bien, cuando vivimos en el Espíritu, somos separados de una vida carnal para vivir dentro de la voluntad de Dios (1 Corintios 12:13). Por lo tanto, somos colocados en una posición desde la cual podemos servir al Señor y vivir una vida que le agrade. La idea aquí es que, aquellos que son salvos por la gracia de Dios, y viven en el Espíritu, exhibirán el fruto del Espíritu en sus vidas (cf. Gálatas 5:22-23). Esta es la diferencia que Pablo se esfuerza tanto en transmitir. Ya no somos lo que éramos, sino que ahora somos literalmente nuevas criaturas en el Señor (cf. 2 Corintios 5:17).

La última oración en el versículo 9 es interesante. Nos dice que la persona demostrará la realidad de su nuevo nacimiento, al exhibir el Espíritu de Cristo. Pero, si la persona no exhibe el Espíritu de Cristo, ¿entonces qué espíritu es el que está exhibiendo? Si no es el de Cristo, entonces es el de la carne, y si es el de la carne, ¿de quién es? ¿A quién le pertenece? ¡Es un error sumamente caro dejar que la carne nos controle! Es un gran error permitirnos vivir según la carne. ¡Cuidado, hermanos!

SON CAMBIOS EN LOS MIEMBROS (v. 10-13).

El Espíritu de Dios cambia la forma en que pensamos. Él cambia la forma en que nos impulsamos a medida que avanzamos en la vida. Estos versículos continúan diciéndonos que Él cambia la forma en que actuamos. Hay cambios definidos que suceden en el interior, pero esos cambios también se abrirán camino hacia el exterior. Ese es el enfoque de esta sección.

Un cambio que implica muerte y vida al mismo tiempo (v. 10-11). En primer lugar, Pablo nos dice que, si Cristo está en nosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, es decir, ya no está activo en el pecado, ya no es instrumento del pecado. La carne ha sido crucificada (cf. Gálatas 5:24). Esto, desde luego, representa un cambio de vida. Cualquiera que declare que Jesús es su Señor, y, aun así, no manifiesta cambio en su forma de pensar y de vivir, entonces esa declaración es falsa. Es un engaño grande, pretender ser cristiano y al mismo tiempo mantener un curso de vida contrario a la voluntad de Dios. Por otro lado, mientras que el cuerpo está muerto en cuanto al pecado se refiere, al mismo tiempo tiene vida para servir a Dios. Pablo dice, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros. El cuerpo del cristiano es vivificado para la justicia. De ahí que el sacrificio que el cristiano ofrece con su cuerpo es un “sacrificio vivo” (Romanos 12:1). No solamente tiene vida el espíritu, sino el cuerpo también, en el servicio de Dios.

Eso no quiere decir que los creyentes no pecan nunca. Creo que todos tenemos claro que el cristiano está en constante peligro de pecar. Sin embargo, si la salvación es una realidad, habrá un nuevo deseo de honrar a Dios con la vida que vivimos; y cuando fallamos, habrá un sentimiento de tristeza y remordimiento que nos llevará al hijo de Dios para buscar perdón y restauración (cf. 1 Juan 1:9).

Lo que Pablo está tratando de enseñarnos es el hecho de que el Espíritu de Dios hará que seamos muy diferentes de lo que somos sin Cristo. Nuestra carne huirá de las cosas a las que solía correr y buscará las cosas que solía evitar. El Espíritu Santo, a través de la Palabra de Dios, reproducirá la vida de Cristo en la vida del santo, que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria (Colosenses 1:27).

Es un cambio que desafía a nuestros miembros (v. 12). Este versículo sirve para recordarnos que ya no estamos obligados a vivir según la carne. De hecho, estamos muertos a la carne y vivos a la justicia por Espíritu de Dios. Si deseamos saldar una deuda, que sea la deuda que le debemos a Cristo por el precio que pagó para liberarnos de la esclavitud del pecado y de la sentencia del juicio. ¡Vivamos, pues, para el Señor que sufrió y murió por nosotros en la cruz!

Nuestra carne no ha hecho nada por nosotros más que condenarnos. La deuda que tenemos es con el Espíritu de Dios. Honrémoslo viviendo el tipo de vida que le rinde honor. ¡Es un desafío que todos podemos afrontar!

Es un cambio acompañado de una advertencia para nuestros miembros (v. 13). Aunque somos salvos, todavía tenemos el potencial de vivir según la carne. Cualquiera que les diga que los cristianos no pueden pecar, es un mentiroso. Creo que la Biblia es clara en cuanto a que somos tan capaces de cometer pecado como siempre lo hemos sido, o hasta peor (cf. 1 Juan 1:8-10). Sin embargo, demos ser conscientes de que vivir una vida interior a la de Cristo trae consigo la muerte. ¿Quién querría padecer la mano castigadora del Dios santo y todopoderoso? (cf. Hebreos 12:5-11).

Sin embargo, debido a que tenemos comunión con el Espíritu de Dios, tenemos el poder de mortificar o dar muerte a las obras de la carne. Si hacemos esto, podemos estar seguros de vivir vidas que honren a Dios. Las nuestras serán vidas que agradarán a Dios. Serán vidas que mostrarán a un mundo perdido y moribundo que Jesucristo hace una diferencia en cada vida que toca con su gran poder. Si vivimos estas vidas, seremos bendecidos y exhibiremos las características de la vida. Pero ¡Si no hay cambio, no ha habido conversión! Cuando Jesús entra en una vida, ¡todo cambia!

CONCLUSIÓN:

Creo que todos debemos examinar de cerca nuestras vidas esta mañana. ¿Podemos hacer un inventario honesto y decir verdaderamente: ¡He sido cambiado! ¡No soy perfecto, pero soy diferente! No pienso como solía pensar. No actúo igual. Quiero honrar a Dios. Ahora, donde antes quería honrarme a mí mismo, puedo ver dónde Jesús ha hecho una diferencia en mi vida. ¿Ha cambiado su vida? Si es así, gracias a Dios, porque solo Él puede producir un verdadero cambio espiritual en la vida de los hombres. Si no, se puede cambiar si viene a Jesús para salvación.

Deja una respueta