El Espíritu de Dios se mueve en mí.

Iglesia de Cristo en Constituyentes.

El Espíritu de Dios se mueve en mí.

¿Ha escuchado usted alguna vez tal declaración? Su servidor la ha escuchado en diversas ocasiones, especialmente entre aquellos hermanos que han sido invadidos por las doctrinas de diversos movimientos religiosos de corte carismático. Es más, tal declaración, como muchas otras, las podemos ver en varios de los cantos que muchos hermanos han introducido a la adoración como en sus congregaciones.

El canto titulado, “Como David”, dice de la siguiente manera: “Si el Espíritu de Dios se mueve en mí, yo oro como David. Si el Espíritu de Dios se mueve en mí, yo adoro como David. Si el Espíritu de Dios se mueve en mi, yo ofrendo como David”. Nótese la idea errónea del canto. ¿Acaso cierta clase de oración, cierta clase de adoración y cierta forma de ofrendar, están condicionadas al movimiento del Espíritu santo en uno? ¿Dónde lee usted de tal idea en la Biblia? Ni en las enseñanzas de la oración se habla de tal clase de oraciones efectuadas mediante el mover del Espíritu Santo; ni tampoco sobre las enseñanzas de adorar a Dios; ni tampoco sobre las ofrendas. ¿Será que las ofrendas que Pablo enseña, son de alguna manera diferentes, en calidad y objetivo, que las oraciones que promueve el canto mencionado? Tal idea de que el Espíritu se mueve en uno, no se encuentra en la Biblia.

Hay otro canto que dice, “En el principio el Espíritu de Dios se movía sobre las aguas, mas ahora se está moviendo dentro de mi corazón.” Sin embargo, ¿Cómo justificamos a la luz de las Escrituras tal aplicación bíblica? Tal parece que está muy de moda citar determinado texto, y luego hacer ciertas aplicaciones, las cuales no se justifican dentro del contexto, de ninguna forma. Génesis 1:2, no justifica tal aplicación.

La pregunta clave es, ¿Cómo se mueve el Espíritu de Dios en uno? ¿Cómo saberlo sin que la Biblia lo diga? ¿Cómo confiar en determinada respuesta, siendo que la Biblia no enseña que el Espíritu de Dios se mueve en uno? Tenemos el caso de Simeón, de quien dice la Biblia, “He aquí había en Jerusalén” (Lucas 2:25-27). Nótese que este suceso está relacionado con una obra extraordinaria; es decir, con una revelación. Fue movido, guiado, o llevado por el Espíritu Santo al Templo para encontrarse con Cristo. ¿Acaso nuestros hermanos que entonan los cantos que hemos mencionado, esperan que el Espíritu Santo los guíe directa y personalmente para llevarlos a cierto lugar? ¿Acaso esperan recibir una revelación que les indique a dónde ir, y para qué, y con quién?

En primer lugar, las enseñanzas de los cantos mencionados, no pueden ser justificados con ningún texto bíblico. Ni aún con el de Lucas que hemos leído. Además, toda guía del Espíritu Santo para los cristianos, no es a través del corazón, ni de un impulso mental o de una voz que se escuche en el oído; sino a través de la Palabra de Dios, es decir, la Biblia inspirada por el Espíritu Santo (2 Timoteo 3:6-17).

Todos nuestros movimientos, toda nuestra vida, así como toda obra que hacemos para Dios, está siendo guiada por el Espíritu Santo a través de las Escrituras, y no por un mover en mi corazón, o en mi cuerpo, o en mis oídos. Tales ideas son falsas y no están lejos de las visiones y revelaciones supuestamente inspiradas de sectas como el adventismo, el mormonismo, el catolicismo y los diferentes movimientos carismáticos.

Recuerdo una pareja de pentecostés, quienes habían sido casados aun en contra de su voluntad, porque el Espíritu Santo movió a sus padres para casar a sus hijos. ¿Hasta dónde llega el hombre cuando confía el hombre cuando confía en fábulas semejantes a estas? ¿Hasta dónde estará usted dispuesto a llegar?

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