Romanos 16:1-2.
Las páginas de la Biblia están llenas de los nombres de muchas grandes mujeres. Por ejemplo, está María, la madre del Señor Jesús. Están Eunice y Loida, quienes enseñaron al joven Timoteo el camino de la salvación. Está Lidia, la comerciante de Tiatira, quien se convirtió bajo el ministerio de Pablo y fue muy utilizada por el Señor. El libro de los Hechos habla de una mujer llamada Dorcas. Ella era una mujer talentosa que atendió las necesidades de la iglesia y fue resucitada de entre los muertos por Pedro. Luego, en este capítulo de Romanos, se nos presenta a una mujer llamada Febe. Ella es una mujer especial, que demuestra los atributos de santidad, servicio y dedicación que deben distinguir a todas las verdaderas mujeres del Señor.
Esta mujer fue una gran sierva de la iglesia primitiva. Hay una declaración en algunas Biblias (King James 1611 Y Biblia del Oso) después del versículo 27 que dice lo siguiente: “Escrita a los Romanos desde Corinto, y enviada por Febe, sierva de la iglesia de Cencrea”. Cuando dejó a Pablo en Corinto para ir a Roma, llevaba en los pliegues de su manto la más grande declaración de doctrina que el mundo jamás había presenciado. Evidentemente, era una sierva muy estimada y de mucha confianza en la iglesia primitiva.
Lo que tenemos en estos dos primeros versículos es una carta de recomendación. La palabra “recomendar” significa “presentar o recomendar a otro”. Pablo se toma el tiempo de presentar a Febe a los creyentes de Roma. Quiere que sepan que ella es muy especial y que será una bendición para ellos. Parece que, en aquellos días, cuando una persona dejaba una iglesia para ir a otra, llevaba consigo una carta de recomendación de la iglesia de origen. Todavía lo hacemos hoy, hasta cierto punto. Aunque no lo hacemos tan bien como deberíamos. Cuando alguien deja esta congregación para ir a otra, ¡debemos decirle a la iglesia a la que fue la verdad sobre él! De esa manera, se podrían presentar buenos hermanos e identificar a los alborotadores e infieles. Eso podría reducir muchos problemas y terribles cambios que se están dando en muchas iglesias. De aquí algunos se han ido a otras congregaciones, o a comenzar una congregación nueva; pero no se han ido con nuestra recomendación. De hecho, algunos todavía tienen su membresía aquí, mientras se reúnen en otra congregación. Otros se han ido cortados de comunión y, sin embargo, las iglesias así los reciben y comulgan con ellos, lo cual es pecado. La Biblia dice, “ni participéis en pecados ajenos” (1 Timoteo 5:22).
Es cierto que habrá circunstancias por las cuales tengamos que cambiar nuestra membresía a otra congregación; pero, dichos cambios deben ser necesarios y con toda honestidad. En tal caso, la iglesia siempre recomendará a los tales, como hizo Pablo con la hermana Febe.
Así que, esta mañana nos centraremos en la brillante carta que lleva Febe. Pablo la presenta a la iglesia de Roma y es esa presentación la que quiero analizar hoy. En estos dos versículos, veo un retrato de una mujer piadosa. Observaremos tres palabras que se utilizan para describir a Febe en estos versículos. Acompáñenme a meditar en tales palabras, mientras “Les presento a una mujer piadosa”.
ELLA ES LLAMADA “HERMANA” (v. 1a).
Esto describe su relación con el Padre Celestial. La palabra “hermana”, indica que esta mujer tiene una relación padre/hija con Dios. Su nombre es “Febe”, que significa “radiante o brillante”. Este era uno de los nombres que la diosa Diana tenía. Como un nombre como ese, es lógico pensar que esta mujer fue criada en un hogar de adoradores de ídolos. Ella era indudablemente pagana antes de escuchar el Evangelio de la gracia y convertirse. Sin embargo, cuando esta mujer conoció a Jesús, fue sacada de la oscuridad de la adoración de ídolos y llevada a la gloriosa luz de la salvación. ¡Fue salva! Una vez fue una adoradora “radiante y brillante” de los dioses griegos. ¡Ahora es una adoradora “radiante y brillante” del Señor Jesucristo!
Mi amado hermano, independientemente de su pasado, si usted es salvo, ¡lo mejor que puede decir de sí mismo es que es un hijo de Dios! ¡Saber que ha sido salvo y que tiene una relación con Dios es el mayor conocimiento del mundo! Ella es una hermana porque conoce al Dios verdadero y a él le pertenece.
Esto describe también su relación con una familia. No solo tiene una relación con el Padre Celestial, sino que también tiene una relación con todos los demás hijos redimidos de Dios. Podríamos imaginar que, debido a que había confiado en Jesús, su familia la consideraba una paria. Pero, cuando conoció a Jesús, ¡tuvo una nueva familia! Fue recibida en una familia que estaba formada por personas redimidas de todo tipo de razas y orígenes. Cuando una persona viene a Jesús, todas las barreras de la vida se derriban (cf. Gálatas 3:28). En Jesús no hay barreras raciales, barreras sociales, ni barreras sexuales. ¡Todos somos hechos uno en Jesús!
De hecho, es en razón de su relación con la familia de Dios que Pablo anima a los cristianos romanos a recibirla. Por eso Pablo dice, “nuestra hermana”. Ella es hermana; pero hermana “nuestra”. En otras palabras, el solo hecho de que ella es una mujer no debería tener ninguna influencia en cómo debían recibirla; pero, cuando se dice que es nuestra hermana, eso es lo que debe estar en consideración. Según Pablo, debemos recibirnos unos a otros, tal como Jesús nos recibió (cf. Romanos 15:7). Así que, aquí tenemos a un judío recomendando a un gentil, a un grupo de romanos. ¡Solo la gracia de Dios podía hacer eso!
Cuando estamos en una relación con el Señor Jesucristo, somos colocados en una familia donde hay amor, aceptación y alegría. ¡Gracias a Dios por la familia del Señor!
ELLA ES LLAMADA SIERVA (“diaconisa”, v. 1).
Aquí es donde vamos a encontrar material interesante. Comenzaré esta sección diciendo: Gracias a Dios por las mujeres activas y piadosas de cada iglesia. Ustedes llenan un lugar que, lamentablemente, siempre permanecería vacante si se dejara en manos de los hombres. A Febe no solo se la llama “Hermana”, sino también “Sirvienta” (cf. Juan 2:5, 9).
Lo que nos recuerda su posición (v. 1b). Pablo dice que Febe es “diaconisa”, del griego “διακονον”. Esto no significa que Febe fuese un diácono en sentido oficial, como se usa en 1 Timoteo 3. Más bien, esta palabra es en referencia a cierta buena obra que Febe hacía en favor de los santos.
Ahora, aquí quiero hacer un paréntesis, para decirles que los diáconos en cualquier iglesia, ¡no tienen autoridad alguna! Ellos deben estar en sumisión a los ancianos de la iglesia. Ellos deben ser los siervos del pueblo de Dios. ¡Un diácono que trata de gobernar es un diácono que está fuera de lugar! Un diácono que piensa que es el perro guardián de la iglesia está sobrepasando los límites de su autoridad. Hay muchos que son hombres buenos y piadosos. Pero, hay otros que piensan que es su trabajo decirle al predicador lo que puede y no puede predicar. ¡Están completamente equivocados en eso! ¡Un diácono es un siervo, nada más! Por cierto, lo mismo es cierto acerca de los evangelistas. No tienen autoridad, aunque desempeñen un oficio importante para la iglesia.
Ahora, regresando a Febe, ella es una hermana que sirve a los santos, eso es todo. ¿Qué tipo de servicio daba Febe a los santos? En el versículo 2, leemos la palabra griega “prostátis”, la cual, es una forma femenina de “prostates”, que significa “protectora”, “auxiliadora”. Francisco Lacueva, en su Interlineal Griego Español del Nuevo Testamento, vierte la palabra como “protectora”. El erudito w. e. vine, dice que “Prostates era el título de un ciudadano ateniense que tenía encomendada la responsabilidad de cuidar del bienestar de residentes extranjeros que carecían de derechos civiles. Entre los judíos designaba a un rico protector de la comunidad”. Entonces, es evidente que, al usarse este término de manera metafórica en referencia a lo que Febe hacía, podemos concluir que Febe hospedaba a los santos que lo necesitasen, entre los cuales se contaba el mismo Pablo. Ella daba protección a los santos que hospedaba, y les proveía de todo lo necesario mientras estaban en su casa (cf. Hechos 16:15; 1 Timoteo 5:10; Hebreos 13:2). ¡Ese es el servicio de la hermana Febe! La hospitalidad. Ella servía a los hermanos y/o predicadores que llegaban de otras partes, proveyéndoles de un techo, cama y alimentación, y hasta posiblemente cuidados en momentos de enfermedad.
¡Gracias a Dios por aquellas personas que se humillan y sirven a la iglesia! ¡Gracias a Dios por aquellas mujeres que voluntariamente hacen aquellas cosas que se deben hacer en la casa de Dios, a menudo sin agradecimiento y la mayoría de las veces sin compensación! He tenido la bendición de gozar de la hospitalidad de santas mujeres, cuando he viajado para predicar el evangelio en otras ciudades o países. Dios sabe quiénes son, y sé que él les dará su recompensa. Bueno, puedo decir que cada una de ellas lo hace porque aman al Señor (cf. Mateo 25:42, 45). A todas esas mujeres que sirven a los santos les estamos muy agradecidos, y les exhortamos a que no se cansen de hacer el bien. Sigan con esa humildad, con ese servicio, pues nadie sirve al Señor en vano (cf. 1 Corintios 15:58). Ella es llamada sierva…
Por lo que goza de dignidad (v. 2). Pablo llama a los cristianos en roma, a recibir a Febe “como es digno de los santos”. Les hace saber que por su vida y su obra ella ha demostrado el hecho de que es una santa de Dios. Ella es digna de ser honrada por su dedicación al Señor.
Qué bendición es cuando la vida de las personas concuerda con su profesión de fe. Aquellos que son salvos y viven como tales deben ser honrados y respetados. Este es el deseo del Señor para cada uno de nosotros (cf. Filipenses 1:27; Colosenses 1:10).
Mis hermanos, ¡hay algo especial en una mujer piadosa! Es una mujer que no se involucra en chismes, que se viste, habla y actúa como una dama. Una mujer que le muestra al mundo lo que Jesús puede hacer, con una vida que se le presenta por fe. ¡Una mujer que es prudente y piadosa es una mujer encantadora! Es de mucha bendición cuando las mujeres de la iglesia están dispuestas a ser todo lo que Jesús quiere que sean. Son fuente de muchas acciones de gracias a Dios. Si usted es una de ellas, siga en ese buen camino. Ella es llamada sierva…
Que requiere compañeros (v. 2). Pablo desafía a los romanos a ponerse de acuerdo con Febe y ayudarla con su trabajo. La palabra “ayudar” significa “tomar el lugar de alguien para asistirlo”. No debían obstaculizar a Febe. Por el contrario, Pablo dice: “y que la ayudéis en cualquier cosa en que necesite de vosotros”.
¡Hay una lección en esto para nosotros! Cuando las damas piadosas de esta iglesia están ministrando en esas áreas en las que son tan buenas, el resto de nosotros debemos estar a su lado y ayudarlas en todo lo que podamos. ¡Esta mañana estoy hablando especialmente a los hombres! Piensen en esto, mis hermanos, hay algunas cosas en las que las damas son mejores que nosotros. Necesitamos mantenernos fuera de su camino y dejar que trabajen para Jesús. Ofrezcámosles nuestras oraciones, nuestro aliento, nuestro apoyo y nuestros recursos. Ayudémoslas en todo lo que necesiten y agradezcamos a Dios por hacerlas como Él las hizo. ¡Él arregló todo para que ellas se ocuparan de algunas áreas del ministerio que nunca nos pasarían por la cabeza a los varones!
ELLA HA AYUDADO A MUCHOS (v. 2b)
Aquí hay algo más que decir sobre su servicio. Ya les expliqué anteriormente lo que significa la palabra “ayudado”. Significa, en pocas palabras, “venir en ayuda de otro”. Proviene de una palabra antigua que significa “correr por debajo“. En los días de Pablo, esta palabra se usaba para referirse a una guardiana o protectora de otros que se preocupaba por los asuntos de otros y los ayudaba con sus recursos. Esto puede indicar que Febe era una mujer rica. Sea como fuere, ella dio mucho a la obra del Señor. Permítanme mencionar algunos de los regalos que ella dio como sierva del Señor.
Ella ayudó con su talento. Cualquiera que fuera su habilidad, Febe se lo dedicó al Señor y lo utilizó para que fuera una bendición para la iglesia. Ayudó a Pablo y ayudó a otros. Era desinteresada y no egocéntrica. Puso las necesidades de los demás en primer lugar e hizo una diferencia en sus vidas para la gloria de Dios. Tomó su vida y la puso toda en el altar para Jesús. Hizo lo que pudo. Ella ha hecho una buena obra, como María cuando ungió los pies de Jesús (cf. Marcos 14:6). Febe no intentó hacerlo todo, ¡simplemente hizo lo que pudo!
¡Esto es lo que la iglesia necesita hoy! Necesitamos mujeres y hombres que hagan lo que pueden hacer. ¿Sabía que no todo el mundo debería intentar predicar? Si usted no puede, es mejor que se mantenga alejado del púlpito. De la misma manera, no todo el mundo puede enseñar. No todo el mundo puede dirigir los cantos, escribir, etc. Pero, ¡todo el mundo puede hacer algo! Ese algo que pueden hacer es lo que deben hacer por el Señor y por Su iglesia. ¡Haga lo que pueda por Él y Él le bendecirá de una gran manera!
Ella ayudó con su tiempo. Pablo dice que Febe fue una bendición para él y para muchos otros también. ¡Un ministerio como ese requiere mucho tiempo! Ella estaba dispuesta a dedicar su vida a favor de la iglesia y para la gloria de su redentor. Ella dio todo lo que tenía por Dios.
¿Alguna vez han pensado que el tiempo puede ser el bien más valioso que tienen? Si damos dinero, siempre podremos recuperarlo. Si damos algo de nuestra propiedad, es posible que podamos comprar más. Pero, cuando damos nuestro tiempo, hemos dado algo que nunca podremos recuperar. Sin embargo, a la luz de la eternidad, el tiempo es una de las grandes inversiones que podemos ofrecer al Señor.
Alabo al Señor por aquellas personas de la iglesia que están dispuestas a dar de su tiempo. Tiempo para orar por los demás, para visitar a un enfermo, para ayudar a los afligidos, para hacer esa llamada telefónica, para preparar esa comida, para hacer lo que se necesita para que otros puedan ser bendecidos. ¡Qué ministerio! Quiero agradecerles esta mañana por el regalo de su tiempo. ¡Gracias por dar su vida a la iglesia!
Ella ayudó con su ternura. Al dar su talento y su tiempo, estaba, en efecto, abriendo su corazón a los creyentes que la rodeaban. Estaba poniendo en práctica el “ágape” que había en ella (cf. 1 Juan 3:17-18). Febe sabía que el “ágape” por los santos no era algo que se decía, sino ¡algo que se demostraba! Ella demostró su amor por Jesús amando a los santos.
Nuevamente, alabo al Señor por aquellas mujeres santas que abren sus corazones para ministrar a los santos. Doy gracias a Dios por todos los que muestran su amor por el Señor y la iglesia, abriendo su corazón y dando en el nombre del Señor. ¡Aquellos que hacen esto son un bien escaso! Más preciosos que la plata o el oro. Más valiosos que los diamantes. ¡La iglesia que los tiene es realmente rica! ¡Solo quiero decir gracias!
Conclusión.
Estimadas hermanas, ustedes podrían pasar su vida de muchas maneras. Podrían vivir sintiéndose como ciudadanas de segunda clase porque no pueden ser evangelistas, o pastores. Podrían estar molestas por el hecho de que Dios las ha colocado en una posición sumisa en la iglesia y en el hogar. O podrían mirar las oportunidades que Dios les ha dado para servirle y llegar a comprender que Él les ha abierto áreas de servicio que ningún hombre podría llenar jamás. Él las ha bendecido a ustedes, mujeres piadosas, ¡y le doy gracias a Dios por cada una de ustedes!
Por supuesto, este pasaje contiene una palabra para todos nosotros. Tenemos el reto de dar todo lo que tenemos al servicio del Señor y de Su iglesia. Tenemos el desafío a que miremos nuestra vida y nuestro corazón. ¿Estamos dando todo lo que tenemos a Dios, a Su iglesia y a Su pueblo? Si no es así, entonces ahora es el momento de entregarle todo. Hoy es tiempo de llevar a cabo esa entera consagración.