(Esdras 3:1-7). La semana pasada estuvimos meditando en el proyecto de reconstrucción que los judíos iban a realizar con respecto al templo de Dios. Vimos que esa era una obra monumental, y al parecer, humanamente imposible. Había muchos obstáculos. Por un lado, estaba la falta de recursos y por el otro la indiferencia de muchos. Sin embargo, y a pesar de tan mal panorama, aprendimos que Dios siempre cumple sus propósitos. La obra se efectuó, precisamente porque Dios, desde antes que se existiese esa obra, él ya había anunciado su realización. Dios obró en el corazón de los reyes medo-persas, y proveyó lo necesario para que el pueblo cumpliera con esa misión. Sin importar que fuesen pocos, pobres y sin poder político o miliar, Dios cumplió lo que antes había anunciado: El templo fue reconstruido.
El día hoy, vamos a meditar en una variedad de ingredientes que son elementales cuando se trata de hacer la obra de Dios. Así, la construcción de un muro requiere de ciertos materiales específicos y necesarios para que pueda ser construida, de la misma manera, existen ingredientes necesarios para que nosotros realicemos la obra que Dios nos ha llamado a realizar. Mis hermanos, somos una iglesia de Cristo, y como iglesia tenemos una obra que llevar a cabo. Sin embargo, antes de poner manos a la obra, es indispensable, y hecho, absolutamente necesario, que cumplamos con una variedad de ingredientes espirituales para llevar a cabo dicha obra con éxito y que termine siendo grata a los ojos de Dios. El primero de esos ingredientes es “la pureza”. De hecho, me atrevo a decir, sin temor a equivocarme, que la pureza es una prioridad, cuando vamos a participar en la realización de la obra de Dios.
¿ES LA PUREZA UNA PRIORIDAD?
Esta es la pregunta que debe ser expresada, al momento de escuchar que estoy afirmando que la pureza es una prioridad cuando queremos realizar la obra de Dios.
Cuando Dios ordenó a Jacob que hiciera un altar en Betel, Jacob entendió la necesidad de estar puro, antes de llevar a cabo ese trabajo. En Génesis 35:1, leemos, “Dijo Dios a Jacob: Levántate y sube a Bet-el, y quédate allí; y haz allí un altar al Dios que te apareció cuando huías de tu hermano Esaú”. Allí tenemos el llamado de Dios a hacer un trabajo. Jacob recibe el mandamiento de hacer un altar que sea consagrado al Dios verdadero. Ahora, fíjense en lo primero que hace Jacob, antes de hacer el trabajo que Dios le había mandado: “Entonces Jacob dijo a su familia y a todos los que con él estaban: Quitad los dioses ajenos que hay entre vosotros, y limpiaos, y mudad vuestros vestidos” (v. 2). ¿Ven ustedes que la pureza es una prioridad, cuando somos llamados servir a Dios?
De hecho, una de las razones por las cuales Dios puede rechazar nuestro servicio, es precisamente por no estar purificados. En el primer capítulo de la profecía de Isaías, Dios dijo: “Cuando extendáis vuestras manos, yo esconderé de vosotros mis ojos; asimismo cuando multipliquéis la oración, yo no oiré…”, pero, ¿Por qué? ¿Por qué razón Dios esconde sus ojos de aquellos que extienden sus manos en busca de su ayuda? ¿Por qué razón Dios no oye las muchas oraciones? Él mismo dice, “llenas están de sangre vuestras manos. Lavaos y limpiaos; quitad la iniquidad de vuestras obras de delante de mis ojos; dejad de hacer lo malo” (Isaías 1:15-16). ¿Lo ven? Antes de pedir la ayuda de Dios, antes de levantar nuestras voces en oración, dando gracias o solicitando de su protección, la pureza es una prioridad. Si usted no deja de hacer lo malo, entonces Dios no le escuchará cuando clame a él por ayuda, ni tampoco cuando quiera adorarlo. La pureza es una prioridad cuando somos llamados a servir a Dios.
En Éxodo 20 tenemos el hermoso texto donde Dios entrega los diez mandamientos al pueblo de Israel. Pero, antes de entregar esos mandamientos, vean lo que Dios ordenó a Moisés, en Éxodo 19:10, “Y Jehová dijo a Moisés: Ve al pueblo, y santifícalos hoy y mañana; y laven sus vestidos”. Habría que estar ciegos para no darse cuenta de que la pureza ante Dios es una prioridad antes que el servicio. Antes que la adoración, antes que la alabanza, antes que el hacer su obra, antes debemos estar puros ante él.
Llamó mi atención que, cuando Dios ordenó a los israelitas construir una fuente de bronce para el tabernáculo (Éxodo 30:18), lo hizo para que Aarón y sus hijos se lavaran antes de ministrar por el pueblo ante Dios. Vean lo que dicen los versos 19-20, “Y de ella se lavarán Aarón y sus hijos las manos y los pies. Cuando entren en el tabernáculo de reunión, se lavarán con agua, para que no mueran; y cuando se acerquen al altar para ministrar, para quemar la ofrenda encendida para Jehová, se lavarán las manos y los pies, para que no mueran. Y lo tendrán por estatuto perpetuo él y su descendencia por sus generaciones”. Como vemos, los mismos sacerdotes judíos debían estar puros antes de servir en el altar. De hecho, estas ceremonias de purificación eran tan necesarias, al punto que su vida estaba en juego. Si un sacerdote tuviese la temeridad de presentarse a servir en el altar sin purificarse primero, era un sacerdote temerario, pero muerto. ¡Muerto! ¿Ven ustedes la importancia de la pureza antes de acercarse a servir a Dios? Antes de orar, antes de alabar, antes de servir a Dios, antes que todo ello, debemos primero estar puros.
¿POR QUÉ DEBEMOS PURIFICARNOS ANTES DE SERVIR A DIOS?
Una vez que hemos establecido el hecho de que la pureza es una prioridad cuando somos llamados a servir a Dios, bien hacemos en preguntar, ¿por qué debemos purificarnos antes de servir a Dios? ¿Por qué la pureza es una prioridad?
Porque vamos a servir a Dios, y Dios es santo. Mis hermanos, debemos entender que Dios solamente trabajará con vasos santos. Vean lo que Pablo dijo a Timoteo: “Así que, si alguno se limpia de estas cosas, será instrumento para honra, santificado, útil al Señor, y dispuesto para toda buena obra” (2 Timoteo 2:21). ¿Leyeron con atención? Si usted quiere ser un “instrumento para honra… útil al Señor”, primero debe “limpiarse”, debe estar puro antes de servir. Entonces, debemos estar puros antes de servir, porque solamente así podemos ser instrumentos que honren a Dios. Debemos estar puros antes de servir, porque solamente así podemos ser útiles a Dios. La pureza debe ser una prioridad, porque solamente de este modo estaremos “dispuestos” o “preparados” para toda buena obra. Mis hermanos, si queremos que nuestro culto sea aceptable al Señor, es necesario que tengamos un corazón puro.
Otra razón por la cual debemos ser puros para servir a Dios, son las promesas de Dios. El apóstol Pablo dijo, “Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios” (2 Corintios 7:1). Mis hermanos, Dios se deleita en usarnos en sus gloriosos proyectos, pero también se deleita en usar vasos limpios, instrumentos que le honren y le glorifiquen.
LA IMPUREZA NOS DISCAPACITA PARA SERVIR A DIOS.
En el libro de Esdras vemos este principio en diversas ocasiones. En Esdras 2:62 (LBLA), dice, “Estos buscaron en su registro de genealogías, pero no se hallaron, y fueron considerados inmundos y excluidos del sacerdocio”.
Como vemos, para desempeñar los deberes sacerdotales, era necesario que los candidatos descendieran del linaje de Aarón. Dado que algunos sacerdotes en ese momento no podían proporcionar los registros genealógicos necesarios, fueron tenidos por “inmundos” y fueron excluidos oficialmente del sacerdocio. (¡Estoy seguro de que no fue una noticia fácil de digerir!). Sin embargo, a pesar de las decisiones difíciles que afectan la vida personal, la pureza, tal como se expresa en las Escrituras, siempre debe tener prioridad.
En Esdras 6:20, leemos: “Porque los sacerdotes y los levitas se habían purificado a una; todos estaban limpios, y sacrificaron la pascua por todos los hijos de la cautividad, y por sus hermanos los sacerdotes, y por sí mismos”. Aquí es importante señalar que, antes de que pudieran hacer alguna purificación por el pueblo en el sacrificio del cordero pascual, primero debían hacer las purificaciones necesarias por sí mismos. Y los que participaron en este tiempo de adoración fueron, dice el versículo 21, “los hijos de Israel que habían vuelto del cautiverio, con todos aquellos que se habían apartado de las inmundicias de las gentes de la tierra para buscar a Jehová Dios de Israel”. Otra vez, vemos que la pureza fue una prioridad para poder tener comunión con Dios. Sin pureza es imposible tener comunión con Dios. El hombre que no es puro, es incapaz de acercarse a Dios, para tales personas es imposible agradar a Dios en dicha condición.
Tan importante es la pureza para tener comunión con Dios y entonces ser instrumentos para su gloria, que la Escritura nos muestra ejemplos de acciones sumamente difíciles que tuvieron que tomar los judíos para estar puros delante de Dios. Por ejemplo, ¿quién podría decir que fue muy fácil para los varones judíos tener que despedir a sus esposas paganas, y así poder estar puros delante de Dios?
El mandato de Dios era claro. No debían casarse con no israelitas (cfr. Esdras 9:1-2). Ellos fueron desobedientes, y de esta forma, llegaron a ser inmundos ante Dios. Sin embargo, ellos reconocieron su desobediencia y expresaron su remordimiento por su infidelidad (Esdras 9:10; 10:2). Antes eso, Veamos lo que sucedió, “Cuando oí esto, rasgué mi vestido y mi manto, y arranqué pelo de mi cabeza y de mi barba, y me senté angustiado en extremo. Y se me juntaron todos los que temían las palabras del Dios de Israel, a causa de la prevaricación de los del cautiverio; mas yo estuve muy angustiado hasta la hora del sacrificio de la tarde. Y a la hora del sacrificio de la tarde me levanté de mi aflicción, y habiendo rasgado mi vestido y mi manto, me postré de rodillas, y extendí mis manos a Jehová mi Dios, y dije: Dios mío, confuso y avergonzado estoy para levantar, oh Dios mío, mi rostro a ti, porque nuestras iniquidades se han multiplicado sobre nuestra cabeza, y nuestros delitos han crecido hasta el cielo” (9:3-6)
En obediencia a la Palabra de Dios, hicieron lo correcto, “Y dieron su mano en promesa de que despedirían sus mujeres, y ofrecieron como ofrenda por su pecado un carnero de los rebaños por su delito” (Esdras 10:19). Esto fue un gran problema, y fue evidenciado por el hecho de que desde el versículo 20 hasta el versículo 44 (el final del libro) se registraron los nombres específicos de aquellos que se arrepintieron de su pecado.
CONCLUSIÓN.
Mis hermanos, Dios quiere un pueblo santo. Él quiere que seamos apartados del pecado y dedicados a sus propósitos particulares. Los israelitas, aunque con dificultad, persiguieron este objetivo con éxito. Esdras les dijo en 8:28: “Vosotros estáis consagrados a Jehová, y son santos los utensilios, y la plata y el oro, ofrenda voluntaria a Jehová Dios de nuestros padres”. Por la gracia de Dios podemos hacer lo mismo por lo que todo lo que somos y todo lo que tenemos sea apartado para el uso especial de Dios.