(Lucas 4:14-22). Jesús aquí se declara a sí mismo como el Mesías. Probó este hecho varias veces a lo largo de Su ministerio. Resucitó de los muertos, sanó a los enfermos, tomó autoridad sobre los espíritus demoníacos, tomó autoridad sobre las leyes de la naturaleza. Incluso en Su nacimiento, muerte y resurrección, demostró repetidamente quién era. Solo los cientos de profecías que se cumplieron al pie de la letra sirven para demostrar que Jesucristo es el Mesías, el Salvador del mundo.
Sin embargo, los hombres no lo reconocieron por quien era. Miren el versículo 22, “¿No es éste el hijo de José?” Miren lo que dijeron acerca de Él en Juan 8:19, “Ellos le dijeron: ¿Dónde está tu Padre?”. La verdad es que él es mucho más de lo que los hombres podían ver. Él es el Hijo de Dios. Él es el cumplimiento de los tipos y profecías del Antiguo Testamento. Y aunque también es el Hijo del hombre, debemos reconocer que es mucho más que eso. Él es:
- Él es el primogénito de las ovejas de Abel.
- Es el arca de Noé.
- Es el sacrificio de Abraham.
- El buen pastor de David.
- El Tabernáculo de Dios.
- El sacrificio perfecto.
En nuestro texto de Lucas, Jesús hace ciertas afirmaciones sobre la razón por la cual vino a este mundo. Él cita Isaías 61:1-2 y lo aplica a sí mismo y a su ministerio. Todas estas cosas que Jesús cita se cumplieron durante su vida. Sin embargo, continúan cumpliéndose todos los días mientras el mundo está en pie. Lo que estaba haciendo entonces, ¡todavía lo está haciendo! Aunque nunca volverá a morir, nunca más resucitará de entre los muertos. Los hombres nunca más lo golpearán ni le escupirán en la cara. Pero, todavía hay partes de Su ministerio que Él continúa llevando a cabo diariamente en nuestras vidas. Hoy, estaremos meditando en su venida. Sobre todo, en la misión de su venida.
LA MISIÓN DEL MESÍAS ES MISTERIOSA (v. 18a)
Durante su vida, los hombres se maravillaron de lo que Jesús hizo y dijo. En Marcos 2:12, dice, “Entonces él se levantó en seguida, y tomando su lecho, salió delante de todos, de manera que todos se asombraron, y glorificaron a Dios, diciendo: Nunca hemos visto tal cosa”. En Mateo 9:33, dice, “Y echado fuera el demonio, el mudo habló; y la gente se maravillaba, y decía: Nunca se ha visto cosa semejante en Israel”. En varias ocasiones la gente dijo que estaban asombrados por su doctrina, por sus enseñanzas, por sus caminos.
Con toda certeza, bien podemos decir que ningún hombre sobre la tierra podrá jamás duplicar todo lo que Jesús hizo (Tentación, oposición, ministerio, pasión, muerte y resurrección). De hecho, desde el momento en que su nacimiento no tuvo otro propósito, sino que Jesús llegara a la cruz, esto lo convierte en una persona singular. En Juan 8:37, dice, “Le dijo entonces Pilato: ¿Luego, eres tú rey? Respondió Jesús: Tú dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz”. En Marcos 10:45, dice, “Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos”.
Sin embargo, es importante señalar que todo lo que hizo dio testimonio de su deidad. Pero no solo lo que hizo, sino también todo lo que dijo. Por ejemplo, en Marcos 2:5, leemos: “Al ver Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados”. Ante estas palabras del Señor, los fariseos dijeron, “¿Por qué habla éste así? Blasfemias dice. ¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios?” (v. 7). ¿Lo ve? Si Jesús perdonó pecados, o era un hombre blasfemo, o era Dios. ¡Este es el MISTERIO de Su misión! O como lo dijo Pablo en 1 Timoteo 3:16: “E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne, Justificado en el Espíritu, Visto de los ángeles, Predicado a los gentiles, Creído en el mundo, Recibido arriba en gloria”.
Esto debe hacer reflexionar seriamente a todos y cada uno de los que conocemos estas verdades. Lo que no son cristianos, sepan que no están rechazando la invitación de un hombre cualquiera. El evangelio que los llama a la salvación que él hizo posible en la cruz del calvario, representa un llamamiento divino. No rechazan una ideología humana, sino a Dios mismo. Quienes somos cristianos, debemos meditar muy seriamente en la calidad de nuestro servicio y en la honestidad de nuestra adoración a su nombre. Cuando desobedecemos su voluntad, no estamos ignorando la voluntad de un mero hombre, sino la misma voluntad de Dios.
LA MISIÓN DEL MESÍAS ES MAJESTUOSA (v. 18-19)
Jesús vino a este mundo con un trabajo qué hacer. ¡Es un trabajo que todavía realiza! Llegó a este mundo:
Para dar buenas nuevas a los pobres. Vino para anunciar las buenas nuevas a aquellos que estaban desprovistos de posición, influencia y honor. Vino a aquellos, literalmente, se acobardan ante la verdad y la realidad de Dios. ¡Jesús vino a los necesitados! Jesús vino a los que tienen una mala economía, pero también a los que, espiritualmente se encuentran en la miseria. En Mateo 11:28, él dijo, “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar”. En Apocalipsis 22:17, “Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente”.
Llegó a este mundo a sanar a los quebrantados de corazón. Él vino para sanar a los que padecen un dolor extremo. Habla a aquellos cuyo espíritu ha sido aplastado. Vino a aquellos que están bajo los pies de un conquistador. En cuanto esto, debemos tener presente que, los sufrimientos y padecimientos de cualquier naturaleza, todos son conocidos por el Señor.
- Él lo sabe: “Mas él conoce mi camino; me probará, y saldré como oro” (Job 23:10)
- A él le importa. Por eso, se exhorta a estar “echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros” (1 Pedro 5:7).
- Él está presente: “No te desampararé, ni te dejaré” (Hebreos 13:5)
No se rinda, entonces. El Señor está siempre a nuestro lado. El vino a este mundo a sanar a los quebrantados de corazón, y sin duda alguna que él cumplirá con esa maravillosa obra.
Él vino a pregonar libertad a los cautivos. Es interesante que una imagen literal de esta declaración, es la de personas detenidas a punta de lanza. Pues él vino a declarar que hay libertad de las lanzas de los enemigos espirituales del hombre. Los pecadores están cautivos, están esclavizados y Jesús vino a libertarlos. Todos aquellos que ahora mismo están esclavizados y cegados como lo estuvo en su momento el gran Sansón, ahora puede ser libres si se someten a la mano poderosa de Dios: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9) ¿Es usted libre o esclavo? No hay razón para estar cautivo.
Él vino a dar vista a los ciegos. Vino a dar vista a quienes están cegados mental y espiritualmente. Por eso, preguntamos, ¿cómo está su vista? La Biblia dice que “el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo” (2 Corintios 4:4). Afortunadamente, Jesús puede abrir los ojos cegados por el pecado. Quienes van por este mundo sin vista, cegados, van por una dirección que los conduce directamente a las profundidades del infierno. ¿Cómo está su vista hoy?
Él vino a poner en libertad a los oprimidos. Mis estimados hermanos y amigos, no hay razón para que nadie siga oprimido por el pecado. No hay razón para que su alma esté arruinada. Pablo dijo, “Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo” (1 Corintios 15:57)
Él vino a predicar el año agradable del Señor. El Señor vino para proclamar que se han abierto las puertas de la salvación, se han abierto las puertas de la eternidad para todos. Él vino para recordarnos que vendrá tiempo cuando su pueblo estará con él en el cielo. Dice Apocalipsis 21:4 que, en ese lugar, “Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron”. ¿Se perderá usted de todo esto?
Mis hermanos, la misión del mesías tuvo que ver con la compasión para todos aquellos que fueron heridos por el pecado, el diablo y las batallas de la vida. Prometió tratar con ternura a todos los que necesitaran Su toque, como dijo el profeta, “No quebrará la caña cascada, ni apagará el pábilo que humeare; por medio de la verdad traerá justicia” (Isaías 42:3). Como vemos, no cabe la mejor duda de que su misión es majestuosa.
LA MISIÓN DEL MESÍAS ES DESAFIANTE (v. 20-21)
Cuando Jesús terminó de leer lo que las Escrituras dicen, delante de todos se declaró a sí mismo como el Mesías, como el cumplimiento de dichas profecías. Todo lo que tenían que hacer quienes lo estaban oyendo, era aceptarlo como tal. Sin embargo, su reacción no fue nada positiva. Dicen los versos 28-29, “Al oír estas cosas, todos en la sinagoga se llenaron de ira; y levantándose, le echaron fuera de la ciudad, y le llevaron hasta la cumbre del monte sobre el cual estaba edificada la ciudad de ellos, para despeñarle”. Como vemos, ellos quisieron matar allí mismo a Jesús.
Sin embargo, es importante que usted sepa que, él todavía es el Mesías, y está buscando que más le reconozcan como tal. La Biblia dice, en Juan 20:30-31, “Hizo además Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro. Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre”.
¿Qué hará usted con las afirmaciones de Jesús? ¿Hacerlas suyas y vivir? ¿O ignorarlos y permanecer muerto? Ahora depende totalmente de usted. Él todavía es el Mesías, el Cristo, y todavía se preocupa por usted, sin importar dónde haya estado o que haya hecho. Él espera que usted lo reconozca como el Cristo, el Hijo del Dios viviente.
Conclusión: ¡Hay más en Jesús de lo que parece! Es mucho más que un bebé en un pesebre o una figura pálida y muerta en una cruz. Él es el Señor resucitado y ahora mismo está sentado a la diestra de Dios. Él está intercediendo por nosotros ahora mismo. Él nos ama y quiere ayudarnos. Pero, no haga lo que la gente de Nazaret hizo, tratando de alejarlo de sus vidas. Mejor, ríndase a él, y confiéselo como el Cristo, el Hijo del Dios viviente.