Nehemías 4:7-14.
Al llevar a cabo la lectura de este texto bíblico, notamos algo interesante: este pasaje comienza con la frase, “Pero aconteció…”. Este tipo de expresiones es común en toda la toda la Biblia. Ahora, cada vez que leo una declaración como esa, me encuentro con una variedad de lecciones para nuestra vida. En este caso, esta frase introduce tres cosas importantes en la historia de Nehemías:
- La obra debía continuar; no había lugar para detenerse ni para abandonar el trabajo.
- La oposición seguía presente. Y es que, mientras vivamos en este mundo con el deseo de servir a Dios, siempre habrá adversidad.
- Nehemías y los demás eran atacados, pero Dios los había sostenido; todavía estaban ahí, trabajando en el muro. Esto nos recuerda que, aunque las tormentas se hagan presentes, afortunadamente no duran para siempre.
Este pasaje es rico en enseñanzas. Sanbalat, Tobías y muchos más se opusieron a la obra de los judíos. Pero, aun dentro del mismo pueblo, comenzó a crecer una actitud pesimista. Sin embargo, frente a tantos obstáculos, Nehemías se mantuvo firme en su propósito de cumplir la tarea que Dios le había encomendado. Cuando meditamos en estos eventos, nos encontramos con tres actitudes que estarán presentes en aquellos que sirven a Dios. Dos son malas, y una es buena. Estas actitudes son la “disensión”, la “duda” y la “determinación”. ¿Qué nos dice el texto bíblico acerca de ellas? ¿Qué circunstancias provocan dichas actitudes?
Eso es lo que vamos a estar considerando en esta ocasión; pero sobre todo, será importante que usted identifique cuál de ellas es parte de su vida como cristiano.
LA DISENSIÓN (v. 7-9).
- La disensión nace de un corazón (v. 7).
Cuando Sanbalat, Tobías, los árabes, los amonitas y los de Asdod oyeron que los muros se levantaban y que las brechas eran cerradas, se enfurecieron. Pero este enojo no es gratuito. Hay cosas en el corazón de ellos que debemos tener en cuenta, para entender las raíces de la división.
- La amenaza de su identidad y poder. La reconstrucción de Jerusalén significaba más que levantar piedras. Era la recuperación de una identidad nacional y religiosa. Psicológicamente, esto despierta envidia y temor en quienes habían dominado o se beneficiaban de la debilidad de Judá. Sanbalat y Tobías habían tenido influencia en la región gracias a la ruina de Jerusalén; por lo que verla resurgir era percibido como una pérdida personal de poder. ¿Cuántos no son los hermanos que provocan divisiones y contiendas, simple y sencillamente, porque no quieren que su poder, o su influencia, sean socavados? Quieren tener el primer lugar entre los hermanos, y cuando ven que ellos no son el foco de la atención, entonces provocan disensiones entre los santos.
- Miedo al cambio y a la pérdida del control. Si seguimos analizando el pasaje desde un punto de vista psicológico, sobre todo, desde la psicología social, es común que las personas tienden a resistirse a todo lo que pueda alterar el “orden establecido”. Los muros restaurados implicaban que los judíos ya no serían vulnerables, y que el equilibrio de poder regional cambiaría. El enojo surge aquí como una reacción defensiva ante el miedo. Así, a veces hay hermanos que no quieren que las cosas cambien. Quieren seguir teniendo el control, quieren que las cosas sucedan en la congregación como siempre han sucedido. Y no me refiero a la doctrina, sino a aspectos logísticos o administrativos en la congregación. Cuando esto sucede, viene la disensión.
- Celos y comparación social. Los opositores observaban el progreso de los judíos y se encendía en ellos la envidia. El progreso ajeno suele generar ira en quienes no logran lo mismo o sienten que su posición se ve opacada. Esa hostilidad es una proyección, no soportaban que un pueblo humillado comenzara a tener éxito. Muchos hermanos están en oposición al avance de la obra porque creen que “ellos podrían hacerlo mejor”.
- Frustración por la impotencia: La ira muchas veces es la máscara de la impotencia. Los opositores veían cómo, a pesar de sus burlas e intentos de desánimo, el muro avanzaba. Esa frustración, al no poder detener con palabras, se transformó en furia y deseos de violencia.
- Orgullo herido. El orgullo es frágil. Ver que un pueblo que habían considerado derrotado se levantaba con ayuda de Dios hería su sentido de superioridad. La reconstrucción era un recordatorio de que su dominio no era tan absoluto.
El enojo de los enemigos de los judíos no era racional, sino visceral. Era el resultado de una mezcla de miedo, celos, frustración y orgullo herido. En la narrativa bíblica, esto también ilustra un principio espiritual: el enemigo de Dios siempre se irrita cuando el pueblo del Señor se levanta y progresa, porque la restauración del muro simboliza la restauración de la comunión y la seguridad en Dios.
- Su objetivo (v. 8).
Se confabularon todos para atacar Jerusalén y detener la obra. Aunque tenían agendas distintas, estaban unidos en su oposición al pueblo de Dios. Aquí hay una lección dolorosa: los enemigos de la obra de Dios saben unirse, mientras que el pueblo de Cristo muchas veces se fragmenta en disputas internas. Si queremos evitar que la disensión nos debilite, y finalmente la obra de Dios se detenga, necesitamos mantener firme nuestra unidad en el trabajo del Señor.
- El obstáculo para la disensión (v. 9).
Nehemías y el pueblo no se dejaron intimidar. Oraron a Dios y pusieron guardias día y noche. El enemigo no contaba con la fuerza de la oración. Mis hermanos, el poder del enemigo es real, pero nunca puede vencer al poder del Señor. Además de orar, Nehemías tomó precauciones prácticas. No se durmió en su puesto. También nosotros debemos velar, orar y estar preparados.
LA DUDA (v. 10-12).
La disensión externa ya era dura, pero la duda interna era aún peor. Judá, una de las tribus más influyentes, expresó su desaliento. Pero, ¿qué provoca la duda, y cómo se manifiesta?
- Versículo 10 – El discurso de la debilidad: “Y dijo Judá: Las fuerzas de los acarreadores se han debilitado, y el escombro es mucho, y no podemos edificar el muro.”
Aquí la duda se hace evidente en tres expresiones:
- “Las fuerzas… se han debilitado”: el cansancio físico llevó a un pesimismo espiritual. El agotamiento abre la puerta a la incredulidad.
- “El escombro es mucho”: se enfocaron en los obstáculos, no en el avance. La percepción de imposibilidad ahoga la fe.
- “No podemos edificar”: la conclusión fatalista. La duda se verbaliza, y lo dicho empieza a contagiar al resto.
¿Qué la provoca? Cansancio, visión negativa y magnificación de los problemas.
- Versículo 11 – El discurso del miedo: “Y nuestros enemigos dijeron: No sepan ni vean hasta que entremos en medio de ellos y los matemos, y hagamos cesar la obra.”
El pueblo comenzó a escuchar más la voz del enemigo que la promesa de Dios. La amenaza externa se internalizó. Psicológicamente, la duda nace cuando el miedo ocupa el lugar de la confianza.
¿Qué provoca la duda? La intimidación del adversario y la sugestión del peligro.
- Versículo 12 – La repetición de la amenaza: “Y sucedió que cuando venían los judíos que habitaban entre ellos, nos decían hasta diez veces: De todos los lugares de donde volviereis, ellos caerán sobre vosotros.”
El temor ya no era solo individual, sino colectivo. Lo repetían “hasta diez veces”, lo cual muestra un círculo vicioso de ansiedad, pues cuanto más lo decían, más real parecía. La duda se volvió contagiosa y multiplicada.
¿Qué provoca la duda? La presión social, constante repetición del discurso negativo y pérdida de perspectiva espiritual.
Los adversarios amenazaban con matarlos y detener la obra. El miedo se apoderó de ellos. Dudaron de su capacidad y del poder de Dios. Algunos judíos llegaron a repetir el temor diez veces. El pueblo estaba al borde de abandonar Jerusalén. ¿Cuántos hoy se apartan del servicio a Dios porque sienten que su esfuerzo es inútil? Justo eso busca el enemigo, sembrar miedo y duda para que dejemos la obra. ¿Es esa su actitud?
LA DETERMINACIÓN (v. 13-14)
- Es una determinación estratégica (v. 13): “Entonces por las partes bajas del lugar, detrás del muro y en los sitios abiertos, puse al pueblo por familias, con sus espadas, con sus lanzas y con sus arcos.”
Aquí la determinación se ve en que Nehemías no se paraliza ni se rinde, sino que toma medidas concretas:
- Organiza al pueblo de manera práctica, ubicando a las familias en lugares vulnerables.
- Les da armas para resistir, mostrando que no dejaría espacio para la sorpresa del enemigo.
- Su liderazgo transmite calma, pues la preparación reemplaza al pánico.
Mis hermanos, la verdadera determinación no es un entusiasmo vacío, sino la disposición a actuar con prudencia y firmeza frente al peligro.
- Es una determinación espiritual (v. 14): “Después miré, y me levanté y dije a los nobles y a los oficiales y al resto del pueblo: No temáis delante de ellos; acordaos del Señor grande y temible, y pelead por vuestros hermanos, por vuestros hijos y por vuestras hijas, por vuestras mujeres y por vuestras casas.”
Aquí Nehemías muestra que la determinación no solo organiza soldados, sino corazones:
- Alienta el valor: “No temáis delante de ellos.” Desafía directamente al miedo.
- Dirige la mirada a Dios: “Acordaos del Señor grande y temible.” La confianza no está en la espada, sino en el Dios que pelea por ellos.
- Despierta el compromiso: “Pelead por vuestros hermanos…” Motiva al pueblo recordándoles que su lucha protege lo más valioso: familia, futuro y fe.
La determinación espiritual no ignora el peligro, pero lo enfrenta con fe y un propósito mayor que uno mismo.
Conclusión.
Hoy seguimos rodeados de disensión, duda y oposición. Quizás alguna de estas actitudes está presente en nuestros corazones. El pecado siembra división y desaliento; pero Dios quiere unidad y determinación. Aprendamos de Nehemías, y enfrentemos la oposición con oración, fe, vigilancia y valor. Solo así podremos cumplir con el trabajo que el Señor nos ha confiado.