En nuestro mensaje anterior, dimos respuesta a la pregunta, ¿Por qué muchas personas rechazan al evangelio? Vimos que lo hacen:
- Porque no sienten la necesidad de recibirlo.
- Porque no tienen una visión real de su vida pecaminosa.
- Porque no ven que la ira de Dios está sobre sus cabezas.
- Porque no tienen ansiedad de satisfacer las necesidades de sus almas.
- Porque no están conformes con sus términos.
Sin embargo, ¿pueden las personas obedecer el evangelio? Exista una doctrina muy popular, que dice que no, que los hombres no tienen la capacidad de obedecer el evangelio. De hecho, se afirma que los hombres no pueden hacer nada, sino solamente aquello que ha sido pre ordenado por la soberanía de Dios. Por eso, el día de hoy, vamos a estar considerando el tema, “El evangelio vs el calvinismo”.
LA PREDESTINACIÓN CALVINISTA.
Así que, antes de proceder a buscar las condiciones sobre las cuales los inconversos pueden obtener el favor de nuestro Padre Celestial, es necesario entender si hay o no cualquier cosa que puedan hacer los hombres para ese propósito. No obstante, mientras queramos conocer las teorías humanas que existen sobre esa cuestión, es importante no mal representar a nadie en el proceso.
Por tanto, y dado que hay doctrinas que son sumamente prominentes y populares, que son enseñadas por hombres que gozan de un profundo respeto y admiración en el mundo religiosos, no podemos hacer otra cosa que consultar directamente de sus fuentes oficiales, sobre las ideas de las que nos ocuparemos el día de hoy.
Entonces, para que podamos colocar esas doctrinas adecuadamente en nuestras mentes, sin ninguna probabilidad razonable de tergiversarlas, leamos directamente del Catecismo Menor de Westminster, que dice, “Los decretos de Dios son su propósito eterno, según el consejo de su propia voluntad, en virtud del cual ha preordenado, para su propia gloria, todo lo que sucede” (pregunta y repuesta 7).
Básicamente, dice lo mismo el Catecismo Mayor, donde leemos la respuesta a la pregunta 12, “Los decretos de Dios son los actos sabios, libres y santos del consejo de su voluntad, mediante los cuales, desde toda la eternidad, él ha preordenado inmutablemente, para su propia gloria, todo lo que sucede en el tiempo, especialmente en lo que concierne a los ángeles y los hombres.”.
EL EVANGELIO VS LA PREDESTINACIÓN CALVINISTA.
Ahora bien, si la doctrina antes expuesta es verdadera, entonces es imposible que el hombre se equivoque. Todo lo que haga el hombre, está de acuerdo con la pre ordenación o decreto de Dios y es producido por él y, por lo tanto, el hombre no puede estar equivocado en nada de lo que hace. Si hace algo, no importa qué, sea bueno o malo, si Dios lo ha ordenado todo, Él ha ordenado eso que el hombre esté haciendo.
Si sucede que un hombre miente, Dios no solo ha ordenado que mienta, sino que lo ha ordenado inmutablemente. Si sucede que un hombre roba, Dios, inmutablemente, ordenó eso también. Si sucede que un hombre mata a su prójimo, Dios también lo ha ordenado inmutablemente.
Si en la Biblia leemos que Caín mató a su hermano, entonces, ¿por qué puso Dios una maldición sobre él por eso? De acuerdo a la predestinación calvinista, Caín no solo hizo lo que estaba de acuerdo con el consejo más sabio y santo de la voluntad divina, sino que fue maldecido por haber hecho lo que Dios había ordenado libre e inmutablemente. ¿Quién puede creer semejante disparate?
En su Palabra, Dios ha dicho: “No matarás. No cometerás adulterio. No robarás. No levantarás falso testimonio contra tu prójimo” (Éxodo 20:13-16). Si Dios ha prohibido claramente las cosas malas que suceden, entonces no es cierto que Él las haya ordenado inmutablemente. Que Dios ordene inmutablemente que cierta cosa suceda, y al mismo tiempo la prohíbe, es una inconsistencia totalmente incompatible con Su carácter divino, especialmente cuando le agregamos el pensamiento de que Él amenaza al que eso hace con un castigo eterno. Tenemos a Dios castigando eternamente a quienes hacen aquello que él ha preordenado. ¿Quién en su sano juicio podría creer semejante cosa?
Sin duda alguna que Dios, cuyas leyes llevan siempre la impresión de su justicia, bondad, amor y misericordia infinita, que son características propias de su naturaleza; no castigaría al hombre para siempre en las profundidades de un furioso infierno eterno por hacer lo que Él, inmutablemente ha ordenado que el hombre haga.
En contraste con esa idea, el Salmo 145:9, dice, “Bueno es Jehová para con todos, y sus misericordias sobre todas sus obras”. En el versículo 17, también dice, “Justo es Jehová en todos sus caminos, y misericordioso en todas sus obras”.
Por tanto, cuando el homicida mancha sus manos con la sangre de su víctima, no puede acogerse a la doctrina del credo diciendo que Dios, al ordenar todo lo que sucede, ordenó que matara, y así evitar la responsabilidad del hecho y el castigo debido a su crimen.
Pero, ante esto, los creadores de ese credo niegan las consecuencias lógicas de su doctrina, diciendo que, “Dios no es el autor del pecado”. Sin embargo, dicha negación contradice totalmente su declaración de que Dios ha ordenado inmutablemente todo lo que sucede.
¿Puede el hombre cambiar la ordenanza inmutable de Dios? Y si no puede cambiarla, seguramente no se le puede culpar por nada de lo que haga. Si Dios ordenó inmutablemente que cierto hombre, en cierto día, hiciera cierta cosa, entonces no queda poder para que el hombre evite hacer esa cosa; porque si hubiera evitado hacerlo, habría cambiado el decreto inmutable de Dios y, por lo tanto, tendría más poder para cambiar que el que Dios tendría para imponer.
El credo calvinista no nos está diciendo que Dios ha ordenado inmutablemente algunas cosas, sino todo lo que sucede, todo. Pero si esto es así, y si no es verdad que Dios ha pre ordenado a los hombres para que hagan pecado, ¿cómo es que su voluntad se quebranta todos los días? Si él ordenó que los hombres no maten y, sin embargo, matan, entonces su voluntad ha sido quebrantada.
Él ha ordenado que no hurten y, sin embargo, hurtan. Él ha ordenado que no den falso testimonio, pero todos los días juran en falso. Entonces, lo que el evangelio nos dice, es que, aunque Dios no obligará a ningún hombre a guardar sus ordenanzas, no tendrá por inocente a quien haga lo malo.
Eso mismo dijo Pablo en Romanos 12:1-2, “Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas. De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste; y los que resisten, acarrean condenación para sí mismos”. ¿Lo ven? El hombre puede “resistir” lo que Dios ha “establecido”.
¿Cómo puede alguien resistir con éxito lo que Dios ha ordenado inmutablemente? Dios dijo, “De aquí a cuarenta días Nínive será destruida” (Jonás 3:4). Allí tenemos un decreto divino. Dios determinó que Nínive fuese destruida en cuarenta días. Sin embargo, el tiempo llegó y Nínive se mantuvo en pie. ¿Por qué? Vean lo que dice el versículo 10, “Y vio Dios lo que hicieron, que se convirtieron de su mal camino; y se arrepintió del mal que había dicho que les haría, y no lo hizo”. El decreto de Dios cambió, cuando el hombre cambió.
Dios le dijo a Ezequías: “Ordena tu casa, porque morirás, y no vivirás” (2 Reyes 20:1). Aquí tenemos otra ordenanza de Dios. No se dice nada de una salida. No se dice nada de alguna condición para cambiar lo que Dios ha determinado que suceda con Ezequías. Pero, cuando Ezequías volvió su rostro a la pared y oró, vean lo que sucedió: “Y antes que Isaías saliese hasta la mitad del patio, vino palabra de Jehová a Isaías, diciendo: Vuelve, y di a Ezequías, príncipe de mi pueblo: Así dice Jehová, el Dios de David tu padre: Yo he oído tu oración, y he visto tus lágrimas; he aquí que yo te sano; al tercer día subirás a la casa de Jehová. Y añadiré a tus días quince años, y te libraré a ti y a esta ciudad de mano del rey de Asiria; y ampararé esta ciudad por amor a mí mismo, y por amor a David mi siervo. ” (v. 4-6). Otra vez, el decreto de Dios cambió, por el cambio que se produjo en el corazón de Ezequías.
En Jeremías 18:7-10, por boca del profeta Jeremías, el Señor dijo, “En un instante hablaré contra pueblos y contra reinos, para arrancar, y derribar, y destruir. Pero si esos pueblos se convirtieren de su maldad contra la cual hablé, yo me arrepentiré del mal que había pensado hacerles, y en un instante hablaré de la gente y del reino, para edificar y para plantar”. Aquí vemos otra vez el mismo fenómeno que en los textos que ya hemos leído. Si las ciudades se aparten del mal que hacen, entonces el Señor se propone perdonarlas; pero, si persisten en ser desobedientes, entonces sufrirán las consecuencias, hasta el exterminio. Por tanto, es evidente que son las “circunstancias” las que determinan los tratos de Dios con los hombres, para bien, o para mal.
En Génesis 6:5-6, leemos: “Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal. Y se arrepintió Jehová de haber hecho hombre en la tierra, y le dolió en su corazón”. Aquí quiero que noten el sentir de Dios ante la maldad de los hombres. El dolor que Dios siente es muy grande, es muy profundo; pero, si él predestinó todo lo que allí está sucediendo, ¿por qué, entonces, habría de afligirse de su propio decreto inmutable y eterno? Si esto es así, entonces “Dios tendría serios problemas sicológicos”.
En otra parte, el Señor dijo, “Y han edificado los lugares altos de Tofet, que está en el valle del hijo de Hinom, para quemar al fuego a sus hijos y a sus hijas, cosa que yo no les mandé, ni subió en mi corazón” (Jeremías 7:31). En el capítulo 19, versículo 5, también dice, “Y edificaron lugares altos a Baal, para quemar con fuego a sus hijos en holocaustos al mismo Baal; cosa que no les mandé, ni hablé, ni me vino al pensamiento”. De acuerdo a la teología calvinista, si Dios pre ordena todas las cosas, luego él, pre ordenó todas estas cosas, pues de otro modo jamás habrían sucedido. Así que, en cuanto sucedieron, luego, Dios las tuvo que haber preordenado. Pero, ¿qué dice Dios? Dios mismo dice que estas cosas no las mandó, ni las pronunció, ni se le ocurrieron jamás, ni le vinieron al pensamiento nunca. ¿Aceptaría usted una teología que le dice que Dios pre ordenó cosas que nunca estuvieron en su mente?
Ahora, podría presionar más el argumento, pero no lo haré más. Si la doctrina de la predestinación calvinista es cierta, luego toda la teoría del pecado, la responsabilidad, las recompensas y los castigos divinos, en armonía con la justicia y la misericordia, resulta completamente ilógica, irracional. Indigna de la naturaleza misma de Dios.
Esa doctrina humana nos está diciendo que todo acto del hombre no es más que llevar a cabo los propósitos inmutables de Dios; y cuando da una ley a un hombre, lo hace expresamente para que lo viole, a fin de proporcionar un pretexto para el castigo previamente ordenado para él.
Regresemos al caso de Adán. Dios lo hizo y lo puso bajo su ley. Sucedió que violó la ley, comiendo del fruto que Dios le ordenó que no comiera. Si Dios determina de antemano todo lo que sucede, entonces, Él ordenó de antemano que Adán comiera de ese fruto. Dios ordenó de antemano que Adán obedeciera la voz de su mujer. Por tanto, Adán no podía hacer nada. Se encontraba en una estrechez entre la ley y la ordenación o decreto inmutable de Dios.
Adán comió del fruto, luego, Dios pre ordenó que comiera. La ley de Dios decía que no debía comer, pero la voluntad de Dios es que comiera, ¿qué les parece? Algo debe estar roto aquí. Adán debe comer y violar la ley, o no comer y cambiar el decreto inmutable de Dios, lo cual es imposible. Por tanto, comer y violar la ley de Dios es una necesidad. Adán no hará otra cosa que la voluntad de Dios, por hacer lo que Dios había pre ordenado, ¡sería castigado por ello! ¿Les parece justo y misericordioso todo eso? Al final la humanidad entera fue sumida en la desgracia y la muerte por la voluntad arbitraria de Dios.
CONCLUSIÓN.
Mis hermanos, que nadie se deje engañar con esa doctrina humana, de que Dios ha pre ordenado que cometamos pecado, y vivamos en pecado. Si usted hace pecado, y anda en pecado, es porque usted quiere, y no porque Dios lo haya atado a ese estilo de vida. Ni Dios, ni el diablo lo tienen en su pecado. Si estamos en pecado, es porque vivimos haciendo “los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos” (Efesios 2:3). Si usted no es cristiano, usted no está en pecado porque Dios lo haya puesto allí, sino porque usted quiso seguir ese camino (cf. Juan 8:34).
Dios “que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad” (1 Timoteo 2:4); pero jamás obligará a nadie a ser lo que no quiere ser, ni conocer lo que no quiere conocer. Pero si usted quiere, entonces usted puede.