Romanos 14:13-23.
Hay un versículo en el Nuevo Testamento que es una bendición para cada cristiano. Gálatas 5:1 y dice: “Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud”. Básicamente, este versículo nos dice que estamos libres de la esclavitud de la Ley. Como cristianos, no debemos permitir que nos obliguen a vivir bajo un conjunto de reglas ideadas por los hombres. Esta es una clara condena del legalismo. Significa que cuando llegamos a la fe en Cristo, fuimos libres (cf. Juan 8:36). Nadie tiene derecho a imponer sus reglas en nuestras vidas. Somos libres de vivir para Dios según nos guíe el Espíritu del Señor. En otras palabras, no hay lugar para el legalismo en la iglesia de Jesucristo. En Jesús tenemos libertad perfecta y absoluta. La libertad se define como La condición de estar libre de restricción o control. El derecho y el poder de actuar, creer o expresarse de la manera que uno elija.
Hay quienes escuchan eso y piensan que tienen derecho a vivir como quieran. Y tienen razón, dentro de lo razonable. Esto es lo que Pablo dijo sobre el asunto: “Todo me es lícito, pero no todo conviene; todo me es lícito, pero yo no me dejaré dominar de ninguna. ” (cf. 1 Corintios 6:12). En pocas palabras, Pablo dice que uno puede hacer lo que quiera, pero que debe evitar aquellas cosas que tienen el potencial de controlar su vida. Esto se referiría a cosas como el alcohol, las drogas y las adicciones sexuales. En otro pasaje dice esto: “Todo me es lícito, pero no todo conviene; todo me es lícito, pero no todo edifica” (1 Corintios 10:23). Nuevamente, Pablo hace la declaración de que puede hacer lo que quiera, pero que debe evitar aquellas cosas que no “edifican”. Esta palabra significa “edificar o promover el crecimiento en Cristo“. La idea de Pablo es que tenemos libertad y podemos hacer lo que queramos, pero esa libertad debe estar bajo el poder de Jesucristo. Si bien somos libres de vivir para el Señor, sin las restricciones de la Ley o de las reglas y regulaciones creadas por el hombre, solo somos libres de hacer aquellas cosas que edifican a los demás o que no nos quitan la libertad.
Este es el mensaje que Pablo intenta transmitir en estos versículos. Él quiere que sepamos que somos libres, pero que tenemos un deber para con nuestro hermano en la fe. Mientras vivimos nuestras vidas, siempre tenemos a nuestros hermanos y hermanas en nuestros corazones. Debemos recordar que somos una piedra de tropiezo o un trampolín para quienes nos rodean. Todo lo cual depende de cómo vivamos nuestra vida ante los demás. Nuevamente, en Gálatas 5, Pablo hace la siguiente declaración: “Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros. Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (v. 13-14).
Entonces podemos ver que somos libres en Cristo. Gracias a Dios que ni la Ley ni ninguna regla hecha por hombres tienen autoridad sobre nosotros esta mañana. ¡Alabado sea Dios! Debemos regocijarnos en esa libertad. Sin embargo, al mismo tiempo, nunca debemos olvidar que, si bien somos libres, nuestra libertad está condicionada por cómo afecta a quienes nos rodean. Con eso en mente, dirijamos nuestra atención a estos versículos y hablemos por un momento sobre “nuestra libertad en Cristo”.
DEBE SER CORRECTAMENTE INTERPRETADA.
Entendiendo que algunas cosas son neutrales (v. 14). La controversia que ardía en la iglesia que estaba en Roma, era si era correcto o no que un hijo de Dios comiera carne que había sido sacrificada a los ídolos. Un grupo dijo que estaba mal, mientras que otro grupo consideró que estaba bien. Para ayudar a aclarar esto, Pablo les dice que nada es inmundo en sí mismo. Un trozo de carne es perfectamente neutral. No tiene poder ni para hacer el bien ni para hacer el mal. No es más que un objeto inanimado. No puede mentir. No puede matar, ni robar. Es neutral.
Esta misma verdad se aplica a todas las cosas materiales. Tomemos como ejemplo un billete de 1000 pesos. La Biblia nos dice que “raíz de todos los males es el amor al dinero” (1 Timoteo 6:10). Eso no hace que el dinero sea malo en sí mismo. Más bien, el problema está en la actitud del corazón con respecto al dinero. Los males no son provocados por el dinero, sino por lo que el hombre siente por él. El dinero es absolutamente neutral.
Lo mismo ocurre con muchas de las cosas con las que tenemos contacto en el trascurso de nuestra vida. No son malas en sí mismas, más bien, lo malo radica en lo que hacemos con tales cosas. Es nuestro corazón quien tiene el potencial de volver malo lo que no lo es. Jesús dijo, “Nada hay fuera del hombre que entre en él, que le pueda contaminar; pero lo que sale de él, eso es lo que contamina al hombre” (Marcos 7:15). ¿Entiende la idea? No hay nada impuro, malo o perverso en muchas de las cosas con las que tenemos contacto en nuestra vida.
Entendiendo que algunas cosas son espirituales (v. 17). Pablo nos dice que el cristianismo no es una lista de lo que se debe y no se debe hacer. Algunas personas tienen la idea de que cuando son salvos, tienen que realizar una lista de lo que pueden y no pueden hacer. Pero, si usted compara su lista de lo que no debe hacer, con la lista de un musulmán, o de un mormón, o incluso, de un ateo, es posible que descubra que ellos viven más limpios y puros que usted. Mis hermanos, el cristianismo no se trata de lo que no debe hacer, sino de lo que está haciendo. Se trata de una relación viva y vital con el Señor. El cristianismo es un asunto del corazón, “porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo” (Romanos 14:17). Es cierto que hay cosas que debemos evitar, pues la Biblia es clara al enseñarnos que hay algunas cosas que están fuera del alcance de todo hijo de Dios. Sin embargo, debemos entender que tales mandamientos negativos existen para nuestra protección. Pero, lo que he aprendido a lo largo de los años de vivir para el Señor, es que, cuando dedicamos tiempo para hacer lo que la Biblia dice que debemos hacer, al final no tendremos tiempo, ni energía, ni el deseo de hacer lo que no se debe hacer.
Cuando Jesús realmente está en el trono de la vida de una persona, esa persona querrá exhibir justicia. No necesitará establecer un montón de reglas para mantenerse a raya. Si es salvo, querrá agradar al Señor y honrar a otros creyentes.
Es el énfasis excesivo en lo que no se debe hacer lo que ha desviado a tanta gente de las cosas de Dios. Cuando imponemos una lista de reglas a las personas que Dios mismo nunca tuvo la intención de que cumplieran, hemos dejado la Biblia lado y puesto en su lugar las leyes de la hipocresía.
¿Cuándo aprenderemos que en lugar de juzgar a las personas con nuestra vara de medir y condenarlas cuando no están a la altura, deberíamos exaltar las glorias de una relación vital y viva con el Señor Jesús? Hay demasiadas cosas buenas de qué hablar como para que siempre seamos tan negativos.
Una de las razones por las que muchos no son cristianos, es por culpa de los mismos cristianos. Nos hemos permitido ser tan negativos y derrotados, al punto de perder nuestro atractivo como pueblo del Señor. Lamentablemente, hay muchos hermanos llorando por, y añorando aquellas cosas que no deben hacer, viviendo en total amargura y desdicha en Cristo. Tristemente, en lugar de ser “sal y luz” en este mundo, nos hemos vuelto “insípidos y oscuros” ante sus ojos. Y, ¿sabe qué? Cuando yo veo eso en muchos cristianos, ¡yo tampoco lo quiero! No quiero ese cristianismo opaco y sin sabor. ¿Dónde están los cristianos que están llenos de gozo? ¿Dónde están los cristianos que se alegran por congregarse? ¿Dónde están los cristianos que se gozan por el amor del Señor? ¿Dónde están esos cristianos que están entusiasmados por su relación con Cristo? Deberíamos hacernos esta pregunta, “Si un hombre perdido observa mi vida durante una semana, ¿estaría dispuesto a seguir a Jesús?” Dios nos ayude a recuperar el énfasis espiritual, que es el sello distintivo del cristianismo.
Entendiendo que algunas cosas son cuestiones individuales (v. 14, 22). Como vemos, hay diversos asuntos que nos toca resolver personalmente con el Señor. A través de la inteligencia y sabiduría que se nos otorga por su Palabra, llegaremos a entender si tales o cuales cosas son malas o no, si las podemos hacer o no. Pero, el punto aquí es que, aunque tengamos la libertad de hacerlas, no debemos hacer alarde de esa libertad frente a hermanos débiles. Puede que sea perfectamente correcto para mí hacer ciertas cosas, pero si tales cosas representan un estorbo para mi hermano en Cristo, entonces no debo volver a hacerlas (cf. 1 Corintios 8:13).
La idea aquí es que debemos resolver los asuntos del bien y del mal con el Señor (cf. Filipenses 2:12). ¡Él nos enseñará lo que podemos y no podemos hacer! Sin embargo, solo porque Él me diga que está bien que haga esto o aquello, no debo hacer alarde de esa libertad frente a un hermano más débil. Puede que sea perfectamente correcto para mí hacer ciertas cosas, pero si estorban a mi hermano, no debo volver a hacerlas. Por ejemplo, Pablo dijo, “si la comida le es a mi hermano ocasión de caer, no comeré carne jamás, para no poner tropiezo a mi hermano” (cf. 1 Corintios 8:13). He ahí el uso correcto de nuestra libertad.
Algunos dirán, “Bueno, si el Señor dice que está bien que yo haga algo, entonces haré lo que quiera, y no me importa lo que piensen los demás”. Bueno, ese no es el idioma del amor. El verdadero amor y la verdadera vida espiritual, dice, “Sé que tengo libertad de hacer esto y no me afectará en mi comunión con Dios. Sin embargo, si mi hermano me ve hacer eso, lo voy a ofender, y le voy a causar un serio problema en su vida de fe; por tanto, dado que amo a Dios, y con él, amo a mi hermano, me abstendré de hacerlo”. Esa es madurez, eso es amor cristiano.
Nuestra tarea es mantener todo en su perspectiva adecuada. Recuerde esto: nada es malo en sí mismo. Su bondad o maldad depende del motivo detrás de su uso. El cristianismo no se trata de reglas; se trata de una relación interna con Jesús que se manifiesta en justicia exterior y alegría de vivir y, solo porque tengo la libertad de hacer ciertas cosas, eso no me da el derecho de hacerlas, en todo lo que hago, debo pensar en mi hermano.
ES PERFECTAMENTE ILUSTRADA.
Por la compasión que mostramos a nuestro hermano (v. 13, 15). Pablo dice que cuando ejercitamos nuestra libertad en Cristo y eso ofende a nuestro hermano, hemos dejado de caminar en amor. De hecho, hemos dejado de vivir para el Señor. ¿Recuerda lo que dijo Jesús en Juan 13:35? Él dijo: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros”.
El problema con la mayoría de cristianos, es que somos completamente egocéntricos. Nuestro pensamiento predominante es, “Esto, ¿me agrada? ¿Quiero hacer esto?” La triste realidad es que, definitivamente, eso no es una muestra del amor cristiano. ¡Necesitamos llegar al lugar donde nos preocupemos por lo que hacemos, en el sentido de si afecta a alguien más! Antes de hacer cualquier cosa, debemos preguntarnos: “¿Esto lastimará a mi hermano? ¿Alguien se tomará esto a mal y se ofenderá? ¿Perturbará esto el caminar de mi hermano con el Señor?” ¡Debo tener mucho cuidado de no poner un obstáculo en el camino de mi hermano más débil!
Por la contribución que hacemos a nuestro hermano (v. 19). Cuando estamos considerando hacer algo que sabemos que está bien para nosotros, debemos estas preguntas:
- ¿Esta acción causará paz o división en la iglesia?
- ¿Esto provocará armonía o causará un problema?
- ¿Crecerá mi hermano en Cristo al verme hacer esto, o su crecimiento en el Señor se verá obstaculizado por mis acciones?
Debemos tener mucho cuidado de no permitir que nuestra libertad obstaculice a la iglesia en su conjunto, o a los miembros en particular.
Por ejemplo, en el pasado hemos tenido problemas con la cuestión de la vestimenta tanto en hombre como en las mujeres. Algunos hermanos han reclamado su libertad para vestir cómodamente, con un tipo de ropa con el que se sientan cómodos. ¿Usted entiende que tiene esa libertad? ¿Cree usted tener la libertad de venir a la congregación con ropa deportiva, con pantalones tan cortos que le hagan sentirse cómodo o cómoda? Bueno, le falta tener en consideración el testimonio que usted está dando ante el mundo, y el efecto que eso producirá en el sentir de sus hermanos en Cristo. Usted hará bien en preguntarse, ¿es mi elección de ropa la apropiada para las reuniones de la iglesia? ¿Qué dice la ropa que uso acerca de la iglesia? ¿Qué testimonio estoy dando con este tipo de ropa? ¿Estoy produciendo efectos negativos en mis hermanos en Cristo? Esas son las preguntas que debemos hacernos, en lugar de estar pensando solamente en nuestra propia comodidad.
Lo mismo podría decirse de la música, o de dónde comemos, o de lo que vemos en la televisión. Somos libres para ayudar y no estorbar a nuestros hermanos en Cristo.
Por la consideración hacia nuestros hermanos (v. 21). El objetivo de este versículo es que hay ocasiones en las que debemos limitar nuestra libertad para no obstaculizar a un compañero creyente en su caminar con el Señor. Hay cosas que sé que no estaría mal que hiciera. Sin embargo, hay gente observando mi vida. Por lo tanto, no hago esas cosas, por elección propia, para no ofender a ese hermano o hermana más débil. Si les estorbo y les hago pecar, no he sido semejante a Cristo, y he sido muy egoísta.
Cada cristiano tiene la responsabilidad ordenada por Dios de ser muy cuidadoso con la forma en que vive su vida. La gente está observando y será influenciada por lo que usted haga. El apóstol Pedro dijo, “teniendo buena conciencia, para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, sean avergonzados los que calumnian vuestra buena conducta en Cristo” (1 Pedro 3:16)
NUESTRA LIBERTAD EN CRISTO ES DIARIAMENTE EXAMINADA.
Diariamente por los ojos de los hombres (v. 16, 18). Pablo simplemente quiere que recordemos que el mundo nos está mirando. Todos los días, el mundo nos mira en vivo. Ven si somos o no consistentes en nuestro caminar. Y juzgan a Jesús por lo que nos ven hacer. Ante esto, Pablo está diciendo es que debemos ser genuinos. Nunca debemos ser motivo para que nadie hable mal de la iglesia, del cristianismo o del Señor Jesucristo.
Sin embargo, esto es precisamente lo que sucede (cf. Romanos 2:24; 2 Pedro 2). Necesitamos vivir el tipo de vida que pueda resistir la prueba del escrutinio. Si a sus compañeros de trabajo y amigos se les pidiera que subieran a este púlpito y nos dijeran qué tipo de cristianos somos realmente, ¿podrían decir que somos genuinos? Los hombres están mirando, y lo que ven en nosotros determina lo que piensan de Jesús y de la iglesia.
Somos examinados divinamente por los ojos del Señor (v. 18, 22-23). No solo los hombres nos están mirando, sino que el Señor también está mirando. Llegará un día en el que cada uno de nosotros estaremos ante el Señor y daremos cuenta de nuestras vidas (cf. Romanos 14:12; 2 Corintios 5:10). En anticipación de ese día, debemos evitar cualquier cosa que tenga siquiera una pizca de maldad (cf. 1 Tesalonicenses 5:22). Si tiene alguna duda, por mínima que sea, de que algo que piensa hacer puede no estar bien, ¡no debería hacerlo! La clave para entender todo esto se encuentra en Romanos 14:23. Pablo nos dice que debemos hacer lo que hacemos con seguridad de corazón. Si tiene dudas, ¡no lo haga! Dice que “todo lo que no proviene de fe, es pecado”, o como dice la NTV, “Si haces algo que crees que está mal, pecas”. Esto significa que, independientemente de lo que haga en la vida, si no puede hacerlo con la convicción de que es correcto ante los ojos de Dios, ¡es pecado para usted! La vida del cristiano no se trata de ver quién puede acercarse más al límite sin caer en el pecado. Se trata de vivir cada momento para la gloria de Dios (cf. 1 Corintios 10:31).
Había un rey que quería contratar un nuevo conductor de su carruaje. Y, entonces, les dijo, “Quiero que tomen el carro, y vayan por ese lodoso camino en esa alta montaña, donde hay un acantilado en un lado, y quiero que vean que tan cerca pueden llegar del precipicio sin caer en el intento”. Y entonces, cada uno de ellos comenzó a contarle sobre su travesía. Uno dijo que estuvo a 30 centímetros de distancia, y el rey no lo contrató. Otro dijo, yo estuve a 60 centímetros, y el rey no lo contrató. Otro más dijo que estuvo a 90 centímetros, y el rey no lo contrato. Finalmente, el último dijo, “Pues yo ni siquiera intenté acércame al borde del camino. Si voy a ser el conductor del carro del rey, quiero permanecer lo más lejos posible del punto de peligro”. Y como ustedes pueden suponer, fue a ese hombre a quien el rey contrató.
A veces hablamos de hacer cosas de “buena fe”, y eso hasta cierto punto es correcto; sin embargo, cuando hacemos algo sobre lo cual tenemos dudas, entonces eso ya no es de “buena fe”. Si dudamos de que sea correcto, y lo hacemos, entonces es pecado.
Si doy dinero a un hombre que pide limosna, y luego él va y lo gasta en licor, yo soy libre de culpa. Pero, si le doy dinero, sabiendo que él tal lo gastará en licor, entonces estoy participando de su pecado (cf. 1 Timoteo 5:22). Esto se aplica a cada área de nuestra experiencia como cristianos. Hay una línea muy fina entre actuar con fe y hacerse de la vista gorda ante el mal. Si podemos vivir con una buena conciencia hacia Dios y hacia nuestro semejante, entonces seremos individuos bendecidos.
Puede haber quienes piensen que esta es una forma rígida de vivir la vida. Siempre mirando a su alrededor tratando de complacer al otro hermano. Bueno, creo que el versículo 22 lo pone en perspectiva. Nos recuerda que las personas más felices son aquellas que pueden vivir sus vidas sin sentir condenación en sus corazones; ya sea del Señor, o de hacer tropezar a su hermano. Si realmente quiere ser feliz, aprenda a poner a los demás en primer lugar en su caminar diario.
CONCLUSIÓN.
Hoy hemos aprendido que nuestra libertad en Cristo:
- Debe ser correctamente interpretada.
- Es perfectamente ilustrada.
- Es diariamente examinada.
Sería bueno si toda la vida estuviera escrita para nosotros, si no hubiera áreas cuestionables, si no hubiera hermanos débiles a quienes cuidar. ¡Ese no es el caso! A medida que avanzamos en esta vida, habrá muchas situaciones en las que seremos llamados a tomar una decisión sobre el bien y el mal. Lo que decidimos en esos momentos revela la verdad de la condición de nuestro corazón. Cuando hemos llegado al lugar donde el Señor Jesús y las necesidades de los demás se anteponen a nuestros propios anhelos e intereses, hemos comenzado el proceso de madurar en el Señor. Dios nos ayude a llegar allí. Con Su ayuda podemos y lo haremos.