Romanos 7:14-25.
El apóstol Pablo ha estado insistiendo, que los efectos espirituales que la ley produce en aquel que vive sin Cristo es la esclavitud y la perdición eterna. En estos versículos, el apóstol ilustra el caso describiendo un gran conflicto que todo hombre padece, sobre todo cuando vive sin Cristo. Pablo dice que todo hombre sabe hacer el bien; pero lamentablemente no puede hacerlo. Así como todo esclavo bien pudiera vivir en libertad, no puede hacerlo dado el régimen legal en el que vive. Así como un esclavo anhela la libertad, así todo hombre puede tener el deseo de guardar la ley de Dios. Pero, así como el primero no puede ser libre, puesto que es un esclavo, así el hombre no puede guardar la ley porque es culpable de pecado. Quiere guardar la ley, pero la realidad es que la ha quebrantado.
Algunos han pensado que este texto habla de “la lucha del cristiano”. Llegan a esta conclusión porque Pablo usa pronombres en primer personal singular. Por ejemplo, en el versículo 14, dice, “yo soy carnal”. En el versículo 18, dice, “Y yo sé que en mí… no mora el bien”. Pero, estas mismas declaraciones nos ayudan a entender que Pablo no está hablando del cristiano. En primer lugar, y aunque el texto bien puede mostrar una lucha, la verdad es que Pablo habla de una lucha perdida. Pablo no solo describe a una persona “carnal”, sino a una en la que “mora el pecado” (v. 17). Por tanto, es imposible que Pablo esté hablando de la experiencia o la lucha que el cristiano tiene con el pecado.
Las palabras de Pablo tienen que ver con una persona “miserable” (v. 24), con una persona que, por el pecado, vive en un “cuerpo de muerte” (v. 24). Con una persona que necesita ser liberada (v. 25). Luego, no hay nada aquí para el cristiano, a menos que ese cristiano quiere volver a la ley, o quiera mezclar la ley y la fe para su salvación.
Consideremos, pues, lo que Pablo tiene que decir a aquellos que viven sin Cristo, y así, están bajo la condenación de la ley. Meditemos eso, mientras tenemos en mente nuestro tema, “Una lucha perdida”.
ES LA QUE SE TIENE CON LA LEY (v. 14).
La ley es espiritual. Pablo ha estado hablando de un gran conflicto que existe entre el hombre y la ley de Dios. Sin embargo, el problema de ese conflicto no está en la ley, sino el hombre. Pablo nos recuerda que la Ley de Dios es “espiritual”, y como es espiritual, no solamente es buena, sino que está dirigida al “hombre interior”, y el hombre interior se deleita en ella (v. 22). ¿Por qué entonces hay un conflicto entre el hombre y la ley? Porque…
El hombre es carnal. Pablo, representando al hombre que vive sin Cristo, dice “yo soy carnal”. La ley es espiritual, pero el hombre es carnal. La palabra “carnal”, hace referencia a los diversos apetitos y deseos que el hombre tiene, los cuales son contrarios a la ley de Dios (cf. Gálatas 5:19-22). En Romanos 8:5, Pablo dice que “los que son de la carne piensan en las cosas de la carne”, como vemos, la derrota del hombre es inevitable.
Mientras que la ley agrade al hombre interior, difícilmente la persona buscará vivir conforme a esa norma, siendo que sus pensamientos están dirigidos a las obras de la carne. La ley de Dios dice al hombre, “no codiciarás”, y mientras que el hombre interior puede deleitarse en ser libre de la codicia, ¡el hombre carnal piensa en y se goza de codiciar! La lucha está perdida, el hombre ha sido “vendido al pecado”. El hombre está bajo el poder del pecado, y por eso, mientras que su alma desea la libertad, la realidad concreta e histórica de su condición, es la de ser un esclavo de sus deseos y pasiones.
¡El pecado es tan miserable y poderoso que contamina todo lo que toca y siempre se esfuerza por dominar toda la vida! Si usted no es cristiano, o si usted se ha apartado de Dios por seguir el pecado, sepa que su miserable derrota no lo llevará a otra parte sino a la condenación eterna.
ES EL RESULTADO DE VARIOS FRACASOS (v. 15-20).
El fracaso de vivir sin entendimiento. Pablo presenta aquí la lucha entre el hombre interior y el hombre carnal. El hombre interior no comprende que, como persona, se esté dedicando a toda clase de prácticas deshonrosas que le llevan a la perdición; pero, al mismo tiempo, mientras quiere hacer lo que es justo y recto, finalmente termina haciendo lo que es aborrecible. El hombre interior quiere vivir correctamente, quiere decir las cosas correctas y pensar las cosas correctas, pero antes de darse cuenta de lo que ha sucedido, el hombre carnal ha pecado y ha caído de la gloria de Dios.
La forma más sencilla de entender lo que dice el apóstol es que hay una parte de él que afirma la Ley, que la reconoce; pero hay también una parte que, de manera incomprensible, anhela todo lo que la ley prohíbe. Lamentablemente, esta lucha está perdida, porque el hombre, siendo carnal, ha sucumbido a sus deseos, y ha sido así esclavizado por el pecado.
El fracaso de vivir según la carne (v. 18-19). Pablo, hablando como pecador, reconoce que en su carne “no mora el bien”. En Efesios 4:22, la carne es representada por el “viejo hombre”, el cual “está viciado conforme a los deseos engañosos”. La palabra “morar” indica el control que tiene el pecado sobre el hombre, de tal suerte que el bien que el hombre conoce, no es parte de su forma de vivir.
Ciertamente que el hombre tiene la capacidad de hacer el bien; pero, desde el punto de vista de Dios, siempre será un hombre derrotado por sus deseos engañosos. Sí, el hombre bien puede hacer el bien de vez en cuando; pero no puede vivir siempre haciendo el bien, pues más tarde que temprano se encontrará no solo haciendo, sino practicando la maldad.
¿Se identifica usted con eso? Hay una parte de usted que quiere agradar a Dios en todo lo que hace, pero; la derrota viene cuando se deja vencer por la carne, “y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios” (Romanos 8:8). Quieren hacerlo; pero no pueden, y no pueden, porque seguir a la carne en sus deseos engañosos.
El fracaso de llegar a donde la carne quiere (v. 17, 20). ¿A dónde nos lleva la carne? Al pecado, y así, a su dominio. Por tanto, ahora es el pecado quien controla toda nuestra voluntad. Así como el que mora en una casa, tiene toda la autoridad sobre ella, así el pecado es quien tiene el control del hombre que ha seguido a la carne en sus deseos (v. 21-23).
El punto de Pablo en este versículo, es que no es solamente la persona, sino la morada del pecado en ella, la que efectúa su derrota. Bien advirtió Pablo diciendo que “el ocuparse de la carne es muerte” (Romanos 8:6), pues ese es el destino a donde las obras de la carne nos conducen.
Por más enmiendas que pueda hacer el hombre, jamás podrá librarse de ese paraje. Por más correcciones que haga, no podrá evitar esa condición oscura y mortal.
Es importante entender que lo dicho en estos versículos, no son razones o excusas que el hombre pueda presentar en su defensa. Tampoco son una razón para no buscar un camino diferente, suponiendo que no tenemos otra opción que seguir la carne, vivir en el pecado y la derrota. Lamentablemente, esa la actitud que muchos han adoptado. Muchas personas, incluso muchos cristianos, se cansan de la lucha y ceden a la voluntad de la carne. ¡Nunca habrá victoria cuando eso suceda! ¡No! ¡La declaración de Pablo no es de resignación, sino de victoria! Pues ahora que conocemos el proceso por el cual llegamos a ser esclavos del pecado, se nos presenta un camino diferente. Según Dios, puede existir un hombre nuevo, el cual está por encima de ese viejo estilo de vida pecaminoso. Ese hombre nuevo ama al Señor y luchará hasta el día en que la lucha contra el pecado termine. Luchará hasta la muerte.
NO TIENE QUE SER UNA DERROTA PERMANENTE (v. 24-25).
Si deseamos ser librados (v. 25). Hablando como un pecador, Pablo expresa su deseo de ser libre de ese “cuerpo de muerte”, es decir, de los vicios pecaminosos que lo conducen a la condenación. Esta pregunta también revela la frustración que sentía por su propia incapacidad para vencer el mal. Quiere ser libre; pero no puede. Ha llevado a cabo toda clase de obras religiosas y no puede. Se ha sometido a todas las tradiciones de su religión, y no puede. Se ha sometido a la ley de Dios, y solamente se ha dado cuenta de lo vil y miserable que es. ¿Desea usted ser libre? No lo logrará con los remedios de las religiones humanas, ni tampoco con las muchas buenas obras que usted pueda hacer.
Pero buen, tal vez usted crea que la ley de Dios puede liberarlo, y así, se entrega a una serie de exigencias y mandamientos con la esperanza de ser libre. Sin embargo, a la luz de la ley de Dios, pronto descubrirá que no es más que un “miserable”.
Podemos recurrir a un libertador (v. 25a). Aquí Pablo declara de dónde viene su victoria. Pablo está alabando al Señor por la victoria que ha obtenido en esta batalla. Aunque es verdad que hemos sido vencidos por el pecado, todavía tenemos esperanza en Cristo. Para eso murió, para salvarnos de nuestros pecados, y darnos una nueva vida. Mientras que sin Cristo servíamos a la carne con nuestros cuerpos, ahora, siendo redimidos, con nuestras mentes podemos servir a la ley de Dios.
¡Qué lección para los hijos de Dios! En lugar de dar vueltas y facilitar que la carne obtenga su victoria, luchemos en Cristo. Luchemos contra la carne, luchemos contra el pecado, luchemos contra la voluntad de hacer el mal.
CONCLUSIÓN.
La lucha sigue, y ahora mismo hay quienes la tienen perdida. Sin embargo, hay muchos otros que, no tenemos razón para perder. No tenemos razón para ser esclavos, no tenemos razón para vivir en la derrota que lleva a la condenación. Si usted es uno que sigue esclavo, será porque está siguiendo a la carne; pero eso no debería ser así, pues Cristo murió y derramó su sangre para que no sirvamos más al pecado.