(Filipenses 2:12). En nuestra lección anterior, estuvimos analizando la doctrina de la “predestinación calvinista”, y vimos a la luz de la Biblia, que la idea de los catecismos, en los que se enseña que Dios pre ordenó de manera absoluta e inmutable todo lo que sucede con los hombres, no es una doctrina bíblica.
El día de hoy, vamos a considerar el tema, “El evangelio vs elección y reprobación incondicionales”. ¿De qué trata esta doctrina? Bueno, consideremos nuevamente lo que dice la “Confesión de Fe de Westminster”:
- Capítulo 3: “Por el decreto de Dios, para la manifestación de su propia gloria, algunos hombres y ángeles son predestinados a vida eterna y otros pre ordenados a muerte eterna”.
- Capítulo 4: “Estos hombres y ángeles así predestinados y pre ordenados están designados particular e inalterablemente, y su número es tan cierto y definido que ni se puede aumentar ni disminuir”.
- Capítulo 5, sobre aquellos que fueron predestinados para la salvación, dice que “Dios los ha predestinado por su libre gracia y puro amor, sin previsión de su fe o buenas obras, de su perseverancia en ellas o de cualquier otra cosa en la criatura como condiciones o causas que le muevan a predestinarlos”.
- Capítulo 6: “Nadie más será redimido por Cristo, eficazmente llamado, justificado, adoptado, santificado y salvado, sino solamente los elegidos”.
Debido a la complejidad de esta doctrina humana de la “elección y reprobación incondicionales”, vamos a tener que abordarla en varios mensajes; así que, les ruego de su paciencia y suma atención, para que podamos comprender el conflicto que existe entre ella y el evangelio.
CASOS DE ELECCIÓN.
Una de las causas por las cuales es complejo lidiar con ciertas doctrinas falsas, es que usan términos y conceptos bíblicos. Y en este caso no es la excepción. En la Biblia podemos leer las palabras elegido, elección, reprobado o reprobados. Por tanto, debe haber una enseñanza bíblica concerniente a tales palabras.
Es cierto que Dios ha elegido personas, familias, naciones y organizaciones en diferentes épocas del mundo para el beneficio de sus criaturas; pero, la salvación final y la felicidad eterna de los elegidos de ninguna manera fueron aseguradas por tales elecciones. Por el contrario, la Biblia muestra que, con respecto a su salvación, los elegidos de Dios tienen que ocuparse de ella con temor y temblor (cf. Filipenses 2:12).
Ahora bien, cuando analizamos los casos de elección que Dios ha hecho para desempeñar alguna misión o función temporal en este mundo, ha ocurrido que los involucrados han pecado o se han apartado del favor de Dios, y con frecuencia han perdido el derecho a los puestos para los que fueron elegidos.
Así que, investiguemos quiénes fueron elegidos y con qué propósito, y vemos así qué efecto, si es que hubo alguno, tuvo su elección sobre su destino final.
Abraham y su descendencia.
Abraham fue elegido por Dios para ser el padre de los fieles, en cuya simiente, Jesucristo, serían bendecidas todas las familias de la tierra (cf. Gálatas 3:16). Sin embargo, como Abraham tenía más de un hijo, era necesario que se hiciera una elección en su familia, porque “Ismael e Isaac” no podían ser ambos el padre de la familia de la cual vendría la simiente prometida, es decir, el Cristo. Fue por eso que Dios le dijo, en Génesis 21:12, “En Isaac te será llamada descendencia” (cf. Romanos 9:7).
No obstante, “Isaac” tuvo dos hijos, “Esaú y Jacob”, y otra vez, ambos no podían ser el padre de la familia de la cual vendría el Cristo. Por eso, en Isaías 12:8, leemos, “Pero tú, Israel, siervo mío eres; tú, Jacob, a quien yo escogí, descendencia de Abraham mi amigo”.
Ahora bien, “Jacob” tuvo doce hijos, entre los cuales, “Judá” fue “elegido” para ser el padre de la familia de la cual vendría el Cristo, como dice Hebreos 7:14, “Porque manifiesto es que nuestro Señor vino de la tribu de Judá”.
Como vemos, la elección ha sido una necesidad desde Abraham hasta Jesús, la simiente prometida; pero no para beneficiar exclusivamente a los elegidos, sino para beneficiar al mundo a través de ellos. Este caso de elección no tuvo nada que ver con la salvación personal y eterna de cada uno de ellos.
Moisés y Aarón.
Cuando Dios determinó liberar a los hijos de Israel de la esclavitud de Egipto, eligió a Moisés como su líder y legislador: “Y trató de destruirlos, de no haberse interpuesto Moisés su escogido delante de él, a fin de apartar su indignación para que no los destruyese” (Salmo 106:23). De hecho, Aarón también es mencionado como “elegido”, en el Salmo 105:23, “Envió a su siervo Moisés, y a Aarón, al cual escogió”.
No obstante, Moisés y Aarón fueron elegidos por Dios para conducir a los hebreos de Egipto a Canaán, un tipo del hogar final de los justos. Moisés fue el legislador judío, en este respecto, un tipo de Cristo nuestro legislador; y Aarón fue ungido sumo sacerdote, en este sentido, un tipo de Cristo nuestro Sumo Sacerdote, y se le permitió entrar en el lugar santísimo, que era figura del cielo, donde Jesús, nuestro Sumo Sacerdote, entró por nosotros; sin embargo, ambos pecaron e incurrieron en el desagrado de Dios; por lo que a ninguno de ellos se les permitió entrar en la tierra de Canaán, que es el tipo de la casa del cristiano en el cielo.
Vean lo que les dijo en Números 20:12, “Y Jehová dijo a Moisés y a Aarón: Por cuanto no creísteis en mí, para santificarme delante de los hijos de Israel, por tanto, no meteréis esta congregación en la tierra que les he dado”.
Con respecto a este decreto divino, Moisés explicó: “Y Jehová se enojó contra mí por causa de vosotros, y juró que yo no pasaría el Jordán, ni entraría en la buena tierra que Jehová tu Dios te da por heredad. Así que yo voy a morir en esta tierra, y no pasaré el Jordán; mas vosotros pasaréis, y poseeréis aquella buena tierra” (Deuteronomio 4:21-22)
Después de llevar a Moisés a la cima del “Pisga”, en el monte Nebo, Dios le mostró las bellezas de la tierra, diciendo: “Esta es la tierra de que juré a Abraham, a Isaac y a Jacob, diciendo: A tu descendencia la daré. Te he permitido verla con tus ojos, mas no pasarás allá. Y murió allí Moisés siervo de Jehová, en la tierra de Moab, conforme al dicho de Jehová”. (Deuteronomio 34:4-5) Como vemos, aunque Moisés fue elegido, no entró a la tierra prometida.
Por su parte, Aarón y sus hijos no solo fueron elegidos, sino también consagrados y ungidos sacerdotes de Dios, y oficiaron en el oficio más sagrado para ellos y el pueblo. En el octavo capítulo de Levítico se puede encontrar un relato de la grandiosa y sublime ceremonia con la que fueron instalados en ese santo oficio. Así, la parte masculina de una familia era elegida e iniciada en el sacerdocio; pero, ¿qué fue de ellos? Vean lo que dice Números 20:24-26, “Aarón será reunido a su pueblo, pues no entrará en la tierra que yo di a los hijos de Israel, por cuanto fuisteis rebeldes a mi mandamiento en las aguas de la rencilla. Toma a Aarón y a Eleazar su hijo, y hazlos subir al monte de Hor, y desnuda a Aarón de sus vestiduras, y viste con ellas a Eleazar su hijo; porque Aarón será reunido a su pueblo, y allí morirá”. Entonces, como lo narra Números 20:24-28, Moisés hizo como el Señor le había mandado; subieron al monte Hor a la vista de toda la congregación. Y Moisés despojó a Aarón de sus vestiduras y se las puso a Eleazar su hijo; y Aarón murió allí en la cumbre del monte.
Pero, ¿qué hay sobre los hijos de Aarón? Bueno, es interesante que, Nadab y Abiú, hijos de Aarón, cuando tomaron cada uno de ellos su incensario, y pusieron fuego en él, para ofrecer incienso, ofrecieron fuego extraño delante de Jehová que él nunca les mandó. Y dice la Biblia en Levítico 10:1-2, que cuando hicieron eso, salió fuego de la presencia del Señor y los devoró, y murieron delante del Señor.
Entonces, si la doctrina de la elección y reprobación eternas e incondicionales es cierta, ¿A qué clase pertenecían Nadab y Abiú? Siendo fijado inalterablemente el destino de todos antes de que comenzara el tiempo, se sigue que estos eran de los eternamente elegidos, o de los eternamente reprobados.
¿Los eligió Dios de entre los no elegidos, o eternamente reprobados, y los ungió sacerdotes para oficiar en el tabernáculo, habiendo determinado previamente su destrucción, y pre ordenado inmutablemente la maldad por la cual tenía la intención de matarlos? ¿O eran ellos de los eternamente elegidos, y su interés en el cielo estaba asegurado desde antes de la fundación del mundo, y Dios los mató por la iniquidad que había ordenado inmutablemente de antemano que hicieran, para poder llevarlos a la gloria?
¿No es más racional concluir que Dios los eligió, los ungió y los consagró sacerdotes, con la intención de estar con ellos y bendecirlos mientras le fueran fieles, y castigarlos cuando lo abandonaran; por lo que su infeliz final fue el resultado de su propia rebelión voluntaria contra la ley del Señor?
El caso de Saúl.
Dios eligió a Saúl para ser el primer rey de Israel. Y entonces leemos en 1 Samuel 10:24, “Y Samuel dijo a todo el pueblo: ¿Habéis visto al que ha elegido Jehová, que no hay semejante a él en todo el pueblo? Entonces el pueblo clamó con alegría, diciendo: ¡Viva el rey!”.
Pero no solo lo eligió, sino que le dio el espíritu de profecía, pues dice la Biblia en 1 Samuel 10:10, que “cuando llegaron allá al collado, he aquí la compañía de los profetas que venía a encontrarse con él; y el Espíritu de Dios vino sobre él con poder, y profetizó entre ellos”. Además de esto, fue consagrado y ungido para que reinara sobre su pueblo (1 Samuel 10:1)
Sin embargo, la historia bíblica nos dice que el Señor estaba con él y lo prosperaba en la batalla, siempre que le fuera fiel; pero, cuando lo desobedeció, Samuel dijo: “¿Se complace Jehová tanto en los holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las palabras de Jehová? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros. Porque como pecado de adivinación es la rebelión, y como ídolos e idolatría la obstinación. Por cuanto tú desechaste la palabra de Jehová, él también te ha desechado para que no seas rey” (1 Samuel 15:22-23).
Vean que Saúl fue desechado, no porque Dios lo hubiera reprobado desde la eternidad pasada, o porque haya pre ordenado inmutablemente su rechazo, sino porque Saúl mismo desechó la Palabra del Señor. Como vemos, cuando Dios eligió a algunos para cualquier función, misión o puesto, por muy importante que fuera, eso no les aseguró incondicionalmente la entrada a la gloria, ni mucho menos a mantener el cargo para el cual habían sido elegidos. Pero, el principio general es bastante evidente, que Dios bendijo y prosperó a tales personas en tanto permaneciesen fieles a su voluntad, y no dejó de castigarlos y desecharlos cuando se rebelaron contra ella.
Hasta aquí, hemos visto individuos en la era de los tipos y las sombras, siendo elegidos para privilegios peculiares, en beneficio de ellos mismos y de los demás; y hemos visto a muchos de los elegidos perecer a causa de sus pecados. Y nos faltaría el tiempo para registrar todos los casos que ilustran estos principios divinos.
CONCLUSIÓN.
En nuestro próximo mensaje, estaremos considerando la elección de naciones y organismos que Dios usó para el cumplimiento de la voluntad de Dios; donde estaremos prácticamente viendo el mismo fenómeno que hasta el momento hemos considerado. Pero, lo que sí podemos hacer ahora, es tener en mente las siguientes lecciones:
- Es posible que personas santas se aparten de la voluntad de Dios. Moisés y Aarón, Nadab y Abiú, y Saúl, eran personas que fueron consagradas al Señor de manera especial y, sin embargo, se apartaron de la voluntad de Dios. A veces nos desanimamos, o nos maravillamos, o nos indignamos cuando cierto hermano a quien tenemos en un pedestal muy alto en la iglesia, cometa pecado. Aprenda esta lección para que, cuando suceda, o si es que ya ha sucedido, no dañe su propia fe, o el amor en Cristo que usted debe sentir por alguno de ellos.
- No creer a Dios, o ser rebeldes a su voluntad, como en cierto momento lo fueron Moisés y Aarón, o tener en poco las instrucciones de Dios, como lo hicieron Nadab y Abiú, o desechar la Palabra de Dios como lo hizo Saúl, tiene terribles consecuencias. Moisés y Aarón no entraron a la tierra prometida, Nadab y Abiú fueron consumidos por fuego, y Saúl fue desechado. ¿Nos quedaremos nosotros fuera de la gloria eterna por no creer a Dios y ser rebeldes a su voluntad? ¿Sufriremos el fuego eterno por tener en poco las instrucciones de Dios? ¿Seremos desechados por Dios, por desechar y desobedecer su Palabra?
- Si no queremos estar en esa situación, entonces, atendamos a la exhortación de Pablo, cuando dijo, “Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor” (Filipenses 2:12)