¿Tiene Dios lo mejor de nosotros?

Iglesia de Cristo en Constituyentes.

¿Tiene Dios lo mejor de nosotros?

(2 Crónicas 12:1-16). Cuando Salomón murió, dejó un reino que se llenó de esplendor, poder y la presencia de Dios. Cuando murió, dejó su reino a su hijo Roboam. A diferencia de su padre Salomón, Roboam era un hombre muy necio y malvado. Se negó a reconocer el bien de la gente de Israel, y como resultado, diez de las tribus se rebelaron contra él, lo cual provocó la división de Israel en dos reinos. El reino del norte dejó la adoración de Jehová y cayó en la idolatría. Roboam, quien gobernaba el reino del Sur, es decir, Judá, tuvo la oportunidad de caminar con Dios y disfrutar de las bendiciones del Señor. Después de todo, Jerusalén y el templo del Señor estaban en su reino. Incluso, los sacerdotes y los levitas abandonaron el reino del norte y se trasladaron a Judá para servir al Señor (2 Crónicas 11:13-17). Sin embargo, Roboam desperdició las oportunidades que se le dieron y se alejó de Dios, negándose a servirlo como lo habían hecho David y Salomón.

A medida que estudiamos la vida de Roboam, rápidamente aprendemos que su vida es una lección de privilegio, orgullo y juicio divino. Uno de los principales problemas con Roboam fue que simplemente se negó a darle a Dios lo mejor de sí mismo. Como resultado, Roboam y su pueblo pagaron un precio terriblemente alto.

Mis hermanos, debemos recordar que Dios es digno de lo mejor de nosotros. Por ejemplo, Pablo habla de esto en Romanos 12:1-2. En el versículo 1 describe esa entrega total como un “culto racional”. En otras palabras, lo mínimo que podemos hacer por el Señor, a la luz de todo lo que Él ha hecho por nosotros, es darle lo mejor que tenemos. ¡Literalmente, debemos darle todo! Se merece lo mejor de nosotros; pero, ¿lo tiene? Si lo tiene, entonces podemos disfrutar de Su presencia y bendición. Si no lo tiene, entonces podemos esperar su rechazo.

Hoy, quiero echar un vistazo a la vida del rey Roboam. Quiero señalar algunos problemas en su vida que prueban que le estaba dando a Dios menos de lo mejor. Mientras miramos a este rey descarriado, y vemos las deficiencias que marcaron su vida, quiero que miremos nuestra propia vida. Quiero que nos hagamos esta pregunta, ¿Tiene Dios le mejor de nosotros? Sin duda alguna estaremos de acuerdo en que Dios merece lo mejor de nosotros; pero, si también somos honestos, es común que Dios reciba mucho menos de lo mejor de nuestras vidas. Espero que hoy aprendamos cómo cambiar eso. Notemos los problemas que marcaron la vida de Roboam, y así ver si estamos dando a Dios lo mejor de nosotros.

CONSIDERE SU CARÁCTER (v. 1)

El versículo uno es realmente revelador con respecto al carácter de este hombre llamado Roboam. Se nos dice que obraba con orgullo; que hizo caso omiso de la Palabra de Dios, y que también desvió a otros de Dios. El problema que afectó a Roboam fue un problema en el corazón. Creía que ni él ni su nación necesitaban al Señor; las direcciones del Señor; o la comunión del Señor. Parece estar diciendo: “Gracias por traerme tan lejos, Señor. Pero creo que puedo manejarlo solo desde aquí.

¡Este es el ejemplo perfecto de una vida que Dios no puede bendecir ni usar para Su gloria! Dios está buscando personas que sean exactamente lo contrario de Roboam. Él está buscando personas que:

  • Estén conscientes de su dependencia en Dios (cf. Juan 15:5; Filipenses 4:13; cf. Jesús, Juan 5:19-20).
  • Tengan el deseo de caminar en obediencia a Él (cf. Juan 14:15; 1 Juan 2:3-6).
  • Anhelan ver que otros lleguen a conocer al Señor (cf. Mateos 5:16).

Pablo dijo en Efesios 2:10, que el Señor nos salvó tanto para trabajar como para ser un testimonio de que lo que él ha hecho en nuestra vida se puede realizar también en ellos. ¡Él nos presenta como trofeos de Su gran gracia! (cf. Miqueas 6:8). ¿Le estás dando a Dios lo mejor de su carácter?

CONSIDERE SU CASTIGO (v. 2-9).

Estos versículos nos dicen que las transgresiones de Roboam dieron como resultado el castigo del Señor sobre él y su pueblo. Roboam e Israel pecaron y Dios usó a Sisac rey de Egipto como su método de castigo.

¿No es interesante el contraste entre el versículo 9 y Éxodo 12:35-36? En Éxodo se nos dice que cuando los israelitas partieron de Egipto después de las plagas que despojaron a los egipcios, ahora Dios envía a los egipcios como plaga, para quitar a los israelitas todo su oro y objetos de valor. Dios usó un pueblo mundano para castigar a su gente.

Lo que aprendemos aquí, es que, una vida que debe ser castigada por Dios es una vida que no puede ser bendecida por Dios. Debido a que Roboam no anduvo en la voluntad de Dios, entonces fue culpable de darle a Dios menos de lo mejor.

Cuando Dios nos salvó, lo hizo para librarnos de nuestros pecados (cf. Romanos 6:7). Lo hizo para hacernos nuevas criaturas (2 Corintios 5:17). Lo hizo para transformarnos en sus hijos (cf. Romanos 8:15; Colosenses 1:13; 1 Juan 3:1-2). Dios nos salvó para que andemos en vida nueva (Romanos 6:4). Nos salvó para usarnos para su gloria (cf. Efesios 2:10; 2 Corintios 4:7). En otras palabras, Dios nos salvó para bendición y no para maldición.

Pero, si como hijos nos negamos a caminar dentro de los límites de su voluntad, entonces él no dudará en enviar su castigo sobre nuestras vidas rebeldes (cf. Apocalipsis 3:19; Hebreos 12:5-11). Así como lo hizo con Israel, comúnmente Dios usará este mundo y las cosas que hay en este mundo como su vara de castigo. La enfermedad, los problemas financiaros, los conflictos, la amargura, etc., todo para hablar a nuestros corazones, y regresemos a seguir viviendo dentro de su voluntad. ¿Por qué razón castiga usted a sus hijos? Bueno, allí tiene la razón por la cual Dios castiga a los que ama.

Si Dios tiene que enviar un castigo a su vida, ¡entonces está claro que Él no tiene lo mejor de usted! Examine su vida ahora mismo. Si está viviendo fuera de la voluntad de Dios, y aún no cae el castigo sobre usted, entonces es mejor que vuelva de ese camino de rebeldía al camino de Dios. Si ya está siendo castigado, entonces ahora sabe que usted no ha dado a Dios lo mejor de usted. ¿Me está Dios bendiciendo o me está disciplinando?

CONSIDERE SU CONFUSIÓN (v. 1, 12-14).

Ver a Roboam es como ver una ardilla esquizofrénica corriendo de un lado a otro. En el versículo 1, se aleja del Señor. En el versículo 6, se arrepiente. En el versículo 12, se humilla a sí mismo. En el versículo 14 se nos dice que “hizo lo malo”. Esta es una imagen de una vida que tiene altibajos; que a veces está dentro y a veces fuera; que a veces es caliente y a veces frío; encendido y apagado. Es la imagen de una persona confundida que no tiene una dirección clara o un enfoque correcto de su vida. Pero, esta ambigüedad solamente nos muestra a una persona que no está dando a Dios lo mejor de sí.

Ese mismo tipo de confusión caracteriza a muchos cristianos. Van subiendo y luego bajan. No están fríos, ni calientes. Están en la iglesia, pero al mismo tiempo son rebeldes a la voluntad de Dios. ¿Qué pueden esperar de Dios? Dios dice, Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca (Apocalipsis 3:16). Cada día que vivimos, estamos comprometidos en la batalla con los implacables enemigos del mundo y la carne. El mundo busca presionarnos en su molde (cf. Romanos 12:2). La carne busca dominarnos y mantenernos atados a sus deseos insensatos y pecaminosos (cf. Gálatas 5:16-17).

Dios está buscando estabilidad en nuestra vida (cf. Efesios 4:11-16). Dios está buscando personas que se entreguen a Él totalmente. Él está buscando personas que estén cansadas de la montaña rusa y que quieran vivir una vida estable y enfocada para Su gloria. Gracias a Dios, hay victoria en Jesús para aquellos que buscan en Él la ayuda que necesitan (cf. 1 Corintios 15:57; 10:13).

Entonces, mire su vida ahora mismo. ¿Es estable y crece constantemente en el Señor? O ¿Está llena de paradas, arranques y reversiones? ¿Tiene Dios lo mejor de usted? O ¿Es un paso adelante y dos para atrás? Considere el castigo.

CONSIDERE SUS COMPROMISOS (v. 9-11)

Se nos dice que “Sisac” y los egipcios tomaron los trescientos escudos que Salomón había hecho en 2 Crónicas 9:15-16. Estos escudos pesaban tres libras cada uno. En un sentido económico, estos escudos tenían un altísimo valor. Los trescientos valían millones. Estos escudos colgaban en el palacio del rey (cf. 2 Crónicas 9:16), y eran tomados por la guardia del rey cuando iba al Templo a adorar. Los guardias se alineaban en la avenida que conducía al Templo; 150 guardias por lado, cada uno con un escudo de oro macizo. Imagínese el brillo que salía de esos escudos cuando Salomón y Roboam entraron en el Templo para adorar.

Cuando se robaron estos escudos, Roboam encargó a los trabajadores de metal que fabriquen trescientos escudos nuevos, pero de bronce. Cuando se pulían, estos escudos de bronce brillaban como el oro, pero cuando el rey pasaba entre las filas de estos escudos, sabía, y los guardias también sabían, que eran inferiores, y que eran un pobre sustituto de los escudos de oro que faltaban.

El oro indicaba poder, prosperidad y gloria. Era caro y difícil de adquirir. El oro era templado y duradero. El oro nunca tuvo que ser pulido, porque era puro y no se empañaba. Era un símbolo de deidad y hablaba de la gloria y la presencia de Dios en medio de Israel.

El latón, o el bronce, no es puro. Es una aleación de cobre y zinc. Es mucho más barato; mucho más fácil de adquirir y mucho más común que el oro. A diferencia del oro, el latón debe pulirse constantemente porque tiende a deslustrarse. Mientras que el oro era templado y duradero, el latón era barato y frágil.

En lugar de enfrentar a la gente de Israel, diciéndoles que los escudos de oro se habían ido, el rey Roboam trató de engañarlos, preparando un sustituto inferior. En lugar de reunir su ejército para ir a recuperar lo que el enemigo había tomado, el rey Roboam eligió el camino de la hipocresía. ¡Roboam se comprometió a salvar las apariencias ante los ojos del pueblo de Israel! Una vez más, Roboam le dio a Dios menos de lo mejor.

Pero, antes de criticar demasiado al rey Roboam, tal vez necesitamos examinar nuestros propios corazones por un momento. Les diría que a menudo somos culpables de darle a Dios bronce en lugar de oro. Le ofrecemos a Él un sustituto inferior de lo mejor de nosotros. ¿Cómo sucede so? Hay varias formas:

  1. Cuando obramos en el esfuerzo humano en lugar del poder divino: eso es orgullo y, a menudo, somos culpables de actuar y vivir como si no necesitáramos a Dios o su ayuda.
  2. Cuando vivimos vidas carnales en lugar de vidas comprometidas. Cuando corremos con el mundo; vivimos como el mundo; hablamos y actuamos como el mundo; vestimos como el mundo; buscamos la felicidad en las cosas del mundo, etc. En ese momento estamos ofreciendo a Dios bronce en lugar de oro.
  3. Cuando estamos medio comprometidos en lugar de tener un compromiso total: cuando hacemos menos de lo mejor para Dios, estamos comprometiendo sus estándares de excelencia y somos culpables de darle bronce por oro. ¿Deberíamos de cantar alabanzas cuando nuestras vidas no hacen armonía con ellas? ¿Deberíamos de comer la cena del Señor sin culpa, siendo que no respondemos correctamente al sacrificio del Señor? ¿Deberíamos de enseñar a otros la Palabra de Dios, cuando no la recibimos nosotros mismos? Cuando Adán y Eva pecaron, sintieron vergüenza, pero, ¿qué hay de nosotros? Nos acercamos a Dios sin pudor alguno por nuestro pecado, lo cual refleja la mediocridad de nuestro compromiso con el Señor.
  4. Cuando estamos satisfechos con el sustituto en lugar del genuino. Cuando aceptamos los sustitutos que ofrece este mundo en lugar de la presencia y el poder de Dios en nuestra congregación y en nuestras vidas, estamos viviendo una vida comprometida con el mundo. ¡Y eso es darle a Dios bronce por oro!
  5. Cuando ofrecemos excusas en lugar de humilde obediencia. Cuando decimos: “Bueno, haría esto o aquello, pero”; esas ideas solamente dicen que estamos ofreciendo a Dios bronce en lugar de oro. ¡Le estamos ofreciendo menos de lo mejor!
  6. Cuando tratamos de mantener las apariencias en lugar de humillarnos ante el Señor en arrepentimiento. Cuando sabemos que no estamos donde el Señor quiere que estemos con Él; y pretendemos que todo está bien, le estamos dando bronce por oro.

¿Dios realmente tiene lo mejor de usted? ¿Tiene el oro real de su verdadera devoción, o el oro de los tontos? ¿Tiene Dios lo mejor?

CONCLUSIÓN.

¿Latón u oro? ¿Cuál describe mejor su vida hoy? ¿Es su vida pura, valiosa y preciosa? O ¿es una aleación barata, donde lo espiritual se mezcla con lo carnal, hasta que ambos son modales sin valor? Sea honesto consigo mismo y con su Dios: ¿Tiene Dios lo mejor de usted? O ¿tiene Él su imitación barata de los mejores?

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