La tolerancia del cristiano.

Iglesia de Cristo en Constituyentes.

La tolerancia del cristiano.

Romanos 15:1-7.

A partir del capítulo 13 de Romanos, Pablo ha estado hablando de que debemos relacionarnos con los creyentes que nos rodean. Hemos aprendido que, como creyentes, debemos amarnos unos a otros, ayudarnos unos a otros y aceptarnos unos a otros. Esta sección sirve como clímax de esos pensamientos. Aquí aprendemos que debemos tener un espíritu de tolerancia hacia nuestros hermanos en Cristo.

No sé si lo ha notado o no, pero todos somos diferentes. Venimos de diferentes lugares, con diferentes orígenes y diferentes tipos de educación. Si no tenemos cuidado, podemos permitir que las diferencias que hemos tenido se conviertan en un problema en la confraternidad. Podemos mirar a un hermano que tiene ideas diferentes a las nuestras y podemos concluir que simplemente no tendremos comunión con ellos porque nos parecen extraños. Sin embargo, son nuestras diferencias las que hacen posible la iglesia. Si todos fuéramos iguales, este sería un lugar aburrido, pero el hecho de que seamos diferentes permite que la iglesia sea un lugar donde personalidades únicas se encuentran y producen una dinámica que no se puede encontrar en ningún otro lugar del mundo.

Tomemos como ejemplo una banda. En esa banda hay todo tipo de instrumentos, suenan diferentes, se ven diferentes y todos se tocan de diferente manera. También tenemos todo tipo de músicos, que tienen todo tipo de hábitos distintos de interpretación. Sin embargo, cuando todo esto se junta, y todos siguen al líder y permanecen juntos, pueden producir una música que sea agradable o hermosa.

Este es el deseo del Señor para la iglesia. Cuando permitimos que el Espíritu del Señor opere en la iglesia, nos amaremos, respetaremos y toleraremos unos a otros, y produciremos una sinfonía de armonía que el mundo no puede duplicar. Pero, eso solamente será posible cuando todos amemos al Señor como debemos. Cuando se le permite liderar, como debería, habrá paz, armonía y poder en la iglesia.

Hoy en día se habla mucho en el mundo de la tolerancia. Significa que debemos respetar y tolerar a otras personas independientemente de lo que hagan en la vida. Por ejemplo, si una persona es abiertamente homosexual, se supone que el resto del mundo debe honrarla y fomentar su estilo de vida. Eso es lo que el mundo entiende por tolerancia. Bueno, mis estimados hermanos y amigos, como hijos de Dios, ¡hay algunas cosas que simplemente no podemos tolerar! Lo que estoy predicando esta mañana, es una actitud dentro de la iglesia que acepta las diferencias personales de nuestro hermano en Cristo. Una actitud que los ama tal como son, incluso cuando no estamos de acuerdo, ¡o incluso cuando se equivocan! Quizás no podamos apoyar su punto de vista, ¡pero, aun así, podemos practicar el amor hacia ellos! Ese es el tema de este pasaje.

Tomemos unos minutos esta mañana para examinar estos siete versículos y analizar El cristiano tolerante.   ¡Esto es algo importante, ya que nos enseñará cómo vivir unos con otros!

ES PARTE DE NUESTROS DEBERES (v. 1-2).

Pablo comienza el versículo 1 llevándonos de regreso a lo que ya hemos aprendido acerca de este asunto. Pablo ha estado hablando del hermano más débil. Ese hermano que necesita reglas para mantenerse recto. Es ese hermano a quien le gusta señalar con el dedo lo que Lo están haciendo otros hermanos. Pablo ha ido haciendo un contraste entre el creyente que es maduro en Jesús y comprende su libertad en Cristo y el creyente que no ha alcanzado ese nivel de madurez y no se siente libre de vivir en libertad. Ante ellos, si es que somos de los maduros, Pablo nos dice que debemos soportar las flaquezas de los débiles (v. 1).

La palabra “debemos” nos indica una cuestión que tiene que ver con una obligación, con un deber. Nos dice que tenemos un deber para con nuestros hermanos que son débiles en la fe. Este deber se puede cumplir eficazmente si lo practicamos. Y para cumplir esto, se requiere cierto método de vida. Fíjese bien, si vamos a soportar las flaquezas de nuestros hermanos débiles, y esperar por su crecimiento en el Señor, entonces vamos a tener que hacer lo que Pablo nos dice en estos primeros versículos. ¿Qué nos dice?

Que nuestro deber es vivir una vida crucificada. Pablo dice que debemos soportar las flaquezas de los débiles, y no agradarnos a nosotros mismos. La palabra “soportar” es de suma importancia. Es la misma palabra que leemos en Juan 19:17, donde la Biblia habla de Jesús “cargando su cruz”. Cristo estaba “cargando” o “soportando” la cruz sobre sí. También se utiliza en Gálatas 6:2, donde se nos ordena llevar las cargas de los otros.

Toda la idea aquí es de abnegación y autosacrificio. Cuando Jesús fue a la cruz, por nosotros, hizo a un lado todos sus derechos. Él se negó a sí mismo, sufrió a nuestro favor para quitar nuestros pecados. Él estableció el estándar que todos estamos llamados a seguir. Uno de los problemas de nuestros días, tanto en el mundo como en la iglesia, es que la mayoría de las personas son tan egocéntricas y tan interesadas en complacerse a sí mismas, que no pueden ver las necesidades de los demás. ¡Este versículo es un llamado para que apartemos los ojos de nosotros mismos y los fijemos en quienes nos rodean, para que podamos acercarnos a ellos en el amor de Dios y marcar una diferencia en sus vidas!

En otras palabras, cuando la iglesia funciona como debería, habrá ocasiones en las que voluntariamente tengamos que dejar de lado nuestros derechos y privilegios personales por el bien de otros que pueden ser más débiles en la fe que nosotros. Habrá momentos en los que nos negaremos a nosotros mismos para que la iglesia en su conjunto pueda prosperar. ¡Esa es la semejanza de Cristo en acción! ¡Esa es una vida crucificada!

Que nuestro deber es vivir una vida constructiva (v 2). Ahora, Pablo profundiza en su pensamiento, y dice, Cada uno de nosotros agrade a su prójimo. Pablo no está diciendo que debamos tratar de vivir para agradar en todo y a todos. De hecho, si intenta hacerlo, pronto se dará cuenta de que no es posible complacer a todos. Por eso, Pablo no está enseñando que debemos comprometer nuestros estándares solo para hacer feliz a alguien. Él no defiende una mentalidad de complacer a todos a cualquier precio. ¡Eso es peligroso y está mal!

Lo que Pablo está diciendo, es que debemos vivir el tipo de vida que edifique a otros en el Señor. Debemos vivir de tal manera que cuando los encontremos en el Cielo nos digan: “Gracias por vivir frente a mí.” Y es que, el tipo de vida que vivimos en presencia de otros, tiene el poder de edificar o derribar. En última instancia, todo cristiano está en el oficio de la construcción o en el de la demolición. Pablo está diciendo que debemos vivir el tipo de vida que ayude a otros a crecer en el Señor y que no los frene. Si eso significa renunciar a algunos derechos en el camino, ¡que así sea! Si eso significa que tengo que negarme a mí mismo en el camino, que así sea. Si ayuda a mi hermano a fortalecerse en el Señor, entonces debo vivir para agradarle. Debemos ser como Jesucristo, en el sentido de que vivimos vidas que edifican a otros, en lugar de derribar a otros (cf. Romanos 14:19; 1 Corintios 10:23; 1 Tesalonicenses 5:11).

 DEBE SER DEMOSTRADA (v. 3-4).

Ese es el ejemplo de Cristo (v. 3). Si nos preguntamos cómo puedo hacer esto o dónde puedo encontrar un ejemplo de este tipo de vida, debemos tener presente que no hay que buscar más allá, sino en Jesucristo. Pablo dice que él es nuestro ejemplo supremo de una persona que vivió su vida para el bien de los demás. En todo lo que hizo, Jesús es nuestro modelo, nuestro ejemplo (cf. 1 Pedro 2:21). Él establece el estándar que debemos seguir a lo largo de la vida.

Piense en todo lo que Jesús pasó para brindarnos salvación. Él dejó el cielo (cf. Filipenses 2:5-8), sufrió pobreza (cf. Mateo 8:20), fue vituperado, odiado y rechazado por aquellos a quienes vino a salvar (cf. Juan 1:11; Isaías 53:1-12). Incluso, su propia familia se negó a creer en él (Juan 7:2-5). ¿Y qué pasó al final? Fue clavado en una cruz y allí murió por un pueblo que lo odiaba, pero para que ese pueblo tuviese la oportunidad de poder recibir vida, y vida en abundancia.

Para nosotros la lección es clara. Debemos ser como Jesús. Incluso, si se ríen de nosotros, debemos servir a los demás. Incluso si somos ridiculizados y reprobados, debemos servir a los demás. Incluso si somos odiados e incomprendidos, aun así, debemos servir a los demás para la gloria de Dios. Eso es lo que Jesús hizo, vivió su vida para agradar al Padre (cf. Juan 4:34; 8:29). Como resultado, puro dar su vida por el mundo. Cuando vivimos para agradar al Señor y hacer su voluntad, habremos alcanzado la meta de ser como Jesús, de ser un sacrificio vivo (cf. Romanos 12:1-2).

Ese es el estímulo de las Escrituras (v. 4). La idea de este versículo es que cuando pase por esta vida sirviendo al Señor, habrá tiempos de desánimo y derrota. En esos tiempos, necesitamos aprender a mirar la Palabra de Dios. Es allí donde encontraremos el aliento que necesitaremos para continuar y glorificar al Señor. Nuevamente, podemos mirar a Jesús como nuestro ejemplo. Cuando fue tentado, usó la Palabra de Dios (cf. Mateo 4:1-11). Cuando estuvo en la cruz, citó las Escrituras tres veces (cf. Mateo 27:46; Juan 19:28; Lucas 23:46). Esto nos muestra que, en los momentos difíciles de Su vida, Jesús usó la Palabra de Dios para Su Propio consuelo y fortaleza. Así que, si el Señor necesitó de las Escrituras, ¿cuánto más necesitamos nosotros ese tipo de ayuda? Por lo tanto, el cristiano debe conocer bien la Biblia. Cuando lleguen los días difíciles, ¡y llegarán! Puede correr hacia la Palabra de Dios y encontrar ayuda y fuerza para atravesar esos valles. Nadie dijo jamás que la vida en Cristo fuera una vida fácil. Sin embargo, ¡no es una vida imposible! Cuando un cristiano vive para el Señor, habrá momentos en los que tendremos ganas de tirar la toalla, pero la Palabra de Dios nos permitirá continuar para la gloria de Dios.

Por cierto, cuando no dedicamos tiempo a la Palabra, ¡se nos notará! Nos volveremos críticos, mezquinos, intolerantes con los demás y será difícil llevarse bien con otros. Así que, la tolerancia del cristiano debe ser demostrada, y para eso tenemos el estímulo de las Escrituras.

TIENE SU DELEITE (v. 5-7).

En estos versículos finales, Pablo usa una palabra cuatro veces. Esta palabra es el secreto de una gran iglesia. Es lo que hace que una iglesia sea una iglesia poderosa para la gloria del Señor. Una iglesia no es grande por sus edificios. No es grande por la cantidad de personas que asisten. No es grande por la cantidad de dinero que tiene en el banco. No es un gran canto o una gran predicación lo que caracteriza a una gran iglesia. Su grandeza se encuentra en la pequeña palabra, “uno”. Lo que hace que una iglesia sea grande es la “unidad”, donde sus miembros son “unánimes”. Cuando llegamos al lugar donde podemos amarnos unos a otros a pesar de nuestras diferencias, cuando podemos aceptarnos unos a otros a pesar de nuestros desacuerdos, cuando podemos adorar juntos a pesar de nuestras opiniones personales, entonces estamos en camino de convertirnos en una gran iglesia. ¡Este tipo de unidad se logra mediante la práctica de la tolerancia que se enseña en estos versículos! ¡Ser como Jesús tiene una recompensa! Y es una recompensa deleitable. Estos versículos nos dicen que esa recompensa es triple:

La recompensa de la unidad con propósito (v. 5). Este versículo nos dice que debemos tener “un mismo sentir”, es decir, ser de “ideas afines”. Esto tiene que ver con ser uno en propósito. De hecho, este fue el secreto de la iglesia primitiva. Crecieron a pasos agigantados porque poseían un objetivo común: ver a los hombres llegar a la fe en Jesucristo. Una y otra vez en el libro de los Hechos se lee la palabra, “unánimes”. Ellos tenían ideas afines. Querían ver a la gente salva y ese era su objetivo supremo como iglesia.

Todo lo que hicieron giraba en torno a llevar a los hombres a la fe en Jesucristo. ¡Estoy convencido de que esa es la solución a todos los problemas que tiene cualquier iglesia! Cuando podamos unirnos en torno a la meta y el propósito de llevar el Evangelio a la mayor cantidad de personas posible, ¡el Señor nos bendecirá! Cuando la iglesia deje de discutir sobre el color de la alfombra, qué tipo de himnario usamos, quién limpió o no esto o aquello, y volvamos a centrarnos en la tarea principal de la iglesia, la de ganar almas, estaremos listos para ver al Señor bendecir a su iglesia. Después de todo, Pablo pide para que se nos conceda “un mismo sentir según Cristo Jesús”. Y noten eso, es “según Cristo Jesús”. Ante eso, preguntamos, ¿para qué vino Jesús a este mundo? Vino a morir en la cruz (cf. Lucas 19:10; Juan 18:37; Filipenses 2:5-8). Vino a ver a los pecadores salvos. Entonces, mis hermanos, la iglesia necesita redescubrir esa carga. Si podemos dejar claro que en esta congregación nuestro único propósito de existir, además de adorar al Señor, es el de difundir el evangelio, eso provocaría una tremenda revolución entre nosotros.

Cuando miramos los asientos vacíos y nos preguntamos, “¿Por qué no hay más conversiones?” Bueno, la pregunta correcta es, ¿cuándo fue la última vez que predicamos el evangelio a una persona? ¿Cuándo fue la última vez que hablamos con alguien sobre la condición y el destino de su alma? ¡Dios nos ayude a redescubrir la importancia de hablarle a la gente acerca del Salvador! ¿Qué otra recompensa deleitable produce nuestra tolerancia?

Produce unidad en alabanza (v. 6). Pablo nos dice algo muy importante. Nos dice que, cuando redescubrimos lo esencial de ganar almas para el Señor, eso produce una atmósfera de alabanza y adoración sumamente gratificantes entre nosotros.

Uno de los problemas de la iglesia moderna, es que siempre estamos tratando de generar algo de entusiasmo por nosotros mismos y por nuestros propios medios. Siempre estamos tratando de arreglar algo para que podamos irnos y hablar sobre el buen servicio de adoración que tuvimos hoy. Bueno, déjame decirles que cuando unimos nuestra mente y nuestra boca en un mismo propósito, no tendremos que buscar eso, más bien, estaremos tratando de encontrar la manera de calmarlo. Déjame explicar eso. Con la boca, por ejemplo, cantamos, “Grato es decir la historia. Del celestial favor; de Cristo y de su gloria, de Cristo y de su amor; Me agrada referirla, pues sé que es la verdad, Y nada satisface, cuál ella, mi ansiedad”; pero, en nuestra mente pensamos, “no hay manera de que vaya a contarle a alguien acerca de la obra de Jesús”. Hay una inconsistencia en nuestra adoración que necesita ser resuelta si queremos disfrutar del poder del Señor en la iglesia. Miren, nos reunimos en la iglesia para adorar y ser equipados por la predicación de la Palabra de Dios, para que podamos dejar el edificio e ir al mundo a servir al Señor. Es grandioso venir aquí a adorar, pero es igualmente grandioso cuando dejamos la iglesia para servir. Mientras nos ocupamos para el Señor y le contamos al mundo acerca de Su gracia salvadora, ¡veremos almas salvas! Y a medida que veamos almas salvas, habrá un entusiasmo contagioso en la iglesia. Hay un versículo en el libro de Hebreos que cuenta la historia mejor que yo. Hebreos 2:12, que dice, “Anunciaré a mis hermanos tu nombre, en medio de la congregación te alabaré”. Este versículo nos dice que, cuando la iglesia une su mente y su boca en una unidad de propósito y alabanza, la gente será salva. Cuando las personas sean salvas, el Señor Jesús mismo aparecerá y encabezará los himnos de alabanza al Padre. En otras palabras, ¡el Señor mismo se complacerá en estar en medio de Su iglesia y llenará este lugar de emoción y entusiasmo! La tercera recompensa deleitable de nuestra tolerancia…

Produce unidad práctica (v. 7). Cuando operamos como deberíamos como iglesia, rápidamente nos aceptaremos unos a otros tal como somos. Nos amaremos a pesar de nuestras diferencias. Aprenderemos a mirarnos unos a otros, como lo hizo el Señor cuando salvó nuestras almas. Cuando vinimos a Jesús por fe, Él nos aceptó tal como éramos. Él nos amó y nos salvó por Su gracia y nos recibió en su familia. Debería ser lo mismo en la iglesia. Debemos amarnos unos a otros, recibirnos y aceptarnos unos a otros, tal como Jesús lo hizo con nosotros. Si esto sucede, entonces habrá amor en la casa de Dios y un amor así es contagioso. La gente se enterará y correrá hacia él, porque eso es exactamente lo que falta en el mundo.

Conclusión: Entonces, ¿tienes problemas para aceptar a los demás tal como son? Hoy hemos aprendido que, la tolerancia del cristiano: Es parte de nuestros deberes. Es algo que debe ser mostrado. Y es algo que produce un gran deleite.

Cuando las personas son diferentes a nosotros, tenemos la obligación de amarlos y acercarte a ellos con amor y compasión. Que Dios nos ayude como iglesia a darnos cuenta de que glorificar a Dios, acercar a los hombres a Jesús y hacer crecer a mi hermano en Cristo es la actividad más importante en la que puedo participar como cristiano. Nada honra más al Señor que estas cosas. ¡Que cada persona ocupe el lugar que les corresponde al frente de nuestras prioridades!

Si hay problemas en su vida que han sido expuestos esta mañana, le desafío a que venga al Señor y ponga su carga en él, o se ponga a cuentas con él. Si realmente tiene una carga por esta iglesia y por su futuro, le desafío a que ruegue al Señor para que reanime en todos esos deseos por alcanzar al mundo perdido. ¡Es la única esperanza que tenemos!

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