¿Por qué los creyentes pueden regocijarse?

Iglesia de Cristo en Constituyentes.

¿Por qué los creyentes pueden regocijarse?

Romanos 5:1-5.

Hasta ahora, en Romanos, Pablo ha dedicado un tiempo considerable a detallar la necesidad de salvación del hombre. Hemos aprendido que el hombre es un pecador y que mora bajo la ira de Dios. Hemos aprendido que nada asociado con la religión humana, las buenas obras, la ley y sus rituales puede proporcionar la salvación a la humanidad. Hemos visto que dependemos totalmente de la fe en Cristo para llevarnos a una relación correcta con Dios. Todo se reduce a darnos cuenta de que no es lo que hacemos lo que marca la diferencia en la salvación de nuestras almas, se trata de a quién conocemos. Cuando conocemos a Jesús, tenemos salvación, cuando no conocemos a Jesús, estamos perdidos (cf. 1 Juan 5:12).

Con esta verdad firmemente asentada, Pablo avanza ahora en su discusión de las doctrinas de la salvación. Ahora, Pablo comienza a decirles a sus lectores los beneficios de ser salvo por gracia a través de la fe. En estos primeros 5 versículos del capítulo 5, Pablo nos dice por qué los verdaderos creyentes pueden regocijarse en su salvación. Es ese tema que quiero abordar ahora. Quiero decirles por qué los verdaderos creyentes pueden regocijarse. Si últimamente, no hemos estado de buen humor, quiero mostrarles por qué todo hijo de Dios tiene derecho a alabar al Señor y estar lleno de gozo inefable y glorioso (cf. 1 Pedro 1:8).

POR SU POSICIÓN COMO CREYENTES (v. 1).

La primera razón que tenemos para regocijarnos es nuestra posición en Cristo Jesús. Note lo que dice este gran versículo acerca de nuestra posición.

Nuestra posición es la de ser justificados. Pablo dice que nosotros, los que hemos creído, hemos sido “justificados”. Esta es una palabra que muchos no entienden completamente. Básicamente, significa “declarar y tratar como justo a alguien que no lo es”. No significa “hacer justo” a alguien, sino “tratar como justo a uno que no lo es”. No es que ahora que creo en Cristo soy justo, sino que soy tratado como uno.

Mis hermanos, cuando el Señor nos encontró, todos estábamos hundidos en el pecado; sin embargo, él nos perdonó, y ahora, aunque todavía tenemos problemas con el pecado, él nos trata como “justos”. La justificación no significa que Dios no esté consciente de nuestras imperfecciones o tropiezos, significa que, a pesar de tal imperfección, Dios nos trata como si nunca hubiésemos cometido un pecado. Sabemos que en nuestro récord de vida hay injusticias, maldad y toda clase de obras perversas; pero, por su gracia y poder, Dios nos declara y nos trata como si fuéramos tan justos y puros como lo es él. Esa es la bendita realidad de la justificación.

¿Cómo es eso posible? Sucede, porque cuando el Señor Jesús murió en la cruz, él pagó el costo de nuestra redención. Él derramó su sangre para limpiarnos, para purificarnos y ser declarados justos. En 2 Corintios 5:21, y voy a leer de la Nueva Traducción Viviente, dice, Pues Dios hizo que Cristo, quien nunca pecó, fuera la ofrenda por nuestro pecado, para que nosotros pudiéramos estar en una relación correcta con Dios por medio de Cristo.

Imagínese a un hombre enjuiciado por asesinato. La fiscalía sabe que es culpable, el acusado sabe que es culpable e incluso el juez sabe que es culpable, pero el jurado lo encuentra inocente. Aunque casi todos en esa sala del tribunal saben que el hombre es culpable de asesinato, es tratado como una persona inocente porque ha sido declarado inocente. Cuando me presento ante el Señor, sé que soy culpable, el diablo sabe que soy culpable y Dios sabe que soy culpable. Sin embargo, y dado que he confiado en Jesús, Dios me justifica, me trata como si fuera inocente. Si esta verdad alguna vez amaneciera en las profundidades de nuestras almas, ¡nos cambiaría para siempre!

¿Cómo es que llegamos a esa posición? Debemos entender que esa posición que gozamos en Cristo, no fue una que hayamos ganado. De hecho, no la merecíamos. Sin embargo, al confiar en el sacrificio de Cristo, Dios nos justifica. Esto debe ayudarnos a entender al cristiano que ha creído y que vive de acuerdo a esa bendición.

Algunos quizás vean a un hermano y digan, “Pero mira qué descarado. Vive como si fuera inocente. Vive como si fuera una persona intachable. Vive como si fuera una persona inocente, como si nunca hubiese hecho cosas malas”. Bueno, mi hermano, esa persona simplemente vive creyendo en la Palabra del Señor. El Señor dijo, Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo (Romanos 5:1). Si esa persona vive en paz, y si esa persona vive en el gozo del Señor, es precisamente por esa grande bendición de la justificación.

¡Estoy agradecido de que la salvación sea el producto de la fe y no de mis obras! Si dependiera de mi habilidad para actuar, estaría perdido. Si Dios me obligara a guardar perfectamente una lista de reglas, estaría perdido. Si Dios dijera que mi salvación descansa en mi buen comportamiento, o en lo que los demás opinaran sobre mí, entonces estaría perdido. Sin embargo, él ha dicho, “por fe”, y si es “por fe”, entonces ya no es por mis buenas obras, o por las obras de la ley, sino por la gracia del Señor. Ahí tienen una razón para regocijarnos en el Señor.

POR SUS POSESIONES (v. 1-2)

En estos versículos, Pablo nos enumera algunos de los beneficios de la justificación. Debido a que el Señor nos considera justos, hay ciertas cosas que nos pertenecen. Estas posesiones son muy preciosas y nunca deben darse por sentadas; pero debemos meditar en ellos y permitir que sean el catalizador para regocijarnos en el Señor.

Poseemos aceptación (v. 1). Según Pablo, la salvación trae consigo la paz con Dios. Esta es una tremenda verdad, que incluso pudiera ser difícilmente digerida en su totalidad por nuestras mentes. La Biblia dice que, por causa del pecado, el hombre es enemigo de Dios (cf. Romanos 8:7). Pero, cuando el pecador perdido se vuelve a Jesucristo por fe, ¡Dios declara el fin de las hostilidades! La enemistad se termina, y entonces Dios declara la paz con el hombre salvado. En esa condición, Dios lleva a la persona perdonada a una relación correcta entre ambos. Cuando se confía en Jesucristo, la persona perdonada disfruta de paz con Dios. ¿Qué significa esto?

  1. La paz aleja de nosotros, la ira de Dios (cf. Romanos 5:9)
  2. La justicia en el cielo es satisfecha (1 Juan 2:2).
  3. Somos reconciliados con Dios (2 Corintios 5:18).

Hay una expresión que he oído usar a muchas personas a lo largo de los años. Implica “Hacer las paces con Dios”. Leí acerca de un anciano que se estaba muriendo. Fue visitado por un amigo que le preguntó: “¿Has hecho las paces con Dios?” El hombre respondió: “No, no lo he hecho”. A eso su amigo dijo: “¡Qué! Oh, debes hacer las paces con Dios”. “Lo siento, no puedo hacer eso”, respondió el moribundo. Su amigo dijo: “¡Pero debes hacerlo! ¿No sabes que es peligroso morir sin hacer las paces con Dios?” A esto, el moribundo dijo: “Pero, ¿cómo puedo hacer las paces con Dios si mi Señor hizo la paz conmigo hace 2000 años cuando murió en la cruz? Yo creí eso hace años, y he gozado de su paz desde entonces” Este hombre entendió la verdad de Colosenses 1:20: y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz.

No hacemos las paces con Dios, Él hizo posible la paz con nosotros en la cruz. Ahora, debemos aceptar eso y cuando lo hacemos, se nos da la paz con Dios. Esta es la primera bendición permanente para todos los hijos de Dios. ¡Somos aceptados por Dios! ¡Estamos en paz con Él!

Tenemos acceso (v. 2). Este versículo nos enseña la verdad de que, a través de Jesucristo, tenemos acceso directo a Dios mismo. La palabra “acceso” implica “entrar en la presencia del rey”. A través de Jesús, tenemos el derecho de entrar en la misma presencia del Dios del Cielo sin miedo. ¡Tenemos acceso al Padre Celestial!

Esta debe haber sido una idea radical para los lectores de Pablo. La mayoría de ellos procedían de un trasfondo religioso que exigía que se mantuviera una distancia respetuosa entre el adorador y Dios. ¡Piense por un minuto en el Templo! Los gentiles estaban restringidos al exterior, al patio del Templo. Si iban más adentro, podían ser ejecutadas. Las mujeres estaban restringidas al “Atrio de las Mujeres”. Luego, estaba el “Lugar Santo”, donde solo los sacerdotes podían ministrar. Más allá de eso, estaba “El lugar santísimo”. Solo al Sumo Sacerdote se le permitía entrar en esta sala, y solo una vez al año, en el Día de la Expiación, y no podía entrar sin la sangre de un sacrificio inocente. El mensaje era muy claro: ¡Mantenga su distancia! Pero, el mensaje de Pablo es que, a través de Jesús, ¡tenemos pleno acceso al Padre celestial!

Tenemos seguridad (v. 2). No solo tenemos para con Dios y acceso al Padre celestial, sino que, en Cristo, también poseemos seguridad. La seguridad que tenemos en Cristo tiene dos tiempos:

  1. Seguridad presente. Pablo dice, “en la cual estamos firmes”. Estamos firmes, tiempo presente. Por tanto, nuestra seguridad en Cristo es presente. Él es nuestra roca firme. Nuestra ciudad de refugio, nuestro buen pastor, nuestro proveedor, nuestro sanador, nuestro castillo y fortaleza. Luego, estamos seguros ahora mismo en Cristo.
  2. Seguridad futura. Es cierto que vivimos en un cuerpo mortal; pero, si estamos en Cristo, nuestra seguridad se extiende aún más allá de la tumba. Así lo explicó Pablo cuando sintetizó el plan de redención en Romanos 8:30, Y a los que predestinó, a estos también llamó; y a los que llamó, a estos también justificó; y a los que justificó, a estos también glorificó. ¿Leyó con atención? Después de la justificación sigue la “glorificación”, lo cual tiene que ver con nuestro futuro. En Cristo tenemos una eternidad gloriosa. Ante esto, el suceso de nuestra muerte deja de ser una desgracia, y se convierte en una bendición. Esto es un gran motivo para regocijarnos.

POR SUS PRIVILEGIOS (v. 3-5).

Somos salvos y estamos seguros, pero en este momento vivimos en un mundo de pruebas y tribulaciones. Necesitamos ayuda también en esas áreas. Note algunos de los grandes privilegios que tenemos como creyentes en Jesucristo.

La habilidad de regocijarnos en los problemas (v. 3). Pablo dice que el cristiano puede regocijarse en los malos tiempos de la vida. ¿Por qué es esto cierto? Por la palabrita “saber”. Cuando descienden las pruebas de la vida, el verdadero creyente sabe que Dios está obrando su voluntad en nuestras vidas y está tratando de producir en nosotros un estado de semejanza a Cristo. Dios está tratando de hacernos como Jesús.

La palabra “tribulaciones” significa “presiones”. Ciertamente, hay momentos en que esta vida ejercerá presión sobre el hijo de Dios. Sin embargo, el cristiano maduro también sabe que se necesita presión para producir la semejanza a Cristo. La presión es el proceso que se utiliza para convertir el carbón en diamante. Y, es la presión en la vida del creyente lo que expulsa más de la vieja naturaleza pecaminosa y revela más de la imagen de Dios.

Podemos regocijarnos en los problemas si recordamos que cada situación es una bendición de la mano misma de Dios (cf. Romanos 8:28). Eso producirá en nosotros más de la imagen de Jesús. Cuando hayamos sido elegidos para sufrir, simplemente nos está ayudando a ser más como Él. Con eso en mente, es más fácil soportar los días difíciles.

La capacidad de reconocer nuestros problemas (v. 3-5). En esta sección, Pablo nos habla de los beneficios derivados de las “presiones” de la vida. Tenga en cuenta la progresión mencionada en estos versículos.

  1. Tribulación – Presión.
  2. Paciencia – Resistencia.
  3. Prueba (Experiencia) – Carácter o Madurez Probada.
  4. Esperanza – La expectativa confiada de que no seremos defraudados.

Básicamente, lo que Pablo está diciendo, es que, cuando surgen problemas en nuestra vida, aprendemos a perseverar, y a través de la perseverancia, somos perfeccionados en nuestra fe. Ahora tenemos la total y absoluta confianza en que él tiene el control y nos ayudará.

En otras palabras, cuando más aguantamos, más nos parecemos a él. Y eso es algo bueno. Es todo un privilegio. Alguien ha dicho que el camino de la madurez, está pavimentado con las aflicciones de la vida. Esa ha sido la experiencia de los hombres de Dios.

  1. Pregunte a Abraham y señalará el Monte Moriah.
  2. Pregunte a Jacob y señalará una almohada de piedra.
  3. Pregunte a José y señalará una prisión egipcia.
  4. Pregunte a Moisés y señalará el desierto.
  5. Pregunte a los tres jóvenes hebreos y señalarán un horno de fuego.
  6. Pregunte a Daniel y señalará al foso de los leones.
  7. Pregunte a Pedro y señalará una fogata y sus tres negaciones.
  8. Pregunte a Juan y señalará la Isla de Patmos.

Pregúntale a cualquier creyente que haya viajado lejos con Jesús y le dirá que las bendiciones de Dios se derraman de una copa amarga.

La capacidad de descansar en nuestros problemas (v. 5). Si la vida va a ser difícil y va a haber problemas, entonces, ¿cómo puedo regocijarme y cómo puedo descansar? La respuesta está en este versículo. ¡Pablo nos dice que el amor de Dios, como un gran río, está constantemente siendo derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo! Cuando fuimos salvos, Dios puso Su Espíritu en nosotros. El Espíritu Santo es como un conducto por donde fluyen grandes cantidades del gran amor de Dios.

A medida que avanzamos por esta vida, habrá muchos días difíciles. Sin embargo, a medida que enfrentamos todas las cosas que se nos presenten, siempre tenemos el precioso Espíritu Santo con nosotros para guiarnos, enseñarnos, constantemente nos recuerda el asombroso amor de Dios por sus hijos. ¡Él hace que el viaje sea soportable! Él hace que el destino sea creíble. Si aprendemos a descansar en el Espíritu de Dios, Él tiene el poder de mantener nuestros corazones en perfecta paz, sin importar lo difícil que se vuelve el camino: Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado (Isaías 26:3)

Conclusión: Estas razones son más que suficientes para dar a cada hijo de Dios la razón para regocijarse en Dios y en su salvación.

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