Romanos 5:15-21.
En nuestro mensaje anterior, hablamos sobre cómo se perdió el paraíso. Aprendimos que Adán, el padre de toda la humanidad, pecó contra Dios. Como resultado de su pecado, el mundo entero se sumió en la oscuridad. El pecado de Adán tuvo consecuencias nefastas para toda la humanidad. A medida que avancemos en este capítulo, veremos aquí cómo se recupera el paraíso. ¡Lo que Adán perdió, Jesús lo volvió a recuperar!
Para muchos lectores de Romanos, este pasaje es muy difícil de entender. Cuando se lee, parece muy confuso. Esto hace que estos versículos sean extremadamente difíciles de bosquejar. Sin embargo, la comprensión puede ser mucho más sencilla, si lo vemos como una serie de contrastes. Pablo está demostrando a sus lectores, la diferencia entre lo que resultó con el pecado de Adán, y lo que podemos recibir en Jesucristo.
Personalmente, puedo ver tres grandes contrastes que se mencionan aquí. Para mí, esos tres contrastes desenredan estos versículos y aclaran su enseñanza. Quiero compartir mi comprensión sobre el asunto; y por el momento, puedo decir que los capítulos previos han estado preparando el camino para llegar a este punto. El punto es que, donde Adán falló, Cristo prevaleció. Lo que perdimos en Adán, lo recuperamos, y mucho más, en Cristo. Meditemos, pues, en la recuperación del paraíso a la luz de este texto bíblico.
ES EVIDENTE EN EL CONTRASTE DE DOS PERSONAS.
Para ayudarnos a ver esto un poco más claro, podría ser útil saber que de los millones de personas que han vivido en este mundo, Dios mira a la humanidad y nos ve en relación con solamente dos hombres: Adán y Jesús. ¡Esta es la esencia de Romanos 5:15-21!
Adán hizo algo en el Jardín del Edén que afectó a toda la raza humana. Jesús también hizo algo en la cruz del calvario que afecta a toda la humanidad. Por lo tanto, realmente no importa si sabemos quién es el profeta Daniel. No importa si conocemos a Moisés o lo que sepamos sobre Mesopotamia, Babilonia o los medos y los persas. No importa cuánto sepamos sobre la intrincada historia de la Biblia.
Ahora, todas estas cosas son importantes y debemos tomar el tiempo para aprenderlas todas. Sin embargo, para comprender toda la Biblia, recuerde que todo se reduce a dos hombres: ¡Adán y Jesús!
También necesitamos saber que ahora mismo, nuestra condición espiritual está relacionada con alguno de estos dos hombres. Si nuestra condición es la de solamente ser un descendente de Adán, es decir, ser un hombre natural, entonces no podemos aspirar sino a todas las desgracias físicas que él nos heredó, y sufrir los efectos que el pecado produce en nuestras almas cuando cedemos a la tentación. Sin embargo, estar en Cristo es ser partícipe de todas las bendiciones espirituales que él quiso brindarnos. Es importante entender la diferencia entre estos dos hombres y sus contribuciones a la raza humana. Notemos lo que Pablo revela acerca de ellos.
Adán, el pecador (v. 19).
En este versículo se nos dice que Adán fue un hombre de Dios, pero fue “desobediente”. Adán actuó en contra del mandato de Dios, y pecó. El versículo 15 nos dice que él cometió una “transgresión”. En otras palabras, Adán cruzó la línea que Dios había trazado, no comer del árbol de la ciencia del bien y del mal (Génesis 2:17). Cuando Adán pecó, estuvo condenado a morir y terminar sus días en este mundo, en el polvo. Pero no solo eso, sino que también murió espiritualmente, rompiendo su comunión con Dios. Por sus actos, no solamente se hizo presente la muerte espiritual en este mundo, sino también el pecado (Romanos 5:12); y por pecar, nosotros también recibimos el mismo resultado, la muerte espiritual. Entonces, vemos que Adán es el pecador, el transgresor de la voluntad de Dios, trayendo desgracia y miseria sobre todo ser humano.
Jesús, el salvador (v. 19).
En este versículo se nos dice que Jesús actuó de manera diferente a Adán. Mientras Adán desobedeció, Jesús obedeció al Padre y dio su vida en rescate por los pecadores. Esto lo dice Pablo en Filipenses 2:5-11. Mientras Adán trajo el pecado a este mundo, la muerte de Jesús en la cruz, abrió la puerta de la salvación “a todo aquel que quiera” (Apocalipsis 22:17)
¡No se debe pasar por alto el contraste entre el primer hombre y el segundo! Todo lo que perdimos por Adán, todo fue recuperado por el Señor Jesucristo. ¡Todo lo que Adán regaló en el Jardín, Jesús lo compró de nuevo en la cruz! El versículo 15 nos dice que lo que hizo Jesús fue “mucho más” que lo que hizo Adán. Adán pecó y murió espiritualmente, y luego los muchos también murieron cuando pecaron; mientras que Jesús, murió y trajo la posibilidad de vida para los muchos que pecaron. En un sentido muy real, cuando Jesús muere en la cruz, hizo posible el pago debido a la redención de todos los hombres que han pecado. Desde luego, esta salvación solo es posible cuando los hombres obedecen el evangelio. Pablo lo dijo, “Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados” (1 Corintios 15:22). Como vemos, la diferencia en cuanto a lo que lograron Adán y Cristo es sumamente clara. Uno trajo la muerte, y el otro trajo la vida. La recuperación del paraíso…
SE HACE EVIDENTE EN DOS PLANES.
El plan del juicio y la muerte (v. 15). Al haber Adán pecado, introdujo al pecado y la muerte espiritual a este mundo, y esa muerte pasó a “muchos”, pasó a todos los que han pecado. La idea es que son muchos los que están muertos por causa del pecado. Este pensamiento se lleva aún más lejos en los versículos 16-18. Pablo nos dice que, por haber Adán pecado, la muerte espiritual “reinó”, sometiendo a todos los hombres que han caído bajo el dominio del pecado (cf. Efesios 2:1-4; Juan 3:36). La culminación del error que inició en el Jardín del Edén, es la condenación eterna en el infierno para todos los que han pecado. Esto es algo horrible; pero es cierto.
Ya es bastante malo ser condenado, pero, además de eso, el versículo 20 nos dice que debido a que una ley fue dada (sea la de Moisés o cualquier otra que Dios diera), podemos ver cuán malvados somos. Cada hombre que ha vivido en esta tierra ha pecado; pero cuando alguna ley es dada por Dios, el pecado “abundó”, en el sentido de que ahora hubo una gran variedad de transgresiones específicas. Las normas de Dios, cualesquiera que sean, señalan todas y cada una de nuestras imperfecciones e iniquidades, y lo hace con sumo detalle.
Este plan de juicio y muerte es en el que se encuentran todos los hombres que han pecado. No importa cuán importantes o ricos sean. No importa cuán inteligentes sean. No importa lo que crean. Si están fuera de una relación con el Señor Jesucristo, entonces ya están muertos en pecados (cf. Efesios 2:1), y se dirigen a la muerte eterna en el lago de fuego (cf. Apocalipsis 20:11-15). No cabe duda que esa es una condición terrible para permanecer en ella; sin embargo, millones de personas a nuestro alrededor así viven, estando perdidos y con el único destino que el infierno eterno. Viviendo así, están viviendo bajo el plan del juicio y la muerte.
El plan de justificación y vida. Por el contrario, exactamente los mismos versículos que nos exponen el plan de juicio y muerte, también nos presentan un plan diferente. Mientras que el pecado trae muerte, devastación y condenación; el don de Jesucristo trae libertad y vida eterna. ¡Qué diferencia hace Jesús! En el camino de Adán, somos juzgados. ¡En Cristo, somos justificados! En Adán morimos. ¡En Jesús vivimos! En Adán enfrentamos la ira de Dios. ¡En Jesús disfrutamos del amor de Dios! En Adán nos quemamos. ¡En Cristo reinamos! En Adán somos los siervos del pecado y del diablo. ¡En Jesucristo, somos los Hijos de Dios! ¿Pueden ver el contraste? Piense de nuevo en Efesios 2:1-4. ¡Estar en Jesús es lo que hace toda la diferencia en la vida!
Observen el versículo 20. ¡Pablo nos dice que el pecador está bajo una montaña de pecado! Cuando Pablo dice que el pecado abundó, usa la palabra griega “pleonázo”, la cual, significa “superabundar”. En otras palabras, cuando el hombre se mete con el pecado, eso es como una bola de nieve, crece y crece hasta que nos aplasta, nos abruma, nos presiona con todo su peso. Sin embargo, ¡mire el contraste! Pablo nos dice que, estando esa gran montaña de pecado sobre el hombre, la gracia “sobreabundó”. Pablo usa aquí una palabra diferente: “juperperisseúo”, la cual es “abundar sobre la medida”. La primera palabra tiene la idea de “adición”, donde un pecado añade otro; pero la segunda palabra habla de “multiplicación”. La gracia de Dios es superior al pecado y a la culpa resultante. Al vivir sin Dios estábamos siendo aplastados por una montaña de pecado; ahora en Cristo estamos sobre una montaña de gracia. Sí, el pecado abundó; pero por Cristo sobreabundó la gracia.
Ciertamente, ¡el pecado es un problema! Después de todo, los hombres mueren por eso y van al infierno por eso. Sin embargo, tan extenso como es el pecado, hay mucha más gracia disponible para vencerlo. ¡Gracias a Dios que hay una diferencia entre Jesús y Adán! ¿Pueden ver la diferencia? La recuperación del paraíso…
RESULTA POR UNA DE DOS POSIBILIDADES.
No por la posibilidad de condenación (v. 21a). Esta posibilidad es una que el hombre puede decidir tomar, rechazando el regalo de la vida eterna y el perdón por medio de Jesucristo. Si el hombre decide tomar y seguir ese camino, entonces no tendrá otro resultado que la condenación eterna. Los versículos 16 y 18 nos dicen lo mismo. Rehusar venir a Jesús es elegir la muerte y el infierno.
Por la posibilidad de la conversión (v. 21b). Esta parte del versículo 21, nos dice que también existe la posibilidad de salvación. Si un pecador simplemente confía en Jesucristo por fe, obedeciendo su evangelio, será salvo y justificado por la sangre del Cordero. Esta persona gozará del perdón de sus pecados y la vida eterna en gloria.
¡Es muy fácil ver que Jesús marca la diferencia! Cuál de estas dos posibilidades ha tomado usted. Si el camino de Adán, entonces no hay otro destino, sino el infierno, no habrá otra cosa, sino el juicio y la ira venidera; pero si elige el camino del Señor Jesucristo, entonces ha pasado de muerte a vida (cf. Juan 5:24). Así que, qué camino está usted siguiendo. Vive bajo la condenación, o bajo la gracia de Dios.
Conclusión: Quiero decir que me gusta mucho más lo que nos dio Jesús que lo que nos dio Adán. Mis hermanos, ¿han salido de ese lugar bajo la montaña del pecado? ¿Estamos de pie en el monte de la gracia? ¿La verdad de estos versículos resuena en su espíritu esta mañana?