(1 Tesalonicenses 5:14-23). Llegó el Año Nuevo, y muchas personas han realizado una variedad de propósitos por los cuales buscan mejorar algunas cosas de sus vidas.
- Perder peso.
- Dejar de fumar.
- Leer varios libros.
- Aprender otro idioma.
Ahora, esto suena bien y hace que las personas se sientan mejor consigo mismas al hacer una promesa sobre algo que quieran hacer o algo que quieran dejar de hacer. Sin embargo, el asunto con los propósitos de año nuevo, es que, para lograrlos, necesitamos hacer una “revolución”. La palabra “revolución” indica un cambio completo o radical de cualquier tipo. El derrocamiento de un gobierno, o ciertos cambios de carácter social, para realizarse, requieren una “revolución”. Pues esto es exactamente lo que la mayoría de cristianos necesitan hacer para cumplir con una serie de propósitos espirituales necesarios para sus vidas. Cuando no se lleva a cabo una revolución, dichos propósitos tienden a olvidarse en unos pocos días o semanas como máximo. Por eso, lo que más necesitamos es una revolución. Necesitamos experimentar un cambio radical en la forma en que pensamos y actuamos.
Cuando hablo de una revolución, no tiene nada que ver con destronar a Jesús, sino que debemos tratar de quitarnos el poder del “yo” y someter nuestra voluntad a nuestro legítimo Señor y Rey. Necesitamos un derrocamiento total de nuestras voluntades hasta que sean traídas bajo el absoluto señorío y liderazgo del Señor Jesucristo. Con eso en mente, me gustaría que nos tomáramos unos minutos para mirar estos versículos de las Escrituras y descubrir algunas revoluciones que debemos hacer este año nuevo. Mientras Pablo escribe a los tesalonicenses, les dice en términos inequívocos exactamente cómo el Señor quiere que cada hijo de Dios viva. Consideren, entonces, conmigo algunos propósitos espirituales de año nuevo que todos debemos hacer hoy.
LLEVEMOS A CABO UNA REVOLUCIÓN EN NUESTRA ADORACIÓN.
Al abordar este punto, debemos ser absolutamente realistas, reconociendo que nuestra experiencia de adoración es de muy mala calidad que lo que debería ser. Y la culpa no es del Señor, sino de quienes estamos involucrados en la adoración. Por eso, debemos tener presente las enseñanzas que Pablo nos comparte para dar una nueva vida a nuestra adoración muerta.
Manteniendo un gozo constante (v. 16). El Espíritu Santo, a través de Pablo, nos manda a todos y cada uno de nosotros, diciendo: “Estad siempre gozosos”. Pero, ¿cómo es eso posible? Lo que vemos en las iglesias y en los hogares de muchos cristianos es precisamente lo contrario. Amargura, enojo y tristeza. Es más, hay muchos cristianos que su experiencia de vida ha sido la de amargura, enojo y tristeza; no solo durante este año que se ha ido, sino que llevan años así. Bueno, mis hermanos, es tiempo de decir, ¡Ya basta! Es tiempo de que usted obedezca lo que manda Dios aquí: Estad siempre gozosos.
Mis hermanos, hay dos clases de “gozo”. Uno de ellos es el que humanamente todos conocemos. Es un gozo natural. Es el gozo humano, que se produce y depende de condiciones o circunstancias favorables. Vea usted cómo un niño recibe un regalo, ¡y se llena de gozo! Está feliz porque ha recibido algo que le gusta, algo que anhela, algo que disfruta. Sin embargo, a los cinco minutos lo vemos enojado, llorando y muy triste. ¡Se le rompió el juguete! Y con él, se le acabó el gozo que sentía. ¿Lo ven? El gozo humano se produce y depende de condiciones o circunstancias favorables. Por eso, leemos esto de “estar siempre gozosos”, inmediatamente reaccionamos con incredulidad. Creemos que no es posible. No obstante, aquí estamos hablando de otra clase de gozo. Del gozo espiritual. Este gozo no se produce, ni depende de condiciones o circunstancias favorables en este mundo. Este gozo no es provocado por las cosas de este mundo. Este gozo no es producto de las cosas de esta vida.
- El fundamento del gozo espiritual y constante es Cristo: “Por lo demás, hermanos, gozaos en el Señor” (Filipenses 3:1); “Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!” (Filipenses 4:4)
- Es resultado de una vida sujeta a la voluntad de Dios: “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe” (Gálatas 5:22).
- Es provocado por el evangelio: “Pero el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor” (Lucas 2:10-11).
- Ilustración práctica: Cuando Jesús iba a morir, los apóstoles estuvieron tristes. Pero, vean lo que les dijo el Señor: “La mujer cuando da a luz, tiene dolor (el origen de la tristeza), porque ha llegado su hora; pero después que ha dado a luz un niño, ya no se acuerda de la angustia, por el gozo de que haya nacido un hombre en el mundo. También vosotros ahora tenéis tristeza; pero os volveré a ver, y se gozará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestro gozo” (Juan 16:21, 22). He allí el motivo y la dependencia de nuestro gozo: “Y cuando les hubo dicho esto, les mostró las manos y el costado. Y los discípulos se regocijaron viendo al Señor” (Juan 20:20).
Como cristianos, tenemos muchos motivos para estar siempre gozosos. Pablo dice que “el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo” (Efesios 1:3). Seamos obedientes y busquemos este gozo en los motivos, en las cosas y el lugar correcto. Pero, si ustedes siguen buscando el gozo que es producto de esta vida, entonces siempre será un gozo efímero, y que, por el afán de mantenerlo, podemos terminar en el infierno. Lo importante es, entender que este gozo es indispensable para la existencia de una genuina adoración.
Manteniendo una oración constante (v. 17). Dios no está diciendo que estemos orando durante cada segundo de nuestras vidas. Más bien, nos está exhortando a tener a la oración en el lugar correcto, de modo que, cuando sea necesario, acudamos a él. Uno de los más graves errores por los cuales nuestra vida se va llenando de angustias, afanes y toda clase de ansiedad, es por no practicar la oración.
- “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses 4:6, 7).
Si estamos enfermos, primero buscamos a los médicos, o primero buscamos solucionar el problema con remedios, y al último, si nada más nos funciona, entonces vamos a Dios. Esto es algo muy peligroso:
- “En el año treinta y nueve de su reinado, Asa enfermó gravemente de los pies, y en su enfermedad no buscó a Jehová, sino a los médicos. Y durmió Asa con sus padres, y murió en el año cuarenta y uno de su reinado” (2 Crónicas 16:12, 13).
Las palabras “sin cesar”, se refieren a una persona que tiene tos intermitente. Puede que no esté tosiendo a cada instante del día, pero siempre hay un pequeño cosquilleo en la parte posterior de la garganta, por lo que la tos siempre es una posibilidad.
La oración es de vital importancia para la vida espiritual de todo cristiano. Por lo tanto, siempre debemos estar en ese lugar de oración, porque cuando lo estemos, el Señor nos escuchará y responderá de acuerdo con Su voluntad (cfr. Mateo 21:22; 1 Juan 5:14-15.
Manteniendo una actitud agradecida (v. 18). Algunos cantan la Doxología y piensan que han dado gracias al Señor. Dios, sin embargo, nos está llamando a estar genuinamente agradecidos desde nuestro corazón por Sus bendiciones en nuestras vidas. Dios ha hecho tanto por nosotros que nunca podríamos pagarle. Lo mínimo que podemos hacer es inclinar la cabeza ante Él y estar agradecidos por Sus dones de gracia. Después de todo, ¡es Su voluntad para cada cristiano!
El agradecimiento es lo opuesto a la queja. Los israelitas tenían más cosas por las que estar agradecidos que cualquier pueblo de su tiempo, sin embargo, eran culpables de estar siempre quejándose de Dios. Durante 40 años vagaron por el desierto y se quejaron y se quejaron de lo que estaban haciendo. Puede que no estemos felices con muchas cosas de nuestra vida, pero al menos debemos agradecer que haya un Dios en el cielo que nos ama y se preocupa por nosotros siempre.
Manteniendo una actitud sumisa al Espíritu Santo (v. 19). La palabra “apagar” es clave aquí. Como cristianos, a menudo somos culpables de sofocar la influencia del Espíritu Santo sobre nuestras vidas. Mis hermanos, la manera en que el Espíritu Santo nos controla, nos mueve, nos influye, es a través de lo que dicen las Escrituras. Por medio de lo que en ellas aprendemos, somos llevados a testificar, a perdonar, a pedir perdón, a ayudar a alguien, a glorificar a Dios, a cualquier cosa que sea grata para Dios. Lamentablemente, con demasiada frecuencia, nuestra respuesta a sus declaraciones es ignorarlo, a ser rebeldes hasta el punto de apagar esa pequeña llama en nuestros corazones. Cuando el Espíritu Santo nos quiere mover a través de lo que la Biblia dice, nuestro deber es obedecer, y obedecer inmediatamente.
Pablo dijo, “Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención.” ¿Cómo? “Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo” (Efesios 4:30-32).
Mientras estamos iniciando este nuevo año, propongamos en nuestro corazón escuchar al Espíritu Santo de Dios. Si queremos llevar a cabo una adoración genuina, debemos estar atentos y obedecer lo que Dios nos dice en su palabra.
Manteniendo un valor correcto por la Palabra de Dios (v. 20). Pablo nos exhorta a no tener en poco el valor de la Palabra de Dios. No debemos “despreciar” o “menospreciar” la Palabra del Señor. Esto se manifiesta de dos maneras:
- Escuchar la Palabra de Dios, y luego sencillamente olvidarla.
- Escuchar la Palabra de Dios, y luego simplemente ignorarla.
- Escuchar la Palabra de Dios, y luego tomar solamente lo que nos guste.
Dice Santiago 1:22, “Pongan en práctica la palabra y no se limiten a sólo escucharla pues de otra manera se engañan ustedes mismos” (NBD, 2008).
A medida que avance el año 2022, debemos analizar detenidamente cómo estamos adorando al Señor. Para hacerlo genuinamente, hay que estar manteniendo un gozo constante, una oración constante, una actitud sumisa al Espíritu Santo y un valor correcto por la Palabra de Dios. Al hacer esto, estaremos probando una revolución en nuestra adoración.
LLEVEMOS A CABO UNA REVOLUCIÓN EN NUESTRA CONDUCTA PARA CON OTROS.
Teniendo compasión por todos los hombres (v. 14). No todos los cristianos son tan maduros como otros. Como resultado, siempre hay débiles o quienes tropiezan entre los que nos rodean. En este versículo, Pablo nos da una idea de cómo debemos reaccionar y tratar con aquellos que pueden estar en una de las diversas etapas o condiciones espirituales.
Amonestando a los ociosos: se refiere a aquellos que están “fuera de su rango”. Estas personas son las que se niegan a marchar en línea con el Señor. Debe haber reglas, y las hay. ¡La Biblia es nuestro libro de reglas! Nuestro deber como cristianos es ayudar a aquellos que tienen problemas para marchar de acuerdo con el tambor del Señor. Cuando vemos a un hermano saliéndose de la formación, debemos amarlo y hacer todo lo posible para advertirle y ayudarle a volver a la línea (Gálatas 6:2).
Alentando a los de poco ánimo: esta expresión no tiene nada que ver con algún problema mental. Se refiere a aquellos que parecen haber perdido el rumbo por todo lo que viene. Estos son los que están apartándose de la familia de Dios. Parece que todo lo que viene les hace quedarse en el camino. Siempre están mirando el lado negativo de la vida y, como resultado, son fácilmente influenciados para que se rindan y se den por vencidos. Nuestro deber es animar a esta gente a ser fuertes en el Señor. Para aprender a mirar a Él en lugar de a las circunstancias (Hebreos 12:2).
Sosteniendo a los débiles: se trata de aquellos que permiten que la mínima cosa los enfurezca o los haga renunciar. Cuando tratamos con este tipo de personas, debemos apresurarnos a animarlos y señalarles el camino correcto. ¡Nuestro trabajo es ayudar a fortalecer su fe! La palabra “sostener” significa literalmente aferrarse o adherirse. ¡Pablo nos está diciendo que no los dejemos caer!
Mis hermanos, algunos de ustedes necesitan nada más que crecer. Les animo a que miren su propia vida y si hay áreas en las que usted es inmaduro, pídale al Señor que le ayude, y haga exactamente lo que él le indique. De lo contrario, tendrá serios problemas espirituales y eventualmente puede ser un problema para otros.
Este tipo de ministerio personal es difícil en el mejor de los casos. Afortunadamente, Pablo nos da una pequeña idea de cómo es posible llevarlo a cabo.
Siendo paciente con todos: Pacientes, es decir, “de gran corazón”. Se nos recuerda que no todos los cristianos maduran al mismo ritmo. Debemos tener mucha paciencia con los miembros de la iglesia para no permitir que los pequeños problemas que seguramente surgirán nos desvíen del rumbo o traigan discordia a la comunión. ¡Debemos caminar con paciencia con nuestros hermanos en la fe! ¡Nunca debemos ser culpables de rendirnos el uno al otro!
Al enfrentar este nuevo año, resolvamos que actuaremos y reaccionaremos con amor el uno por el otro. Que no haremos nada por despecho. Que permitiremos que Santiago 1:19 sea una realidad en nuestras vidas: “Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse”. En otras palabras, actúen con madurez y no sean como niños en sus tratos unos con otros.
¿Cómo es esto siquiera remotamente posible? La respuesta se encuentra en el versículo 15. Si hacemos lo que dice este versículo, entonces no tendremos ningún problema en vivir nuestro versículo 14.
Perdonando a todos los hombres (v. 15). Independientemente de lo que alguien pueda hacerle o decirle, al haber arrepentimiento debe haber perdón. Nunca devolvamos mal por mal. Pablo dijo, “No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor” (Romanos 12:19).
El perdón total e incondicional es la voluntad de Dios para cada creyente (Efesios 4:32; Mateo 18:21-35; Lucas 17:3-5). Aprendamos la lección de Lucas 17:3-4, “Mirad por vosotros mismos. Si tu hermano pecare contra ti, repréndele; y si se arrepintiere, perdónale. Y si siete veces al día pecare contra ti, y siete veces al día volviere a ti, diciendo: Me arrepiento; perdónale”. No obstante, lo común es que no queremos perdonar, dejamos que el dolor nos infecte y se convierta en un punto doloroso en nuestras vidas que terminará por matarnos eternamente. Por eso, la voluntad de Dios es el perdón, sin importar el mal que hayamos sufrido.
LLEVEMOS A CABO UNA REVOLUCIÓN EN NUESTRO TESTIMONIO (v. 22).
Pablo dice, “Absteneos de toda especie de mal” (v. 22). Con demasiada frecuencia, los hijos de Dios no se pueden distinguir de los hijos del diablo porque no hay ninguna diferencia en la forma en que viven sus vidas. ¡Esta no es la forma en que se supone que debe ser! Debemos ser tan diferentes del mundo, a tal grado que sea obvio a quién pertenecemos (Mateo 5:16). Por lo tanto, en este versículo se nos pide que vivamos una vida totalmente pura, tanto interna como externamente.
Necesitamos recordar que somos la única Biblia que mucha gente verá (2 Corintios 3:2). Nuestras vidas son cartas abiertas al mundo. Cuando los hombres nos ven y la manera en que vivimos nuestras vidas, están leyendo lo que tenemos que decir acerca de Dios. Un cristiano que vive en la maldad y la impiedad, uno que permite que el pecado exista en su vida le está diciendo al mundo que Jesús no hace ninguna diferencia en la forma en que vivimos. Por otro lado, un cristiano, quien es radicalmente diferente del mundo que lo rodea, brilla como un faro en la noche. Los hombres son atraídos a su vida como los insectos a una linterna. ¡El suyo es un testimonio vibrante y vital! Nuestras vidas deben ser buenos testimonios de Jesús (1 Tesalonicenses 2:12; 1 Pedro 2:9).
Necesitamos decidir esta mañana, que haremos nuestro mejor esfuerzo para ser luces brillantes para la gloria de Dios durante este año nuevo. Este mundo necesita escuchar acerca de Jesús, y nosotros somos los que tenemos el mensaje de salvación, por lo tanto, ¡Vivamos la verdad que decimos creer y hagamos una diferencia para la gloria de Dios!
Conclusión: No sé ustedes, pero siento la necesidad de una verdadera revolución en mi vida espiritual. Si siente la misma necesidad, le desafío a que responda al Señor y se prepare para servirle mejor este año nuevo. Dios nos ayude a ponernos en línea con Jesús y hacer su voluntad lo mejor que podamos. ¿Necesita una revolución de año nuevo?