1 Samuel 1:1-18. El pasaje que tenemos ante nosotros presenta a una mujer con una enorme carga. Y aunque ANA estaba interesada en un bebé; su historia tiene algo que decirle a la iglesia hoy. A la iglesia nos interesan las almas; pero, como a Ana, el Señor parece haber cerrado el vientre de la iglesia. Por eso, quiero hablar sobre Ana y su esterilidad, su carga, su quebrantamiento y sus bendiciones. Este pasaje nos muestra cómo Dios puede movernos de la esterilidad a la bendición.
LA ESTERILIDAD DE ANA.
1 Samuel 1:2, 5-6, “Y tenía él (Elcana) dos mujeres; el nombre de una era Ana, y el de la otra, Penina. Y Penina tenía hijos, mas Ana no los tenía… 5Pero a Ana daba una parte escogida; porque amaba a Ana, aunque Jehová no le había concedido tener hijos. 6Y su rival la irritaba, enojándola y entristeciéndola, porque Jehová no le había concedido tener hijos”.
Aquí leemos claramente que Ana, no tenía hijos. Pero, ¿a qué se debe que Ana no tiene hijos? Su esposo, Elcana, no era el problema. Dice el verso 2 que la otra esposa de Elcana tenía dos hijos, por tanto, él no era el problema. Tampoco podemos decir que tenían una mala relación matrimonial, pues dice el verso 5, que Elcana “amaba a Ana”. Tampoco era su salud, pues ella estaba en sus años fértiles. No era una anciana. Entonces, ¿por qué era estéril? Bueno, la Biblia nos da la respuesta, diciendo que “Jehová no le había concedido tener hijos” (v. 5c). El verso 6 lo reitera al final diciendo que “Jehová no le había concedido tener hijos”. Como vemos, Dios había cerrado el vientre de Ana.
¿No sucede esto mismo con la iglesia? Parece que el Señor ha cerrado el vientre de la iglesia. Tenemos todo lo que se necesita para que las almas se salven; sin embargo, no hay nuevos nacimientos como debería haber. Tenemos predicación, enseñanza, cantos, adoración, etc., pero a pesar de todo eso, no hay poder de atracción y convicción en la iglesia. Si no hay convicción en nosotros, será difícil ver nuevos nacimientos. Leamos Juan 6:44 y 65, para entender algo que es sumamente importante.
Juan 6:44, 65: “Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero… 65Y dijo: Por eso os he dicho que ninguno puede venir a mí, si no le fuere dado del Padre”.
¿Por qué razón es que “ninguno puede venir” a Cristo, si “el padre… no lo trajere”? Mis hermanos, el papel de Dios en el nuevo nacimiento es protagónico. Cuando los hombres oyen el evangelio, y lo obedecen, el padre trae a tales personas a Cristo. Sin embargo, la pregunta persiste. ¿Por qué razón “ninguno puede venir” a Cristo, si “el padre… no lo trajere”? Desde luego, usted dirá, “pues porque los hombres se resisten a obedecer el evangelio”. Y aunque esa es una respuesta común, aun así, nos preguntamos, ¿y por qué no están obedeciendo? Si tenemos todos los elementos necesarios, ¿por qué no hay nuevos nacimientos?
Bueno, tal vez puede ser por las siguientes razones:
- Dios no quiere enviar a ningún bebé a un ambiente frío y muerto: “Escribe al ángel de la iglesia en Sardis: El que tiene los siete espíritus de Dios, y las siete estrellas, dice esto: Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, y estás muerto” (Apocalipsis 3:1)
- Dios no quiere enviar a ningún bebé a un entorno en el que se los pueda desviar: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque recorréis mar y tierra para hacer un prosélito, y una vez hecho, le hacéis dos veces más hijo del infierno que vosotros” (Mateo 23:15).
- Dios no quiere enviar a ningún bebé a un ambiente contaminado por el pecado: “Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención” (Efesios 4:30) ¿Los enviará a un lugar tan triste?
- Dios no quiere enviar a un bebé a un entorno donde no lo quieran. En contraste, “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8; Juan 3:16).
Nunca debemos olvidar que Dios toma parte activa en este asunto de la salvación. En Jonás 2:9, leemos que “La salvación es de Jehová”. Usted y yo no podemos enviar a nadie al infierno, ni por lo que hacemos, ni por lo que no hacemos. Dios es el que salva a quien quiere, cuando quiere y donde quiere. Sin embargo, tenemos el potencial de crear un entorno en el que Dios no quiera que sus futuros hijos estén. Él quiere un lugar limpio, santo, vivo, consagrado, amable y que siempre esté cerca de él.
Ana tenía todo lo necesario para dar a luz, pero Dios no se lo concedió. Tenemos todo lo necesario para que haya nuevos nacimientos, pero, ¿somos un lugar propicio para eso? ¡Podemos serlo! No puede ser que un establo sea más propicio que nosotros, ¿verdad?
LA “CARGA” DE ANA.
Dice 1 Samuel 1:6-8, “Y su rival la irritaba, enojándola y entristeciéndola, porque Jehová no le había concedido tener hijos. 7Así hacía cada año; cuando subía a la casa de Jehová, la irritaba así; por lo cual Ana lloraba, y no comía. 8Y Elcana su marido le dijo: Ana, ¿por qué lloras? ¿por qué no comes? ¿y por qué está afligido tu corazón? ¿No te soy yo mejor que diez hijos?”
Mis hermanos, esta era una casa enredada en problemas. Las burlas de Penina estaban provocando mucha ira y dolor al corazón de Ana. En el corazón de Ana se estaba formando una llaga. Su mente estaba llena de preocupación. Se sentía inquiera, enfurecida, estaba a punto de estallar.
Finalmente, no pudo más. Estos sentimientos rompieron el corazón de Ana, por lo que era común verla llorar, y sin sentir apetito. Su aspecto, sus ojos, su falta de apetito, todo manifestaba el dolor que ella sentía. A Penina no le importaba si Ana tenía hijos o no, y al parecer, tampoco a su marido. Él no sentía ningún agobio por ello, después de todo, él tenía hijos con Penina. Por tanto, Ana estaba desconsolada y se notaba. Su falta de hijos era una enorme carga.
Mis hermanos, este es el tipo de carga que necesitamos en la casa de Dios por los perdidos. Nos congregamos, oramos, hablamos de los perdidos; pero no parece haber una carga profunda y desgarradora por los que perecen en el pecado. Miren, por ejemplo, el sentir de Pablo: “Verdad digo en Cristo, no miento, y mi conciencia me da testimonio en el Espíritu Santo, 2que tengo gran tristeza y continuo dolor en mi corazón. 3Porque deseara yo mismo ser anatema, separado de Cristo, por amor a mis hermanos, los que son mis parientes según la carne”. (Romanos 9:1-3). En el versículo 1, de Romanos 10, dijo, “Hermanos, ciertamente el anhelo de mi corazón, y mi oración a Dios por Israel, es para salvación”.
¿Cuánto tiempo ha pasado desde que realmente sintió el peso de una carga por algún alma perdida? ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que la idea de las almas pereciendo en el infierno le puso de rodillas y le envió a contarles a otros acerca de Jesús? ¡Necesitamos esa carga!
ANA FUE QUEBRANTADA (v. 9-16).
Estos versículos nos dan información clara de que Ana estaba quebrantada por su condición de esterilidad.
Ella oró a Jehová, pero lo hizo con “amargura de alma” (v. 10). El dolor y congoja de corazón era muy grande. Estaba quebrantada. En el verso 16, ella confiesa sufrir una “multitud de… congojas” y “aflicción”.
¿Qué hizo? En el verso 11, dice que “hizo voto”. El deseo de ser madre era tal, que estaba dispuesta a devolver a ese hijo al Señor. Dedicarlo al Señor.
ANA fue llevada al final de sí misma. Se encontró quebrantada ante el Señor. Ella confesó su incapacidad y se entregó a la habilidad del Señor.
Si alguna vez vamos a ver al Señor moverse con gran poder en estos días, tendremos que llegar a un lugar de quebrantamiento. Tendremos que darnos cuenta de que nada de lo que podamos hacer salvará jamás un alma. Tendremos que confesar nuestra propia incapacidad y buscar Su poder.
Vamos a tener que hacer como Ana e inclinarnos ante el Señor, confiando únicamente en Su poder para hacer el trabajo. Si alguna vez vamos a ver almas salvadas en estos días estériles, debemos humillarnos ante el Señor. Debemos buscar Su poder. Debemos reconocer nuestra propia impotencia. ¡Debemos ser quebrantados ante Él!
Como Ana, debemos llegar al punto donde queremos ver almas salvas solo para la gloria de Dios. No por los números en un informe; no por los derechos de fanfarronear; no por nuestras propias razones, etc.
¿Podemos decir honestamente que estamos quebrantados ante el Señor? Lo que quiero decir con quebrantamiento es simplemente que llegamos al punto en el que nos rendimos totalmente, en cuerpo, mente y espíritu, bajo su voluntad (Romanos 12:1-2, Ef. 5:18).
ANA FUE BENDECIDA. (v. 17-23).
Ana invocó a Dios, él la escuchó y le dio un hijo. Pero, antes de eso, ella tuvo fe, ella tenía la certeza de que lo tendría. Esa era su convicción. Esto es evidente en el verso 18, que dice, “Y ella dijo: Halle tu sierva gracia delante de tus ojos. Y se fue la mujer por su camino, y comió, y no estuvo más triste”. Elí, el sacerdote, le dijo, “Ve en paz, y el Dios de Israel te otorgue la petición que le has hecho”; y ella le tomó la palabra. Ella creyó. Entonces, tuvo un hijo, y ella lo consagró al Señor.
Aquí hay algo interesante. Cada vez que Dios abrió un útero cerrado en la Biblia, nació un gran personaje. Entre ellos están hombres tales como Isaac, José, Sansón, Samuel y Juan el Bautista. Salvar un alma del pecado, es toda una aventura, pues, cuando lo hacemos según la voluntad de Dios, nunca sabremos el gran hombre o la gran mujer que nazca de nuevo.
Todavía recuerdo las palabras que me dijo una persona cuando comenzaba a asistir a la iglesia. Él estaba cerca de otro que no daba un centavo por mí. Al ver mi aspecto, mi gran ignorancia, no me quería cerca de los santos. Sin embargo, el otro me dijo, “No hagas caso, Dios hará grandes cosas con tu vida”. Y bueno, después de considerar mi pasado sin Cristo, y compararlo con todas las cosas que Dios ha hecho con mi vida en su obra, sin duda alguna tenía razón. Tal vez ese próximo nuevo nacimiento nos traiga un predicador, un maestro, una maestra de niños, un evangelista, un buen director de cantos, etc. Un hermano que impacte al mundo y que sea de gran influencia santa para la iglesia.
Conclusión.
Cuando la iglesia se sienta cargada y quebrantada ante el Señor, Él podría abrir el útero y dejarnos escuchar el llanto de los bebés recién nacidos por el evangelio. Tome su parte de esta enseñanza, yo he tomado la mía. Puestos de pie.