Recordando un viaje de pesca.

Iglesia de Cristo en Constituyentes.

Recordando un viaje de pesca.

(Lucas 5:1-11). En el texto bíblico que estaremos hoy considerando, hemos leído acerca de algunos amigos que habían estado en un viaje de pesca que, al principio, acontecieron eventos que nunca habrían querido recordar. ¡Perdieron todo el pescado! Se trata de pescadores experimentados, y perdieron todo. Sin embargo, apareció nuestro Señor Jesús, y los llevó a un viaje de pesca que era digno de recordar.

Esta interesante historia, contiene algunas lecciones para nosotros. Dios tiene algo qué decir a nuestros corazones. De hecho, me atrevo a decir que hoy quiere llevarnos también a un viaje de pesca. Y no se trata de un viaje donde matamos y ahogamos un montón de gusanos, o alimentamos con nuestra sangre a los mosquitos, para luego volver a casa con las manos vacías. Se trata de un viaje de pesca que siempre vamos a querer recordar.

RECORDEMOS EL BOTE DE PESCA (v. 1-3).

El bote de pesca evoca un lugar de intimidad (v. 3). Hasta entonces, la barca de Pedro había sido un lugar de fatiga, trabajo y frustración. Era una herramienta de trabajo con la que se ganaba la vida. Pero cuando Jesús subió a bordo, ese barco se convirtió en un lugar de cercanía personal, intimidad y compañerismo. Era un lugar donde todos los que estaban a bordo podían estar cerca de Jesucristo.

Mis hermanos, eso es exactamente lo que es la iglesia local, o al menos, ¡eso es lo que debería ser! Hasta que no llegamos nosotros, este edificio es solo una estructura de piedra y mortero situado al lado de la carretera. Cuando este edificio es ocupado por quienes conocen al Señor, esta estructura se convierte en un lugar de cercanía, un lugar de intimidad y un lugar de comunión con el Señor Jesús. No hay mucho de especial en este lugar cuando está vacío; pero cuando los santos entran, se convierte en un lugar realmente precioso. ¿Qué hace que este lugar sea tan especial cuando los hijos de Dios se reúnen en él? Bíblicamente, podemos pensar en algunas respuestas.

  1. Es especial por quien lo frecuenta. Es el lugar de reunión de los redimidos (cfr. 1 Juan 3:1-2). Es el lugar donde también nos encontramos con el Señor (cfr. Mateo 18:20)
  2. Es especial por lo que hacemos aquí. El Dios soberano alabado con el corazón de cada uno de sus hijos. Se predica a Jesucristo. Los santos son perfeccionados.
  3. Es especial por lo que aquí encontramos. Hay alimento para nuestras almas. Hay libertad de nuestros contratiempos y congojas. Hay comunión entre los santos.

¡Gracias a Dios por la iglesia que se reúne aquí! Este lugar llega a ser un oasis en el desierto de este mundo. Es un lugar donde hay luz en medio de la oscuridad. Es un lugar donde podemos encontrar refugio y avivamiento para los corazones cansados y abatidos. Es un lugar donde podemos encontrar esperanza y ayuda. Que el Señor nos ayude a no tener en poco a la iglesia. Que siempre amemos a la iglesia. Que siempre apoyemos a la iglesia. Que siempre oremos por la iglesia. Que siempre vemos por ella.

El bote de pesca evoca un lugar de instrucción. ¡Jesús convirtió ese humilde lugar en un púlpito desde el cual predicaba la Palabra de Dios! Los que estaban a bordo y los que tenían cerca su oído a la voz del Señor, tuvieron el privilegio de escucharlo. Tuvieron el privilegio de ser instruidos en las cosas del Señor.

Una vez más, esa es una imagen de la iglesia reunida. Cuando venimos a este lugar, encontramos un lugar de instrucción para las almas. Desde la clase bíblica hasta la asamblea, la Palabra de Dios es primordial y la instrucción en la justicia del Señor debe ser nuestra meta y nuestro compromiso. La enseñanza bíblica debe ser el sello que nos distinga como iglesia.

La clase bíblica no es un momento para contar historias, intercambiar recetas o h hablar sobre algún juego que nos entretenga. Nuestras reuniones no son para promover la diversión, la comida o alguna actividad social. Más bien, nuestras reuniones son un tiempo apartado para estudiar y extraer la verdad de la Biblia. La predicación no es un tiempo para que se levante un hombre a intentar animar a la multitud. La predicación es un tiempo para que exponer la Palabra de Dios y seamos edificados con la verdad contenida en ella. La predicación se trata de declarar el consejo de Dios. Esto es lo que dice Dios sobre la predicación: Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina (2 Timoteo 4:1-2).

El lugar de reunión de la iglesia debe ser un lugar de instrucción. Por eso, es necesario que venga con una Biblia, con cuaderno y pluma. Debe venir dispuesto a escuchar con un corazón limpio, con un alma hambrienta de que Dios le alimente con su verdad. Lamentablemente, para muchos, el lugar de reunión ha dejado de ser un lugar donde se edifica a los santos, para convertirse en un lugar donde se “soportan” los servicios. No hay deseo por Dios, no hay hambre de la Palabra de Dios, no hay anhelo por alabar al salvador de nuestras almas.

El bote de pesca fue un lugar de molestia (v. 5). Pedro, obviamente, está irritado porque él y los otros pescadores habían pescado toda la noche y no habían logrado nada. Estos hombres estaban cansados, estaban frustrados y no tenían otro sentimiento sino el de la derrota. Habían hecho todo lo posible para tener éxito, pero fracasaron. El versículo 2 nos dice que los pescadores ni siquiera estaban en sus barcas, sino que estaban en la orilla lavando las redes. Aunque estaban bien ocupados en un buen trabajo, no habían logrado tener éxito en la mayor obra: pescar. ¡Ese barco ese día se había convertido en un lugar para la molestia!

Eso suena un poco como a la iglesia, ¿verdad? ¿Alguna vez se ha sentido frustrado aquí? ¿Alguna vez se ha sentido molesto aquí? ¿Alguna vez se ha cansado aquí? Venimos aquí semana tras semana, cantamos, oramos, comemos la cena del Señor, ofrendamos y escuchamos un sermón, y listo, nos vamos a casa. Venimos de nuevo la próxima semana a la hora señalada, y lo hacemos todo de nuevo. Estamos ocupados y estamos haciendo algo bueno; pero, parece que falta algo. ¿Qué podría ser? ¡Oh sí! ¡No hemos pescado ningún pez!

Ahora bien, Pedro y esos otros hombres sabían pescar. Eran hombres sumamente experimentados en la pesca, y aún así, esa noche fracasaron. Mis hermanos, ¿acaso nosotros no sabemos pescar? Tenemos el cebo adecuado, tenemos el aparejo adecuado, y sabemos dónde están los peces; pero, parece que no podemos meterlos al bote. ¡Eso es sumamente frustrante! ¿Verdad? Bueno…

RECORDEMOS EL VIAJE (v. 4-5)

Recordemos la orden del Señor (v. 4). Jesús ordena dos cosas a Pedro ya los hombres en la barca: Boga mar adentro, y echad vuestras redes. Debemos meditar un poco en estas palabras.

  1. No había nada de malo con el barco. El barco estaba en condiciones para navegar, y la prueba está en que Jesús les ordenó que lo llevaran a aguas más profundas. Esto nos dice que, no hay nada malo con la iglesia esta mañana. A pesar de los aullidos de los críticos desde fuera y desde dentro, cuando la iglesia funciona de acuerdo con las instrucciones que se nos dan en el manual de operación, la iglesia es algo de gran poder y gran maravilla. ¡No hay nada malo con el barco! Sí, es verdad que las aguas son algo violentas, es verdad que parte de la tripulación está mareada y algunos otros frustrados, ¡Pero este viejo barco de Sion sigue navegando! Independientemente de las abolladuras y raspones que usted pueda encontrar en esta iglesia, ¡es el único barco a flote! Además, usted debe recordar que un barco con pequeños agujeros no se repara desde fuera del barco mientras está navegando. Si encuentra un desperfecto, no se baje de la barca, siga trabajando en ella. Jesús dijo, “Boga mar adentro”.
  2. La embarcación necesita ir donde están los peces. Jesús sabía que los peces no estaban donde estaba la barca. Si esos hombres esperaban pescar algún pez, tendrían que ir donde están los peces, y durante el calor del día. Eso significaba navegar a aguas más profundas. Los peces no estaban en las aguas poco profundas, y ciertamente no estaban en el bote. Estaban allá afuera, en aguas más profundas. Lo mismo es cierto cuando hablamos de alcanzar a los perdidos con el evangelio. Estamos echando nuestras redes, pero estamos pescando demasiado cerca de la orilla. Los peces están allá afuera en las aguas profundas del mundo, y si vamos a tirar la red, tendremos que salir allá donde están. Podemos orar y pedir a Dios que salve almas, pero eso nunca va a suceder en tanto no vallamos donde están las almas. Escuchen lo que dijo Jesús allí en Marcos 16:15. Noten la primera palabra: “Id”, ¿qué cosa? “Id”. ¿Lo ven? Tenemos que ir “por todo el mundo y predicar el evangelio a toda criatura”. Mis hermanos la primera palabra es dinámica, es operativa. Hay que ir. No podemos pescar hasta que vayamos donde están los peces. Jesús dijo, “Boga mar adentro y echad vuestras redes”.
  3. Una red nunca se llenará de peces hasta que se le haya bajado por primera vez. Esos hombres de la barca podrían haber lavado esas redes, podrían haber remendado esas redes y podrían haber arrastrado esas redes por toda la orilla, pero aún así jamás habrían atrapado algún pez hasta que no las hubiesen echado. Podrían tener las redes más finas que el dinero pudiera comprar, y aun así no habrían pescado ningún pez hasta que las redes fueran echadas. Podrían haber estudiado todas las formas novedosas de lanzar y sacar redes, pero hasta que echaran las redes en aguas profundas, no habrían pescado nada. Podrían haber hablado sobre la pesca con otros pescadores y discutido las maneras de lanzar las redes, pero jamás podrían tener éxito en la pesca, en tanto las redes no fueran echadas.

¿Ya tienen la imagen en su mente? A veces creemos que por tener una Biblia correcta, o el tipo correcto de predicación, o el tipo correcto de música, los estándares correctos de moralidad, el tipo de ropa correcto y todas las cosas correctas, ya con eso los peces estarán saltando a la barca. Mis hermanos, ¡nada podría estar más lejos de la realidad! Incluso pudiéramos construir un lugar de reunión que fuese como un bonito acuario donde cualquier pez estaría feliz y cómodo, y con eso esperamos que naden hasta nosotros. Pero la verdad es que así no suceden las cosas. Los peces no saltarán a la barca. Así como fue ese día, así es hoy. Jesús sabe dónde están los peces. Nos envía a donde ellos están y nos dice cómo pescarlos. Y, tal como fue en aquel día, cuando obedezcamos sus mandamientos, él llenará nuestras redes. Mis hermanos, nuestros planes, nuestros programas y nuestros esfuerzos son inútiles a menos que estén diseñados y dirigidos por el Señor. Pero, cuando la iglesia va a donde él la envía, y echa las redes, ¡él llenará las redes para su gloria!

Recordemos la preocupación de Pedro (v. 5). Cuando Pedro escucha el mandato del Señor, le recuerda a Jesús que ya estuvieron intentando pescar algo durante toda la noche, y no han pescado nada. Como pescadores con experiencia, ellos sabían que el mejor momento para pescar era durante la noche. Los peces están más cerca de la superficie durante las horas frescas de la noche y así son más fáciles de localizar y capturar. Además, ellos, dice Pedro, que ellos han estado trabajando, traducción del griego “κοπιασαντες”, lo cual significa “sentir fatiga”, lo que implica un “trabajo duro”. Ellos han estado trabajando arduamente. Han invertido un gran esfuerzo en la pesca. Durante toda la noche, estos hombres habían echado esas redes una y otra, y otra vez, y, dice Pedro, nada hemos pescado. ¿Leyeron con atención? “nada hemos pescado”. Nada. Ellos no han sacado ni un pez. Toda la noche habían estado pescando y no habían pescado ni una sardina. Ante eso, todo lo que querían era ir a casa, dormir un poco y olvidarse de esa larga, agotadora, horrible y desperdiciada noche.

Pedro está diciendo, “Señor, ya lo intentamos y no funcionó. Somos profesionales. Sabemos lo que hacemos, y sin ofender, pero, nosotros no somos carpinteros, somos pescadores. La pesca es nuestro negocio. Ya lo intentamos, no funcionó. No creo que sea necesario volver allá”.

Es triste, pero Pedro suena como muchos cristianos hoy en día. Observamos los planes que hemos realizado, y al ver poco o ningún éxito, decimos: No sirve de nada volver a intentarlo. Ya se nos ha dicho cómo hacerlo, sabemos cómo hacerlo, pero no funcionó.” Tal vez somos como los discípulos, ¿verdad? Quizás siempre lo hemos intentado con nuestras propias fuerzas. Quizás no fuimos cuando él nos dijo que fuéramos. Mis hermanos, debemos recordar que, sin él, todos nuestros esfuerzos están condenados al fracaso (Juan 15:5, separados de mí nada podéis hacer).

RECORDEMOS, ENTONCES, LA VICTORIA (v. 6-11).     

Mis hermanos, a pesar de estar cansado, derrotado, frustrado y lleno de dudas, Pedro obedeció el mandato del Señor. Debido a que lo hizo, participo de algunos milagros que de otro modo se habría perdido. Ha, miren esto, si obedecemos, Dios puede obrar a pesar de nuestras dudas.

Fue una victoria en la pesca (v. 6-7). Cuando Pedro y los otros hombres obedecieron a Jesús, enceraron tantos peces que sus redes estaban a punto de romperse. Llamaron a sus compañeros y cargaron tanto pescado en aquellas barcas, que ambas estaban a punto de hundirse. ¡Esto es maravilloso! Desde su perspectiva, estaban pescando en el lugar equivocado, en el momento equivocado y aun así tuvieron gran éxito. Esto no tenía sentido, pero los resultados no podían ser negados.

Mis hermanos, ¿ya han escuchado la voz del Señor diciendo, Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar. Si lo han hecho, espero que ninguno quiera discutir sobre lo que ha sucedido en el pasado cuando hemos salido a pescar. En lugar de que usted diga, “ya lo hemos intentado y no funciona”, mejor diga, “aunque lo hemos intentado, y aunque no ha funcionado, por tu palabra lo haré de nuevo”. Mientras estemos en este mundo, las palabras del Señor siempre serán las mismas, “Boga mar adentro y echad las redes para pescar”, por lo que, siempre y cada vez que Dios nos permita vivir en este mundo, siempre debemos decir, “por tu palabra lo haremos”. Así lo haremos. No importa cuántas veces fracase, no importa cuán cansado me sienta, no importa, por tu palabra lo haremos. Háganlo, y permitan que el Señor los maraville.

Mis hermanos, hay muchos peces en el mar. Hay más que suficientes para llegar este lugar y muchos más. Si queremos ser maravillados por el Señor en el evangelismo, si queremos ver cómo la Palabra que se predica obra en la vida de los perdidos, si queremos ver cómo la semilla germina y da fruto hasta rebosar, entonces debemos aprender a echar las redes cuando, dónde y como él dice. ¡Allí está la clave!

Fue una victoria que involucró a los pescadores (v. 8-10). Cuando Pedro y los demás vieron lo que Jesús había hecho, ¡esos pescadores toscos y rudos se postraron a los pies de Jesús y lo adoraron con humildad! Estaban asombrados de su poder y lo glorificaron por lo que había hecho.

Mis hermanos, nada en este mundo nos llenará de mayor deseo de adorarlo que verlo salvar almas. Cuando lo vemos obrar con poder en las vidas de los perdidos, eso nos llenará de entusiasmo y amor por él. Así como un bebé llega a un hogar y todo lo llena de alegría, nada puede avivar a una iglesia más rápido que ser testigos de los nuevos nacimientos en la familia de Dios.

¿Quieren que Dios nos llene de entusiasmo? ¿Queremos ser un grupo de cristianos bien animados? ¿Gozosos? ¿Entregados? Necesitamos ir a aguas profundas y pescar. Necesitamos compartir el evangelio dondequiera que estemos y, al regresar domingo tras domingo a nuestras asambleas, vendremos llenos de su gloria y con un gran entusiasmo para adorar a El Salvador.

Una victoria que involucra el futuro (v. 10b-11). Parafraseando las palabras que el Señor dijo a Pedro, es como si él hubiese dicho, Pedro, ¡aún no has visto nada! ¿Crees que esto fue algo maravilloso? ¡Solo espera a que veas almas atrapadas en las redes del evangelio!”. La Biblia nos dice que estos hombres dejaron las redes y fueron tras Jesús. Y porque lo hicieron, usted y yo estamos aquí esta mañana. Piénselo. Allí está Pedro, quien se inclinó a los pies de Jesús en ese barco, más tarde se puso de pie en Jerusalén, y predicó la Palabra de Dios. Lanzó la red y como 3000 personas fueron salvadas de las garras del infierno. Luego esas personas recogieron las redes y las lanzaron más adelante, y hubo más almas salvas. Luego otros, y otros, y finalmente, estando las redes disponibles, el evangelio llegó hasta nosotros, y fuimos rescatados por su gracia y misericordia.

Mis hermanos, hoy la red está en nuestro barco. Y Jesús nos está diciendo que nos lancemos mar adentro y echemos las redes. Así que, ¿qué vamos a hacer al respecto? Si queremos ver la gloria del Señor en el futuro, necesitamos seguir a Jesús en todo lo que él nos diga.

CONCLUSIÓN.

Mis hermanos, escuchemos la voz del Señor, naveguemos mar adentro, echemos la red y pesquemos para su gloria.  Desde el momento en que somos salvos hasta el día en que somos llevados a casa, debemos lanzar la red del Evangelio. ¡Somos pescadores de hombres! ¡No sé ustedes, pero yo quiero ver muchos peces en la red! Si el Señor le ha hablado, como me ha hablado a mí a través de este pasaje, entonces le invito a unirse a mí mientras me inclino ante Él y le pido que nos lleve a ese viaje de pesca, el cual jamás será olvidado.

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