Romanos 9:1-5.
Hemos llegado, en nuestras lecciones sobre el libro de Romanos, a un pasaje que muchos grandes comentaristas y predicadores del Evangelio ignoran o malinterpretan. Muchos estudiosos de la Biblia sienten que este pasaje no tenía ninguna relevancia para la iglesia. Sin embargo, como veremos al leer estos versículos, hay verdades que deben entenderse. Hasta este punto, Pablo se ha ocupado de la tarea de demostrar que la salvación es una obra soberana de Dios realizada a través de la gracia por la fe. Ha estado diciendo a sus lectores que los hombres se salvan al confiar en la obra de Cristo en el Calvario, independientemente de las obras de la ley. Sin embargo, cualquier judío que haya leído Romanos hasta este punto, podría tener la idea de que la salvación por la fe era solo para los gentiles. Podría llegar a la conclusión de que no había esperanza para los descendientes de Abraham. Por lo tanto, Pablo hace una pausa en su enseñanza para que todos sus lectores sepan que ¡Ellos también estaban dentro de los planes de Dios! Y en medio de este mensaje para ellos, también encontramos algunas lecciones importantes para nosotros.
En estos versículos iniciales del capítulo 9, Pablo revela lo que hay en su corazón por su pueblo, los judíos. Al hacerlo, nos enseña una lección sobre la clase de corazón que debemos tener para con los perdidos que nos rodean. Por este motivo, estaremos meditando en el tema, “¿Qué sentir hay en nuestro corazón por los perdidos?” Responderemos esta pregunta, mientras consideramos aquello que hay en el corazón de Pablo.
¿Qué hay en el corazón de Pablo para con aquellos que están perdidos? ¿Qué sentir es el que Pablo revela?
EL SENTIR DE UNA PESADA OBLIGACIÓN (v. 1-3).
Estos primeros tres versículos exponen lo que hay en el corazón de Pablo por aquellos que están perdidos en Israel. Durante ocho capítulos, Pablo ha estado revelando una verdad que es conmovedora para cualquiera que sea salvo; pero al mismo tiempo, es una verdad que es devastadora para el incrédulo, especial y particularmente para el judío incrédulo. Debido a que Pablo había sido receptor de tantas verdades, sintió la obligación de tender la mano a aquellos que no conocían al Señor Jesucristo. Note la carga en el corazón de Pablo.
Una carga expresada con franqueza y honestidad (v. 1). Todos los perdidos, pero especialmente el judío, han mirado con desconfianza y duda el mensaje de la cruz. Pablo ha compartido mucha verdad. Verdad que, si se toma literalmente, demuestra que fuera de una relación personal con Jesucristo no había esperanza de salvación. Algunas personas, al escuchar el mensaje de Pablo, tal vez se sintieron tentadas a pensar que Pablo estaba mintiendo. Después de una condena tan hiriente del judaísmo, algunos judíos pueden haberse sentido completamente marginados, irremediablemente descartados por Dios para siempre. Sin embargo, Pablo quiere que estas personas sepan lo que hay en su corazón para con ellos. Quiere que ellos también vean que es sincero acerca de lo que dice y que realmente le importa. Por eso invoca al Señor, al Espíritu Santo y a su propio corazón para dar testimonio de su honestidad. ¡Pablo quiere que sepan que su mensaje es absolutamente cierto!
Mis hermanos, ¡Es vital que cada cristiano actúe con un corazón honesto! Este mundo debe saber que los amamos y que nos preocupamos por su salvación. El apóstol Juan nos advirtió sobre el amor falso, y nos dijo que el amor verdadero se manifiesta en acción a favor de otros, él dijo, “Hijitos, no amemos de palabra ni de lengua, sino con obra y de verdad” (1 Juan 3:18). Como cristianos, no debemos dar ninguna razón para que los inconversos desconfíen de nosotros o del mensaje del evangelio que predicamos. Nunca debemos ser culpables de decir algo que sea falso o hipócrita a aquellos que están fuera de la familia de Dios. Tengamos presente que podríamos ser la única esperanza que tendrán para venir a Jesús y ser salvos.
Una carga contenida con un gran peso (v. 2). Pablo ahora les dice a sus lectores que su corazón está siendo tocado por un dolor constante. Las palabras utilizadas aquí se refieren a aquellos que están abrumados por el duelo. Si alguna vez ha visto llorar a las personas en le Medio Oriente, sabrá que expresan muy abiertamente su dolor. Escucharlos gemir nos hace sentir que los están destrozando. ¡Pablo quiere que sus lectores sepan que él está operando bajo una pesada carga por los perdidos! Como una madre que ha perdido un hijo, el corazón de Pablo está quebrantado por la condición del pecador. Pablo vive bajo la carga constante de la realidad de su destino sin Cristo. Está consciente de que ellos se dirigen al infierno, y esto invade su corazón de tristeza y aflicción. La perdición de ellos representa un gran peso sobre los hombros de Pablo.
Mis hermanos, ese es el mismo tipo de carga que todos deberíamos soportar por los perdidos. Estamos rodeados de millones de personas que se dirigen al infierno eterno y, a menudo, como iglesia, actuamos como si no nos importara. A veces, lo único que buscamos de ellos, es que vengan a nuestras reuniones, y nada más. ¿Cuándo fue la última vez que sentimos esa pesada carga por los perdidos? ¿Alguna vez nos hemos despertado a media noche, pidiendo a Dios por la salvación de todas esas almas? ¿Pidiendo a Dios por los medios y la oportunidad para intentar salvarlos? ¿Cuándo fue la última vez que fuimos conmovidos al pensar que los hombres van camino al infierno?
Lamentablemente, a la mayoría de nosotros simplemente no nos afecta la condición del que está perdido. ¡Lamentamos que esté perdido, pero no lo suficiente como para orar por él y hablarle de Jesús! Antes de irnos de aquí esta mañana, cada uno de nosotros debería confesar su actitud fría e insensible al Señor y pedirle que encienda en nosotros un fuego que arda por los que perecen. ¿Estamos dispuestos a hacer eso? Si es así, ¡Dios seguramente atenderá esa súplica!
Una carga expresada con un imposible deseo (v. 3). En este versículo Pablo hace una declaración asombrosa. Dice que, si fuese posible, él estaría dispuesto a estar separado de Cristo y ser sentenciado al infierno si eso salvara a sus compatriotas. Esas palabras son sorprendentes, y más cuando sabemos que Pablo no está bromeando, ni está hablando de dientes para afuera. Él sabía que tal cosa era imposible, pero con eso indicaba que estaba dispuesto a todo con tal de que otros pudieran ser salvos. Esto revela la gran carga y obligación que había en el corazón de Pablo.
Me pregunto si alguna vez hemos estado en el lugar donde estaríamos dispuestos a hacer una oración similar. Me pregunto si estamos lo suficientemente agobiados por el pecador perdido como para orar para que el Señor los salve sin importar lo que cueste. Cuántos de nosotros estaríamos dispuestos a orar al Señor, diciendo, “Padre, si debo ser herido, si debo morir, o si debo perder de lo mío por salvar a estos del infierno, que así sea”. Bueno, cuando nuestra obligación es tal que nos consume con su peso, no dudaremos en estar dispuesto a todo eso. Obviamente, eso sucederá solamente cuando tengamos un corazón semejante al del Señor.
Recuerdo haber leído sobre una mujer que se sintió agobiada por su marido borracho y abusivo. Ella amaba a Dios, ¡pero él no escuchaba el Evangelio! Era un hombre vil y no se le veía ninguna utilidad para la iglesia ni para Dios. Una vez, hubo un evento de predicación en la iglesia donde asistía esta mujer, y ella invitó al evangelista a cenar a su casa; cuando ella preparó la mesa para la comida, solo puso dos platos, uno para su esposo y otro para su visitante, pero no puso un plato para ella. Cuando su marido le hizo saber esto, ella respondió: “Estoy demasiado agobiada para comer. Y es que, ¿cómo podría comer cuando sé que cualquier aliento podría ser el último, y que si mueres hoy irás al infierno?” Ella dijo: “No comeré más hasta el día en que vengas a Cristo, y mientras tanto estaré oraré por ti y por tu alma”. Él respondió riéndose y le dijo, mujer, te vas a morir de hambre, porque nunca iré a tu iglesia. Pero, no pasaron muchos días cuando su esposo quedó quebrantado por sus pecados y terminó obedeciendo el evangelio.
Esta mujer compartía esa obligación que Pablo tenía. Y sabe qué, también es nuestra obligación, aunque no sintamos nada por ella. Hay un mundo perdido a nuestro alrededor y debemos asumir una carga por sus almas perdidas.
EL SENTIR DE QUIEN MIRA UNA TRAGEDIA (v. 4-5b).
En estos versículos, el apóstol Pablo reconoce que Dios hizo mucho por los judíos, y reconoce que, lamentablemente, ellos desaprovecharon la oportunidad que Dios les brindó con sus bendiciones.
La tragedia de no valorar sus dones (v. 4-5a). Israel había sido partícipe de muchos dones de Dios. Ellos gozaron de la fuente de la verdad, siendo recipientes, además, de un pacto especial entre ellos y Dios, por lo cual fueron considerados como su pueblo. Gozaron de la obra de los profetas, y de innumerables profecías contenidas en las Escrituras. Se les dieron todas las promesas relativas al Mesías y su reino. Al pueblo de Israel se le había dado más luz que al resto de las naciones. Sin embargo, ¡se atascaron tanto en la letra de la Ley y los rituales religiosos que no reconocieron a su Mesías cuando vino! Terrible tragedia.
La tragedia de desechar la gracia de Dios (v. 5b). Cuando el Mesías vino, él nació entre ellos y fue como uno de ellos, y ¿sabe qué? ¡Ningún otro pueblo había tenido jamás semejante privilegio! Dios se hizo hombre y nació entre el pueblo judío; pero, cuando se manifestó a ellos, “los suyos no le recibieron” (Juan 1:11). En una ocasión, el Señor Jesús, representándose a sí mismo en una parábola, dijo, “sus conciudadanos le aborrecían, y enviaron tras él una embajada, diciendo: No queremos que éste reine sobre nosotros” (Lucas 19:14). ¿Y qué decir de aquel día en que Jesús sería condenado a muerte? Juan 19:15, dice, “Pero ellos gritaron: ¡Fuera, fuera, crucifícale! Pilato les dijo: ¿A vuestro Rey he de crucificar? Respondieron los principales sacerdotes: No tenemos más rey que César”. Para llegar a eso, tuvieron que ignorar cada profecía acerca de Jesús, e ignorar por completo sus obras. Tuvieron que ignorar cada milagro y cada prueba que demostraba su deidad. Para llegar a eso, tuvieron que hacer de lado la resurrección de Lázaro, tuvieron que ignorar las palabras de Zaqueo, tuvieron que ignorar las palabras de Bartimeo y quedar impávidos ante el gadareno que había estado endemoniado. Tuvieron que ignorar que 5000 personas habían sido alimentadas con cinco panes y dos peces. Ellos tuvieron que ignorar y pasar por muchos obstáculos para no reconocer a Jesús como el Mesías. Lo que hicieron fue ignorar la gracia de Dios por su pecado.
Ante esto, haremos bien en preguntar a nuestros amigos que no son cristianos. ¿Qué están haciendo con la luz que se les ha dado? ¿Qué están haciendo ante las bendiciones de Dios? ¿Están respondiendo con fe al Señor, recibiendo la salvación que hizo posible en la cruz del calvario? Será una gran tragedia para ustedes, haber perdido la oportunidad para salvarse, al haber despreciado la gracia de Dios por su incredulidad.
EL SENTIR DE LA PERSONA DE JESÚS (v. 5c).
Pablo termina esta sección con una especie de doxología. Recuerda a sus lectores que este Jesús que está predicando no es un hombre común y corriente. No es un pobre tonto que no supo cuándo mantener la boca cerrada y se dejó clavar en una cruz. Cierra esta sección recordándonos quién es Jesús. ¡Que nunca olvidemos al Señor a quien servimos y amamos! Note las magníficas observaciones de Pablo.
Respecto a su persona. Pablo lo llama “Cristo”. Esta es una palabra que significa “Ungido”. Pablo simplemente nos recuerda que Jesús es el cumplimiento de todas las profecías del Antiguo Testamento acerca del Mesías. Él es Aquel que Dios el Padre prometió enviar. Él es Aquel que vino a quitar los pecados del mundo (cf. Juan 1:29). Él es digno de nuestra fe, nuestro amor y nuestra adoración. ¡Él es el Cristo! ¡Él es Señor y Él es Salvador! ¡Que nunca olvidemos amarlo y honrarlo como tal!
Respecto a su poder. Pablo dice Cristo tiene el poder sobre “todas las cosas”. Él es el creador de todas las cosas, él posee todo el poder en el cielo y en la tierra. Él es el Rey de reyes y Señor de señores. Debemos recordar que Jesús es Aquel que mantiene todas las cosas en su lugar. Ya que Él tiene ese tipo de poder asombroso, podemos confiar en que Él será capaz de hacer todo lo que nos ha prometido que puede y hará. ¡Él es capaz (cf. Efesios 3:20)! Amigos, Él no es el Dios que era, Él sigue siendo el gran YO SOY (cf. Éxodo 3:14). En pocas palabras, ¡Él es todo lo que necesitamos!
Respecto a su posición. Pablo no se detiene, sino que nos recuerda también que Jesús es Dios. Él dice, “el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos. Amén”. Lo que Pablo declaró sobre Cristo aquí, no es un accidente, fue la inspiración del Espíritu Santo. Pablo simplemente está dando a los santos otra razón para regocijarse. Nos está recordando que Jesús es Dios, y así, es digno de todo el amor, adoración y devoción que podamos brindarle. ¿Está usted consciente de quién es el Cristo?
¿Cuál fue el sentir de Cristo por los pecadores? La próxima vez que piense en el sentir que debemos tener en nuestro corazón por los perdidos, piense también en el sentir que hubo en Cristo Jesús. Piense en el amor que Cristo ha tenido por usted y por mí. Pablo dijo que Cristo, “siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Filipenses 2:6-8).
CONCLUSIÓN.
El tema de Pablo en estos cinco versículos ha sido la salvación de las ovejas perdidas de Israel. ¡Pablo no quiere que vayan al infierno! Quiere compartir con ellos la verdad de que su corazón está quebrantado por su condición y que haría cualquier cosa para verlos salvos por la gracia de Dios. Me pregunto si ese es nuestro sentir esta mañana. ¿Estamos agobiados por la salvación de los perdidos? ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que presentamos nuestras oraciones por los perdidos? ¿Cuánto tiempo hace que no lloramos por aquellos que están separados de Dios por un abismo de pecado? No hay mejor momento para presentarse ante el Dios de gloria y buscar Su rostro para ellos que ahora, mientras tenemos vida para hacerlo.