La invitación divina.

Iglesia de Cristo en Constituyentes.

La invitación divina.

(Isaías 1:18). El profeta Isaías sirvió durante un tiempo turbulento en Israel. El problema principal, es que la nación había abandonado los caminos de Señor, y ahora estaban teniendo una comunión abierta con la idolatría y toda clase de pecado. En el contexto de Isaías 1:18, se expone con detalles la condición caída de este pueblo.

  • El Pueblo estaba en franca rebelión contra el Señor (v. 2).
  • Negándose a reconocer a Dios, espiritualmente eran más tontos que los animales que tenían en sus granjas (v. 3).
  • Habían dejado al Señor y lo estaban provocando a la ira (v. 4).
  • Se habían negado a responder positivamente ante la disciplina divina (v. 5).
  • Estaban espiritualmente enfermos y necesitaban ayuda urgente (v. 5-6).
  • Por su pecado, la violencia había llenado toda la tierra (v. 7-8).
  • Ante Dios, eran tan viles como Sodoma y Gomorra (v. 9-10).
  • Sus servicios religiosos eran abonables a Dios (v. 11-15).
  • Mantenía en pie a la nación un pequeño remanente de judíos fieles (v. 9).

Parece como si estos eventos pudieran haber sido extraídos directamente de los titulares de los periódicos de hoy. Estamos en una forma espiritual tan mala como la antigua Israel.

En medio de todo este escenario, se nos recuerda que todas estas personas habían sido bendecidas por el Señor de muchas maneras maravillosas. Israel debía haber buscado a Dios y debían haber estado dispuestos a enmendar su relación con él. Pero, en lugar de eso, vemos al Señor buscando a su pueblo e invitándole a arreglar las cosas. Este hecho subraya una verdad que encontramos a lo largo de todas las páginas de la Biblia.

La gente no buscará al Señor hasta que el Señor los busque primero. La gente no amará al Señor hasta que sean amados primero por el Señor (cf. 1 Juan 4:19). Dios siempre da el primer paso en esto que se llama salvación. Después de todo, el hombre está “muerto en sus delitos y pecados” y no quiere buscar al Señor (cf. Efesios 2:1). Es por eso que Jesús vino al mundo con el único propósito de “buscar y salvar lo que se había perdido” (Lucas 19:10).

Lo que vemos en este pasaje, es un pueblo sucio, vil y malvado que necesita ser limpiado. El Señor se acerca a ellos y los invita a acudir a Él para recibir la limpieza que tanto necesitan. También podemos ver un principio que todavía es cierto hoy. Dios todavía está invitando a personas sucias y pecadoras a venir a Él para la limpieza que necesitan sus almas. Es por esa razón que hoy quiero predicar sobre, “La invitación divina”.

LA INVITACIÓN DIVINA, ES UNA INVITACIÓN INTENSA.

La palabra, “venid”, es un verbo imperativo. Es un mandamiento que Dios está expresando, con el propósito de alcanzar a un pueblo descarriado y perdido. Es un fuerte llamamiento para regresar a él. Esto es asombroso, pues, Dios sabe cómo han estado viviendo, sabe cómo han estado tratando su ley, conoce la vileza y la intensidad de su maldad, sabe lo malvados que son y, sin embargo, él todavía los ama y se acerca a ellos para extenderles su gracia y misericordia. Y es que, si Dios no lo hace, ellos no lo harán. Ellos simple y sencillamente no quieren a Dios, no aman a Dios, no están interesados en Dios, y él, aun así, les hace esta intensa invitación.

Lo más maravilloso que yo puedo ver en este versículo, es que esta invitación sigue vigente, y no es exclusiva para los judíos. Dios sabe todo acerca de nuestros pecados. Él sabe hasta dónde nos hemos hundido en el pozo sucio de la iniquidad. Él sabe cuan malvado somos, conoce todas y cada una de nuestras perversiones y depravaciones y, sin embargo, él nos ama al punto de seguir llamándonos a cuentas. Él nos llama a venir a él.

Mis hermanos y amigos, el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente (Apocalipsis 22:17). ¿Pueden escuchar eso? El Señor dice, Si alguno tiene sed, venga a mí y beba (Juan 7:37). Y también dice, Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar (Mateo 11:28) ¿Está usted haciendo caso a esta invitación divina? ¿Ha venido a él para salvación? ¡No cierre su corazón a la invitación de Dios!

Dios entendía la condición de Israel y la entendía mejor que ellos mismos. Ellos pensaban que lo estaban haciendo bien. Creían que era lo correcto. Creían que podían estar con Dios y con el diablo al mismo tiempo. Pero eso no puede ser correcto. Dios sabía que estaban en graves problemas viviendo de esa manera, y por eso, se acercó a ellos para llamarlos.

Lo mismo es cierto en nuestras vidas también. Dios conoce nuestra condición mejor que nosotros mismos. Tal vez pensamos que estamos haciendo lo correcto, que lo estamos haciendo bien; cuando no nos damos cuenta de que somos un peón en manos del diablo. No nos damos cuenta de nuestra ceguera, de nuestra torpeza. Sin embargo, Dios, quien conoce la verdadera condición nuestra, nos llama a través de su palabra. Nos llama a través del nuevo día. Nos llama a través del cuidado y las bendiciones que tenemos. Nos llama al arrepentimiento, y nos instruye para que dejemos esa vida extraviada en la que tal vez hemos caído. Cuando Jesús murió en la cruz, se abrió la puerta de la salvación, y ahora Dios invitaba a venir a todos los que están atrapados en el pecado y sean libres.

LA INVITACIÓN DIVINA, ES UNA INVITACIÓN URGENTE.

La invitación de Dios dice, Venid luego. La palabra “luego” indica una urgencia. En otras versiones dice, Venid ahora (LBLA). El texto hebreo utiliza una palabra que indica un ruego enfático, que tiene el sentido de urgencia. Dios expresa un intenso deseo al expresar esta invitación, pero al mismo tiempo quiere que se responda sin demora. Y es que Dios podía ver lo que Israel no podía ver. Dios podía ver a dónde los estaba llevando su rebelión. Dios podía ver el juicio que estaba por venir sobre ellos. Él podía ver su condición y su condenación. Así que, sobre la base de lo que Dios podía ver, les hace una súplica urgente que cambien mientras pueden hacerlo.

Así es con aquellos que no están bien con Dios hoy. Todo lo que pueden ver es el siguiente paso que les espera. Todo lo que pueden sentir es el placer de sus pecados. Todo lo que pueden pensar es en el aquí y ahora. No piensan en lo que les espera en el camino.

Si las personas descarriadas pudieran ver el camino, lo que verían los aterrorizaría. Si pudieran ver lo que se encuentra a la vuelta de algunas curvas más en el camino, se arrepentirían de sus pecados y correrían a Jesús para que los limpiara.

Esa persona que está perdida vería una eternidad en el Infierno. Se verían a sí mismos en un lugar de tormento eterno, donde estarán separados para siempre de la familia, los amigos, el favor, la esperanza y Dios. Se verían condenados, condenados y destruidos en el Infierno (2 Tesalonicenses 1:8-9; Salmo 9:17; Mateo 13:42; Apocalipsis 14:11).

Esa persona salva que se ha alejado de Dios verá el castigo de Dios desatado sobre su vida (cf. Hebreos 12:6-11). Incluso podrían verse a sí mismos llenando una tumba prematura (1 Juan 5:16; 1 Corintios 5:5). Verían las terribles consecuencias que van a sufrir sus familias porque se niegan a estar bien con Dios.

Dios sabe lo mal que se va a poner. Él sabe el dolor y el sufrimiento que se avecina. Él sabe del juicio que está por caer, por eso llama a los descarriados a que vengan a Él. Él los llama a venir ahora, sin demora, porque Él sabe que la demora es peligrosa.

Si usted no está bien con Dios este día, ¡el momento de venir a Él es ahora! Escuche lo que dice la Biblia sobre este asunto (cf. Génesis 6:3; Proverbios 27:1; 2 Corintios 6:2; el rico insensato, Lucas 12:16-20; Santiago 4:13-16).

LA INVITACIÓN DIVINA, ES UNA INVITACIÓN SORPRENDENTE.

Dios le dice al pueblo de Israel, Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana. Estemos a cuentas, es una declaración legal. Es como quien resuelve un asunto en un tribual de justicia. Sin embargo, es evidente que Israel es culpable. Sin embargo, Dios hace una promesa sorprendente; pues, aunque están siendo procesados por sus pecados, Dios les promete redimirlos.

Las palabras “grana” y “carmesí” se refieren al tinte que se extraía tanto de los mariscos como de cierto tipo de insecto. Cuando las prendas blancas se teñían con estos colores, nunca más se podían volver a hacer blancas. Estos colores eran muy resistentes e indelebles. Una vez teñidos, ningún medio humano podría devolverlos a su estado puro.

Dios describe los pecados de Israel como un vestido teñido de grana y carmesí. Estaban sucios y nada de lo que pudieran hacer quitaría la mancha. En la antigüedad, una vez que se manchaba una prenda, nunca se podía volver a hacer perfecta.   Sin embargo, si simplemente le respondieran y se arrepintieran de sus pecados, Él tenía el poder de hacerlos “más blancos que la nieve” y tan puros como la “lana”. ¡Él tenía la habilidad de quitar la mancha de su pecado y limpiarlos de nuevo!

Sus rituales no los limpiarían. Sus observancias religiosas no los limpiarían. La única esperanza que tenían estas personas era aceptar la invitación del Señor. ¡Si tan solo hicieran eso, Él haría que la mancha de su pecado desapareciera para siempre!

Que toda persona que esté bajo el sonido de mi voz escuche estas palabras: ¡Esta invitación sigue en pie! No hay nada que usted pueda hacer para quitar sus pecados. En el mejor de los casos, usted y yo somos sucios e inmundos a los ojos del Señor (cf. Isaías 64:6). No podemos limpiarnos por actos o rituales religiosos. Cuando tratamos de borrar nuestros pecados por nuestros propios esfuerzos, ¡todo lo que logramos es hacer que la mancha sea más profunda!

Pero, si escuchamos Su llamado y venimos a Él por fe, ¡Dios tiene el poder de limpiar para siempre la mancha de nuestros pecados! Él es poderoso para quitar nuestros pecados y alejarlos de nosotros, así “como está de lejos el oriente del occidente” (Sal. 103:12). Él puede lavarnos en la sangre preciosa de Jesús y declararnos santos y limpios (cf. 1 Corintios 6:9-11). Él es poderoso para limpiarnos de todo pecado (cf. 1 Juan 1:7). Él es poderoso para librarnos de la condenación y de la amenaza del Infierno. ¡Él puede hacernos perfecta, total y eternamente limpios, a través de la sangre de Su Hijo Amado! ¿Está usted seguro de que sus pecados han sido lavados? Cuando Dios le mira, ¿lo ve limpio o sucio?

Conclusión. ¡Esa es una invitación increíble! Recuerdo el día en que lo escuché llamarme. Me invitó a acercarme a Su manera de pensar. Él me prometió limpieza, salvación y vida eterna si venía a él. Mis pecados fueron tan viles, me dirigía al infierno y lo sabía, pero Su invitación fue tan dulce que tuve que responder. Vine a Jesús por fe y soy salvo hoy. Mis pecados han sido lavados y estoy más blanco que la nieve. Aunque era sucio, vil y culpable, Dios ha resuelto mi caso fuera de los tribunales y hoy soy salvo.

Me alegro de haber aprovechado Su invitación. Algunos escuchan ese llamado hoy. Dios les está llamando a ser salvo ahora mismo. Si yo fuera usted, escucharía la invitación y vendría a Él. Note los versículos 19-20. Si el pueblo acudía a Su llamado, Él prometía bendecirlos. Si rehusaban venir, entonces todo lo que podían esperar era Su juicio. ¿Qué será para usted? ¡Venga hoy!

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