¿Por qué rechazan al evangelio?

Iglesia de Cristo en Constituyentes.

¿Por qué rechazan al evangelio?

(Hechos 24:25). En nuestro mensaje anterior:

  • Aprendimos que debemos obedecer al evangelio para ser libres de la esclavitud del pecado.
  • Aprendimos que el hombre puede obedecer el evangelio, aunque esté muerto en sus pecados.
  • Aprendimos que el evangelio debe ser obedecido de corazón.
  • Aprendimos que obedecer el evangelio, implica obedecer un tipo o forma de doctrina.
  • Aprendimos que la obediencia al evangelio, ocasiona grandes y preciosas bendiciones.

Sin embargo, y si el evangelio ofrece grandes y valiosas bendiciones, entre las cuales está el perdón de pecados y la salvación de la condenación eterna, ¿por qué las personas rechazan al evangelio? ¿Por qué se rehúsan a recibirlo? No veo cómo es que una persona rechaza el evangelio una vez que lo ha entendido. Cuando yo escuché el evangelio y lo entendí, no pude hacer otra cosa mas que aferrarme a la cruz de Cristo, y ser así redimido por su sangre. Por tanto, creo que es una terrible desgracia que personas inteligentes escuchen el evangelio, lo entiendan y lo rechacen. ¿Por qué lo rechazan? La Biblia nos da la respuesta.

RECHAZAN EL EVANGELIO PORQUE NO SIENTEN LA NECESIDAD DE RECIBIRLO.

En Proverbios 27:7, la Palabra de Dios dice, El hombre saciado desprecia el panal de miel; pero al hambriento todo lo amargo es dulce. El evangelio ofrece grandes y preciosas bendiciones, promesas gloriosas que todo hombre necesita. Sin embargo, cuando algunos hombres rechazan el evangelio, lo hacen porque se sienten “saciados”, pues se sienten bien. Alguien dijo, “Barriga llena, corazón contento”. Pues así, muchas personas que rechazan el evangelio, lo hacen porque están “satisfechos” con la vida que tienen. No sienten hambre, no sienten ninguna necesidad de Dios. Creen que no lo necesitan. Creen que están bien.

Tienen el mismo sentir que la iglesia en Laodicea: Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad (Apocalipsis 3:17). Estas personas no sienten ningún dolor, no están sufriendo alguna carencia o fracaso en la vida. Tienen una buena educación, han logrado el éxito en su vida vocacional, tienen un buen matrimonio y sus hijos están bien. Gozan de buena reputación, son respetables, al punto que nadie puede hacerles algún reproche de tipo moral. Son personas íntegras. Incluso, algunos de ellos van de vez en cuanto a alguna iglesia, y respetan la fe de los demás. No niegan a Dios, a quien reconocen como bueno. Pero, no ven, ni sienten la necesidad de recibir el evangelio.

Estas personas no están buscando la perla de gran precio, ni tampoco algún tesoro escondido. Tienen todo lo necesario, están saciados. No se consideran ovejas perdidas como para ser rescatados por el buen pastor. No sienten la necesidad de recibir el evangelio.

El hambre es algo que sentimos naturalmente. Y cuando nuestra hambre no es saciada, la Biblia dice que llegamos a desear incluso lo que es “amargo”, y si lo llegamos a comer, lo vamos a saborear como si fuera el alimento más delicioso sobre la tierra. Sin embargo, estas personas no sienten hambre, sino que se sienten saciados, y tanto que, “desprecian el panal de miel”.

RECHAZAN EL EVANGELIO PORQUE NO TIENEN UNA VISIÓN REAL DE SU VIDA PECAMINOSA.

Este tipo de personas bien pueden reconocer que no son “ángeles”, que no son “perfectos”, que no son “santos”, y hasta pueden reconocer que han hecho “mal”; pero, no lo suficiente como para necesitar el evangelio.

Y es que no basta con tener una conciencia culpable o incluso el sentir vergüenza por el pecado. Tales sentimientos se experimentan naturalmente por casi todo el mundo. Pero esto no es una verdadera convicción de pecado.

La convicción de pecado no es un sentimiento de temor o un presentimiento del castigo divino. Estos sentimientos también son experimentados frecuentemente en los corazones y en las mentes de los pecadores. Pero, una vez más, la verdadera convicción de pecado es algo diferente.

La convicción del pecado no es simplemente el conocimiento del bien y el mal; no se trata de un dictamen conforme a las enseñanzas de las escrituras acerca del pecado. Muchas personas leen la biblia y son plenamente conscientes de que la paga del pecado es muerte (Romanos 6:23). Ellos pueden saber que “ningún fornicario, o inmundo, o avaro, que es idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios” (Efesios 5:5). Incluso pueden estar de acuerdo en que los malos serán castigados. Sin embargo, pese a todos sus conocimientos, continúan viviendo en pecado. Entienden las consecuencias, pero están lejos de ser convencidos de sus pecados.

La palabra convicción es traducción del griego “elhenco”, que significa convencer a alguien de la verdad; reprobar. Por medio de la meditación de las Escrituras, el Espíritu Santo actúa como un fiscal que expone el mal, denuncia a los criminales, y convence a las personas de que necesitan un salvador.

La persona que no tiene convicción de su pecado, se juzga a sí misma como justa, o como una persona que vive de una manera contraria a Dios, porque no tiene otra alternativa, luego, se ve a sí misma como una víctima. Estas personas dicen cosas tales como, “no soy un asesino, no soy parte del crimen organizado, jamás he sido acusado de ser un pervertido. Sí, es cierto que he cometido algunos errores, algunas fallas, pero no soy un depravado. En mi vida son más las cosas buenas que las malas”. Ellos pueden aceptar que Dios y la religión podrían convertirlos en una mejor persona, como lo podría hacer cualquier otra institución social. Por tanto, y dado que no soy un pecador arruinado, con una vida indecente y corrupta, cuya única esperanza está en Dios, no lo creo que no necesito recibir el evangelio.

Estas personas toman todo lo bueno que son, y todo lo bueno que hacen como grandes árboles que colocan en pequeños maceteros, esperando que produzcan el fruto de la aprobación divina.

La autoestima es el lema de nuestros días. Supuestamente, los hombres necesitan tener una buena “autoimagen”, un “concepto positivo de sí mismos”, una fuerte “autoafirmación”. Eso es lo que les dice el cristianismo popular. Ese es el lenguaje de la psicología popular, y la charla popular en los medios y libros populares de bolsillo. De hecho, el evangelio de hoy va tan lejos como para decir que una mala imagen de uno mismo es dañina. Dicen que todo el punto del evangelio es dar una buena “autovaloración”. Obviamente, ese mensaje hace que los hombres “no vean su propia indignidad”. De hecho, hoy en día se consideraría incorrecto hacerlo. No se imaginan que Dios pueda rechazarlos. Se cree que el pensamiento de que Dios puede rechazarme legítimamente, que la idea misma de que soy indigno ante Dios, es un pensamiento o una idea errónea. Por eso, los hombres rechazan el evangelio, y van tras evangelios pervertidos.

RECHAZAN EL EVANGELIO PORQUE NO VEN QUE LA IRA DE DIOS ESTÁ SOBRE SUS CABEZAS.

Muchas personas rechazan el evangelio, porque no logran entender, o no quieren aceptar, que la ira de Dios está sobre sus cabezas. Esto sucede así, porque se han dejado convencer por la cultura, de que Dios no es fuego consumidor, no es un ser puro y absolutamente santo, de tal suerte que no tolera el pecado y la iniquidad del hombre.

La cultura y los diversos medios de comunicación, así como algunas modernas iglesias, son los profetas falsos de nuestra actualidad, que le dicen a la gente, Paz, no habiendo paz (Ezequiel 13:10). Diversos organismos en el mundo están sembrando la idea de que los diversos conflictos humanos, las crisis económicas, las guerras y todo lo que aflige al hombre en nuestro tiempo, no es su propio pecado, sino la implementación de políticas incorrectas en el mundo. Pero nadie voltea al cielo para darse cuenta de que el problema del mundo tiene que ver con que los hombres vivan alejados de Dios. Dice Jeremías 6:14, Y curan la herida de mi pueblo con liviandad, diciendo: Paz, paz; y no hay paz.

Ellos necesitan escuchar lo que Dios dice sobre su condición delante de su presencia, y sobre los efectos que dicha condición tiene sobre sí mismos. Isaías, el profeta, declaró, No hay paz, dijo mi Dios, para los impíos (Isaías 57:1). Mientras que los hombres no están conscientes de la ira de Dios que hay sobre sus cabezas, así rechazarán el evangelio. Rechazarán la voluntad de Dios.

Son como el hombre rico que tenía grandes planes para el futuro, cuando no sabía que esa misma noche su vida llegaría su fin. En Isaías 3:11, dice, ¡Ay del impío! Mal le irá, porque según las obras de sus manos le será pagado.

Rechazan el evangelio porque piensan equivocadamente que Dios se adapta a su autoindulgencia, bendiciéndolos aun cuando están viviendo en sus pecados.

El hombre natural dice: “Veo que Cristo podría ayudarme de muchas maneras. Puedo ver que su cruz es el camino para que mis pecados sean perdonados.” Sin embargo, lo que no ven es su propia necesidad de que Cristo los salve. No “sienten” dolorosa y sensiblemente que están perdidos, condenados e indefensos ante Dios. Son insensibles ante la horrible realidad de que irán al infierno eterno por causa de sus pecados. No siente la esclavitud desesperada en la que sus pecados los han encadenado.

El profeta Isaías es un claro ejemplo de una persona plenamente convencida de su pecado, y de las terribles consecuencias que eso implica. Él dijo, “Entonces dije: ¡Ay de mí! Que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos (Isaías 6:5).

Somos convencidos cuando somos profundamente conscientes de la ira que expone a nuestras almas. Pablo dijo en Romanos 1:18, Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad. ¿Lo ve? La ira de Dios es una realidad, una garantía para todos aquellos que han decidido vivir en sus pecados. En Romanos 2:5, dijo, Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios. Cuando el carcelero de Filipos cayó a los pies de los apóstoles y gritó: “Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo?”, él estaba bajo la convicción de su pecado y era consciente de la ira de Dios sobre su vida (Hechos 16:30). Estaba seguro de que sin un salvador, moriría eternamente.

RECHAZAN EL EVANGELIO PORQUE NO TIENEN ANSIEDAD DE SATISFACER LAS NECESIDADES DE SUS ALMAS.

Un ejemplo de esto son las cinco vírgenes insensatas de Mateo 25. Estas cinco vírgenes estuvieron durmiendo toda la noche. ¿Por qué duermen, cuando saben que viene el Esposo? Porque se han desgastado con las actividades del día. Han sido diligentes, consideradas y dedicadas a muchas cosas. Han acumulado sus provisiones de seguridad financiera, de vivienda agradable, de buen estado físico, de posición comunitaria, de unidad familiar. Pero ¿qué pasa con el suministro de “combustible”? ¡Creen que tienen tiempo suficiente para eso! No han sentido la necesidad de preocuparse por el aceite de la gracia que salva y alimente sus almas.

Creen que Dios no quiere que nos molestemos por cuestiones espirituales. Creen que las cosas de Dios pueden estar al final de la lista de nuestras prioridades. Creen que Dios jamás querría hacernos sentir “culpables”. No, ellos creen que Dios quiere que estemos en paz y felices en este mundo y con las cosas de este mundo. Él no envía pesadillas, ni insomnio a los hombres. ¡Seguramente la ansiedad espiritual no podría ser de Dios! Ante esa idea, sus almas están muertas o a punto de morir, porque no ven la necesidad de recibir el evangelio.

RECHAZAN EL EVANGELIO PORQUE NO ESTÁN CONFORMES CON SUS TÉRMINOS.

Puede ser que el hombre se dé cuenta de que necesita el evangelio, pero ha puesto un límite al precio que está dispuesto a pagar. Si el precio de venta es demasiado alto, se quedará sin él. O bien, buscará un “Cristo” menos exigente.

Son como el joven rico que, cuando Jesús le dijo, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven y síguemese fue triste, porque tenía muchas posesiones (Mateo 19:21-22). Seguir a Jesús bajo tales términos implicaba un cambio en su estilo de vida sumamente radical. Implicaba hacer muchos sacrificios. Eso implicaba mucha incomodidad, y quizá mucho sufrimiento.

Si la demanda de Cristo es sacar el ojo derecho, entonces no, el precio es demasiado alto. El hombre buscará un evangelio y una iglesia que le permita mantener su “ojo”, y también su mano “derecha”, buscará un evangelio y una iglesia que le permita mantener sus deseos y riquezas, buscará un evangelio y una iglesia donde no tenga que dejar padre, madre, mujer, hijos o su propia vida por ser discípulo de Cristo. Buscará un evangelio y una iglesia de acuerdo a sus propios términos, y, aun así, ir al cielo.  Si la puerta es demasiado estrecha, ¡entonces hay que hacerla más ancha! Los términos del evangelio ahora los establecen los hombres, y no Cristo.

La felicidad que propone el evangelio es naturalmente deseable; pero no los métodos que Dios ha ordenado para el logro.

CONCLUSIÓN:

¿Por qué muchas personas rechazan al evangelio?

  • Porque no sienten la necesidad de recibirlo.
  • Porque no tienen una visión real de su vida pecaminosa.
  • Porque no ven que la ira de Dios que está sobre sus cabezas.
  • Porque no tienen ansiedad de satisfacer las necesidades de sus almas.
  • Porque no están conformes con sus términos.

¿Por qué lo rechaza usted? Rechazar el evangelio, no le hace libre de la justicia, del dominio propio y del juicio venidero”. Arrepiéntase, pues, y obedezca el evangelio.

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