¡Disfrute su salvación!

Iglesia de Cristo en Constituyentes.

¡Disfrute su salvación!

(Isaías 43:1-7). ¿Disfruta usted su salvación? Lamentablemente, existen muchos cristianos que no la están disfrutando. Y no la están disfrutando por diversos motivos. Por ejemplo, algunos creen que, para ser verdaderamente espirituales, deben siempre tener una expresión triste y melancólica. Otros equiparan el ceño fruncido con la espiritualidad. Muchos otros permiten que los problemas de la vida, la insensibilidad de otras personas y la incomprensión personal obstaculicen el gozo de la salvación, al punto que han olvidado lo que Dios ha hecho en sus vidas. Por eso, mientras el Señor nos concede vida, quiero animarlos a disfrutar de su salvación, siempre tomando como punto de partida, lo que dice la Palabra de Dios.

Los versículos que hemos leído, tienen un contexto histórico relativo al pueblo de Israel. Dios promete cuidarlos, librarlos del cautiverio y finalmente, reunirlos en su reino espiritual. Pero, y aunque es cierto que estos textos bíblicos fueron escritos propiamente para ellos, también es cierto que nosotros podemos extraer sanas enseñanzas para nuestra fe; sobre todo, para disfrutar nuestra salvación. Veamos, entonces, lo que nos dice el profeta.

DISFRUTE SU SALVACIÓN, PORQUE TIENE UN PASADO (v. 1).

La mayoría de nosotros preferiría olvidar nuestro pasado. Hay tantas cosas amargas y feas que no son dignas de presumir. Sin embargo, es ese mismo pasado que deseamos olvidar, lo que hace que el presente sea tan maravilloso.

En el contexto, Dios le recuerda al pueblo de Israel lo que en el pasado ha hecho por ellos (v. 3-4). Lo interesante, es que nosotros compartimos bendiciones muy semejantes a las de ellos. Notemos tres de ellas.

  1. Redención (v. 1a). Hubo un precio qué pagar, y el Señor Jesucristo, nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre (Apocalipsis 1:5). También el apóstol Pedro dijo que fuimos rescatados de nuestra vana manera de vivir […] no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación (1 Pedro 1:18-19).
  2. Regeneración (v. 1b). El pueblo de Israel no eran desconocidos por Dios. Al nombrarlos, les hace ver la relación tan íntima que tiene con ellos, por medio de lo cual logró una “regeneración” sobre sus vidas. Por ejemplo, el patriarca “Jacob”, quien era un “embaucador”, llegó a ser ahora un “príncipe de Dios”. Abram, un hombre ordinario, sin familia y así, sin descendencia, llegó a ser Abraham, el padre de la fe y de una nación grande imposible de contabilizar. Mis hermanos, cuando en el pasado venimos a Jesús, él hizo la misma cosa con nosotros. Éramos personas perdidas, hijos del diablo, malvados, condenados. Pero, luego fuimos llamados “santos”, “hijos de Dios”, “redimidos”, “Ciudadanos del cielo”. Cuando pensamos en lo que fuimos, y en lo que Jesús hizo, eso debe hacernos disfrutar de nuestra salvación.
  3. Recepción (v. 1c). Dios les recuerda a los israelitas que son de su propiedad. Y nosotros, aún siendo miserables, sin Dios y sin esperanza en este mundo, al venir a Jesús llegamos a ser suyos. En el momento de nuestra salvación, Jesús tomó posesión de nuestras vidas y ahora le pertenecemos. Pablo dijo, Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios (1 Corintios 6:20).

Mis amados hermanos, cuando tenemos en cuenta de dónde nos sacó el Señor, eso debería ser suficiente para deleitarnos de nuestra salvación. Andábamos por este mundo como quien anda en el desierto sin una gota de agua, y él sació nuestra sed. Éramos como condenados a cadena perpetua, y él nos dio libertad. Éramos como paralíticos y él sanó y fortaleció nuestras piernas. Éramos ciegos y él nos devolvió la vista. Éramos como leprosos y él nos limpió. Estábamos muertos y él nos dio vida. ¿Qué hizo el ciego cuando fue sanado? ¿Qué hizo alguno cuando fue resucitado? ¿Qué hizo el cojo? La Biblia dice en Hechos 3:8, que entró con [Pedro y Juan] en el templo, andando, y saltando, y alabando a Dios (Hechos 3:8). Disfrute de su salvación. Estoy seguro de que ninguno de ellos se lamentó por tan grande bendición. Pues, la nuestra es mayor.

DISFRUTE SU SALVACIÓN, PORQUE TIENE UN PROTECTOR (v. 2).

En este versículo, Dios les recuerda a los israelitas que Él satisfizo su necesidad desde el primer día, y que se ha comprometido a seguir haciéndolo. Estas circunstancias hacen referencia a eventos famosos en la historia de la nación cuando Dios intervino y vio por su necesidad.

  1. Pasar por las aguas en el mar rojo (Éxodo 14).
  2. Pasar por el río, en el cruce del Jordán (Deuteronomio 4).
  3. Caminar a través del fuego, como Sadrac, Mesac y Abednego (Daniel 3).

¿Qué significa esto para nosotros? ¡Dios no ha cambiado! Lo que Él hizo por Israel, se puede contar con Él para que lo haga por usted y por mí. Después de todo, Él no hace acepción de personas (cf. Efesios 6:9).

No hay un área de la vida en la que Dios no trabaje para cumplir sus promesas para usted. Mientras enfrenta las tormentas, camina por los valles oscuros, soporta las noches oscuras de la vida, ¡recuerde que Él es el mismo Dios ahora que lo fue entonces y que nunca le fallará! Para su propia gloria, Él suplirá cada necesidad que usted tenga (Filipenses 4:19).

Hay varias razones por las que podemos contar con Dios para que sea nuestro proveedor.

  1. Él es capaz. La capacidad de Dios no es una mera proposición, sino un hecho histórico: Y yo os he traído cuarenta años en el desierto; vuestros vestidos no se han envejecido sobre vosotros, ni vuestro calzado se ha envejecido sobre vuestro pie (Deuteronomio 29:5; cf. Efesios 3:20). Alimentó a Israel en el desierto (cf. Éxodo 16). Para ellos había provisión diaria. Estamos hablando de 240 vagones cargados de Maná cada día. Alimentó a la viuda de Sarepta y a Elías durante tres años y medio (cf. 1 Reyes 10:10-17). Alimentó a los cinco mil, sin contar mujeres y niños (Juan 6).
  2. Él está dispuesto (cf. Lucas 12:32, “le ha placido”). ¡Dios quiere suplir nuestra necesidad más de lo que nosotros queremos que lo haga! Él así lo prometió (cf. Mateo 6:25-33), y si lo prometió, él será fiel a su palabra (cf. 1 Corintios 1:20; Hebreos 6:18). Él siempre está cerca (Mateo 28:20; Hebreos 13:5)

Sea cual sea la necesidad, Dios está listo, dispuesto y capaz de hacerse cargo de esa situación. Deberíamos poder disfrutar de nuestra salvación, siendo que podemos dejar en sus manos nuestras preocupaciones (cf. Filipenses 4:6-7).

DISFRUTE SU SALVACIÓN, PORQUE TIENE UNA PROMESA (v. 5-7).

En estos versículos, Dios le recuerda a su pueblo, que tiene un futuro brillante para ellos. Él promete reunírselos y llevarlos de regreso a la tierra que Dios les había prometido. Promete regresarlos a casa. Y así fue. Nosotros, mis hermanos, también vivimos bajo la esperanza de sus promesas.

Habrá una reunión. A nosotros también se nos prometió una “reunión” (cf. 1 Corintios 15:51-52; 1 Tesalonicenses 4:13-18; Juan 14:1-3). Un día, Jesús regresará por su pueblo para llevarlos con él. Así que, la pregunta no es si vendrá o no, más bien, la pregunta es, ¿qué debemos hacer mientras tanto?

  1. Estar Listo (cf. Mateo 24:44).
  2. Estar velando (cf. Lucas 12:37; 2 Timoteo 4:8).
  3. Mantenerse puro (1 Juan 3:3).
  4. Mantenerse activo (Marcos 16:15)

Habrá Gloria (Isaías 43:7). Esto nos recuerda que el propósito de Dios en la creación del hombre y nuevamente en su redención es llevarnos con él a la gloria. Nuestro destino es el cielo (Juan 14:3; Apocalipsis 21:4; 1 Corintios 2:9). ¿Estamos listo para que esta promesa se haga realidad? Eso espero, porque ya no falta mucho.

CONCLUSIÓN.

Pensemos en lo que hemos escuchado esta mañana.

  1. Dios nos salvó en el pasado.
  2. Dios provee para nosotros en el presente.
  3. Dios tiene un hermoso plan para nosotros en el futuro.

Con estos pensamientos en mente, ¿no crees que tenemos razones suficientes para disfrutar de nuestra salvación? ¡Yo lo hago! Y lo hago a pesar de que pueda encontrar a mi alrededor muchas, pero muchas razones para vivir miserablemente. Sin embargo, cuando considero todo lo que el Señor ha hecho por mí, y todo aquello que aún tiene para mí, entonces me deleito en él. Disfruto mi salvación al máximo. Si usted no lo hace, lo lamento mucho, pues no hay nada más para disfrutar, y así, usted es digno de lástima. Pero no debe ser así. Ponga sus ojos en Jesús, el autor y consumador de nuestra fe.

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