Con su vara y su cayado.

Iglesia de Cristo en Constituyentes.

Con su vara y su cayado.

(Salmo 23:4). El Salmo 23 es uno de los salmos más conocidos en el mundo. En él se nos presenta a Dios como el buen pastor, teniendo una estrecha relación con su pueblo. Al considerar esta imagen que la Biblia presenta acerca de Dios y su pueblo, hoy vamos a enfocar nuestra atención en dos herramientas que usa el buen pastor. Él apacienta sus ovejas, pero siempre lo hace con su vara y su cayado. El versículo 4, dice, Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento.

Aquí tenemos estas dos herramientas: la vara y el cayado. La vara se usaba para ahuyentar a los animales salvajes. No se usaba nunca con las ovejas, sino que era un instrumento pesado que se utilizaba para proteger a las ovejas de animales rapaces que merodeasen, era un instrumento para golpear y hacer daño. Por otra parte, el cayado era un palo con forma de gancho en la punta superior, que se usaba para ayudar a las ovejas. Este gancho se podía usar para colocarlo alrededor de la pata de una oveja y tirar de ella para protegerla de una situación de peligro. Sé cómo instrumento para dirigir y, ocasionalmente, para disciplinar con ligeros golpes en el costado del cuerpo de las ovejas.

Personalmente, creo que estos dos instrumentos representan la Palabra de Dios. Ambos instrumentos sirven para proteger, salvar y dirigir a las ovejas.

DIOS NOS ACOMPAÑA Y TRABAJA EN TODA CIRCUNSTANCIA.

Si meditamos en lo que dice el versículo 4, del salmo 23, encontramos dos situaciones y dos sentimientos contrastantes. El primero tiene que ver con encontrarse en un valle sumamente oscuro, pero con la compañía de Dios. El primer sentimiento es el “temor”, y el segundo es la “confianza”. Esto significa que, sin importar cuan difícil puedan ser las circunstancias de la vida, Dios no nos abandona. Con su vara y su cayado, él nos protege, nos cuida y nos guía, dándonos aliento en medio de dichas tinieblas.

Una situación lamentable sería, estar en ese valle oscuro, pero sin Dios. Mis hermanos, hay motivos suficientes para temer al estar en ese tenebroso valle. La ausencia misma de luz, sea que esté en un valle o no, es suficiente para sentir “temor”.  ¿Cuántos tuvieron miedo a la oscuridad cuando eran niños? Bueno, tal vez todavía usted tenga miedo a la oscuridad. Yo tenía miedo a la oscuridad cuando era niño. Mi padrastro se burlaba de mí por eso. Me empujaba hacia la oscuridad sin importarle en intenso miedo que yo tenía. Recuerdo que me ponía muy tenso, y comenzaba a sudar mucho. Sentía que el corazón me estallaría. Y en cuanto podía, me escabullía de los empujones y corría hacia la luz. En esa etapa de mi vida, jamás pude vencer el miedo a la oscuridad. Hoy en día ya no le temo. De hecho, y aunque esté solo, para mí es muy difícil poder dormir con la luz encendida. El caso es que, ese valle en total oscuridad no puede ser evitado.

Lo que el salmo nos dice, es que todos, absolutamente todos en esta vida, pasaremos esos valles oscuros. Existe el oscuro valle de la depresión. El valle oscuro del desempleo. El valle oscuro de un negocio fallido, un pleito doloroso. El valle oscuro de una enfermedad grave o de cuidar a alguien que se vuelve cada vez más dependiente de usted. Todos, sean cristianos o no, todos pasaremos esos valles.

Pero también está el camino hacia la muerte, el cual también es un valle oscuro. Nuestro cuerpo va cayendo en declive. Nuestro mundo va contrayéndose cada vez más. El control de lo que sucede a nuestro alrededor disminuye. La Biblia describe a esta variedad de procesos como los días malos en los cuales, humanamente hablando, no hay en ellos “contentamiento” (Eclesiastés 12:1). Los cambios físicos no son nada agradables. El escritor bíblico, con gran destreza poética, dice, comenzando en el versículo 3: antes que se oscurezca el sol, y la luz, y la luna y las estrellas, y vuelvan las nubes tras la lluvia; cuando temblarán los guardas de la casa, y se encorvarán los hombres fuertes, y cesarán las muelas porque han disminuido, y se oscurecerán los que miran por las ventanas; y las puertas de afuera se cerrarán, por lo bajo del ruido de la muela; cuando se levantará a la voz del ave, y todas las hijas del canto serán abatidas; cuando también temerán de lo que es alto, y habrá terrores en el camino; y florecerá el almendro, y la langosta será una carga, y se perderá el apetito; porque el hombre va a su morada eterna, y los endechadores andarán alrededor por las calles; antes que la cadena de plata se quiebre, y se rompa el cuenco de oro, y el cántaro se quiebre junto a la fuente, y la rueda sea rota sobre el pozo.

Sin embargo, allí está el buen pastor, con su vara y cayado. ¿Alguno de ustedes tiene miedo a la muerte? Bueno, como ya les confesé mi temor a la oscuridad cuando era niño, ahora deje presumirle que, por mi parte, no le temo a la muerte. Y no le temo porque estoy listo para afrontarla. Dice el salmo, “aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno”. ¿Lo ven? No temeré mal alguno. ¿Por qué temer a la muerte si el Señor está a nuestro lado? Dice Apocalipsis 14:13, Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, descansarán de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen. Cuando alguien está en el Señor, y el Señor está con uno, entonces no hay razón para temer algo malo. Por el contrario, la muerte es el momento en el cual finalmente veremos al Señor. Si usted pertenece al rebaño de Dios, el momento de su muerte será la experiencia más gloriosa que jamás hayas disfrutado. En un momento, en un abrir y cerrar de ojos, estará lejos del cuerpo y estará en casa con el Señor. Este mundo, con todo su dolor y conflicto, con todas sus lágrimas y penas, quedará atrás. Por fin, verá cara a cara a Aquel a quien ha amado y en quien ha confiado de corazón el cuidado y la salvación de su alma.

Todo esto nos dice que Dios también está en las tinieblas. Mis hermanos, todo santo, sabe lo que es caminar en tiempos de oscuridad. Y si hoy estamos en un valle oscuro, entonces este salmo es para nosotros.

La Biblia nos habla de un tiempo en la vida de Abraham cuando experimentó una gran oscuridad y miedo. Génesis 15:12, dice, Mas a la caída del sol sobrecogió el sueño a Abram, y he aquí que el temor de una grande oscuridad cayó sobre él. Abram se sintió una profunda soledad y mucha desesperación. Esa clase de soledad que el alma tiene cuando nos alejamos de Dios. Es esa profunda desesperación que tenemos cuando estamos extraviados en un lugar que no conocemos. Sin embargo, Dios estaba allí para confortar y proporcionar aliento al patriarca.

En Éxodo 20 leemos algo muy interesante. Es el tiempo en que Dios entregó los diez mandamientos. Hay una declaración notable en allí, cuando Dios entregó los Diez Mandamientos al pueblo de Israel. Cuando Dios descendió al monte Sinaí, la Biblia dice que vinieron truenos y relámpagos, y espesa nube sobre el monte, y sonido de bocina muy fuerte; y se estremeció todo el pueblo que estaba en el campamento (Éxodo 19:16). En Hebreos dice que ese monte, a pesar de que “ardía en fuego”, estaba lleno de “oscuridad” y “tinieblas” (Hebreos 12:18). No era nada alentador estar allí. De hecho, tan terrible era lo que se veía, que Moisés dijo: Estoy espantado y temblando (v. 21)

Entonces Dios habló y entregó los 10 Mandamientos con una voz audible, “No tendrás dioses ajenos delante de Mí. No tomarás el nombre del Señor tu Dios en vano. Honra a tu padre y a tu madre. No matarás, no robarás, no codiciarás”. Pero, dicen los versículos 18 y 19 de Éxodo 20, que viéndolo el pueblo, temblaron, y se pusieron de lejos. Y dijeron a Moisés: Habla tú con nosotros, y nosotros oiremos; pero no hable Dios con nosotros, para que no muramos. No obstante, Moisés subió al monte, y en el versículo 21, leemos estas notables palabras, y Moisés se acercó a la oscuridad en la cual estaba Dios.

Esto es lo que quiero que comprendamos hoy: Dios está con nosotros, tanto en la luz como en la oscuridad. La Biblia nos dice que Dios habita en la luz, pero también nos dice que habita en las tinieblas.

En el primer libro de reyes, 8:12, dice: Entonces dijo Salomón: Jehová ha dicho que él habitaría en la oscuridad. También sabemos que Dios había dado a conocer su presencia a Su pueblo en el desierto en una espesa nube oscura. Y cuando se dedicó el templo de Salomón, descendió la nube de la presencia de Dios.

En el Salmo 139, David hace esta pregunta: ¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿O adónde huiré de tu presencia? El punto de la pregunta no es que esté tratando de alejarse de Dios. Este Salmo está lleno de su amor por Dios y de su asombro por todo lo que Dios ha hecho. Cuando David dice, ¿a dónde me iré de tu Espíritu? Está preguntando: ‘¿Hay un lugar en la vida o en la muerte donde no estarás conmigo?’

Plantea cuatro posibilidades: ¡Si subo al cielo, allí estás tú! No estaré sin ti en el cielo. Si hago mi cama en el Seol, allí estás tú. El Seol era el lugar de los muertos en los tiempos del Antiguo Testamento. No estaré sin ti en la muerte. Si tomare las alas del alba y habitaré en los confines del mar, aun allí me guiará tu mano, y tu diestra me sostendrá. No estaré sin ti en ningún lugar de este mundo, en el aire, en la tierra o en el mar. Dondequiera que vaya, tu presencia estará conmigo. Y tu mano fuerte me sostendrá. Entonces David escribe, en los versículos 11 y 12, Si dijere: Ciertamente las tinieblas me encubrirán; aun la noche resplandecerá alrededor de mí. Aun las tinieblas no encubren de ti, y la noche resplandece como el día; lo mismo te son las tinieblas que la luz. Dios está conmigo en la oscuridad tanto como en la luz.

Cuando nos encontramos en un momento de gran oscuridad, es posible que nuestros sentimientos nos engañen, creyendo que Dios no está a nuestro lado. Pero, la realidad es otra. Él está allí con su vara y su cayado, no hay razón para temer mal alguno. Nuestro Señor estuvo en la cruz durante seis horas, y durante tres de ellas estuvo sumido en la oscuridad absoluta. Y en medio de la oscuridad, dijo, “Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has desamparado?” (Mateo 27:45-46). Mis hermanos, nadie jamás conoció el amor de Dios Padre como nuestro Señor Jesucristo; y a pesar de eso, en medio de esa oscuridad, él experimentó un gran dolor, tan intenso que expresó ese grito de agonía. ¿Estaba el Padre allí en las tinieblas del Calvario? Sí, él allí estaba. ¿Qué estaba haciendo? Pablo dice que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo (2 Corintios 5:19). Mis hermanos, Dios, está con nosotros aún en la oscuridad de los valles de la vida, y está con su vara y su cayado, guardándonos de todo mal.

DIOS NOS PROTEGE CON SU VAYA Y SU CAYADO.

Me llama la atención un evento que experimentaron los discípulos de Cristo. Era de noche y estaban en una pequeña barca en medio de un lago. El viento estaba en contra de ellos, mientras tiraban de los remos. Pues, en medio de la noche, Jesús salió a su encuentro, caminando sobre el agua. ¿Se imagina eso? En medio de la oscuridad, ellos comenzaron a ver una silueta humana que venía hacia ellos, y tuvieron un gran susto. Dice Marcos 6:49, Viéndole ellos andar sobre el mar, pensaron que era un fantasma, y gritaron. ¡Gritaron de miedo! En el versículo 50 leemos, porque todos le veían, y se turbaron. Pero en seguida habló con ellos, y les dijo: ¡Tened ánimo; yo soy, no temáis!.

Esta experiencia no será únicamente de los discípulos. Vivimos en el mar agitado de este mundo, y la turbación no está lejos de nuestros corazones. Los vientos de este mundo son contrarios y nos arrastran en la dirección opuesta al Señor. Nos esforzamos, y remamos lo más fuerte que podemos, pero jamás podremos calmar el viento. Solamente el Señor tiene ese poder. Si estamos en medio de la oscuridad, con su vara y su cayado, él está allí para protegernos. Para decirnos, “Tened ánimo; yo soy, no temáis”.

Con la vara, el Señor golpea las diversas filosofías y huecas sutilezas de este mundo. Golpea y destruye todo enemigo de nuestra fe. Con su cayado, él nos rescata del engaño, del pozo de la desesperación, del hoyo de la condenación.

CONCLUSIÓN.

Si alguno de nosotros está pasando por un valle oscuro, no tenga temor. No habrá “mal alguno” que pueda dañar su alma, si el buen pastor va con usted. Si hay lobos rapaces, si hay enemigos de la fe, con su vara, el Señor nos guarda, y si el desfiladero del infierno está cerca, con su cayado nos sostendrá. ¿Qué es la vara, y que es el cayado? Es la perfecta voluntad de Dios. Con ella nos guarda y nos dirige por el camino correcto. Si nos desviamos, entonces nos dará un pequeño golpe para volver al rebaño. Pero, él debe ser nuestro pastor, y nosotros debemos ser ovejas. Si somos lobos, o si somos cabritos, entonces la historia será distinta. Confíe en la vara y en el cayado del buen pastor, y así, el desánimo y la desesperación, jamás se apoderarán de su alma.

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