(Rut 1:6-18). El libro de Rut inicia con una tragedia y termina con una victoria. Es la historia de cómo Dios tomó a una joven moabita llamada Rut, la sacó de la muerte y las tinieblas y la hizo parte del pueblo del pacto de Israel. Es la historia de cómo esta mujer se transformó de una pecadora perdida a un antepasado del Señor Jesucristo. Es la historia de un pecador perseguido por la gracia de Dios.
Pero el texto que hoy estaremos considerando, comienza con tres viudas, Noemí y sus dos nueras, Orfa y Rut. Estas tres viudas, obviamente, acaban de perder a sus maridos. Ahora, están desamparados en el país de Moab con poca o ninguna esperanza para el futuro.
Rut y Orfa eran nativas de Moab, pero Noemí era nativa de Judá. Ella era judía y conocía al Señor, por lo que no tenía nada que hacer en esa tierra, la cual era considerada por Dios mismo, como una tinaja para lavar los pies (cfr. Salmo 60:8). Cuando Dios compara a Moab con una tinaja para lavar los pies, habla del absoluto desprecio que tiene por ella. A causa de sus pecados, Moab es puesta en un lugar mucho más bajo que los esclavos. ¿Qué hace una hija de Dios, entonces, en ese lugar tan bajo? Pero ahora, después de la muerte de su esposo y sus dos hijos, está resuelta a regresar a donde el Señor estaba bendiciendo a su pueblo.
La Biblia nos presenta a tres mujeres en este pasaje. Tres mujeres que están en una situación terrible, son viudas. Esta condición desesperada no es otra cosa que el efecto mismo del pecado. Todo lo que Noemí tiene para mostrar durante su tiempo en Moab son tres lápidas en una vasija para los pies llamada Moab.
La forma en que responden a su situación puede enseñarnos mucho sobre cómo debemos reaccionar cuando nos encontramos lejos del Señor y en problemas debido al pecado. Tomemos el tiempo esta mañana para observar a estas tres mujeres mientras tenemos en mente nuestro tema: La solución a nuestra caída en el pecado.
NOEMÍ ES UNA PERSONA EN ABSOLUTA DESGRACIA (v. 8-13).
Ella es una viuda, y además, está viviendo en una tierra maldecida. Noemí es la imagen del hijo de Dios que se ha descarriado del camino del Señor.
La causa de su desgracia. Al final del versículo 13, Noemí dice que está padeciendo una gran amargura, “pues la mano de Jehová ha salido contra mí”. Cuando ella salió de Belén de Judá para buscar un mejor futuro, lo único que obtuvo fue la muerte de su esposo y de sus dos hijos (v. 1-5). Esto nos enseña que, alejarnos de los caminos del Señor para seguir nuestros propios caminos, hay un alto precio que pagar. Noemí y su familia experimentaron en carne propia lo que dice Proverbios 14:12, “Hay camino que al hombre le parece derecho; pero su fin es camino de muerte”. Es cierto que el camino del Señor es angosto, y hasta incómodo si ustedes quieren, pero eso no se compara con lo que hay en otros caminos. Por eso, en Proverbios 15:9, leemos que “Abominación es a Jehová el camino del impío”. También el profeta Isaías, hablando acerca de los caminos del hombre que han decidido vivir sin Dios, dijo: “No conocieron camino de paz, ni hay justicia en sus caminos; sus veredas son torcidas; cualquiera que por ellas fuere, no conocerá paz” (Isaías 59:8).
La naturaleza de su desgracia (v. 8-13). Cuando escuchamos las palabras de Noemí, al decir que su amargura es muy grande, no podemos decir otra que su desgracia es íntegra. Su desgracia es completa o absoluta. No se trata de un pequeño problema, sino de una desgracia en toda la extensión de la palabra. Ha perdido a sus dos hijos y también a su marido. Los ha perdido a todos siendo una mujer “vieja” y, además, en una tierra extraña y maldecida, alejada de Dios y de sus bendiciones. ¿Qué expectativas se pueden tener en tales circunstancias? Mejor es que no estén conmigo, dice Noemí a sus nueras. Conmigo no hay esperanza alguna.
- No hay esperanza para el día de hoy (v. 8-9). No tiene con qué cuidar de sí misma y mucho menos de sus nueras. No tiene ingresos, ni tampoco un lugar donde vivir. No le queda nada. Claro, nosotros sabemos que todavía hay esperanza en el Señor, porque él siempre es suficiente. Pero, por el momento, ella no mira esperanza para el día de hoy.
- No hay esperanza para mañana (v. 11-13a). Noemí contempla un futuro sumamente sombrío. Ella no tiene marido, tampoco tiene, ni tendrá más hijos, no tiene nada que esperar en su vida, sino pena y dolor. Incluso cuando ella habla de su futuro, y el de sus nueras, piensa en la ley del levirato (cfr. Deuteronomio 25:5). Pero cuando está pensando en esto, se hace evidente que ella está más preocupada por lo material que por lo espiritual. Mis hermanos, el pecado siempre distorsiona nuestro sistema de valores y prioridades. El pecado daña nuestro concepto de lo correcto y lo incorrecto. Esto mismo lo explicó Isaías, cuando dijo, “¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo!” (Isaías 5:20). ¿Ve usted cómo el pecado daña nuestro sistema de valores y prioridades?
Las consecuencias de su desgracia (v. 8-9, 15). En medio de su desgracia, Noemí aconseja a sus nueras a volver a su familia, pero, ¿qué es exactamente lo que está haciendo con eso? Noemí está animando a Rut y Orfa a volver a su cultura, a sus dioses paganos y estilos de vida pervertidos y alejados de Dios. Incluso se atreve a decirles que estarán mejor en Moab que en Judá. Mire lo que dice el verso 15, “Y Noemí dijo: He aquí tu cuñada se ha vuelto a su pueblo y a sus dioses; vuélvete tú tras ella”. Noemí ha perdido toda su capacidad para ser un testigo poderoso de la gloria de Dios. Noemí es prueba de la verdad de que un creyente triste y enfermo de pecado es un mal anuncio del Evangelio. Cuando el cristiano se aleja de Dios, deja de ser sal en la tierra, deja de ser luz para el mundo, y se convierte en una persona indigna del evangelio. Pablo dijo en Filipenses 1:27, “Solamente que os comportéis como es digno del evangelio de Cristo, para que o sea que vaya a veros, o que esté ausente, oiga de vosotros que estáis firmes en un mismo espíritu, combatiendo unánimes por la fe del evangelio”. Mis hermanos, ningún hijo de Dios debería ser culpable de impedir que otros vengan a Jesucristo. Como hijos de Dios, nuestro deber es traer a las personas al Señor, en lugar de hacer que se alejen de su voluntad. Es una gran desgracia cuando hemos llegado al puto de provocar que las personas no tengan ningún deseo por conocer a Dios. Recordemos las palabras de Pedro, “Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1 Pedro 2:9).
Entonces, lo que aprendemos aquí, es que cualquier hombre o mujer piadosos pueden caer y alejarse de los caminos del Señor. Hemos visto las causas, la naturaleza y las consecuencias de ese tropiezo. Ahora, si esto pasa con hombres y mujeres piadosos, ¿no pasará lo mismo con aquellos que no sirven al Señor de corazón?
ORFA ES UNA PERSONA QUE SE MANTIENE PERDIDA (v. 14-15)
Orfa representa a las personas que, conociendo las cosas de Dios, terminan regresando a su antigua vida de pecado. Estas son las personas que no creen, ni aman a Dios de corazón. ¿Dónde, pues, está su corazón? En otra parte, pero no en Dios.
Orfa regresó con sus parientes. A menudo, los lazos familiares y los afectos son un gran obstáculo para que algunas personas permanezcan firmes en el Señor. Algunos sencillamente aman más a su padre, a su madre o a sus hijos antes que, a Dios, y así, es imposible que sean fieles a Dios. Jesús dijo, “El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí” (Mateo 10:37). En Lucas 14:26, dice, “Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo”. Estos lazos familiares han arrastrado a muchos a vivir fuera de la voluntad de Dios.
Orfa regresó a su religión. Evidentemente, incluso después de todo lo que había oído y visto del Dios de Israel, sus dioses seguían siendo el objeto de su amor y devoción. ¿Y no hemos conocido hermanos, que tienen sus corazones en alguna religión? Recuerdo una hermana que, cada vez que se enojaba con alguien o por algo en la iglesia, decía que iba a volver a la Iglesia Católica, que ellos sí eran sus hermanos. Otros muchos vienen a la iglesia, y quieren imponer sus prácticas religiosas que tenían en la secta de donde salieron. Había una hermana que, algunos domingos faltaba, para poder irse a “adorar” a la secta donde antes estaba. Allí le quitaban dinero, y ni la tomaban en cuenta, pero es que a ella le gustaba el baile. Y así, algunos siguen con sus corazones en su religión.
Orfa regresó a su realidad. Orfa nunca habría sido feliz en Israel. ¡Ella todavía estaba completamente ligada a Moab en su corazón! Esa es la tragedia quienes, siendo miembros en la iglesia, no han entregado su corazón a Dios. Orfa es la imagen de esa persona que es un “simple creyente”. Ella se alejó de la luz y nunca más se supo de ella. Su destino eterno no es difícil de imaginar (Salmo 9:17). ¿Le ha dado usted su corazón a Dios?
RUT ES LA PERSONA REDIMIDA (v. 15-18)
Rut es la imagen de esa pecadora perdida que mira las cosas de Dios y las cree por fe. ¡Ella entra en la familia de Dios y hace un compromiso total de seguir al Señor para siempre!
Rut decide seguir (v. 16a). Aunque Noemí no tiene nada que ofrecerle, pase lo que pase, Rut decide seguirla. Aunque Rut es una mujer Moabita, evidentemente algo o alguien estuvo trabajado en su corazón. Ella es una prueba positiva de que Dios tiene misericordia de los pecadores sin importar lo que haga su pueblo. Gracias a Dios por aquellos que lo aman incluso cuando él no les da cosas. ¿Cuán importante fue esta decisión? Bueno, hace posible que Jesús, el Hijo de Dios, nazca en Belén.
Rut decide por fe (v. 16). Adopta una nueva familia y un nuevo Señor por fe (¡No hay garantías!). Pero, ¡Recibió una nueva vida y un nuevo Señor porque ejerció la fe! Nosotros, por fe, también hemos sido adoptados en la familia de Dios, y por Cristo, por su muerte en el calvario, somos perdonados de nuestros pecados.
Rut tomó una decisión firme (v. 17). Ella hace un compromiso total que se extiende hasta la muerte. Ella dedica cada segundo de cada día restante a caminar con el Señor. ¡Para ella, no habría vuelta atrás! ¿Y nosotros? ¿Volveremos atrás? ¿Qué hay atrás? ¡Muerte, derrota, oscuridad y perdición! Al hacer un compromiso total con el Señor, no lo hacemos en vano. Entonces, recordemos lo que el Señor dijo, “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame” (Mateo 16:24).
Conclusión. ¿Cuál de estas pobres viudas representa mejor la vida que estás viviendo ahora mismo? ¿Somos como Noemí, una persona que conoce al Señor, pero ha caído y necesita regresar al lugar de bendición? ¿Somos como Orfa, pues hemos mirado las cosas del Señor y hemos decidido no seguirlo? ¿O somos como Rut, tomando la decisión de seguir al Señor, pase lo que pase, hasta que Él nos lleve a casa? ¿Cuál de estas mujeres representa mejor la vida que estamos viviendo en este momento?
Bueno, si hemos caído, basta una decisión. Basta darnos cuenta de nuestra desgracia, considerar las pérdidas, y entonces, seguir tras la redención que hay en Cristo Jesús. Deje Moab, y regrese a la casa de Dios, regrese al Señor.