(Isaías 55:6-9). ¿Por qué Dios dice lo que dice? ¿Por qué lo dice de una manera diferente a como lo diríamos nosotros? ¿Por qué lo dice a personas que nosotros nunca lo diríamos? ¿Por qué no determina hacer algunas cosas diferentes, sobre todo, a nuestra manera? Bueno, porque nuestros pensamientos no son los pensamientos de Dios.
En la Biblia hay varios ejemplos de personas que no podían entender por qué Dios hizo lo que hizo. Habacuc no podía entender por qué Dios usaría a gente tan malvada como los babilonios para ejecutar sus planes. Para los amigos de Job, era imposible aceptar que un hombre justo experimentara los sufrimientos que su amigo estaba sufriendo. Naamán estaba totalmente seguro de que el profeta lo sanaría por dinero, y que lo sanaría de una manera dramática y espectacular. Eva pensó que Dios no quiso decir lo que dijo. Los hijos de Aarón, jamás pensaron, que Dios actuaría tan severamente con ellos por haber usado cierto fuego para sus incensarios. Uza nunca se imaginó que Dios lo mataría por su buen corazón, al evitar que el arca del pacto cayera a los suelos. Ananías y Safira pensaron que podían engañar a Dios, y desde luego, nunca pasó por su cabeza que Dios los mataría mientras pretendían hacerlo. Hombres y mujeres que actuaron según sus pensamientos. Hombres y mujeres que tuvieron graves y desagradables experiencias, y que perdieron incluso hasta la vida, por creer que los pensamientos de Dios eran como los de ellos.
Lamentablemente, ese es uno de los errores más arraigados en el ser humano. Cristianos y no cristianos siguen creyendo erróneamente que los pensamientos de Dios son igual que los de ellos, cuando no lo son. Vamos a meditar en las palabras del profeta Isaías, mientras alimentamos nuestras almas con las lecciones que obtendremos del tema: “Mis pensamientos no son vuestros pensamientos”.
CUANDO PENSAMOS QUE NO ES TIEMPO DE BUSCAR A DIOS (v. 6).
Muchos hermanos creen que no necesitan buscar a Dios, porque creen que no han perdido su comunión con Dios. Comúnmente, este estilo de vida lo sufren aquellos que, viviendo en algún pecado del que no se quieren arrepentir, terminan cauterizando la conciencia, por lo que no sienten ningún tipo de remordimiento por eso.
La conciencia se cauteriza, o se acostumbra a cierto pecado, cuando persistimos en ese pecado. Luchamos contra la intolerancia que sentimos hacia él, o simplemente lo aceptamos como una opción de vida “inevitable”. Al hacer esto, entonces la conciencia lo acepta, lo reconoce como algo válido, como algo justo, como algo correcto, y así, seguimos nuestra vida como si nada.
Por ejemplo, hay hermanos que cometieron cierto pecado hace ya muchos años, y como ya ha pasado tanto tiempo de eso, se engañan a sí mismos creyendo que, de algún modo, el caso ha caducado. Fue hace tanto tiempo que ya prácticamente nadie se acuerda de eso. Y si alguien lo recuerda, lo censuramos como una persona “rencorosa”, o “conflictiva”. ¿Para qué trae a la memoria algo tan desagradable, si ya nos habíamos olvidado de eso?
Otros muchos creen que están bien con Dios, porque otros han aceptado su pecado. Vemos una especia de resignación. Por tanto, y dado que nadie dice nada al respecto, entonces nos engañamos creyendo que eso no representa un problema serio para nuestras almas. Hay muchos pecados que la sociedad está aceptando, y que incluso algunos están recomendando. Pero, ¿qué piensa Dios al respecto? ¿Cuáles son los pensamientos de Dios?
Bueno, debemos decir que, de acuerdo a Éxodo 34:7, Dios “guarda misericordia a millares” y “perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado”. Sin embargo, también es cierto “que de ningún modo tendrá por inocente al malvado”. ¿Lo ve? La Escritura dice que “de ningún modo” Dios tendrá por inocente al “malvado”. Si usted ha pecado, y no se arrepiente de eso, no habrá manera en que Dios lo tenga por “inocente”. El tiempo no lo hará inocente. Así pueden pasar cinco, diez o hasta cien años, y si usted nunca hizo arreglos con respecto a su pecado, Dios no lo tendrá por “inocente”. Tampoco la aceptación de muchos lo hará “inocente”. Así sean cien, o mil hermanos que le reciban y se comporten con usted de muy buena gana, eso no cambiará el hecho de que usted ha pecado. La aceptación de muchos no le hace “inocente”. Es más, muchos incluso pueden “tolerar” o “aceptar” su pecado, y, aun así, usted no ser inocente. La inocencia no se alcanza por la aceptación o tolerancia del pecado. No importa que su pecado sea popular o bien visto por muchos; pues, aun así, sigue siendo pecado y, por tanto, jamás logrará la inocencia delante de Dios.
Otros muchos hermanos se engañan, creyendo que, si hicieron o si hacen muchas buenas obras, o fueron o son muy activos en una iglesia, con eso tendrán el perdón de Dios; pero no es así: “Si el justo se apartare de su justicia e hiciere maldad, y pusiere yo tropiezo delante de él, él morirá, porque tú no le amonestaste; en su pecado morirá, y sus justicias que había hecho no vendrán en memoria; pero su sangre demandaré de tu mano” (cf. Ezequiel 3:20). El apóstol Pablo escribió, “Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios” (Romanos 2:5). Cualquier hermano que pretenda estar bien delante de Dios, sin arrepentirse, jamás lo logrará, aunque ore mucho, aunque cante muchas alabanzas, aunque predique mucho, aunque haga toda clase de buenas obras. Dios dijo, “no por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:9).
El caso de Simón, en Hechos 8, es ilustrativo. La Biblia dice que “También creyó Simón mismo, y habiéndose bautizado” (v. 13), no pasó mucho tiempo para que tropezara. En síntesis, les puedo decir que cometió el error de pensar que “el don de Dios se compra con dinero” (v. 20). Pedro le dijo, “tu corazón no es recto delante de Dios” (v. 21). Entonces, estando en esa condición, el camino que le quedaba era el “arrepentimiento”. Pedro le dijo, “Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad, y ruega a Dios, si quizá te sea perdonado el pensamiento de tu corazón” (v. 22). Ese es el camino que todo cristiano debe seguir para que su pecado sea perdonado. No es el tiempo lo que hace que el pecado desaparezca. Tampoco son las muchas buenas obras. Tampoco son las buenas actitudes, ni el que muchos aprueben o toleren su conducta. Si ha pecado, debe arrepentirse.
El profeta dijo, “Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano” (Isaías 55:6). Si ha pecado, debe buscar a Dios mientras puede. La Biblia dice que “El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3:9). Si el Señor no ha venido, es porque todavía espera que usted se arrepienta de su pecado. Deje de engañarse, deje de pensar que no necesita buscar a Dios.
CUANDO PENSAMOS QUE NO NECESITAMOS EL PERDÓN DE DIOS (v. 7)
Esto es, exactamente lo que piensan aquellos que no quieren arrepentirse. ¿Por qué no quieren buscar a Dios? ¿Por qué piensan que no necesitan ser perdonados de nada? Porque no quieren dejar su “camino”, no quieren dejar sus “pensamientos”. Ellos tienen una forma de ver la vida, tienen una forma de ver la fe, tienen una forma de ver las cosas de Dios, y eso los ha llevado a seguir un “camino” que es diferente al de Dios.
Cuando uno está siguiendo su propio “camino”, actuando así conforme a su propio “pensamiento”, no puede haber otro resultado que ir al lado opuesto de Dios. Todos los hombres que han determinado seguir sus propios caminos, todos han quedado separados de Dios. El hombre no puede llegar a Dios a través de sus propios caminos. Nadie puede. Por eso es que Dios siempre exhortó y mandó a los judíos a seguir sus caminos. En Deuteronomio 8:6, leemos: “Guardarás, pues, los mandamientos de Jehová tu Dios, andando en sus caminos, y temiéndole”. En 10:12, dice: “Ahora, pues, Israel, ¿qué pide Jehová tu Dios de ti, sino que temas a Jehová tu Dios, que andes en todos sus caminos, y que lo ames, y sirvas a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma?”
Pero, ¿qué sucede cuando seguimos nuestros propios caminos y no los de Dios? Dice en 2 Crónicas 22:3, acerca del rey Ocozías, “También él anduvo en los caminos de la casa de Acab, pues su madre le aconsejaba a que actuase impíamente”. Seguir los caminos de un hombre, o seguir nuestros propios caminos, siempre resulta en vivir impíamente. Siempre ocasiona perdición. Nuestros caminos nos extravían, porque los caminos del hombre siempre van en una dirección diferente a la de Dios. Los caminos del hombre jamás llevan a la justicia. Jamás llevan a la verdad. Jamás llevan a la salvación. Los caminos del hombre son tenebrosos. Son torcidos.
Es cierto que usted quizá pueda ver rectos sus propios caminos. Quizá piense que el camino que sigue ahora mismo, es un buen camino. Pero, la Biblia dice que “Todos los caminos del hombre son limpios en su propia opinión” (Proverbios 16:2). La triste verdad es que ninguno de los caminos del hombre es limpio. Todos son asquerosamente sucios ante la santidad y la justicia de Dios. Los caminos del hombre descienden hasta las profundidades del infierno, mientras que los caminos de Dios ascienden hacia la gloria: “Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos” (Isaías 55:9). Así que, el pensamiento correcto es el de dejar nuestro camino, volvernos a Dios, y gozar de su grande y sublime misericordia. Él es amplio en perdonar; por lo que, seguir su voluntad es lo mejor que podemos hacer.
Mis hermanos y amigos, el camino de regreso está abierto. ¿Puede el pecador ser perdonado? Bueno, el camino del perdón está despejado. No hay obstáculos insuperables en ese camino. Uno puede ser culpable de graves transgresiones de la ley de Dios, padeciendo mucha culpa acumulada, o por el oscurecimiento y la profundización en la iniquidad. Aun así, la misericordia es mucho más grande que todo eso. La respuesta está, por tanto, en la gracia de Dios. Deje, pues, el impío su camino, y el hombre malo sus pensamientos. Vuélvase a Jehová, el cual es amplio en perdonar.
PENSAMOS QUE NUESTROS PENSAMIENTOS SON SUPERIORES QUE LOS DE DIOS (v. 9).
No son pocos los hombres que, “profesando ser sabios, se hicieron necios” (Romanos 1:22). Esta necedad inicia con la creencia de que los pensamientos y los caminos del hombre son superiores a los de Dios. Sin embargo, esa es una gran mentira.
La Biblia dice en Génesis 6:5, “Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal”. ¿Por qué hay tanta maldad en la tierra? ¿Por qué hay tanto crimen, violencia e injusticia? ¿Por qué engaño, difamación y toda obra perversa? Precisamente porque los pensamientos del hombre están llenos de maldad. Todo designio, dice la Biblia, “todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal”. La maldad sobre la tierra no cesa, porque los pensamientos del hombre son “de continuo solamente el mal”.
El profeta dice que hay una gran distancia entre los pensamientos de Dios y los pensamientos del hombre. Hay una distancia moral: “Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias” (Mateo 15:19). Cuando David vio a los malos prosperar, y puso en duda la justicia de Dios, arrepentido dijo, “Tan torpe era yo, que no entendía; era como una bestia delante de ti” (Salmo 73:22). Esto hace evidente que hay una enorme distancia intelectual entre los pensamientos del hombre y los pensamientos de Dios.
Por eso es de suma importancia atender la exhortación que hizo Pablo a los santos en Corinto: “Pero esto, hermanos, lo he presentado como ejemplo en mí y en Apolos por amor de vosotros, para que en nosotros aprendáis a no pensar más de lo que está escrito, no sea que por causa de uno, os envanezcáis unos contra otros” (1 Corintios 4:6).
CONCLUSIÓN.
¿Qué piensan los hombres con respecto a la salvación? Algunos piensan que no la merecen, mientras que otros creen que no la necesitan. ¡Ambos están equivocados! (Juan 3:16). ¿Qué piensan los hombres sobre el bautismo? Que no salva; pero Dios dice que sí, que el bautismo salva (1 Pedro 3:21). ¿Qué piensan los hombres con respecto a la iglesia? Algunos piensan que uno puede ser miembro de cualquier iglesia; pero el Señor dijo que él solamente había edificado una sola, y no muchas; por tanto, o es usted miembro de la iglesia del Señor, o no lo es. ¿Qué piensan los hombres con respecto a la adoración? Algunos piensan que debe ser conforma los gustos, a la cultura o al sentido común; pero Dios dice que debe ser “en espíritu y en verdad” (Juan 4:24) ¿Qué piensan los hombres sobre el matrimonio? Que pueden terminarlo por cualquier causa, y así comenzar otro si así lo desean. Pero el Señor dice que lo que Dios juntó, no lo separe el hombre, siendo posible el divorcio y las segundas nupcias del cónyuge inocente en caso de fornicación (Mateo 19:6, 9). Usted es libre de pensar lo que quiera sobre las cosas de Dios; pero si no es lo que Dios dice, entonces será mejor que abandone ese pensamiento, y se sujete a la buena, agradable y perfecta voluntad de Dios.
Gracias hermano Lorenzo por compartir la palabra de Dios.