(Lucas 11:1-13). No existe cristiano en el mundo que niegue la importancia y la necesidad de la oración. Constantemente escuchamos exhortaciones y enseñanzas que nos motivan para practicar la oración. Mucho se ha dicho sobre eso. Sin embargo, ¿sabía usted que existen principios bíblicos con relación a la manera de acercarnos al oído de Dios?
En el pasaje bíblico que hemos leído, los discípulos querían aprender más sobre la oración y el Señor les enseñó algunas lecciones que están tan frescas esta mañana como si las acabaran de pronunciar. Quiero compartir algunas de esas lecciones con ustedes, mientras pensamos en el tema, ¿Cómo debemos acercarnos al oído de Dios?
DEBEMOS ACERCARNOS CON EL MOTIVO APROPIADO.
La oración debe surgir de un corazón debidamente motivado. En Santiago 4:2-3, dice, “Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís. Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites”.
Los discípulos acababan de presenciar la oración de Jesús, notaron la cercanía que tenía con el Padre. Fueron testigos de los milagros que Él realizó después de la oración (Alimentación de 5000 – Mateo 15; Transfiguración; Lucas 9; Resurrección de Lázaro – Juan 11). Vieron el poder de la oración y la gloria que trajo a Dios, y querían el mismo poder en sus propias vidas. La petición que hacen a Jesús, no solo es de “cómo orar”, sino que dice específicamente, “Enséñanos a orar”. Luego, tenemos que aprender a orar.
Ellos recordaron a Juan el bautista. Ellos recordaron su vida de oración. Vieron que sus oraciones fueron para la gloria de Dios.
El motivo apropiado para la oración no es que se haga nuestra voluntad en el cielo, sino que se haga la voluntad de Dios en la tierra a través de nosotros, como dijo Pablo, “Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios” (1 Corintios 10:31).
Lamentablemente, es que comúnmente vemos en la oración una oportunidad para cambiar nuestras circunstancias, y aunque Dios puede hacer eso y más a través de ella, todavía debemos hacer un cambio profundo con respecto a los motivos por los cuales recurrimos a ella.
Mis hermanos, no nos engañemos, pues el Señor tiene el poder de saber cuáles son nuestros motivos al orar. Escuchen la advertencia que hizo en Mateo 6:5, “Y cuando ores, no seas como los hipócritas; porque ellos aman el orar en pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos de los hombres”. ¿Lo ven? Él tiene la capacidad para saber cuáles son nuestros motivos al orar, y si esos motivos no son los correctos, tales oraciones son como un horrible sonido en los oídos de Dios.
Entonces, cuando nos acerquemos al oído de Dios, es mejor que lo hagamos con los motivos correctos.
DEBEMOS ACERCARNOS CON EL MÉTODO APROPIADO (v. 2-4).
Jesús está enseñando a sus discípulos a orar, luego, no es extraño que les exponga la metodología correcta. El modelo de Jesús ha sido llamado por muchos como “El Padre nuestro”. Otros le llaman, “La oración modelo”, y otros le dicen, “La oración de los discípulos”.
Sin importar cómo le llamen, hay varios elementos que debemos tener presentes. Esta no es una oración para ser repetida una y otra, y otra vez; más bien, es un bosquejo, es un molde alrededor del cual podemos construir nuestra oración y hacerla grata al oído de Dios. Consideremos, pues, esos elementos:
- La oración es necesaria. Dios dijo, “Clama a mí, y yo te responderé” (Jeremías 33:3). Los discípulos entendiendo lo importante y necesaria que es la oración, no solamente para sus vidas, sino también para glorificar a su Señor.
- La dirección apropiada. La oración debe ser dirigida a Dios el Padre. Jesús dijo, “Padre nuestro”. No a los ángeles, no a las imágenes, sino al Padre celestial.
- Debe incluir alabanza y acción de gracias. Pablo dijo en 1 Tesalonicenses 5:18, “Dad gracias en todo”. En Efesios 5:20, dice que debemos estar “dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo”. En Filipenses 4:6, exhortó diciendo, “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias”.
- Interés por el reino de Dios. Debemos estar interesados en el avance de su obra. Debemos estar interesados en que su iglesia avance, en que los santos crezcan y en que los perdidos sean rescatados.
- Debe estar sujeta a la voluntad de Dios. El apóstol Juan hizo hincapié en la importancia de que pidamos conforme a la voluntad de Dios. Juan dijo, “Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye” (1 Juan 5:14).
- Presentarle nuestras peticiones. Nuevamente, recordamos lo que Pablo dijo, “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas…”, ¿qué cosa? Que “vuestras peticiones delante de Dios”. No basta con exponer nuestras peticiones delante de los hermanos, sino también es necesario ponerlas “delante de Dios” en oración.
- La petición de perdón. Por eso el apóstol Juan dice, “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9).
- Solicitar liberación y victoria. De hecho, la victoria ya es una realidad. Pablo dijo, “Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo” (1 Corintios 15:57). También dijo, “Mas a Dios gracias, el cual nos lleva siempre en triunfo en Cristo Jesús, y por medio de nosotros manifiesta en todo lugar el olor de su conocimiento” (2 Corintios 2:14).
A veces, oraremos por todas estas cosas, en otras ocasiones, solo se abordarán algunas. Pero estas son las cosas por las que Jesús nos ha mandado orar. Y mis hermanos, ¡Él honrará la oración adecuada! No, Dios no considera la retórica de nuestras oraciones, ni tampoco cuán largas son, ni de qué forma estén argumentadas, o cuán ordenadas sean, sino estos elementos que el Señor Jesús enseñó a sus discípulos.
DEBEMOS ACERCARNOS CON EL ÁNIMO APROPIADO (Lucas 11:5-13).
¡Cuando oramos, debemos creerle a Dios por la respuesta! (Santiago 1:6-7; Marcos 11:24) ¡La oración apropiada es un acto de fe! Debemos creer o nunca recibiremos. Cuando venimos ante el Señor en oración, debemos orar con fe y expectación. ¡Debemos orar creyendo que Dios nos escuchará y que responderá nuestra oración a Su manera y en Su tiempo!
Jesús nos da varios escenarios donde Dios actúa en respuesta a la oración.
- Dios honra la oración con fe (v. 5-10). Esta es una promesa de éxito. Él nos escuchará y nos responderá. Escuche lo que él mismo dice en Isaías 65:24, “Y antes que clamen, responderé yo; mientras aún hablan, yo habré oído”. ¿Lo ven? Hay que hablar al oído de Dios con fe.
- Dios honra la oración específica (v. 11-12). Si yo necesito “tres panes” (v. 5), y no pido “tres panes”, ¿cómo sabrán lo que necesito? Debemos orar a Dios exactamente por lo que necesitamos.
- Dios honra la oración inocente (v. 13). Él honra la oración que confía en él como el niño que confía en el cuidado de un padre.
El estado de ánimo adecuado para la oración es uno de absoluta fe y dependencia de que Dios hará lo que ha dicho que haría.
CONCLUSIÓN.
¿Quiere usted acercarse al oído de Dios? Hoy usted ha aprendido lo que necesita para hacerlo. Ya puede acercarse a su oído con toda confianza, y descansar plenamente en su voluntad.