El caso de los recipientes vacíos.

Iglesia de Cristo en Constituyentes.

El caso de los recipientes vacíos.

1 Reyes 17:8-16. La historia del profeta Elías es un relato fascinante del poder de Dios en acción. Nos emocionamos cuando escuchamos acerca de Elías parado frente al rey Acab, el sacerdote de Baal y el pueblo descarriado de Israel. Sobre cómo oró y el fuego de Dios cayó del cielo.

Permítanme recordarles algunos de los eventos de ese día especial en el monte Carmelo. La nación de Israel le había dado la espalda al Señor. Siguieron al dios Baal, que era la deidad adorada por la esposa de Acab, Jezabel. En el monte Carmelo, Elías desafió a los 450 sacerdotes de Baal a un enfrentamiento. Dijo que orarían y que el Dios que respondiera con fuego sería el Dios de Israel. El pueblo estuvo de acuerdo, el rey estuvo de acuerdo y los sacerdotes de Baal estuvieron de acuerdo. Comenzó el enfrentamiento.

Los sacerdotes de Baal oraron todo el día y no pasó nada. Baal no respondió. No cayó fuego. Los sacerdotes de Baal se rindieron frustrados. Fue el turno de Elías de invocar al Señor Dios Todopoderoso.

En preparación para su oración, Elías ordenó que se cavara una zanja alrededor del altar y que se vertieran doce barriles de agua sobre el sacrificio y la leña del altar. Una vez hecho esto, Elías se acercó, hizo una breve oración y el fuego de Dios cayó sobre la montaña. En 1 Reyes 18:38 la Biblia dice: “Entonces cayó fuego de Jehová, y consumió el holocausto, la leña, las piedras y el polvo, y aun lamió el agua que estaba en la zanja… Viéndolo todo el pueblo, se postraron y dijeron: ¡Jehová es el Dios, Jehová es el Dios!” (v. 19). Elías llevó a los sacerdotes de Baal al arroyo Cisón y los degolló (v. 40).

Creo que estarían de acuerdo en que esta fue una demostración poderosa del poder de Dios. Elías fue el conducto a través del cual fluyó ese poder ese día. Él era el hombre de Dios, haciendo la obra de Dios a lo grande… Pero no siempre fue así. Elías no se despertó esa mañana y se dirigió a esa montaña para hacer lo que hizo. Elías terminó en esa montaña porque había sido preparado a través de una serie de situaciones desesperadas.

Una y otra vez, Dios colocó al profeta en circunstancias que estaban más allá de su poder. Y, una y otra vez, Dios demostró que Él era más grande que todo lo que Elías fue llamado a enfrentar. Noten cómo Dios obró en la vida de Elías.

  • Dios llamó a Elías a comparecer ante Acab y pronunciar una sentencia de juicio divino sobre la nación de Israel. El mensaje de Elías fue, que no llovería hasta que él dijera que lo haría. ¡Y fue así!
  • Entonces Dios envió a Elías a vivir junto a un arroyo aislado en el desierto. En ese arroyo, Dios alimentó a Elías todas las mañanas y todas noches con pan y carne que le llevaban unos cuervos.
  • Cuando el arroyo se secó, debido a la falta de lluvia que profetizó Elías, Dios envió a Elías a un lugar llamado Sarepta a la casa de una viuda para que lo alimentara. Mientras estuvo allí, Dios les envió una provisión milagrosa de comida. Mientras estuvo allí, murió el hijo de la viuda. Dios usó a Elías para resucitar al muchacho muerto.
  • Todas esas cosas, y más, ayudaron a preparar a Elías para el día en que estaría en el poder de Dios y oraría para que descendiera fuego del cielo.

Cuando pienso en estas cosas, me conmueve el corazón. Alabo al Señor por lo que hizo en la vida de Elías y cómo lo entrenó y usó de una manera especial. En lo que a menudo no pienso, y quizás muchos de ustedes tampoco, es en esa pobre viuda que quedó atrapada en medio del entrenamiento de Elías. Dado que Dios quería preparar a Elías como profeta, una viuda afligida por la pobreza, se encontró en medio de un par de situaciones desesperadas. Hoy quiero que meditemos en esas cosas desesperadas.

Quiero predicar sobre “El caso de los recipientes vacíos”. Mientras lo hago, quiero que vean que Dios puede hacer cosas asombrosas y poderosas en nuestras vidas. Puede tomar lo que parece ser una situación desesperada y manifestar su poder a través de esa misma situación. Quiero que estén bien convencidos de que hoy hay esperanza para su caso, por muy difícil que parezca. Considere los hechos de esta historia, donde encontramos esa preciosa y hermosa verdad.

UN DIFÍCIL PREDICAMENTO.

Dicen los versos 10 al 12, “Entonces él se levantó y se fue a Sarepta. Y cuando llegó a la puerta de la ciudad, he aquí una mujer viuda que estaba allí recogiendo leña; y él la llamó, y le dijo: Te ruego que me traigas un poco de agua en un vaso, para que beba. Y yendo ella para traérsela, él la volvió a llamar, y le dijo: Te ruego que me traigas también un bocado de pan en tu mano. Y ella respondió: Vive Jehová tu Dios, que no tengo pan cocido; solamente un puñado de harina tengo en la tinaja, y un poco de aceite en una vasija; y ahora recogía dos leños, para entrar y prepararlo para mí y para mi hijo, para que lo comamos, y nos dejemos morir”.

El versículo 10 nos presenta a una viuda pobre. Ella es el foco de este pasaje. Su descripción nos muestra cuán desesperada era su situación. Hablemos de ella por un momento.

Su condición en la vida: una de las primeras cosas que aprendemos sobre ella es que es una viuda que vive en un lugar llamado “Sarepta”. Estas dos verdades revelan mucho sobre esta mujer. Como “viuda”, estaba sufriendo una condición difícil. En esa sociedad, las mujeres dependían en gran medida de los hombres para que las cuidaran. Los hombres eran los responsables de proveerles refugio, alimento y protección. Pero, además de ser viuda, en el versículo 12 se nos dice que ella tiene un “hijo”. Por eso, ella no solo es responsable de su propio cuidado, sino también es responsable de mantener a un niño.

Si ella hubiese vivido en Israel, esta situación seria bastante mala, pero viviendo en Sarepta el asunto es todavía peor. Dios había ordenado al pueblo de Israel que viera por los pobres, y que los más ricos cuidarán a lo que no tenían nada. En Deuteronomio 15:11, dice, “Porque no faltarán menesterosos en medio de la tierra; por eso yo te mando, diciendo: Abrirás tu mano a tu hermano, al pobre y al menesteroso en tu tierra”. Sin embargo, en Sarepta no tenían conocimiento de la ley de Dios. De hecho, en la mayoría de las naciones, los pobres estaban solos. Por eso, cuando usted lea sobre esta mujer, debe tener en cuenta que ella está pasando por una situación sumamente trágica.

Sus problemas en la vida. En el versículo 12, se nos habla de su profunda pobreza. Vean que, según el versículo 11, Elías pide “un bocado de pan”. Elías no está pidiendo un pan entero. Elías no está pidiendo un sándwich. Más bien, pide un pequeño trozo de pan. Sin embargo, la viuda le dice, “no tengo pan cocido; solamente un puñado de harina tengo en la tinaja, y un poco de aceite en una vasija”. Cuando ella dijo esto, se encontraba afuera de su casa, recogiendo “dos leños”, con la intención de tomar esos leños, encender el fuego y cocinar el último plato de comida. Aquí tenemos a una mujer, con cierta resignación en el rostro, buscando el combustible para preparar una última cena para ella y su hijo. Es verdad que no podemos percibir con nuestros oídos la tristeza y la desesperanza que hay en su voz, no podemos estar cerca de ella para sentir la tención que hay en el ambiente; pero por sus palabras, podemos saber que no era bueno. Por sus palabras, nuestros sentidos pueden discernir fácilmente que, en la mente de esta mujer no hay salida. Las opciones se han terminado. No hay más nada qué hacer.

Su plan en la vida. El plan de esta mujer es simple. Ella va a tomar dos leños, preparar una última cena, y dice, “dejarnos morir”. Han llegado al final de la línea. La muerte es el único final que puede ver. Esta es una mujer sin esperanza. Esta es una mujer que no ve salida a su situación. Se trata de una mujer que está dispuesta a abrazar la muerte por sí misma y por su hijo porque no hay otra alternativa. Esto, sin duda alguna, es una situación sumamente desesperada.

Es muy posible que la mayoría de nosotros nunca hemos enfrentado a una situación como esta. Pero, lo que sí es verdad, es que todos hemos experimentado circunstancia que nos parecen desesperadas.

–   Puede ser una enfermedad en el cuerpo que lo va deteriorando día a día.

–   Podría ser una fractura en un matrimonio que parece empeorar.

–   Puede ser una crisis financiera que se agrava cada vez más.

–   Podría ser la muerte de un ser querido y no vemos forma de que pueda salir algo bueno de ello.

–   Podría ser un caso de depresión cada vez más profunda que llena el corazón y la mente de desesperanza.

–   Puede ser cualquiera de diez mil otras cosas, pero el hecho es que hay momentos en los que la vida parece desesperada.

Muchos en la Biblia se sintieron así.

–    Moisés – Cuando huyó de Faraón después de matar a un egipcio (Éxodo 2:11-15).

–    Elías – Cuando huyó de la ira de Jezabel (1 Reyes 19:4).

–    Jonás – Cuando se encontró en el vientre de la ballena (Jonás 2:4).

–    Los Discípulos – Cuando se encontraron en la tormenta (Marcos 4:38).

–    Jacob – Cuando le dijeron que José estaba muerto (Génesis 37:34-35)

–    David – Cuando sus enemigos se levantaron contra él (Salmo 42).

Se podrían nombrar muchos más, pero ya saben de lo que estoy hablando. Hay momentos en los que tenemos miedo, hay momentos en que las circunstancias parecen desesperadas. Hay momentos en los que parece no haber salida. La desesperación registrada por Salomón en el libro de Eclesiastés es algo que la mayoría de nosotros sentimos de vez en cuando.

Esto es lo que dijo Salomón sobre la vida. Ésta es la visión de la desesperanza.

– “Miré yo luego todas las obras que habían hecho mis manos, y el trabajo que tomé para hacerlas; y he aquí, todo era vanidad y aflicción de espíritu, y sin provecho debajo del sol” (Eclesiastés 2:11).

– “Aborrecí, por tanto, la vida, porque la obra que se hace debajo del sol me era fastidiosa; por cuanto todo es vanidad y aflicción de espíritu” (v. 17).

– “Porque todos sus días no son sino dolores, y sus trabajos molestias; aun de noche su corazón no reposa. Esto también es vanidad” (v. 23).

– “Porque lo que sucede a los hijos de los hombres, y lo que sucede a las bestias, un mismo suceso es: como mueren los unos, así mueren los otros, y una misma respiración tienen todos; ni tiene más el hombre que la bestia; porque todo es vanidad” (3:19).

  • ¿Han estado ahí? ¿Están ahí hoy? ¡Sigan escuchando! ¡Hay esperanza para su caso! Hay esperanza.

UN HUMILDE REGALO.

Dice 1 Reyes 17:9, 15: “Levántate, vete a Sarepta de Sidón, y mora allí; he aquí yo he dado orden allí a una mujer viuda que te sustente… Entonces ella fue e hizo como le dijo Elías; y comió él, y ella, y su casa, muchos días”.

A pesar de su condición, Dios obra en esta pobre viuda para llevarla al lugar de absoluta fe en Él y Su poder.

Una relación inusual: el versículo 9 dice que ella es “una mujer viuda” que vive en “Sarepta de Sidón”. Sarepta era la ciudad natal de la reina Jezabel. Era una ciudad gentil llena de adoradores del dios de la fertilidad Baal. Por tanto, ella es una candidata muy poco probable para ser elegida para el plan y la obra de Dios. Sin embargo, Dios determinó enviar a su profeta a un pueblo pagano, a la casa de una viuda gentil que ni siquiera podía cuidar de sí misma ni de su hijo. ¿Y qué hay de Elías? Era un hombre buscado, que traía sobre sus espaldas la pena de muerte. Pero, esta “relación inusual” entre esta viuda y este profeta buscado en esas tierras, dan testimonio de la sabiduría del Señor. Dios envió a Elías al único lugar en el que nadie pensaría y por consiguiente, nadie lo buscaría allí.

Esta pobre viuda gentil estaba atrapada en el pecado. Aquí tenemos a una mujer que está sufriendo una terrible condición material, pero también tenemos a una mujer sin ninguna esperanza de salvación. Estando en medio de un país idólatra, era evidente que su vida religiosa no era nada buena. Sin embargo, Dios la usó para cuidar a su profeta, y muchos, pero muchos años después, nuestro Señor Jesucristo usó a esta mujer como ejemplo de fe (Lucas 4:25-26). Y esto hermano, es algo fuera de serie. Ningún judío en Israel habría tomado en cuenta jamás a esta mujer, pero Dios la amó y le extendió su gracia salvadora.

Esta fue una relación muy inusual. Dios encuentra la arcilla para Su rueda en lugares inusuales. Él toma lo que nadie más quiere y lo convierte en algo glorioso. Eso es lo que hizo con esta pobre viuda, y eso es lo que hizo con personas como nosotros. ¡Alabo su nombre por su gracia salvadora y por su amor por los pecadores perdidos!

La peculiar petición del profeta. Cuando el arroyo se secó, Elías dejó el desierto y viajó a Sarepta. Viajó bajo la promesa de que Dios ya se había adelantado a él y “mandó allí a una mujer viuda que lo sostuviera” (v. 9). Cuando Elías llega a Sarepta, encuentra a una viuda recogiendo leña. Habla con esta viuda y le pide un trago de agua (v. 10). Cuando ella va a buscar el agua, él la llama y le pide que le traiga un “bocado de pan” (v. 11). En el versículo 12, ella le cuenta su historia de aflicción. Ella le cuenta su pobreza y sus planes de cocinar la poca comida que tiene. Ella le cuenta sus planes de compartir una última comida con su hijo. Después de eso, dice, se acostarán a esperar la muerte, presumiblemente de hambre.

Elías escucha todo esto y su respuesta es extraña. Él le dice que siga adelante, pero que lo alimente a él primero. Él dice: “Dame lo que te queda. Luego, después de que haya comido, prepare comida para usted y su hijo.” Ella sabe que solo tiene suficiente comida para preparar un poco de alimento para ella y su hijo. Elías sabe que tiene la promesa de Dios de suplir sus necesidades a través de las manos de la viuda. Debido a que Elías tiene la promesa de Dios, puede hacer su pedido de pan con las palabras “no tengas temor”. Él pudo decirle que Dios honraría su sacrificio obediente, proveyendo para ella, para su hijo y para Elías de una manera milagrosa (v. 14).

Cuando nosotros leemos la historia, sabemos que Dios ya había estado allí, y le dijo a la viuda de la venida del profeta. Él ya le había dicho que ella debía alimentar al profeta cuando llegara. No sabía cómo iba a hacer eso y estaba aterrorizada. Cuando Elías apareció e hizo su pedido, ella permitió que se mostrara su miedo. Expresó sus dudas al profeta. Pero Elías sabe que Dios guardará Su Palabra. Así que la anima a dejar de lado su miedo y simplemente a confié en el Señor.

Elías no sabía cómo el Señor los alimentaría, pero sabía que Dios era tan bueno como Su Palabra. Elías sabía que la lluvia se había detenido porque oró y le pidió a Dios que se detuviera (cfr. Santiago 5:17-18). Elías sabía que Dios había prometido alimentarlo junto al arroyo, y Dios había guardado Su Palabra (1 Reyes 17:3-6). Entonces Elías sabía que aquí también se podía confiar en Dios. La viuda no sabía todas esas cosas. Todo lo que sabía era que un Dios del que sabía muy poco le estaba diciendo que le diera la poca comida que tenía a un hombre del que no sabía nada. Elías no estaba preocupado por lo que estaba pidiendo, porque tenía fe en Dios, pero la viuda enfrentó el mandato con gran temor.

Una respuesta incómoda. El versículo 15 nos dice que la viuda hizo lo que se le ordenó. Fue al lugar donde cocinaba el pan, tomó esos dos leños, la poca harina y esa pequeña cantidad de aceite, y preparó una comida para el profeta de Dios. Presentó un humilde presente al Señor. Pero ese humilde regalo, fue tomado por Dios como un acto de fe.

Me pregunto si se llenó de miedo al ver a Elías comer lo último de su comida. Me pregunto si pensó: “Bueno, ¡no habrá una última comida para nosotros antes de morir!

Independientemente de sus temores y dudas, aceptó la promesa de Dios y obedeció Su mandato. Ella hizo lo que Dios le pidió. De hecho, me atrevo a decir, sin temor a equivocarme, que su fe era aún mayor que la fe de Elías. La fe de esta viuda cae en la categoría de fe que mueve montañas. Jesús dijo: “de cierto os digo, que si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada os será imposible” (Mateo 17:20).

Mis hermanos, no sé qué situación imposible están enfrentando hoy. No sé, a qué se le pedirá que se enfrente antes de dejar este mundo. Pero, quiero que sepan que se puede confiar en Dios, sin importar lo que se presente. Así, como esta viuda, están en una relación con Dios y tienen su promesa de que Él cuidará de ustedes.

–   Él les dará gracia para todo lo que se presente (2 Corintios 12:9).

–   Él va a satisfacer todas las necesidades que surjan en sus vidas (Mateo 6:25-34; Fil. 4:19).

–   Él caminará con ustedes en cada paso del camino (Heb. 13:5; Mate. 28:20).

–   Él los acompañará a salvo a través de los peligros que vienen contra ustedes (Isa. 43:2).

–   Él los cargará cuando ya no puedan caminar (Deut. 33:27).

–   Él usará cada dolor, problema y vasija vacía de la vida para madurarlos y hacerlos más como Jesús (Rom. 8:28-29)

Esas promesas, y miles más, se dan al pueblo de Dios. Nuestro deber no es intentar resolver todos los acertijos de la vida. Nuestro deber no es planificar nuestro camino para que la vida transcurra sin problemas. Nuestro deber es simplemente confiar en que el Señor cumplirá sus promesas. Si podemos hacer eso, podemos enfrentar las situaciones desesperadas en nuestras vidas con esperanza, sabiendo que nuestro Dios reina y que todo estará bien.

UNA DISPOCISIÓN CELESTIAL.

Dice 1 Reyes 17:15-16, “Entonces ella fue e hizo como le dijo Elías; y comió él, y ella, y su casa, muchos días. Y la harina de la tinaja no escaseó, ni el aceite de la vasija menguó, conforme a la palabra que Jehová había dicho por Elías”.

La viuda obedeció a Dios y Dios cumplió Su promesa. Dios le dijo a Elías que serían alimentados y así fue. Dios fue tan bueno como Su Palabra en esta situación, y también será tan bueno como Su Palabra en nuestra situación.

No sé cómo funcionó todo esto, pero sí sé que después de que esta viuda le dio de comer a Elías, volvió a preparar una comida para ella y para su hijo. ¿Se imaginan el miedo que debió haber en su corazón cuando se acercó esos recipientes de harina y aceite, que se suponían vacíos? Estoy seguro de que se preguntaba si quedaría algo para ella y su hijo porque acababa de usar todo lo que tenía para alimentar al profeta. Sin embargo, cuando metió la mano y echó un vistazo en los recipientes, ¡allí encontró harina y aceite! Cuando volcó ese pequeño recipiente, se derramó más aceite.

Durante los siguientes tres años, cada vez que usaba toda la harina y el aceite, había suficiente la próxima vez que necesitaba un poco. Mis hermanos, esto fue un gran milagro. No sé cómo lo hizo Dios, pero lo hizo. Ella vaciaba los recipientes y Dios ponía más en ellos. Nunca se perdían una comida. Mientras que otros a su alrededor murieron de hambre a causa de la hambruna, tuvieron comida para comer hasta que llegaron las lluvias. Dios los cuidó durante una situación desesperada.

Hay un par de pensamientos rápidos que quiero compartir antes de que terminemos hoy.

  • Servir a Dios con un recipiente vacío, es mejor que intentar llenarlo yo mismo. En otras palabras, si me olvido de lo que creo que necesito y dejo mi cuidado en las manos capaces de Dios, Él me cuidará. Si paso todo mi tiempo tratando de resolver mis problemas, solo los empeoraré. ¡Mi deber es servirle fielmente y descansar en la seguridad de que Él hará lo correcto todo el tiempo!
  • Mis dos leños, mi harina y mi aceite lograrán muy poco, pero Dios puede maravillarnos con lo que dejo a Su cuidado. Esta viuda planeaba usar esos dos leños para cocinar una última cena para ella y su hijo. Ella estaba planeando morir. Pero, al final usó esos dos leños para alimentar al profeta de Dios. Ella tomó esos dos leños, los puso en las manos de Dios y Él no solo proporcionó una cena, sino cientos de comidas. ¡Tres personas comiendo tres comidas al día se traducirían en más de 3200 comidas en tres años! Qué milagro de multiplicación.

Aquí está el punto, dos leños en la mano de una viuda lograrán muy poco. ¿Qué tipo de fuego podría haber hecho con solo dos leños? Cuando puso esos leños en la mano de Dios, su mundo cambió. De hecho, si pones dos leños en las manos de Dios, ¡Él los usará para salvar al mundo! (¡Eso me hace pensar en la cruz del calvario!)

Lo que tienen que hacer, es soltar tus leños, su harina y su aceite, y como ésta viuda, tienen que ponerlos en las manos de Dios. Si aprenden a hacer eso, lo verán hacer cosas que apenas pueden creer. Él dijo, “Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces” (Jeremías 33:3). Dos leños no son mucho, pero en las manos de Dios, ¡son suficientes!

  • Todo lo que David tenía era una honda, un bastón de pastor y algunas piedras, pero en el poder de Dios mató a un gigante.
  • Todo lo que tenía Moisés era una vara, pero en las manos de Dios se dividió el mar.
  • Todo lo que un niño tenía eran cinco panes y dos pescados, pero en las manos de Dios alimentó a una multitud.
  • Loúnico que tenía la viuda eran dos leños, pero en las manos de Dios alimentó a su familia.
  • Dios no necesita mucho con qué trabajar. En la creación, Dios no tomó nada e hizo todo. Todo lo que Él espera de nosotros es la fe para colocar nuestros dos leños en Sus manos. Cuando lo hagamos, todo cambiará.

Conclusión: Mis hermanos, nunca sabemos cómo Dios cumplirá sus promesas. Nunca sabemos cómo manifestará Su poder. ¡Nunca sabemos lo que hará!

¿Qué pasó aquí? Alguien puso sus dos leños en las manos de Dios, y cuando lo hicieron, ¡todo cambió!

¿Qué tienen para poner en sus manos hoy?

  • ¿Alguna situación imposible?
  • ¿Algunos familiares perdidos?
  • ¿Alguna enfermedad?
  • ¿Alguna necesidad?
  • ¿Algún pecado?
  • ¿Su alma perdida?

Sea lo que sea, es como los dos leños de la viuda. En sus manos, no serán mucho, pero en las manos de Dios, se convertirán en un milagro a medida que Él manifieste Su poder para resolver su caso desesperado.

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