(Salmo 23:1-4). Mis hermanos y amigos, el Señor podría haber comparado a Su pueblo con cualquier cosa en el mundo. Podría haber dicho: Mi pueblo es como los osos. O, mi pueblo es como los leones. O, como cualquier otro animal. En cambio, cuando el Señor describió a Su pueblo, lo comparó con las ovejas.
Las ovejas, no son los animales más brillantes que existen sobre la tierra. De hecho, tienen fama de ser bastante simples. Son simples e indefensas. Ellas necesitan de un pastor que las cuide. Necesitan de un pastor que las proteja. Necesitan de un pastor que las guíe. Necesitan de alguien que se ocupe de sus necesidades más pequeñas y que las lleve a donde deben estar. Desde luego, alguien podría pensar que no es nada halagador ser comparados con ovejas. Sin embargo, no existe comparación más exacta que esa, para describir al pueblo de Dios.
Como las ovejas están tan necesitadas, ellas forman un vínculo especial con el pastor. Él está obligado a llegar a conocerlas íntimamente. Él conoce a los que son propensas a desviarse. Conoce a los más débiles. También conoce a los leales. Incluso las conoce a todas por su nombre. La oveja, a pesar de su simpleza, se familiariza con la voz del pastor. Conocen su sonido y hasta su olor. Existe un vínculo entre la oveja y el pastor que simplemente no se encuentra en ningún otro lugar del mundo de la agricultura.
Si alguna vez llegamos a entender eso, ¡entonces ser llamado oveja no es algo tan malo después de todo! El hermoso salmo que hoy estaremos considerando, nos permite vislumbrar la hermosa y única relación que hay entre el pastor celestial y sus ovejas. En estos versículos se nos recuerda que todos y cada uno de los que somos su pueblo, disfrutamos de un vínculo especial con nuestro pastor. Notemos, pues, las bendiciones que gozamos cuando estamos en comunión con nuestro Dios, y así entender por qué, nuestro Dios, es el buen pastor.
EL SEÑOR ES EL BUEN PASTOR POR SU RELACIÓN CON LAS OVEJAS (v. 1).
Miren lo que dice el versículo 1, “Jehová es mi pastor; nada me faltará”. David indica que su relación con el buen pastor es muy cercana y personal. Fíjense en los términos que describen esa relación. David dice, “mi pastor”. Esta familiaridad se acentúa en el versículo 5, donde Pablo dice, “tú estarás conmigo”, “Tu vara”, “Tu cayado”. Él se dirige al Señor con suma confianza y familiaridad. Estas palabras indican que David está hablando de aquel a quien conoce íntima y personalmente.
David sabía, por experiencia personal, cuán estrecha era la relación entre un pastor y sus ovejas. Sabía que el pastor estaba íntimamente involucrado en cada área de la vida de cada oveja. El pastor vivía con las ovejas. Las conocía por su nombre. Estaban acostumbradas a su voz y a su presencia. Ellas lo siguieron de buena gana dondequiera que las condujera y confiaron en él para suplir todas las necesidades que tenían. Es así que David echó mano de esta relación y la aplicó a la que disfrutó con el Señor.
Esta es la misma relación que cada hijo redimido de Dios disfruta hoy con el Señor Jesucristo. Estamos en una relación íntima y personal con Él. Cuando estuvo aquí en la tierra, se identificó a sí mismo como el “Buen Pastor” (Juan 10:1-15). Este pasaje nos recuerda que Jesús dio su propia vida para salvar a las ovejas. Habla de la intimidad de nuestra relación con Él. De cómo nos conoce por nuestro nombre. De cómo nos llama a seguirlo. De que reconocemos su voz y respondemos en humilde obediencia. Ese es el tipo de relación que tenemos con el Señor. Así que, la pregunta importante aquí es esta: ¿Está usted en condiciones de llamarlo “mi Pastor”? Si no, entonces usted es una oveja descarriada que necesita hacer conciencia con respecto a lo que el buen pastor ha hecho para rescatarlo. Sobre esto, Isaías dijo, “Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino” (Isaías 53:6). En esas condiciones somos ovejas sin pastor. Estamos a la merced de animales peligrosos, los cuales son representan toda clase de ideologías mundanas que nos llevan directamente al infierno. Estamos expuestos a la más y miserable muerte que jamás imaginamos. Estamos expuestos a una miserable perdición. Estamos expuestos a morir de sed o de hambre. Pero, vean lo que en seguida dice el profeta: “mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros”. ¿Ven ustedes el gran sacrificio? Siendo el buen pastor, asumió la posición de un cordero, para ser muerto, y de ese modo su sangre pagará el precio de nuestra redención. Si usted es una oveja perdida a pesar de todo lo que el buen pastor ha hecho, entonces ya no hay más que se pueda hacer por usted. Si no quiere entrar por esa puerta, si no quiere vivir por ese alimento, si no quiere andar por ese único camino que lleva al padre, entonces usted, voluntariamente y con todo conocimiento de causa, ha escogido la perdición eterna. No podrá culpar a nadie por eso, y mucho menos al Señor, quien es el buen pastor.
EL SEÑOR ES EL BUEN PASTOR, POR SU RESPONSABILIDAD HACIA LAS OVEJAS.
Utilizando la figura de un redil, David describe cómo el Señor sirve a sus ovejas. David nos dice que el Señor se ha encargado de hacer posible todo lo que necesitamos.
En primer lugar, él es responsable siendo su proveedor. El texto dice, “En lugares de delicados pastos me hará descansar” (v. 2). El buen pastor lleva a sus ovejas a lugares donde pueden alimentarse de los mejores pastos. Son campos delicados, son campos donde las ovejas pueden descansar, son campos donde pueden encontrar el refrigerio que su paz anhela. En otras palabras, David está diciendo que aquellos que pertenecen al Señor, están bien atendidos y tienen todas sus necesidades satisfechas. Él es el buen pastor de nuestras almas.
Vean lo que el buen pastor dice a sus ovejas en Mateo 6:25-33. Lo que él promete, es razón suficiente para no dejarnos dominar por el afán y la ansiedad. Es cierto que pudiéramos ver que nuestra alacena se queda sin alimentos, que nuestros guardarropas solo tienen ropa vieja o pasada de moda. Pero, ¿no es la vida más que el alimento y el cuerpo más que el vestido? Nuestra vida vale más que la comida, y vale más que el vestido. Es más, nuestras vidas valen más que las aves por muy hermosas que sean. Nuestras vidas valen mucho más que las flores, por muy gloriosas que se vean. Entonces, si nuestra vida vale más que todas esas cosas, entonces no deben dudar de que él guardará nuestras vidas.
Mis hermanos, si para algunos de ustedes, la fe no es como un hermoso campo de delicados pastos para descansar, no es porque Dios haya fallado, ni porque su plan no funcione. Por el contrario, si nuestra vida está llena de espinos y cardos, de alimentos amargos, afán y ansiedad, entonces tengan por seguro que el problema es nuestro. Y nunca, pero nunca podremos experimentar esos campos y esa tranquilidad, mientras queramos seguir viviendo de acuerdo a nuestra voluntad, y no de acuerdo a la dirección del buen pastor. Él es el buen pastor, no usted. Él es quien sabe la dirección correcta, usted no. Él es quien sabe dónde están los mejores pastos, usted no. Él es el que sabe dónde está los estanques de agua fresca, usted no. Él es el que protege, usted no. Él es el que provee, usted no. Él es el que cuida, usted sin él está desamparado y a la merced de la muerte. Así que, siga al buen pastor, y entonces podrá experimentar esos campos para descansar.
En segundo lugar, él es responsable siendo su guía. En el versículo 3, dice: “Me guiará por sendas de justicia”. Esto nos dice que el buen pastor siempre conduce a sus ovejas por el camino correcto. Ya sea que ese camino nos lleve a través de cañadas, o incluso por algunos valles peligrosos, la verdad es que su dirección siempre será confiable. Mis hermanos y amigos, es cierto que habrá ocasiones en que no será de nuestro agrado el camino que el Señor nos indica. Los valles se verán muy oscuros. Tenebrosos, y, humanamente hablando, mortales. Nadie puede decir que no tendrá temor de ver ese “valle de sombra de muerte”. Ese precipicio lleno de densos bosques y rocas donde, tras el mayor error o tropiezo, muy difícilmente podrá alguien salir con vida. Sin embargo, podemos estar seguros con la guía del buen pastor. Esto nos advierte que los caminos del Señor no siempre serán tranquilos o delicados. No siempre serán extensiones de campos verdes, sino también peñascos y quebradas que no serán de nuestro agrado. Pero mis hermanos, ante esos peñascos y precipicios, no tenemos opción, si seguimos la guía del buen pastor, entonces llegaremos al otro lado a salvo; pero, si por miedo, o por desagrado, o por tomar el camino que a nosotros nos parece el mejor, al final la muerte nos encontrará, pues, como dice Proverbios 14:12, “Hay camino que al hombre le parece derecho; pero su fin es camino de muerte”. Desgraciadamente, no son pocos lo que se dejan llevar por la apariencia de esos caminos. Se ven los mejores, los correctos, los adecuados; pero, dado que no son los caminos del Señor, la muerte es una garantía, la muerte eterna siempre es un hecho para quienes siguen su propio camino. Confiemos en el buen pastor, y dejemos que él nos guíe, aunque los caminos parezcan difíciles de andar, o muy oscuros y tenebrosos que parezcan.
En tercer lugar, él es responsable, pues nunca les abandona. Esto se hace evidente en los versículos 2 al 3, donde el Señor guía a sus ovejas a lugares delicados, pero también está con ellos en los tiempos más oscuros y difíciles. ¡El nunca abandona a sus ovejas! Él siempre está ahí para guiarlas, para alimentarlas, para protegerlas y velar por ellas en todo momento. Esta bendita verdad nos debe llenar de gozo y tranquilidad. Dice Hebreos 13:5, “Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora; porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré”. Lamentablemente, mientras que la intención y el deseo del Señor es siempre estar a nuestro lado, muchos no quieren estar al lado del Señor. Muchos, como Adán y Eva, quieren vivir escondiéndose de la presencia de Dios, o como Jonás, quien se levantó “para huir de la presencia de Jehová” (Jonás 1:3). Sin embargo, en el Salmo 139:7, dice, “¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia?”. Es imposible escapar de la presencia de Dios. En Jeremías 23:24, el mismo Dios dijo, “¿Se ocultará alguno, dice Jehová, en escondrijos que yo no lo vea?”. Mis hermanos y amigos, los juicios de Dios son ineludibles. Si usted no quiere gozar de la bondad de Dios, entonces, a causa de su pecado y rebeldía, entonces padecerá la severidad de Dios. Vean lo que dice Amós 9:1-4, “Vi al Señor que estaba sobre el altar, y dijo: Derriba el capitel, y estremézcanse las puertas, y hazlos pedazos sobre la cabeza de todos; y al postrero de ellos mataré a espada; no habrá de ellos quien huya, ni quien escape. Aunque cavasen hasta el Seol, de allá los tomará mi mano; y aunque subieren hasta el cielo, de allá los haré descender. Si se escondieren en la cumbre del Carmelo, allí los buscaré y los tomaré; y aunque se escondieren de delante de mis ojos en lo profundo del mar, allí mandaré a la serpiente y los morderá. Y si fueren en cautiverio delante de sus enemigos, allí mandaré la espada, y los matará; y pondré sobre ellos mis ojos para mal, y no para bien.” Es mejor estar al lado del Señor.
En cuarto lugar, él es responsable porque les protege. David menciona dos elementos que el buen pastor usa para protegernos. Al final del versículo 4, del Salmo 23, dice, “Tu vara y tu cayado me infundirán aliento”. Cada una de estas herramientas tuvieron propósitos muy específicos en la vida de las ovejas. Con el cayado, el pastor acercaba a las ovejas a sí mismo cuando comenzaban a deambular, o las sacaría de las grietas en la roca donde podrían caer. Con la vara, la cual era mucho más corta que el cayado, el pastor podía defenderlas de algún peligro que quisiese hacerles daño, o incluso para corregir el caminar de las ovejas. Esto mismo hace el Señor con aquellos que son de su pueblo. Tanto de día, como de noche, podemos estar seguros disfrutando de la protección de Dios. Pablo dijo en Colosenses 3:3, que nuestra vida “está escondida con Cristo en Dios”. Aunque nuestro enemigo ande como león rugiente, buscando a quién devorar, aun así, con y por nuestro pastor, siempre estamos seguros. No importa cuán eficaces o poderosos sean nuestros enemigos, en Cristo somos más que vencedores. Nos pueden agredir físicamente, nos pueden maldecir, nos pueden atar a un poste y prendernos fuego, o nos pueden arrogar a las bestias para ser devorados por ellas, y, aun así, somos más que vencedores. Fue por eso que el Señor dijo, “Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno” (Mateo 10:28).
EL SEÑOR ES EL BUEN PASTOR, POR LA RESTAURACIÓN DE LAS OVEJAS.
Así como una oveja cansada se refresca comiendo en los pastos verdes y bebiendo de las aguas tranquilas, recostándose en un lugar seguro y tranquilo, de este modo los santos de Dios son refrescados por su divino Pastor. Piense en la sequía que había en su alma cuando aún estaba muerto en su pecado, pero el Señor le dio vida. Piense que usted estaba bajo una cadena perpetua; sin embargo, el Señor le libertó.
Mis hermanos, la Biblia dice en Filipenses 2:12, al final, “ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor”. Ocupaos, dice Pablo, es decir, “trabajen” en ella y por ella. Pero, ¿ha usted descuidado su salvación? ¿Se ha enredado usted otra vez en los crueles tentáculos de la muerte y la fría desolación por descuidar su salvación? Usted ha cometido el error de extraviarse, de irse lejos del buen pastor. Sin embargo, sepa que él, como a aquella oveja perdida, él le está buscando. Él busca a la oveja perdida, la encuentra, la sube a sus hombres, la alimenta y la cura. ¡Eso es restauración! Seamos humildes y mansos ante el buen pastor. Dejemos que avive nuestras almas. Dejemos que él nos proteja otra vez, dejemos que él nos guíe de nuevo. Él quiere sacarnos del pozo de la apatía, o del agujero de esa frialdad espiritual que nos ciega y llena de indiferencia nuestros corazones. Él quiere renovarnos, quiere restaurarnos.
Cuando el rey David se descarrió, tomando una mujer que no era suya, y elaborando incluso un plan perverso para asesinar al marido de esa mujer, finalmente se dejó rescatar por el buen pastor, y dijo, “Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones. Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado. Porque yo reconozco mis rebeliones, y mi pecado está siempre delante de mí. Contra ti, contra ti solo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos; para que seas reconocido justo en tu palabra, y tenido por puro en tu juicio” (Salmo 51:1-4). ¿Qué creen que hizo el buen pastor? Le restauró.
CONCLUSIÓN.
Nuestro Señor es el buen pastor.
- Por su relación con las ovejas.
- Por su responsabilidad hacia las ovejas.
- Por la restauración de las ovejas.
¿Es Jesucristo su buen pastor? ¿Es usted una oveja del Señor? Si se encuentra descarriado y lejos de su cuidado y provisión, hoy es el día para que se deje rescatar por el Salvador.