Bendiciones para una vida abundante.

Iglesia de Cristo en Constituyentes.

Bendiciones para una vida abundante.

Romanos 15:8-13.

Leí una historia que tenía que ver con dos pueblos que estaban ubicados en una montaña. Uno de estos pueblos obtenía agua de un manantial que descendía de la montaña. Lamentablemente, en los meses de verano, cuando el clima era muy seco, el agua menguaba hasta que apenas llegaba un hilo de agua para el pueblo. El agua es tan escasa que apenas alcanza para mantener viva al pueblo hasta que llegan los días húmedos.

En el centro del otro pueblo hay una fuente de la que siempre brota agua suficiente para calmar la sed y sustentar la vida. Se trata de un pozo artesanal, de donde sigue brotando agua por muy secos que puedan llegar a ser los meses de verano. Este pueblo siempre tiene agua en abundancia para todas sus necesidades, que alcanza incluso para otros que no son de ese pueblo.

Estos dos pueblos representan una parábola para nosotros. Estos pueblos representan dos tipos de vida. Una es la vida de algunos que, como el pueblo arriba en la montaña, viven con un pequeño arroyo que mengua y gotea, y que apenas da evidencia de su existencia. Otros viven una vida que rebosa de bendiciones espirituales, tales como paz, alegría y poder. ¿Cuál de esos dos pueblos representa su propia vida?

Cuando Jesús estuvo aquí en la tierra, dijo que vino a darnos vida, y “vida en abundancia” (Juan 10:10). Esta es una vida que rebosa de todas las bendiciones del Espíritu de Dios. Nos dice que cuando confiemos en Él, seremos como ese pozo artesanal. Nuestra vida literalmente brotará con el desbordamiento de Su obra dentro de nosotros (cf. Juan 4:14). ¿Qué escena representa con mayor precisión el tipo de vida que estamos viviendo? El cristiano muerto y seco es una contradicción por su propia naturaleza. Jesús no nos salvó para que seamos apáticos, secos, aburridos y apenas nos aferremos a la vida espiritual. Él nos salvó para ser llenos de su gloria, su paz y su gozo. Él nos salvó para que sobreabundemos en generosidad espiritual (cf. Efesios 1:3). Según ese texto, Él ya nos ha dado todo lo que necesitamos para disfrutar abundantemente de la vida en Cristo. Lo que debemos hacer es aprender a apropiarnos de lo que el Señor ya nos ha dado.

Algunos ejemplos de este tipo de vida son los Apóstoles de nuestro Señor. Antes de ser llenos del Espíritu, eran propensos al fracaso, a los celos mezquinos y a otros pecados de la carne. Sin embargo, después de Pentecostés, ¡fueron hombres transformados! Estaban llenos de poder y gozo. Incluso en las horas más oscuras, pudieron descansar en su fe en el Señor (cf. Hechos 12:6). Estos fueron hombres que tuvieron gozo a pesar de la persecución. Vivieron una vida de abundantes bendiciones espirituales. Esa es una vida que está disponible para cada uno de los hijos de Dios.   ¡Sí, incluso para usted! Nuestro texto en Romanos 15:8-13, nos dice algo acerca de cómo recibir esa vida abundante. Se nos dice que hay dos bendiciones realizadas en nuestro nombre que hacen posible la vida abundante.

LA BENDICIÓN DEL MINISTERIO DE CRISTO (v. 8-12).

El versículo 8 nos dice que Cristo Jesús vino a ser siervo. La palabra “siervo” es traducción del griego “diakonon”, palabra que significa “siervo” o “ministro”. Jesús es un “ministro”. Cuando estuvo aquí, habló acerca de su papel como ministro: “como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos” (Mateo 20:28).

Fue una bendición para los judíos (v. 8). La Biblia nos dice que Jesús vino a este mundo para ser salvador de los judíos (Romanos 1:16). Su objetivo primario, al venir, era llegar a ser el Mesías judío. Esto queda claro en los acontecimientos de Mateo 15:21-28. ¡Vino primero a los judíos! Vino a cumplir las promesas y las profecías que Dios había hecho a los judíos.   De hecho, en cada área de Su vida y en todo lo que hizo, Jesucristo cumplió perfectamente cada aspecto de la Ley judía y de los profetas. Jesús demostró en cada detalle que Él era el Mesías. Sin embargo, los judíos tropezaron con el hecho de que Él vino como un Mesías que sufre. No podían entender que su ministerio se llevaría a cabo en dos partes. En su primera venida iba a morir por los pecados del pueblo, para luego restaurar el reino de Dios. A los suyos vino, pero los suyos no lo recibieron (cf. Juan 1:11). Y, finalmente, tropezaron en su cruz (cf. 1 Corintios 1:23).

Afortunadamente, no todos los judíos lo rechazaron, pues hubo miles de ellos que obedecieron el evangelio y fueron salvos, como lo podemos leer en el libro de los hechos, comenzando en Hechos 2. Así pues, Jesús vino a ser una bendición para los judíos.

Fue una bendición para los gentiles (v. 9-10). En estos cuatro versículos, Pablo nos da cuatro citas del Antiguo Testamento. Cita una vez el Pentateuco, la Ley, dos veces los Salmos y una vez los Profetas. Está usando las Escrituras judías para mostrarles a los judíos que Dios ha abierto de par en par la puerta de la salvación para que entren los gentiles. ¡Gracias a Dios que la salvación no es solo para la nación de Israel! Si ese fuera el caso, usted y yo quedaríamos excluidos. ¡Pero la Biblia nos dice que cualquier persona perdida en el mundo que confíe en Jesús puede y será salva! Esa es la esencia de la Gran Comisión (cf. Mateo 28:19; Marco 16:15). Cuando Saulo de Tarso fue salvo por la gracia de Dios, se le dio la comisión de llevar el Evangelio a “los gentiles” (cf. Hechos 9:15; Romanos 11:13).

Gracias a Dios que dondequiera que se encuentren pecadores, sin importar su nacionalidad, color de piel, origen, etc., pueden ser salvos por gracia y entrar en una relación con Dios. Él derribó el muro de separación que separaba a los pecadores de Dios y nos ha reconciliado con el Padre por la sangre de Su cruz (cf. Efesios 2:11-22). Fue por su sacrificio que todos podemos tener la bendición de una vida abundante.

LA BENDICIÓN DE LA OBRA DE DIOS (v. 13).

En este versículo rebosa la gloria de Dios. Note las palabras “llene” y “abundéis”. Estas palabras se refieren a aquello que está lleno hasta arriba y rebosa. El Señor quiere que sepamos que, como Sus hijos, no solo nos redimió y nos dio una relación consigo mismo, sino que también la ha arreglado para que la vida no tenga que ser aburrida, seca y amargada. ¡Él quiere que sepamos que podemos vivir vidas que rebosen lo mejor de Sus bendiciones cada día! Este versículo comparte con nosotros algunas verdades relacionadas con ese hecho glorioso.

Pues él es el autor de esa vida abundante (v. 13a). La Biblia nos dice aquí que Dios es el dador de esa vida abundante. Mucha gente vive una vida estancada, haciendo las mismas cosas de la misma manera todos los días de sus vidas. En ellos no hay emoción, no hay expectativas, no hay alegría desbordante. Ellos nunca ven nada fuera de lo común. ¡Ese no es el tipo de vida para la que Jesús nos dio para vivirla! Él nos salvó para vivir una vida llena de lo inusual. Cuando una persona camina con el Señor, y cuando lo hace como debe ser, entonces verá constantemente al Señor obrando en ella y a su alrededor de maneras maravillosas. ¿Quiere usted una vida diferente? ¿Quieres una vida llena de las maravillas de la obra de Dios en usted y a su alrededor? Pablo dice que la manera de tener ese tipo de vida es por medio de Dios. Solo Él puede dar ese tipo de vida. ¡El secreto está en ser salvo y en vivir cerca de él! El mismo Señor Jesús prometió que nuestras vidas serían diferentes si acudimos a él (cf. Juan 7:38).

Mis hermanos, el problema es que una persona puede ser salva, y al mismo tiempo tener una vida tan seca como una cáscara de maíz. Si no vive tan cerca de Él como debería, probablemente pensará que la vida en Cristo es aburrida, que la iglesia está muerta y que su vida no es diferente a la de ese pagano que vive al lado. Pero, si quiere la vida abundante que Jesús puede dar, será necesario que camine en estrecha comunión con Él. Esto podría significar que tendrá que comenzar a orar, a leer más la Biblia, y a participar activamente en la obra de Dios. Es posible que tenga que dejar de faltar a las reuniones de la iglesia. Es posible incluso que tenga que dejar de hacer algunas de las cosas que impiden que Dios obre en su vida como él quiere hacerlo. Si usted cree que la vida en Cristo es aburrida y pesada, primero asegúrese de tener una vida que esté cerca del Señor. Si está tan cerca como debería estar, su vida no será aburrida ni amargada.

Tiene atributos tan abundantes como Dios (v. 13b). Pablo usa tres palabras en este versículo para describir las características de la vida abundante: “gozo”, “paz” y “esperanza”. Cosas que todo mundo busca. Pero, si los hombres fueran honestos, tendrían que reconocer que, aunque pasan toda su vida buscando esas cosas, al final del día terminan decepcionados. Ellos agotan sus fuerzas, sus fortunas y cada día de sus vidas buscando esas tres cosas, pero sin éxito. Esas cosas no se pueden comprar. Esas cosas no se venden en la tienda de la esquina, ni en las tiendas internacionales. No pueden ser obtenidas por medio de la medicina, por medio de la diversión, o por medio de la filosofía. Esas cosas provienen de Dios, y son dadas por el poder del Espíritu Santo.  Solo se pueden encontrar en Jesús. Él es el mediador entre Dios y los hombres, por lo que solamente en él es posible tener gozo, paz y esperanza. ¿En qué consisten esas tres cosas?

  1. Gozo. Cuando pensamos en el gozo, inmediatamente pensamos en felicidad. Pero, el verdadero gozo es más que eso. No es poner una sonrisa tonta en tu cara y caminar así todo el tiempo. Tampoco es placer carnal. Todas estas cosas se ven afectadas por nuestras circunstancias. Cuando todas las situaciones de la vida nos agradan, somos felices. Cuando hay problemas, entonces somos infelices. ¡No! ¡El verdadero gozo no puede verse afectado por las circunstancias de la vida! ¡El verdadero gozo proviene de Dios! Es parte del fruto del Espíritu (cf. Gálatas 5:22). ¡No puede ser afectado por el mundo, sino que lo soporta y trasciende a todo! Usted y yo no siempre seremos felices a medida que avanzamos en la vida, ¡pero siempre podemos tener gozo! Escuche lo que dijo Pablo: Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos! (Filipenses 4:4). Pablo no está diciendo que siempre vamos a estar sonriendo, más bien, está diciendo que siempre debe haber gozo en nuestros corazones. Ese gozo real y vital que es producto de nuestra comunión con el Señor. Por cierto, cuando Pablo escribió eso, él estaba en prisión. Por lo que debemos entender que, aunque nuestras circunstancias cambian, el gozo del Señor, y el Señor mismo nunca cambian. Las cosas de la vida aumentan y disminuyen, pero nuestra relación con Dios nunca flaquea. Él nos da gozo inefable y glorioso (1 Pedro 1:8). Debemos aprender del patriarca Job, quien, al momento de ser atacado por el mismo diablo, nunca perdió la calma, y simplemente adoró al Señor (Job 1:20-21). Job, como muchos otros hombres santos, conocieron una verdad que muchos necesitamos comprender. Esta verdad está en Nehemías 8:10, en donde se dice que, el gozo de Jehová es vuestra fuerza. ¿Qué hay en su corazón? ¿Tristeza? ¿Amargura? ¿Pesadez? Necesita acercarse a Dios, y así echar fuera todo aquello que esté dando esos frutos amargos en su vida, y alegrarse en el Señor.
  2. Paz. La vida abundante se caracteriza por la “paz”. Esta es una palabra que significa “unirse”. Es exactamente lo opuesto a la palabra “preocupación”, que significa “separarse”. La vida que está llena de lo mejor del Señor, es una vida que no se desmorona por la preocupación, sino que descansa en las promesas y el poder de Dios. Es una vida donde no hay inquietud en el corazón. Es una en la que, pase lo que pase, sabe que está en las manos del Señor. No se preocupa por lo que pueda suceder, simplemente deja la elección en manos de Dios, sabiendo que Dios se encargará de cualquier asunto (cf. Romanos 8:28). Jesús nos prometió que nos daría paz (Juan 14:27). Él nos dio paz con Dios cuando murió por nuestros pecados (Romanos 5:1). Pero, hay una paz diaria que podemos experimentar en cada situación de la vida (cf. Filipenses 4:7). ¿Tiene esa paz esta mañana? Independientemente de lo que esté sucediendo en su vida, ¿sabe que el Señor tiene el control y que él cuidará de usted? Esa es la paz de la vida abundante.
  3. Esperanza. Esta es la tercera característica de una vida abundante. Esta palabra no tiene nada que ver con un mero deseo. Más bien, es una convicción profundamente arraigada y basada en las Palabras de Dios. Mis hermanos, los redimidos, tienen las promesas de Dios en las que descansan. ¡Estas promesas nos dan esperanza! Pero, si usted está perdido esta mañana, entonces no tiene esperanza. ¿Qué tiene? Cosas que parecen buenas en la superficie. Sin embargo, si usted es salvo, entonces tiene esperanza al estar sirviendo al Dios que tiene el control de todas las cosas. Si usted está en comunión con él, si usted camina a su lado, entonces pase lo que pase en la vida, él cuidará de usted (Filipenses 4:19).

¿CÓMO SE CONSIGUE ESA VIDA ABUNDANTE?

Cualquiera puede tenerla. La respuesta se encuentra en tres palabras, aquí en el versículo 13. El texto dice, en el creer. Esa vida abundante que proviene de Dios por el poder del Espíritu Santo, puede ser nuestra mediante la fe. Desde luego, para muchos esto puede ser un problema, pues piensan que no pueden tener fe. Sin embargo, se engañan a sí mismos. La verdad es que sí pueden tener fe. De hecho, tienen más fe de la que se imaginan, pues tienen fe en sí mismos, en amigos, en familiares, en objetos. Si creen que no pueden tener fe, les reto a vivir un día sin fe. No podrán caminar, conducir, sentarse en una silla, manipular el encendedor de luz, cruzar una puerta, leer el periódico, ver la televisión, y hacer caso a sus amigos y familiares. La fe es esencial para nuestra propia existencia. Si sabemos ejercer nuestra fe en asuntos terrenales, pues entonces no tendrá problema en transferir esa fe, pero ahora en el Señor (cf. 1 Juan 5:9). Así que, si no tiene la vida abundante que Dios concede, es sencillamente por su incredulidad.

CONCLUSIÓN.

Muchos de nosotros somos como los discípulos. Allí está Simón Pedro, el de boca floja; Santiago y Juan, los exaltados; Tomás, el escéptico, y Natanael, el pesimista. Todos estaban llenos de sí mismos y vivían cualquier cosa menos una vida abundante. Sin embargo, el día de Pentecostés, recibieron por fe lo que Jesús tenía para ellos, y cuando lo recibieron, fueron transformados para siempre. Cada uno de ellos recibió una vida que claramente rebosaba poder, autoridad y gloria. ¿Cómo fue eso posible? ¡Por fe!

¿Qué hay de usted? ¿Describiría su vida como abundante? ¿Diría que está viviendo a lo grande en Jesús? ¿Es su vida como ese pequeño arroyo que lucha y está a punto de secarse, o es como ese pozo artesanal que brota de un suministro abundante? Si hay alguna carencia en su vida, la ayuda que necesitas la encuentra en Jesús. ¡Acércate a Él y recupérese hoy! No se niegue una vida abundante en Cristo.

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