El cordero provisto.

Iglesia de Cristo en Constituyentes.

El cordero provisto.

(Lucas 2:1-20). Cuando el hombre cayó en pecado en el Jardín del Edén, Dios hizo la promesa de que algún día vendría un Redentor. Este Redentor vendría como el Salvador de los pecadores. A lo largo del Antiguo Testamento, Dios trabajó para que este evento sucediera. Cada sacrificio, cada ritual de adoración judía, todo lo que Dios hizo se movía firmemente hacia el momento en que el Cordero de Dios entraría en este mundo y pagaría el precio para salvar a los hombres de sus pecados.

Nuestro texto en Lucas 2, nos habla de la noche en que se cumplió la promesa del padre. También fue el momento en que se cumplió la promesa de Dios de enviar a Su Redentor al mundo. Al observar los eventos de esa noche especial, podemos aprender algo sobre cómo Dios proveyó a Su Cordero.

Quiero que meditemos en cómo y por qué Dios envió a Su Hijo Jesús a este mundo y lo que Su nacimiento significó para usted y para mí. Permítame compartir tres aspectos de la provisión del cordero de Dios.

EL LUGAR INVOLUCRADO EN LA PROVISIÓN DEL CORDERO (v. 1-7).

Consideremos la planificación de ese lugar (v. 4). El hecho de que Jesús nació en Belén, no fue un accidente. Lo que allí ocurrió, se predijo años antes de que sucediera, como dice Miqueas 5:2, Pero tú, Belén Efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel; y sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad”. Esto que dijo el profeta era del conocimiento común de aquellos que en ese tiempo estudiaban las Escrituras, como lo muestra Mateo 2:1-6.

Consideremos la providencia de ese lugar (v. 1-6). Aunque no debería de sorprendernos que Jesús nació donde la Biblia dice que lo haría, aún así los eventos que rodearon su llegada son sumamente asombrosos. El versículo 4 nos dice que María y José vivían en Nazaret. Esta ciudad está a más de 112 kilómetros al norte de Belén.

Para que el Mesías naciera en el lugar correcto, una serie de eventos sucedieron de manera simultánea para que eso fuese posible. Un emperador pagano llamado Augusto Cesar, que vivió a miles de kilómetros de distancia emitió un edicto para que todos sus súbditos fuesen registrados y pagasen impuestos. La orden de este censo se envía a todas partes del imperio. La convocatoria se emitió en Israel, y fue así que José tomó a María y regresaron a Belén.

Es posible que estos eventos no signifiquen mucho para usted, pero nos enseña que, aunque Augusto Cesar estaba gobernando, en realidad era Dios quien estaban dominando. Dios, en su providencia, se encargó de que todos los detalles necesarios para que Jesús pudiera nacer donde los profetas dijeron que lo haría, sucedieran. Por cierto, si él pudo hacer todo esto posible, eso nos debe llenar de confianza y esperanza, pues sin duda también puede ocuparse de nuestros pequeños asuntos.

La pobreza de ese lugar (v. 7). Se nos dice que la entrada del Salvador a este mundo, fue todo menos gloriosa. Cuando la joven pareja llegó a Belén, descubrieron que no había lugar donde quedarse y pasar la noche. No tuvieron otra opción que refugiarse en un establo, de tal suerte que, cuando María dio a luz a Jesús, lo acostó en un pesebre (un recipiente donde comen los animales).

Mis hermanos, nuestras mentes finitas no alcanzan a comprender la enormidad de la verdad contenida aquí. El creador mismo vino a este mundo. Es el mismo Dios que hizo el universo y todos los tesoros que se encuentran dentro de ese universo. Vino a este mundo como un pequeño bebé. Y no vino a nacer en un regazo lujoso. Nació en la miseria de la pobreza extrema. Se humilló a sí mismo, “tomando forma de esclavo” (Filipenses 2:5-8).

Su humilde nacimiento significó el tipo de vida que Jesús viviría mientras estuvo en este mundo. De hecho, hubo un tiempo en su ministerio en que no tenía un lugar al que llamar hogar. Él dijo, “Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar su cabeza” (Mateo 8:20). Es más, su pobreza material fue tal que, cuando murió, otros proporcionaron el lugar y las cosas necesarias para su sepultura (cfr. Juan 19:38-42).

Como Dios, el Señor Jesucristo, creador de todo, pudo haber tenido cualquier cosa en este mundo; sin embargo, eligió vivir una vida de pobreza. ¿Por qué? Solo existe una respuesta: ¡Porque nos ama! Dice la Biblia, Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos” (2 Corintios 8:9). Él pudo conocer todas y cada una de las testaciones y dificultades que nosotros padecemos. Dice Hebreos 4:15, Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado”. Él experimentó hambre, sed, soledad, tristeza, compasión, agonía y finalmente la muerte. Por eso, bien podemos acercarnos a él con toda confianza, sabiendo que él, sin duda alguna, tendrá compasión de nosotros conforme a su sabiduría. Una cosa es segura, nuestra pobreza jamás será semejante a la suya.

Consideremos las imágenes de ese lugar (v. 7). El texto nos dice que María tomó al bebé y lo envolvió en “pañales”. El término griego, describe “una tira para fajar”. Lo que la gente hacía en ese tiempo, era envolver a sus bebés en tiras de tela para ayudarlos a fortalecer sus extremidades. Sin embargo, esas tiras de tela eran del mismo tipo que se usaban para envolver cadáveres y prepararlos para la sepultura. Entonces, aquí vemos que, en su mismo nacimiento, existió una imagen de su muerte y sepultura. La providencia de Dios, otra vez, está a la vista. No hay accidentes, ni coincidencias en el plan de redención.

Luego se nos dice que ella tomó al bebé y lo puso en un “pesebre”. Esta palabra se refiere al recipiente donde se pone alimento para los animales. ¿No les parece interesante que, aún en su propio nacimiento, Jesús es comparado al alimento? En Juan 6:35 se dice que él es el “pan de vida”. Esto se dice de él, porque es él quien viene a satisfacer la necesidad de nuestras almas hambrientas de perdón. Por cierto, es interesante que Jesús haya nacido en “Belén”, palabra que significa “casa de pan”. ¡Jesús es el pan de vida! ¿Ha probado usted ese pan celestial? ¿Ha entrado el Señor Jesús en su vida? ¿Ha sido satisfecha su alma hambrienta? Si usted viene a él hoy, encontrará que él puede satisfacer su necesidad de perdón.

Consideremos la promesa de ese lugar (v. 7). Cuando pienso en esto, me alegro de que Jesús nació en un pesebre y no en un palacio. Me alegro de que haya nacido en un entorno humilde y no en la opulencia de la riqueza. ¿Por qué? Porque si hubiera nacido en un palacio, los pastores de los que hablaremos en un momento, jamás hubiesen tenido acceso a él. Pero, debido a que nació en la pobreza y en un entorno humilde, Jesús llegó a ser sumamente accesible aún para los hombres más humildes. Sin duda alguna que cada uno de nosotros nos sentiríamos sumamente incómodos al acercarnos a un salvador creado en un regazo lleno de lujos. No obstante, y a causa de esa condición humilde, todos nos podemos sentir bien al acercarnos a un salvador que ha recorrido los mismos senderos difíciles que cada uno de nosotros a caminado.

LAS PERSONAS INVOLUCRADAS EN LA PROVISIÓN DEL CORDERO (v. 8, 15-19)

El nacimiento del Salvador no sucedió en el vacío. Mientras la gente en Belén ignoraba los maravillosos eventos que estaban sucediendo en su ciudad, Dios reveló las buenas nuevas a algunos pastores pobres y humildes que estaban fuera de la ciudad en las laderas de Judea. Meditemos un poco en ellos.

Su ocupación (v. 8). La Biblia simplemente los llama “pastores”. Estos eran hombres que se encargaban de velar por los rebaños de ovejas. El trabajo era duro y sucio. Se requería que los hombres estuvieran fuera de casa durante largos períodos de tiempo mientras buscaban lugares para pastar sus rebaños. A menudo eran hombres rudos y viles, conocidos por sus vidas pecaminosas y sus malos caminos. Los pastores a menudo se consideraban ceremonialmente inmundos debido a los deberes que les exigía su ocupación. Además, debido a su trabajo les era difícil asistir regularmente al templo donde pudieran ser limpiados.   Como resultado, estos hombres fueron considerados los más bajos de los más bajos. Por supuesto, pueden haber sido estos mismos hombres quienes cuidaban los corderos que algún día serían usados ​​en los sacrificios del templo.   Sin embargo, fueron estos hombres los que escucharon las buenas nuevas primero. Fueron estos hombres quienes recibieron el mensaje de paz del ángel del Señor.

Mis hermanos, ¡qué bendición! Puede que los hombres no se preocupen por usted. Es más, la gente puede despreciarlo con disgusto por quien usted es o por cómo ha vivido; pero hay un Dios en el cielo que le ama a pesar de todo eso. ¡Hay un Dios que desea salvarle, si tan solo viene a él! Acérquese a él. Usted puede estar seguro de que él no le confrontará con su pasado. Más bien, le invitará a seguir un camino nuevo y lleno de grandes y valiosas bendiciones.

Su obediencia (v. 15-16). Tan pronto como estos hombres escuchan la noticia del nacimiento del Salvador, dejan sus ovejas en las laderas y corren al pueblo de Belén para encontrar al Señor Jesús.   Cuando llegan, encuentran que todo es tal como lo habían dicho los ángeles. ¡Qué imagen de gracia hay aquí! Independientemente del pasado de una persona o de lo bajo que haya caído en la vida, todavía hay esperanza en Jesús.  ¡El Señor no rechaza a nadie, sino que invita a todos los que vengan a encontrarlo y sean salvos por la gracia de Dios! Independientemente de su posición en la vida, si viene a Jesús, ¡Él salvará su alma! No deje que algún pecado o alguna situación se interponga entre usted y el cielo. Venga a Jesús hoy, porque Él no le rechazará (Juan 6:37).

Su obligación (v. 17-19). Tan pronto como se dan cuenta de la magnitud de las cosas que han experimentado, comienzan a compartir la noticia con todos los que se encuentran. Les cuentan a todos sobre el bebé en el pesebre que es Cristo el Señor. Por supuesto, las personas que los escuchan se asombran al oír a los pastores hablar sobre tales asuntos espirituales, pero me gusta pensar que algunos prestaron atención al mensaje y fueron a ver por sí mismos.

Una de las bendiciones del Evangelio de la gracia, es que es demasiado bueno para callarlo. Tan pronto como experimente su poder, querrá que otros también lo experimenten.   De hecho, aquellos que conocen las buenas nuevas de salvación a través de Jesús están bajo la obligación divina de compartir esas buenas nuevas con todos los que se encuentren al pasar por la vida (Marcos 16:15; Mate. 28:19-20; Hechos 1:8). Tenemos un Salvador y tenemos un mensaje que vale la pena compartir. ¡Que el Señor nos ayude a salir y contarle a un mundo perdido acerca de un Señor redentor!

LA ALABANZA INVOLUCRADA EN LA PROVISIÓN DEL CORDERO (v. 9-14, 20)

Hubo una alabanza celestial (v. 9-14). Mientras esos pastores se dedican a los asuntos de otra aburrida noche con sus rebaños, algo asombroso ocurre. Aparece un séquito celestial que lleva la buena noticia de que el cielo ha invadido la tierra y que nada volverá a ser igual.

  1. La aparición celestial (v. 9). De repente, el ángel del Señor aparece sobre esos pastores. Sin duda, el ángel resplandece con el brillo del cielo mismo y, como un destello, ilumina el cielo nocturno. Los pastores son instantáneamente aterrorizados por su visitante celestial.}
  2. El anuncio celestial (v. 10-12). El ángel no los deja con miedo por mucho tiempo. Comienza a hablar y, mientras lo hace, comparte con los pastores un mensaje del cielo que la tierra había estado esperando escuchar durante 4.000 años. Les dice que se les ha proporcionado la Esperanza de las Edades. Les dice que ha nacido un Salvador. Les dice que ha llegado el Cristo, el Mesías, el Ungido, por quien el mundo ha esperado desde que se anuncio en el Edén (Génesis 3:15). Les dice que el Señor ha nacido en Belén. También les dice dónde encontrar al niño y cómo reconocerlo cuando lleguen a donde estaba.

¡Qué tremendo anuncio! El mundo se había hundido en las garras del pecado durante miles de años; esperando la aparición de Aquel que rompería las ataduras del pecado y libraría a los hombres de la maldición. ¡Ahora ha venido! ¡La espera terminó! La salvación se cumplirá, tal como Dios lo había prometido.  ¡Y el anuncio se hizo a esos humildes pastores que se dedicaban a los asuntos ordinarios de la vida!

Mis hermanos, notarán que el ángel hizo personal el mensaje a los pastores. En el versículo 11 les dijo, “os ha nacido hoy”. Debemos estar agradecidos con Dios por ese mensaje personal. Pues, aunque se les anunció un salvador a ellos, la realidad es que es para cada ser humano: “Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente” (Apocalipsis 22:17).

Mis hermanos y amigos, cuando Dios interrumpa los eventos ordinarios de su vida, ¡por favor no lo rechace! Nunca se sabe cuándo Dios tomará la rutina y lo ordinario y lo transformará en un evento extraordinario en su vida. Cuando lo haga, es su llamado a recibirlo por fe y ser salvo por su gracia.

  1. El himno celestial (v. 13-14). Tan pronto como este ángel termina de entregar el mensaje del Cielo a los pastores, se une a él una gran multitud de ángeles que alaban a Dios y declaran la verdad de que el mensaje es para todos los hombres. Es interesante que cuando aparecen los ángeles, el contenido de sus declaraciones está diseñado para alabar y magnificar el nombre del Señor. Ellos no cantaron sobre “Santa Claus”, o sobre algún otro personaje “navideño”. Ellos alabaron al Señor, y es esto lo que debemos hacer durante este mes, y cada día que el Señor nos preste vida.

Hubo alabanza humana (v. 20). Después de que los pastores escuchan el mensaje y se encuentran con el Maestro, regresan a sus rebaños regocijándose mientras avanzan. Sus voces también se elevan a Dios en el cielo para alabarlo por su glorioso don. Pero note la diferencia entre su alabanza y la alabanza de los ángeles. Los ángeles alaban al Señor por lo que ha hecho por los demás (v. 11) ¡Los pastores alaban al Señor por lo que ha hecho por ellos! (v. 20). Hay una diferencia. Me alegro de que usted sea salvo y de todo lo que el Señor ha hecho por usted; ¡pero estoy muy contento de que el Señor haya hecho algo en mi corazón por lo que también puedo alabarlo! Es tiempo de alabarle por lo que ha hecho, y por lo que hará en nuestra propia vida.

  1. La alabanza de estos pastores es la de corazones llenos de convicción. Cuando escucharon el mensaje, sin duda esos pastores estaban asombrados y tal vez un poco escépticos también. Pero, cuando encontraron a Jesús, tal como los ángeles dijeron que lo harían; cuando lo encontraron por sí mismos, pudieron alabarlo con un corazón convencido de la verdad.

Mis hermanos, culturalmente hemos sido educados para creer la historia de la “navidad”. Durante nuestra niñez hemos escuchado que Jesús nació en Belén. Hemos oído esas historias incluso en cánticos navideños. Tal historia no solo llena de alegría el corazón de los salvos, sino también de personas no convertidas al Señor. Sin embargo, y a pesar de ser algo muy agradable o bonito todo eso, jamás estará a la altura y tendrá tal importancia y relevancia con el día cuando le conocí por mi mismo. Cuando lo hice, pude alabarlo porque sabía que era real. Supe que vive. Supe que es mi redentor. Dejó de ser una bonita historia y se convirtió en una experiencia. Dejó de estar encasillado a un día del año, para hacer su morada en mi corazón. ¿Es ese su testimonio? Es necesario que lo sea, y que cada alma aquí reunida pueda hablar de su propia experiencia con el Señor. De su propio encuentro con él. Hoy puede ser ese día.

  1. La alabanza de los pastores, es la alabanza de corazones transformados. Debe haber sido algo asombroso y extraño ver a un grupo de hombres toscos y de apariencia ruda dejar esa ciudad llenos de alegría y alabando el nombre del Señor. Horas antes habían pasado por Belén, pero habían pasado maldiciendo y refunfuñando como los pecadores que eran. Pero ahora son hombres nuevos. Ahora sus voces tienen un contenido muy diferente. Hasta su semblante es distinto. ¿Qué les ha pasado? ¿Qué es lo que ha sucedido con estos hombres? Lo que ha pasado, para verlos ahora alabar a Dios por la noche, es que han tenido un encuentro personal con Jesucristo.

Mis estimados hermanos y amigos, eso es lo que sucede cuando una persona tiene un encuentro personal con el Señor. No, no estamos hablando de cosas frívolas como gritar o saltar, estamos hablando de un cambio de vida radical. De tal suerte que, al verle, la gente pregunta, ¿qué es lo que le ha pasado a ese borracho? ¿Qué le ha pasado a ese hombre inmoral? ¿Qué le ha pasado a esa persona odiosa, malvada o perversa? ¿qué les ha pasado? Pablo dijo, “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17)

Conclusión: ¿No estaría de acuerdo conmigo en que la historia del nacimiento de Jesús es una historia especial? Que Dios haya enviado a su amado Hijo Jesús a este mundo para morir por los pecadores es una bendición indescriptible. Que Él nos ame a ese nivel es asombroso, más allá del poder de las palabras para describirlo.

Pero, todo eso no es más que una historia hasta que experimente el poder del Cordero de Dios de una manera personal. Puede que disfrute escuchando la historia de su nacimiento, pero usted se ha perdido el significado real por completo si nunca has confiado en Jesús como su Salvador. Hasta que no lo reciba, jamás tendrá un significado importante.

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