(Lucas 10:17-20). Vivimos días difíciles. Parece que hay problemas por todos lados, y que el pueblo del Señor está sufriendo bajo cargas innecesarias. A veces, es fácil olvidar que Romanos 8:28 significa exactamente lo que dice. A veces, es fácil sentirse derrotado, desanimado y abatido. A menudo, es fácil perder el aliento. ¿Por qué pasa eso? Creo que la razón por la que perdemos el aliento en medio de pruebas y aflicciones es que, en primer lugar, perdemos de vista la verdadera razón de nuestro gozo.
- ¿Es el “sentirse bien” lo que trae regocijo a nuestras vidas? A todos nos gusta sentirnos bien, pero parecería, según el texto bíblico que hemos leído, que los sentimientos no siempre están enfocados donde deben estar enfocados.
- ¿Son “las buenas circunstancias” las que provocan el regocijo? Según nuestro texto, parecería que no.
- ¿Es hacer lo que nosotros queremos lo que nos trae una verdadera y continua alegría? Nuevamente, el texto bíblico nos dice que no.
¿Cuál es entonces la verdadera raíz de la alegría? Según Jesús, la verdadera raíz del gozo no son los sentimientos, las buenas circunstancias o salirse con la suya lo que trae gozo, sino que es la simple y bendita verdad de que hemos sido salvador por su gracia. Él dijo, “regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos” (v. 20).
Miren lo que dice el texto. Los Discípulos habían estado predicando y sirviendo en el nombre del Señor. Habían visto suceder cosas poderosas y maravillosas. Incluso, los espíritus demoníacos estaban indefensos contra el poder de Dios en sus vidas y fueron expulsados por ellos. Ante todo esto, y estando llenos de alegría, vienen a Jesús regocijándose por su gran poder espiritual. Sin embargo, Jesús les muestra el verdadero motivo para estar alegres. Él les dice que la salvación es el mejor y más grande catalizador para el gozo en la vida del creyente.
Mis hermanos y amigos, yo me gozo de que Jesús haya dicho esto. Yo nunca he echado fuera demonios, y es del todo cierto que jamás lo haré. De hecho, todos los que me escuchan ahora están en el mismo barco. Jamás hemos experimentado algo como eso, y si eso fuera necesario para estar alegres, entonces supongo que nunca podríamos regocijarnos en el Señor. Sin embargo, ¡Jesús puso el regocijo al alcance de todo hijo de Dios!
Lo único necesario para que haya regocijo en su vida, es solo el hecho de que su nombre esté escrito en el Cielo. Así que, estoy aquí esta mañana para decirles que si son salvos, entonces tienen una razón poderosa para regocijarse. Tienen un motivo para gritar de gozo. Tienen todo lo que se necesita para alabar el nombre del Señor durante tanto tiempo, tan fuerte y tantas veces como quiera.
Quiero que todas las personas nacidas de nuevo sepan que pueden regocijarse, que no hay nada que los detenga. Pueden, y deben aprender a alabar al Señor Jesús, y quiero decirles por qué. Permíteme darles tres razones por las que tienen licencia para alabar al Señor.
LA SALVACIÓN ETERNA ES SU LICENCIA PARA LA ALABANZA.
La salvación es más que una “tarjeta gratis para salir del infierno“. La salvación trae consigo muchos regalos maravillosos que los creyentes tienden a olvidar mientras pelean las batallas de la vida. Me gustaría refrescar su memoria acerca de lo que es suyo a través de su relación con el Señor Jesucristo. Si su nombre está escrito en el Cielo, entonces es salvo y todos los beneficios de la salvación le pertenecen. Note conmigo algunos de esos beneficios.
Hay una relación única: en el mismo instante de la conversión, se forma una nueva relación. El hijo de Dios recién nacido se convierte instantáneamente en un hijo de Dios. La Biblia en 1 Juan 3:1-2, “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él. Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es”. Dios en el Cielo se convierte en nuestro Padre y entramos en una relación especial con Él. Consideremos dos aspectos de esta relación:
- Hay una adopción (Gálatas 4:4-6; 2 Corintios 6:17-18). Cuando somos salvos, somos adoptados en la familia de Dios. Él nos toma como Sus hijos con todos los derechos y privilegios correspondientes.
- Hay un acceso celestial (Hebreos 4:14-16). Como hijos, tenemos acceso ilimitado y sin trabas al Padre celestial. ¿Cuánta gente desea eso? Nosotros tenemos el privilegio de poder llevar nuestras cargas a Él y encontrar ayuda. Podemos llevar nuestros problemas a Él y encontrar soluciones. Podemos llevar nuestras heridas a Él y encontrar sanidad. Debido a que somos hijos de Dios, podemos y debemos ir al Padre y permitirle que trate con nuestras necesidades.
Hay Una Renovación: Cuando una persona viene a Jesús para salvación, algunas cosas son renovadas, son eliminadas y eso es motivo de gozo.
- Somos limpiados por Él (Colosenses 2:13; Efesios 4:32). Todo lo que era sucio, inmundo y malo en nosotros ha sido quitado para siempre. Eso es una razón para alabar su Nombre.
- Somos cambiados por Él. Él no solo quita el pasado, sino que también cambia el futuro (2 Corintios 5:17). En términos inequívocos, cuando una persona se convierte en hijo de Dios, ¡es cambiada! Ya no son lo que eran, han sido redimidos y son libres para vivir para el Señor. (cfr. Efesios 2:10). ¡Todo cambia cuando venimos a Jesús!
Hay una recompensa. Por difícil que sea de imaginar, el Señor va a recompensar a sus hijos, tanto ahora como cuando lleguen a casa. De acuerdo a Romanos 8:16-17; Tito 3:7; 1 Pedro 1:3-4, todo hijo de Dios es su heredero. Es decir, que literalmente compartimos la propiedad de todo lo que pertenece al Padre. ¿Cuánto es eso? ¡Nos explotaría la cabeza con tan solo intentar contabilizarlo! En pocas palabras, ¡es suficiente para usted y para mí disfrutar de lo mejor de lo mejor! ¡Todo lo que es de mi Padre es mío! ¡Y eso es suficiente! De hecho, ni siquiera hemos comenzado a comprender todo lo que es nuestro en Jesucristo. Un versículo que se usa típicamente para hablar de las glorias del Cielo se aplica mejor a esta vida. Ni siquiera podemos imaginar lo que el Señor puede hacer en y por los Suyos.
Él murió por mí, me llamó y me salvó. ¡Él lo hizo todo! Él me colocó en su cuerpo. Me dio un lugar de servicio. Él me equipó para servir. Él me dio habilidades que me permiten hacer su voluntad. Además, él me bendijo. Él trabajó a mi favor. Luego, cuando termine esta vida, Él todavía me recompensará por las obras que realizo para Él (1 Corintios 15:58). Por eso, no es de extrañar que arrojaremos nuestras coronas a Sus pies y alabaremos Su Nombre (Apocalipsis 4)
Hay un rescate. Daniel 12:1 habla de un tiempo cuando aquellos cuyos nombres están escritos en el libro de la vida serán quitados de este mundo. Nosotros los creyentes conocemos ese evento por el arrebatamiento (1 Corintios 15:51-52; 1 Tesalonicenses 4:16-17). Simplemente, porque nuestros nombres están escritos en el Cielo, podremos ir y estar con Jesús cuando Él regrese para recibir a su Novia. Seremos llevados vivos para estar con Él en el Cielo. ¡Partiremos en un instante y pasaremos la eternidad con nuestro glorioso Señor en Su Hogar celestial!
Hay una Realidad (Juan 5:24). Cuando venimos a Jesús para salvación, “pasamos de muerte a vida,” y “no vendremos a condenación jamás”. Hemos sido librados de todos los viles efectos del pecado. Hemos sido librados del horrible precio que estaba unido al pecado (Romanos 6:23). Y hemos sido librados del juicio de Dios (Romanos 8:1; 5:9).
Si tomamos estas cinco verdades y no tuviéramos otras, ¡Eso sería suficiente para alabar al Señor por siempre! Sin embargo, hay 2 razones más que me gustaría dar que nos digan por qué tenemos licencia para alabar al Señor.
LA SEGURIDAD DE NUESTRA SALVACIÓN ES UNA LICENCIA PARA LA ALABANZA.
No solo somos salvos y podemos alabar por eso, sino que somos salvos para siempre. Note las palabras en la boca del Señor: “están escritos” (Lucas 10:20). Este verbo está en perfecto pasivo indicativo. Puede que no signifique mucho para usted, pero esto seguramente lo hará. El sentido literal de este verbo es que sus nombres, una vez escritos, siempre estarán escritos en el cielo. Mis hermanos, con el Señor no tenemos “posibilidades”. Con el Señor no hay motivo para dudar. Con el Señor no caben las posibilidades. Si sus nombres han sido escritos, por su parte siempre estarán escritos. La voz pasiva nos recuerda que la acción bajo consideración está siendo ejercida por otro que no sea aquel que goza este beneficio. El modo indicativo es meramente una declaración de hecho. Si ponemos todo junto, nos damos cuenta de que, por parte de Dios, una vez escritos sus nombres, siempre estarán escritos. Han sido escritos de una vez por todas. No tiene por qué dudar, no tiene por qué sentirse inseguro de ninguna manera. ¡Dios es más seguro que una pared reforzada con los mejores materiales de este mundo!
El Señor Jesús hizo una promesa en este sentido en Apocalipsis 3:5: “El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles”. ¡Él promete allí que, si vencemos, nuestros nombres no serán borrados del libro de la vida! ¡Estoy agradecido con el Señor porque con él nada es inseguro! Por parte del Señor, no hay manera de que ningún hijo de Dios pierda su salvación: “y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano” (Juan 10:28). El apóstol Pedro también dijo que somos guardados “por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero” (1 Pedro 1:5).
No tengo ninguna duda de que muchos cristianos albergan un temor secreto en el fondo de sus mentes de que algún día, de alguna manera, podrían perder su salvación e ir al infierno. Bueno, usted puede deshacerse de ese pensamiento estando con el Señor. Él es nuestra roca, y si permanecemos en él, no habrá tormenta que pueda derrumbarnos.
LA SATISFACCIÓN ETERNA ES NUESTRA LICENCIA PARA LA ALABANZA.
Si ser salvo y estar eternamente seguro no es suficiente para llevarnos al punto de la alabanza, entonces tal vez el pensamiento del Cielo lo haga por nosotros. ¿Por qué? Porque tener nuestro nombre escrito en el Libro de la Vida marca la diferencia entre estar el cielo o el infierno: “Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego” (Apocalipsis 20:15). Juan también dijo que, en la nueva Jerusalén, entrarán “solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero” (Apocalipsis 21:27).
La palabra “escrito” no implica otra cosa sino el de ser “ciudadanos”. Cuando obedecimos el evangelio de Cristo, nuestro nombre fue escrito en el Cielo, fuimos inscritos como ciudadano de ese país. Pablo dijo, “Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo” (Filipenses 3:20). En su carta a los santos en Éfeso, dijo, “Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios” (Efesios 2:19). Entonces, todo lo que es y todo lo que contiene el cielo, pertenece a los redimidos.
¡Solo piensen en lo que eso significa! ¡Significa que el Cielo es nuestro y que un día disfrutaremos de todas las glorias de esa ciudad Celestial! Déjame recordarles algunas cosas:
- Sin lágrimas – Apocalipsis 21:4
- Sin muerte – Apocalipsis 21:4
- Sin tristeza – Apocalipsis 21:4
- Sin dolor – Apocalipsis 21:4
- Sin pecado – Apocalipsis 21:8
- Sin pecadores – Apocalipsis 21:8
- Sin templo – Apocalipsis 21:22
- Sin sol – Apocalipsis 21:23
- No hay noche – Apocalipsis 21:25
- No hay maldición – Apocalipsis 22:3
¡Pero eso no es todo, hay más!
- Dios con Su pueblo – Apocalipsis 21:3
- El Cordero con Su pueblo – Apocalipsis 21:22-23; 22:4
- Paredes de jaspe – Apocalipsis 21:11-12
- Las puertas de perlas – Apocalipsis 21:21
- Calles Doradas – Apocalipsis 21:21
- Los redimidos – Apocalipsis 21:24
- La gloria de Dios – Apocalipsis 21:23
- Hogar – Juan 14:1-3
Hay más que podría decirse sobre el Cielo (1 Corintios 2:9), pero estas cosas son suficientes para regocijarme en el hecho de que son mías y de que algún día glorioso participaré de ellas. ¿Y usted?
CONCLUSIÓN.
Al cerrar estos pensamientos esta mañana, espero que puedan ver que nosotros, los que somos salvos, tenemos muchas razones para regocijarnos. La pregunta que viene a la mente ahora es esta: “¿Hemos estado dando al Señor la alabanza que Él merece y por la que es digno, o hemos sido culpables de contenernos? ¡Decidamos que, si somos salvos, actuaremos como tales y nos regocijaremos simplemente porque podemos! No demos por sentadas todas las cosas buenas que el Señor nos ha dado, meditemos y pensemos en ellas para darle gloria y honra ahora mismo. Terminemos con las palabras del salmista en el Salmo 145:1-21.