(Hechos 2:21). En el año 33 después de Cristo, en Jerusalén, en el día de la fiesta de Pentecostés, que el apóstol Pedro se puso en pie ante una multitud de judíos de todo el mundo y proclamó un mensaje que literalmente cabio la vida de como tres mil personas. Ese mensaje, es uno que sigue existiendo a través de los pasillos del tiempo y está tan fresco hoy como lo estuvo cuando se predicó por primera vez.
El mensaje que Pedro predicó ese día era el poderoso plan de salvación. En solo unos pocos versículos, Pedro pudo, con la ayuda del Espíritu Santo, proclamar el mensaje que puede cambiar la vida de todos los que lo escuchan y lo reciben. Es un mensaje que no ha cambiado, ni ha perdido su fuerza. Es un mensaje que todavía trae esperanza a los desesperanzados, vida a los muertos en pecado y perdón a los que luchan bajo la carga de sus pecados. Hoy, quiero que meditemos en ese mensaje una vez más.
Tal vez haya escuchado este mensaje antes y cuando lo hizo, lo recibió y lo creyó y entonces fue salvo. O Tal vez lo escuchó y lo rechazó; teniendo hoy otra vez la oportunidad para recibirlo. Otros muchos, por increíble que parezca, jamás lo han escuchado. Tal vez han escuchado algún mensaje religioso, pero jamás han escuchado el poderoso plan de salvación de Dios. Tal vez han escuchado las tonterías ofrecidas por muchas denominaciones. Han escuchado una lista de lo que se debe y no se debe hacer, ¡y han tratado de mantenerla! Pero, estos nunca han escuchado el poderoso Plan de Salvación de Dios. Quiero que sepa esta mañana que el plan es de Dios. No es mi plan, no es un plan de alguna iglesia, tampoco es un plan fabricado en esta cosa desolada que llamo mente. ¡No! Es un plan que es tan antiguo como el mismo Dios, pero tan fresco como el nuevo día. Es un plan que necesita escuchar y sobre el cual debe tomar una decisión. Es este plan, el poderoso Plan de Salvación de Dios el que ocupa mi mente esta mañana. Es ese plan que anhelo compartir con usted. Por favor, mire conmigo nuestro texto de hoy y escuchemos de nuevo el poderoso Plan de Salvación de Dios: “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo”. ¿Por qué es poderoso?
ES PODEROSO POR SU ALCANCE.
La Escritura dice, “todo aquel”. Hay muchas cosas en la vida son exclusivas. Hay clubes exclusivos, campos de golf, restaurantes, etc. Sin embargo, cuando el Dios del universo diseñó un plan de salvación, lo hizo perfectamente inclusivo. Cuando pensamos en este plan de salvación, y les daré los detalles de lo que es en un momento, podemos preguntarnos: “¿Para quién funcionará esto?” La respuesta es a la vez simple y llamativa. En el plan de Dios cualquiera puede ser salvo, sin importar su estamento o su raza.
Él puede salvar a un ladrón moribundo (cf. Lucas 23); a una mujer manchada por el pecado (Juan 4); a un recaudador de impuestos despiadado e impío (Lucas 19); a niños inocentes (Mateo 18); a un brutal Centurión romano (Juan 19); a un celoso fariseo llamado Pablo (Hechos 9); a un hombre y una mujer esclava poseídos por demonios (Marcos 5; Hechos 16); a una mujer comerciante y rica (Hechos 16). ¡Y Él también puede salvarlo a usted!
La verdad de este asunto es que “cualquiera” puede ser salvo. La Biblia amplía este tema en una miríada de lugares. Algunos que son especialmente dignos de mención son estos, Apocalipsis 22:17; Juan 3:16; Juan 6:37; Juan 7:37. Estos versículos son suficientes para probar que el plan de salvación de Dios está disponible para cualquiera que lo necesite. Pero, ¿quién lo necesita? Todos los que han pecado lo necesitan (cf. Romanos 3:23; Gálatas 3:22; Romanos 3:10).
La pregunta que usted debe responder es esta: ¿Ha recibido usted este poderoso plan de salvación? Está disponible para usted, basta con que lo crea, con que lo reciba, con que lo obedezca. No importa cuán pobre o rico usted sea, no importa cuan inocente crea que es usted, o que tan perverso haya llegado a ser. El plan de salvación tiene un gran alcance, al punto que está disponible para todos lo que quieran.
ES PODEROSO POR SU SIMPLICIDAD.
La Escritura dice, “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor”. Estas palabras no solamente nos indican el alcance del poderoso plan de salvación, sino también el modo en que los hombres de todas las naciones pueden gozar de la salvación de sus almas. Una cosa es saber que puedo ser salvo, y una muy distinta es entender cómo. Afortunadamente, la Biblia nos dice exactamente cómo podemos ser salvos.
¿Qué quiso decir Dios cuando dijo que había que “invocar el nombre del Señor”? Bueno, en primer lugar, la expresión representa a una persona que ha entendido que necesita ser salvo. Si una persona no está consciente de su necesidad de salvación, será imposible que haga lo que Dios le manda para su salvación. Por tanto, las personas que han de invocar el nombre del Señor para su salvación, son aquellas que saben que son pecadores, y que sus pecados tienen un precio. La Biblia dice en Romanos 6:23, que “la paga del pecado es muerte”. Esto significa que ahora mismo están “muertos en sus delitos y pecados” (Efesios 2:1); pero, el problema no llega hasta allí, pues en Apocalipsis 21:8, dice que “los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda”.
Los que invocan el nombre del Señor para su salvación, deben saber también que Jesús murió por ellos en la cruz del calvario. La Escritura dice en Romanos 5:8, que “Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros”. Jesús murió, fue sepultado y resucitó al tercer día, todo para hacer posible el perdón de nuestros pecados. No invocamos en vano.
Los que invocan el nombre del Señor, lo hacen porque han creído que Jesús es el Hijo de Dios, lo cual es absolutamente necesario para tener vida eterna. El apóstol Juan, en su evangelio, capítulo 20, versículo 31, haciendo referencia a las señales que Jesús hizo, y que escribió en su evangelio, dijo, “éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre”. Por tanto, las personas que invocan el nombre del Señor para su salvación, son aquellas que creen de todo corazón que Jesucristo es el Hijo de Dios.
Las personas que invocan el nombre del Señor para su salvación, son aquellas que se arrepienten de sus pecados, pues Jesús mandó “que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén” (Lucas 24:47). Y, finalmente, las personas que invocan el nombre del Señor para ser salvos, son aquellas que, confesando con su boca que Jesucristo es el Hijo de Dios, son bautizadas para el perdón de sus pecados. En Hechos 8:36-38, leemos: “Y yendo por el camino, llegaron a cierta agua, y dijo el eunuco: Aquí hay agua; ¿qué impide que yo sea bautizado? Felipe dijo: Si crees de todo corazón, bien puedes. Y respondiendo, dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios. Y mandó parar el carro; y descendieron ambos al agua, Felipe y el eunuco, y le bautizó”. Como vemos, las personas que invocan el nombre del Señor para su salvación, son aquellas que confiesan a Jesús como Señor, y son bautizadas para lavar sus pecados. El mismo Saulo de Tarso, en Hechos 22:10, reconoció a Jesucristo como “Señor”; pero, para invocar el nombre del Señor y ser salvo, también tuvo que ser bautizado para lavar sus pecados. Así lo dice el versículo 16, “Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre”.
Entonces, el plan de salvación es poderoso, porque, a pesar de su sencillez, es efectivo para la salvación de quien lo obedece.
ES PODEROSO POR SUS RESULTADOS.
La Escritura dice, “Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo” (Hechos 2:21). Hemos visto que el plan de Dios es para todos los hombres y que es un plan sencillo que cualquiera puede recibir u obedecer. Ahora, debemos considerar qué hará este plan por usted cuando lo reciba.
Pedro resume los beneficios de la salvación en 2 palabras, “será salvo”. Pero, ¿qué significa ser salvo? ¿Salvado de qué? ¿Guardado en qué? Salvado es una de esas palabras que los cristianos usan para describir lo que han recibido del Señor. Pero, si usted no es cristiano, puede que esa palabra sea extraña para usted.
La palabra “salvado”, en este contexto, significa literalmente rescatar de todo daño y peligro; mantener sano y a salvo: liberar; salvar. Es una palabra que es especial para cada hijo de Dios que ha experimentado la salvación. Cuando decimos que somos salvos, estamos hablando de una bendición gloriosa.
- La salvación trae liberación de la ira de Dios: “Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira” (Romanos 5:9). La ira de Dios puede ser ilustrada con la destrucción de Sodoma y Gomorra o con el diluvio universal.
- La salvación nos rescata de las consecuencias de nuestros pecados: “Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados” (Colosenses 2:13).
- La salvación trae seguridad a quienes, por Cristo, se acercan a él: “por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos” (Hebreos 7:25) ¡No hay razón para dudar de su amor y perdón! Él no cambiará de parecer.
- La salvación significa que hemos sido justificados: “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo” (Romanos 5:1).
Si somos salvos, hemos “sido lavados… santificados… justificados en el nombre del Señor Jesús” (1 Corintios 6:11). Solo nos resta recibir una de sus promesas, y “esta es la promesa que él nos hizo, la vida eterna” (1 Juan 2:25)
ES PODEROSO PARA ESTIMULAR.
¿Qué provocó este maravilloso plan de salvación? ¿Cuál fue el evento que permite a Dios ofrecer este precioso plan a los hombres caídos? La respuesta se encuentra en la siguiente parte del mensaje de Pedro.
En las palabras de Pedro, este plan de salvación se realizó porque un hombre, Jesucristo, fue a una cruz vieja y rugosa y murió entre el cielo y la tierra para pagar la deuda del pecado del mundo entero. Él murió por usted en la cruz y según la Biblia, se levantó al tercer día y todavía vive para salvar a los perdidos.
Amigos míos, este es clímax del Evangelio. Su poder está en el hecho de que Jesucristo derramó Su sangre inocente para pagar el costo de la redención, y luego resucitó de entre los muertos para ofrecer vida eterna a todos los que lo reciban. Ese es el Evangelio y eso es lo que salvará el alma humana. La predicación de la cruz puede ser una locura para un mundo pagano, pero es el poder de Dios para aquellos que la han experimentado (1 Corintios 1:18).
Así que, si usted quiere ser salvo de la condenación eterna que su pecado traerá sobre usted, solo hay una manera de conseguirlo. Está disponible solo a través de la sangre del Señor Jesucristo. Cuando pone su fe en Su muerte, sepultura y resurrección, entonces y solo entonces puede estar seguro de no perderse en el Infierno e ir a la gloria eterna con él. Si esto no lo motiva, entonces nada lo hará, y no tendrá otro destino que sufrir el castigo por sus pecados, por su iniquidad.
Conclusión: Pedro predicó el Evangelio a una gran multitud y como 3000 personas se salvaron. Me pregunto si hay uno, o tal vez dos o tres aquí hoy que necesitan venir a Jesús y ser salvos. ¿No está cansado de su pecado? ¿No está cansado de estar luchando en contra de Dios? ¿No teme terminar en el infierno eterno, donde será el lloro y el crujir de dientes? Bueno, no tiene por qué padecer tan horrible experiencia eterna. Si usted quiere ser salvo, entonces, dijo Pedro, “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare” (Hechos 2:38, 39).
De la misma manera, hacemos el llamado a todo hermano que está caído de la gracia de Dios. La Biblia dice, “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.” (1 Juan 1:9). Hoy es el día, no tenga en poco el poderoso plan de salvación de Dios.